LÓGICA DE LA ACCIÓN
©Jose Luis Catalan Bitrian
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Hemos criticado la manera de abordar el síntoma por parte del psicoanálisis y algunas de las coincidencias de estructura entre dicha teoría y la concepción generadora de esos mismos síntomas por parte de los sujetos que los padecen. En este capitulo mostraremos de forma positiva la alternativa de la cual partimos..

En síntesis vamos a sostener lo siguiente: las acciones humanas son imputables, registrables en la lista de méritos, deméritos, imprudencias, inadvertencias de una persona. Tales listas definen la codificación social de las conductas, junto a las del individuo que se desenvuelve en ella. De ésta manera, los logros y peligros que posee la especie humana pueden ser conservados, aumentados, o disminuidos si se trata de aquellos últimos, y el individuo, si bien existe como ente diferenciado, lo es gracias a que se distingue de un todo social, y por lo tanto puede regularse por listas de querer-hacer y querer-evitar.

Para comenzar necesitamos exponer nuestros presupuestos iniciales de lo que entenderemos por acto, esto es, todo aquello que cumple los requisitos que enumeramos a continuación.
 

Ser un desarrollo de acontecimientos conocido por la experiencia cultural de un sujeto o colectivo de sujetos y susceptible de ser deseado, un deber o una utilidad (ser medio de conseguir alguna finalidad).

Tener un desarrollo temporal por el cual primero se concibe, se anticipa lo que se quiere hacer; luego se intenta realizar lo anticipado utilizando los recursos disponibles; y ello termina con éxito o fracaso.

Pensar también es actuar, es una clase de acción necesaria, puesto que no habría ninguna acción sin algún tipo de pensamiento que sea imprescindible para su realización. Los movimientos que no tienen una mínima participación de la conciencia o no son regulados mediante cierto procesamiento intelectual, no son acciones en el sentido que aquí estamos definiendo.

Tener un grado de riesgo. Es decir que puede suceder que lo que se desea continúe un curso realizativo o no; de estar en curso que llegue a cumplir su objetivo con éxito o no. Lo opuesto a una accion con riesgo sería por un extremo una causa (en la que las cosas ocurren de la única manera en que podrían suceder) y por otro extremo un azar (en el que las cosas se dan por casualidad y no porque el sujeto se lo proponga).

Poseer cierto margen, pequeño o grande, de elección por el cual el sujeto que actua es responsable de lo que hace dentro de ese campo de posibilidades, y por lo tanto hay ocasión de elegir la posición que asume o bien de cambiarla dentro de las limitaciones reales.

El esquema de acción es transmisible socialmente. Es decir, se aprende de la sociedad o se aporta a ella y es comunicable mediante el lenguaje, la imagen o cualquier otro medio de transmisión.

Hay un prejuicio en ciertas teorías anti-conciencia, un representante típico de las cuales sería el conductismo clásico, consistente en tildar lo que no se ve como movimiento físico como un ente metafísico. Por éste camino pensar no seria actuar.

En cambio, la evidencia de que pensamos es fundamental para entender la conducta humana. Cada vez que alguien nos pregunta qué hacemos, podemos contestarle con una declaración de intención. "Qué haces?","Pretendo construir una mesa", por ejemplo. Antes de hacerla del todo podemos predecir cómo será: a ésta tabla rectangular le pondré una armadura de cuatro patas que encaje con ella. No sabemos con plena certeza si la declaración de intención se realizará en el sentido que anuncia, pero sabemos en compensación que el sujeto está teniendo la intención , lo cual es el primer requisito para hacerla, como proyecto, como deseada.

Claro está que el proyecto de mesa se puede detener cuando le faltaba una pata, o se puede interrumpir su construcción por falta de cola, clavos o determinada herramienta. Incluso el fracaso puede consistir en que se quede en la buena intención de fabricarla.

El recorrido que le queda a la intención de construir una mesa para convertirse en una mesa acabada, implica una acción que posee una duración, que empieza con la pretensión y el diseño imaginario y continúa con la manipulación técnica ordenada según criterios aprendidos(1).

Que la teoría necesaria para que según el saber ordenado por ella produzcamos una mesa, sea mucho más simple que la necesaria para colocar en órbita un satélite, no debiera hacernos pensar que no se trata de una aplicación práctica de teorías previas.

Clasificar a un objeto como una mesa requiere del conocimiento de unas reglas constitutivas cuyo dominio nos permite ir a buscarla o recrearla en una gama de variaciones.

Poseer el conocimiento, simplemente tenerlo a disposición, no puede decirse con exactitud que sea una acción. Más bien sería un atributo, un ser y no un hacer. Pero cuando un saber se instrumenta para un fin, la operatividad sí es un hacer, se puede hablar ya de acción cuando se anuncia, al modo como al decir "te prometo" en eso consiste prometer como acción, según han demostrado Austin y Searle(2)

El saber, aunque se tiene, además es seguro que provine de un hacer, y no deja de hacerse algo que lo sostenga (que no lo elimine como vigente). Lo que sabemos proviene de un tipo especial de acciones: aprender, adquirir, averiguar, asumir, crear, etc. Pero notemos que el saber que un momento consideramos oportuno no es aquel que en los titubeos del aprendizaje considerábamos provisional, sino el producto final que lleva el visto bueno. No sólo eso, sino que además el saber instituido puede ser revisable; en cualquier momento podemos matizar cláusulas, retoques, transformaciones parciales o generales.

No hay un saber inmovilizado para siempre: más bien el saber lo hacemos-conservar, cuidándonos de que sea coherente, aceptándolo mientras no se demuestre nada en contra de él que nos lleve a replantearlo.

Estas reglas de juego para el saber, aun siendo fundamentalmente eficaces, no dejan de provocar algunas jugarretas. Así, nuestros hábitos conceptuales, nuestro conocimiento de nosotros mismos, pueden fallar en situaciones nuevas e insospechadas: qué sería de nuestra valentía o sentido del orgullo en caso de estar prisioneros en un campo de concentración o de ser torturados? Cómo reaccionamos si repentinamente tenemos mucho miedo de morir? Cómo respondemos si llegamos a experimentar un odio como jamás en nuestra vida anterior hemos sentido?

Muchos de los llamados síntomas psicopatológicos tienen que ver con sorpresas de ésta índole, con una ineficacia del comportamiento ante situaciones en las que estamos poco preparados, de una profunda tristeza, de un nivel de inquietud, angustia o ira.

La acción está por lo general bastante bien descrita por el verbo. Hay verbos en relación a los sentidos como ver, oler, tocar. Pero las acciones estarían insuficientemente recogidas si se las quisiera reunir con los criterios de la observación visual, auditiva o táctil. Es un viejo error filosófico creer que sólo existen los datos de los sentidos. Pensar, imaginar, desear, no son objetos que sea vean, huelan o toquen, y en cambio refieren a acciones que existen, cosa que todos sabemos, que experimentamos con la misma evidencia que la visión o el sonido.

Piaget habla los "... tres aspectos distintos, aunque indisociables, de toda conducta: la estructura de la conducta, que constituye su aspecto cognitivo (operaciones o preoperaciones), su energética o economía, que constituye su asspecto afectivo (valores) y los sistemas de índices o de símbolos que actúan como significantes de estas estructuras operatorias o de estos valores"(3).

Las teorías son organizaciones operacionales del pensamiento, que pueden ser susceptibles de explicitarse pública o privadamente, oralmente trasmitidas, escritas o escenificadas. Muchas teorías cumplen algunos de los requisitos mínimos de cientificidad y son muy simples, cotidianas, como la teoría de la mesa o la de como conservar a un amigo. Gran parte de nuestras acciones se basan en adquisiciones de técnicas y teorías científicas conseguidas con arduo esfuerzo por generaciones anteriores, y transmitidas por medio de tradiciones culturales.

No debe extrañar entonces que hablemos -siguiendo nuestra argumentación acerca de la lógica de la acción- de dos ejemplos de teorías, de la defensa y de la represión que responden a este capítulo polémico en vez de ejemplos de conductas elementales: son sin embargo acciones que contienen propuestas de lo que hay que hacer si sucede tal.

Hay varios requisitos necesarios y suficientes a la hora de hablar de /defensa/ o de /represión/. Por ejemplo, siempre hay alguien que se defiende o que reprime, un sujeto al que imputar, registrar en su ficha la autoría de dicha acción. Hay también operaciones características que discriminan lo que exactamente se hace para hablar de defensa o represión, y un campo de sucesos a los que esas acciones se(4).

Sólo tiene sentido hablar de defensa cuando alguna degradación puede advenirle a un sujeto o ya está en curso o ha ocurrido; cuando un sujeto hace algo para anular la posibilidad de que dicha degradación se desarrolle, o si está en curso para que no tenga éxito, o si se ha cumplido para remontar la degradación, refutarla, neutralizarla.

Para que éstas operaciones de defensa lo sean, el sujeto tiene que pensar en la degradación, y no por ejemplo en un beneficio, en cuya ocasión hablaríamos de deseo.

Una persona relata un sueño en el que aparece un asesino por la ventana que le quiere matar, luchan y le vence. Como relato podemos observar en él algunas reglas de juego semánticas.

En primer lugar, esa especie de sujeto onírico, toma conciencia de un peligro grave, de una degradación que puede sucederle. El peligro está calificado como tal por un cálculo: quien aparece por la ventana es un asesino que tiene el proyecto de arrancarle la vida. La figura que en sueños amenaza al protagonista tiene la propiedad de poseer un odio mortal, que por su parte, con su autonomía de personaje, tratará de ejecutar. El asesino, entonces, va a cometer una acción criminal, acción que comienza por una intención que el sujeto sospecha, y que a continuación se confirma mediante un pasaje al acto.

El sujeto, el yo del sueño, reacciona frente a eso que calcula que va a pasar y que bajo su punto de vista implica una amenaza de muerte propia, se defiende. La defensa consiste en una acción, y ésta acción se define por un objetivo: eliminar el peligro mortal.

Eliminar el peligro se descompone en pasos subsiguientes. Al igual que al defenderse el sujeto hace una elección entre hacerlo y no hacerlo, tiene también diversas posibilidades de eliminar un peligro, que para abreviar vamos a aceptar que sean ataque y fuga.

Hay que calcular lo que es más idóneo, si se tienen suficientes posibilidades de vencer o habiendo dudas, si se presentan algunas oportunidades de huida.

En el sueño que relatamos el sujeto funciona con sensación de poder, se juzga a sí mismo como luchador exitoso, se anima a confrontarse. No duda ni se aterroriza, sino que toma una rápida determinación de enfrentarse al peligro confiando en sus capacidades. La lucha efectivamente tiene un desenlace en el que ese yo gana, lo cual se supone que confirma lo acertado de su cálculo y decisión.

Se podría objetar que no hay motivo para hablar de elecciones si no se manifiesta expresamente que ha habido duda, y que por otro lado las cosas que decimos que podría haber hecho son pura especulación.

Tales reparos se basarían en un concepto estrecho de elección. Es decir, se presupone tal vez que sólo se elige en ocasión de una duda entre posibilidades muy equivalentes, como al titubear entre coger alguno de dos caminos sin señalización alguna y orientación verosímilmente correcta. Pero si uno de los caminos tiene una señal que orienta hacia el lugar donde queremos ir, elegimos tal camino en la creencia de que hacemos lo más sensato para lograr nuestros propósitos, ya que confiamos en la veracidad de la señal, acorde con nuestras expectativas, y no tenemos motivos para sospechar de que alguien nos está haciendo una broma de mal gusto..

Es algo similar a lo que sucede con James Bond en las películas. Siempre se enfrenta a todos los peligros porque tiene una confianza exhaustiva en sus habilidades de super-agente. La inteligencia sagaz que cree poseer tiene un alcance superior a la del resto de los mortales, incluidos los más retorcidos y maquiavélicos conspiradores. Su autoconfianza funciona como una señal que le lleva a estar seguro de lo acertado de sus rápidos reflejos, mejor aún, que le da permiso para atreverse a hacerlos.

El arresto con el que se enfrenta a las insidiosas celadas tiene por otra parte una utilidad pública: forma parte del deseo de un colectivo de eliminar a aquellos que no aceptan las leyes. La misión que se le encomienda se convierte también en otra guia segura para sus acciones de héroe, desde el momento en el que a las propiedades que posee como superhombre se le añade el deber de practicarlas, dando por resultado una exigencia ética.

Con el ejemplo de James Bond entenderemos mejor algunas de las razones que conducen al sujeto del sueño a elegir medirse con el asesino. Junto al pragmático "creo ser más fuerte" se desliza un extra de heroicidad peliculera, típica del paladín defensor del bien. La muerte del asesino obtiene mérito social, proporciona una especie de medalla que colgarse en la solapa de sus méritos. Como que el peligro soñado por el sujeto se aplica al contexto del delito ominoso, tanto el denuedo de la lucha habla en favor del arrojo del personaje como una posible huida estaría arropada de bochorno. El asesino, suelto, amenaza por las calles a cualquier ente social.

Bajo la perspectiva del yo onírico ha habido una secuencia de acciones que, por su implicación en ellas, las lee como sigue:

Me atacan -> me defiendo-(el otro se resiste) -> le venzo

Bajo el punto de vista del asesino las acciones se desarrollan de manera correlativa, pero complementariamente, en oposición, y tiene así mismo una implicación personal en los acontecimientos:

Le quiero matar -> lucho-(el otro se resiste) -> me derrota

Podemos considerar el conjunto del sueño como una lucha entre dos sujetos, uno con el rol de yo y el otro como asesino. La escena está relatada bajo el punto de mira del personaje yo, aunque en realidad la historia la cuenta un narrador de carne y hueso, que curiosamente en vigilia se refiere, al igual que en el espacio onírico, como Yo.

Quien narra la historia de su sueño tiene una peculiar implicación en lo que cuenta. Al personaje que aparece en el sueño no lo llama él (un otro) sino yo. Aun poseyendo una representación corpórea de sí mismo en presente contando un sueño, siendo el autor del relato, pudiendo muy bien decir que "Yo soñé que yo mataba a un asesino", habla de un segundo yo que refiere a sí mismo como cuerpo propio irreal, al igual que quimérica es la figura del asesino. Tal acepción del yo irreal como imputable al Yo real le obliga en cierta manera a hacerse cargo de lo que le ocurre al yo irreal, si bien no al pie de la letra, al menos como algo curioso que le sucede.

Ahora vamos a suponer al sujeto que sueña le hacemos representar una escena de psicodrama donde se escenifica el sueño. Se elige a un miembro del grupo para que actue como si fuera el asesino, y el sujeto va a desempeñar el papel de víctima que lucha contra el criminal. En esta escena los sujetos tienen una identidad imaginaria, o al menos propiedades personales imaginarias. Este tipo de identidad fantasiosa es diferente a la identidad onírica que hemos visto antes, distinta a su vez de una identidad alucinatoria que podría darse en la psicosis.

En verdad, el sujeto en cuestión es un cobarde empedernido que jamás se enfrentaría a ningún asesino, ni siquiera al jefe de su trabajo o a alguien que le trata de forma dura o prepotente. Podríamos aceptar que tiene una laguna en su arsenal de competencias o como diría Seligman, una impotencia aprendida(5).

En cambio, jugando con la identidad imaginaria del psicodrama, copiada del modelo de la identidad onírica del sueño que relató, aunque a éstos efectos lo mismo daría que representase la figura de James Bond, puede enfrentarse con un asesino imaginario.

Se ejercita con su verdadero cuerpo para defenderse de peligros mediante el procedimiento de atreverse a ser otro que ahora no es. Mas éste juego se convierte en un aprendizaje para ser otro efectivamente, adquiriendo, mediante una gimnástica, las habilidades requeridas(6). Una persona miedosa puede dedicarse a desarrollar técnicas de defensa y llegar con razón a verse a sí mismo capaz de enfrentarse, contrarrestar los peligros que se le presentan. Después de todo es lo que los demás han hecho antes que él.

El cobarde nos pide ayuda para cambiar, superar los fracasos en la defensa contra peligros determinados, desea ser más hábil en el diseño de tal tipo de acciones.

Vamos a caracterizar esa falta en la defensa como atributo A, y por la cual se producen situaciones en las que la persona, con disgusto, se ve sobrepasada. Es decir, bajo su punto de vista es un personaje que es posible víctima de una posible agresión, que de pasar al acto le derrotaría ineludiblemente. Como se ve, el condicional si.. entonces.. se convierte en auténtica condena, ya que siempre se realiza en el sentido fatídico que anuncia.

Partiendo de un estado A su deseo es no tener miedo delante de otro y ese deseo plantea una lógica predicativa que de por resultado conseguir un estado A, esto es, poder de defensa.

En lo que a nosotros respecta, disponemos de un programa de entrenamiento que pretende lo siguiente, en conjunto:

NUESTRA PESPECTIVA                     PERSPECTIVA DEL SUJETO

Etado A posible de proporcionar        Estado A posible de conseguir

Proceso de donación                             Proceso de adquisición

Estado A donado                                    Estado A ganado

Lo que se pretende es llegar al estado A, y mientras sólo se pretende es un estado virtual. Se requieren toda una serie de pasos p1, p2, p3,... pn para que se llegue a realizar. Si el miedo que tiene el sujeto le impidiese venir a la primera entrevista, el paso pi no podría llevarse a cabo. Por otro lado p1 soporta un riesgo por el cual, de fracasar, A no llega a darse, lo que es un resultado contrario al buscado p1 no fracasa pasarse a p2, que a su vez tendrá éxito (+) o no (-). No puede darse p2 si no se da antes p1.
 

                      P1- = =A*         p2- = =A**       pn- = =A**

A..........     P1+............     p2+............... pn+ = Aw

A* Fracaso de la puesta en acto de la defensa virtual deseada
A** Fracaso de la consecución de la defensa por fracaso de los pasos en curso para su logro.

En el inicio del proceso colocamos a la finalidad, a la intención de realizarlo, y en el final, al objetivo realizado (que notaremos como A para distinguirlo del primero Aa. En medio irán los diversos pasos que se recorren y se implican necesariamente, p1, p2, p3,... pn. Cada uno de estos pasos soporta un riesgo y enfrenta una elección: se puede realizar o no, con éxito o no. Dependiendo de la elección que se tome podrá pasarse al eslabón siguiente, si se realiza, o quedarse en el paso anterior, con lo que en última instancia no se conseguiría el objetivo.

El modelo es demasiado general como para dar cuenta de todos los riesgos posibles, no obstante trataremos de dar una idea de ellos de un modo descriptivo, aunque reflejando el modo de enfocarlos.

El hecho de que el proyecto esté dividido en pasos nos hace tener en cuenta que el programa se realiza en el contexto de otros proyectos del sujeto y de quienes le rodean.

Es preciso que nos acordemos de qué día comienza la primera sesión donde se trabajará p1, a qué hora, en qué lugar. Para acudir a la cita tenemos que estar sanos y salvos, elegir entre ir al cine a esa hora en que pasan una película excelente o respetar nuestro compromiso. Si nos decidimos por lo último tendremos que desplazarnos al lugar de la cita, lo que a su vez enclava lo contenido en la secuencia /desplazarse a X/, uno de cuyos pasos consistirá en /salir de casa/, secuencia que implica necesariamente, entre otras, la acción de /abrir la puerta/, que a su vez conlleva la micro secuencia /coger la manilla -> tirar de ella hacia abajo -> soltarla/, operaciones que requieren complejísimos programas sensorio-motrices que deben coordinarse teniendo en cuenta un óptimo de eficacia al servicio de una finalidad concreta.

Si nos detenemos a considerar tres acciones distintas como /coger la manilla/, /desplazarse a X/, /acudir a una cita/, rápidamente observaremos algunas características:

=> Que estas acciones tienen una relación de implicación entre sí, unas son necesarias para las otras, y no al revés.

=> Que hay un grado de jerarquía entre ellas. /Acudir a la cita/ se impone como polo superior, respecto al que /desplazarse/ se subordina. También /coger una manilla/ es un medio subordinado a la necesidad de /desplazarse/. Es decir, las macrosecuencias (secuencias de orden superior) incluyen secuencias sucesivamente enclavadas hasta llegar al punto en el que las realizaciones mínimas se ejecuten por sistemas automáticos, como mover un brazo dadas unas coordenadas preestablecidas.

=> Que hay en empleo económico del tiempo lineal para conseguir las máximas cosas que deseamos, mediante una imbricación o calzamiento temporal de distintos deseos. Tenemos, por ejemplo, cierta libertad para leer un libro mientras se viaja en autobús. La secuencia (abrir un libro -> leer -> cerrarlo), que corresponde a un paso pi de un proyecto (desear ser culto -> elaborar lecturas -> rendir un nivel intelectual), la podemos mezclar en el tiempo en el que estamos acudiendo a una cita. O al tirar de la manilla hacia abajo se puede demorar la acción de salir de casa repasando mentalmente las disculpas que se darán a la amistad que contaba con nosotros para acudir juntos al cine.

=> Que hemos de relegar al olvido todo lo que no es estrictamente necesario tener ahora en cuenta para realizar la acción. Puesto que hay una prefiguración de a donde se quiere ir para poder ir a donde se quiere ir, para programar hay que anticipar, pero no siempre es necesario tener presente qué se está anticipando para realizar el programa. Cuando hemos decido acudir a la cita podemos poner el automático, es decir, olvidarnos de ello confiando en que todo funcionará correctamente sin necesidad de estar pendientes, al menos hasta el momento en el que surgiera un problema, como es el deseo de ir al cine con una amistad a la misma hora: la incompatibilidad puntual hace que aparezca a nuestra conciencia el dilema para que lo resolvamos conscientemente.Es algo que ocurre justo en el momento en el que el riesgo de hacer fracasar los dos programas es máximo, y coincide que es riesgo porque los proyectos en juego son excluyentes. Sucede a la inversa cuando dos programas son compatibles, como en el caso de /desplazarse a la cita en autobús/ y /leer libros/, o bien en la situación de /salir de casa/ y /pensar en qué estado de orden la dejamos/

=> Un espíritu de máxima eficacia es importante tenerlo en cuenta a la hora de entender la especial manera con la que actuamos para matar varios pájaros de un tiro. Esto sucede, además, incluso cuando favorecemos un proyecto sobre otro: en el caso de elegir postergar el ver la película para otra ocasión y así cumplir procesionalmente, fácilmente puede notarse que la secuela de no verla no quita la posibilidad de otros recursos alternativos: simplemente se opera una corrección en la organización del tiempo.

=> Hay una relación entre el número de cierres de secuencia y la cantidad de secuencias posibles a realizar. Cuando vamos a coger el autobús tenemos que resolver algunos detalles: llevo dinero para pagar el billete? hay algún asiento vacio? Cuando estamos leyendo una novela sobre esquimales una alarma nos despierta para alejarnos de los fiordos y volver al escenario del autobús y averiguar cuanto falta para llegar, y si continuar leyendo o prepararnos para bajar. Si no llevásemos dinero para coger el autobús y tuviéramos que ir andando, no podríamos leer, o si estuviésemos muy cansados y no encontrásemos un asiento, podríamos pasarnos el viaje haciendo maniobras a la caza de la silla vacante. Un ejemplo privilegiado de cómo puede producirse un empobrecimiento por éste camino nos lo da el acto obsesivo, que parece no poderse cerrar nunca: cierro la puerta y dudo si en verdad lo hice; escribo un número y repaso varias veces antes de atreverme a pasar adelante.

=> La claridad requerida para el establecimiento de la secuencia superior jerárquica es imprescindible. La importancia de las órdenes necesitan transparencia y al mismo tiempo que puedan caer en olvido -y no hay contradicción en ello, sino sólo eficacia- para que las masas inferiores puedan actuar diestramente bajo el mandato de esa voz que se apagó dada la orden.

=> Como que los programas de los diversos proyectos actuan imbricadamente en el eje temporal, los estados de conciencia son polifacéticos. Lo que permite la sutileza emocional es la riqueza de las alternancias entre fases de atención y olvido. Puede pasarse desde la decepción del cinéfilo, a la obligada animación profesional, pasando por la preocupación amistosa, la conmoción exótica de los fiordos, la ansiedad de llegar tarde, etc. Esta emotividad polifacética tiene un pálido parangón en la música, en la novela, en el cine. El tono emocional predominante viene ligado a una operación estadística -dado un sistema de medidas subjetivo- entre las cosas que se vigilan considerándolas motivo de trabajo y las que se olvidan. Así, cuando decimos que estamos tristes, hacemos una especie de resumen del día, semana, año.. Algo nos sale mal, le damos vueltas a la cabeza: pero no es la única cosa que nos preocupa, simplemente nos preocupa por lo mal que nos va en ella. Las cosas que funcionan bien no merecen aparecer en el resumen, o no pesan lo suficiente a la hora de los resultados contables. Por ejemplo, hemos sobrevivido, lo cual mirado bien exige mucho trabajo; hemos disfrutado de muchos beneficios; incluso ha habido pequeños y abundantes éxitos. Mas para lo que nos traemos entre manos, desgraciadamente, poco importa la relatividad del fracaso: en él nos jugamos la calificación final.La pobreza o riqueza de nuestros resultados los medimos según nuestro rasero ideológico (ideales, deseos), con sus metas y exigencias. Cuando nos juzgamos según nuestras propias leyes lo que cuenta es el cumplimiento o no de las reglas asumidas. Hacer presente un fracaso, relegando al olvido los proyectos que realizamos con éxito o cuyo curso se desenvuelve correctamente, es practicar determinada ética. La dimensión ética es un componente de la acción.Las acciones poseen una emoción componencial, esto es: componer, compaginar, organizar según los balances provisionales o definitivos, enmarcar lo útil y lo inútil, lo que va bien y lo que se tuerce, los aceptables o tristes resultados.

=> Un orden excesivo o poco flexible haría fijar la atención, para decirlo con un símil, en el asunto que hace que tropecemos con la farola a la que no prestábamos atención. Lo cual no se puede generalizar fuera de éste contexto, puesto que el desorden de un estado confusional no es precisamente índice de brillante inteligencia, y la noción que vendría bien manejar entonces sería la de déficit, presente en la disfunción y ausente en un desorden normal o necesario.

A estas características les vamos a sacar enseguida un provecho. Dilucidar la manera en la que ubicar las acciones de defensa y represión.

Nos detendremos primero en el concepto mismo de represión. Veremos enseguida que en el lenguaje ordinario hay una familia de términos emparentados con él, y que muy bien podríamos aceptar que hay una operación familiar de represión, sin que quede reducida a alguna particular, como podría ser la connotada por el psicoanálisis o por la sociología política.

La represión puede estar al servicio de múltiples proyectos. Si se quiere, pueden existir buenas causas por las que reprimir, como sería la de organizarse mejor, o para obtener un logro positivo lleno de tentaciones de abandono. Aun con ser uno muy importante, el aspecto tiránico, despótico, inhumano de la represión no agota ni impide otras necesidades represivas que son de tipo creativo.

Por sí mismas las operaciones de represión dicen bien poco o nada, y ello es debido a que tienen un sentido concreto gracias a que funcionan como medios para fines determinados, como maneras de conseguir algo que se pretende. Por los objetivos, por las finalidades que subtienden las acciones represivas, podremos juzgar de su conveniencia, abuso, pobreza o injustificación, al igual que dirimir si su precio no compensa lo que se consigue a cambio.

Toda acción requiere de una regulación. El hecho de que sea una acción específica y definida arrastra consigo un complejo sistema excitatorio e inhibitorio. Elegir quiere decir, indirectamente, rechazar otras posibilidades.

Si la represión se hace problema ideológico es porque no se tiene en cuenta la represión más trivial y cotidiana. Cualquier sistema conlleva constricciones, limitaciones para funcionar en un sentido productivo, es algo consubstancial a la idea de sistema. Ello ocurre desde el nivel de las partículas subatómicas hasta el del sistema social. Los individuos poseen cierta autonomía, pero obedecen a un cierto orden de relación, constreñimiento. De estas interrelaciones dinámicas entre las partes y el todo, surgen los resultados llamados organizaciones, como la organización atómica o molecular. El paradigma de las fuerzas mecánicas debe ser sustituido por el de los sistemas abiertos, más ajustados a la hora de describir no sólo la conducta humana, sino el cosmos mismo del que formamos parte.

Hay represiones fáciles y represiones arduas. Por ejemplo, es sencillo renunciar, prescindir del placer de mirar escaparates cuando tenemos mucha prisa en acudir a una cita interesante, y en cambio es más penoso cuando la cita es desagradable, ocasión en la que las ganas de no ir son más poderosas y patente la lucha entre placer y conveniencia.

Cuando se piensa malintencionadamente en el precio de la represión, a menudo se ofrece un panorama deformado: para realizar ciertos logros inteligentes se necesita una serie de operaciones de contención y represión que en proporción a la novedad y lejanía del logro resultan penosas y desagradables. Pero ello no quiere decir que el placer al que renunciamos no lo compensemos de sobra con el que creamos.

Se puede tener una vida más plena, placentera y feliz realizando proyectos inteligentes que tomando la vía hedónica simplista. Cuando se patologiza la represión se olvida que existe un placer de altura, se hace propaganda para que se apueste por un tipo parcial de placeres.

El camino de la especie humana, en cambio, bien puede ser el de reprimir más y mejor: rechazar las imperfecciones, los errores, las desgracias, la injusticia, la guerra, la insolidaridad, creando una organización social de un bienestar creativo.

El uso erróneo de la represión no tiene porqué sepultar las posibilidades generativas que produce por otra parte. Después de todo la cultura responde también al deseo del hombre de dosificar, limitar y normar sus necesidades, y por las vías muertas, abandonadas en la experiencia de generaciones anteriores, se nos economiza repetirlas, gracias a la información que nos es transmitida. Lo que un niño puede aprender en unos meses ha podido tardar siglos en construirse, lo que quiere decir que la lucha entre impulso y represión de un niño no será jamás la de aquellos tiempos primigenios, y no sólo porque la cultura es otra, sino porque el bebé mismo es distinto, lo que se explica aceptando que la cultura es biológica. Por lo tanto no puede hablarse de conflictos entre lo primitivo del hombre y lo racional, sino de los conflictos del hombre moderno en el seno de su propia cultura. El refinamiento de la biología humana obtiene sus más exquisitos logros en el desarrollo de la sensibilidad, la estética, la emoción sutil y el conocimiento.

Volviendo a las leyes que antes enumerábamos. Podríamos aplicarlas a la represión y ver distintos sentidos de su aparición.

=> Por la implicación se elimina, esto es, se rechaza aquello que aparece como inconveniente al desenvolvimiento correcto de la acción. Si para conseguir amigos tengo que ser amable, debo reprimir mi malhumor o mi antipatía para conservarlos.

=> Por el principio de jerarquía, lo que está subordinado a la orden prevalente no debe imperar sobre ésta última. Si lo que pretendo es acudir a la cita, pero tengo miedo de que al coger el autobús éste se estrelle, debo criticar, dominar, reprimir mi miedo, puesto que es más importante ir que calmar mi miedo renunciando a la cita (lo que implicaría subordinar la cita a la evitación del miedo irreal)

=> Por la ley de imbricamiento hay una limitación temporal por la cual existe un tiempo fijo para el máximo número de proyectos a realizar a la vez, fuera de cuyo cupo lo pertinente es demorar o renunciar a los proyectos sobrantes. Así mismo, criterios de importancia y duración de los proyectos en un momento dado, marcan la extensión o reducción de imbricamiento de proyectos realizados en paralelo. Un ejemplo para la primera versión sería reprimir la culpabilidad que me proporciona no leer más cuando, considerando el tiempo que en realidad tengo después de trabajar, comer, dormir, cultivar la vida familiar y social, lo que leo es justo el tiempo que resta. De la segunda versión podemos considerar el caso de que me interesa la fotografía y la practico como amateur, pero deseo ser un profesional, para lo que me exigen un nivel de conocimientos teóricos de óptica, encontrándome en el brete de reemprender los estudios abandonados antaño. Llegado el momento del cercano examen tengo que reprimir mis ganas de hacer fotografías y dedicarlo todo el tiempo libre a prepararme, cosa que vivo con disgusto ya que de depender sólo de mí eliminaría el absurdo del examen. Como que después de todo es imprescindible que me examine si quiero ser fotógrafo profesional, decido aplacar mi disgusto por el mal trago, y no me sabe ya mal postergar el instante de volver a coger la cámara.

=> Por la necesidad del olvido tengo que reprimir el tiempo que dedico a programar, puesto que sólo haría que programar. También tengo que calcular lo que quiero hacer y dominar el impulso a hacerlo antes de haberlo acabado de pensar. Cuando surge un problema tengo que solucionarlo, por lo que en los dilemas tendré que rechazar una de las vías, o las dos si enunciando la situación de otra manera es la forma de ir a parar a una solución. En todos estos avatares también puede fracasar la represión porque bien no acierte a diseñarla o porque estando en curso no obtenga el éxito requerido.Cuando dado el punto de partida de un problema la solución pasa por efectuar una represión, si ésta falla, el fracaso resultante de la falta de represión no puede jamás atribuirse al deseo de perpetuar el problema -hablando con rigor- porque la angustia no se desea, sino que se agoniza a disgusto. Se puede aceptar tener problemas como fase imprescindible para conseguir algo que se desea estrictamente: el medio es deseado en tanto medio, pero no como fin absoluto. La angustia, por otra parte, y por sistema, es el paso para traspasar: de un lado tiene algún tipo de amenaza y por el otro una salida de la trampa; puede durar, pero siempre la hará con vocación transeúnte.

=> Por la eficacia óptima se corrige todo lo necesario hasta dar con la organización adecuada.

=> Por la ley del cierre prohibimos la obsesión, damos un tiempo necesario para cada cosa y establecemos las condiciones de satisfacción para nuestras intenciones.

=> Por la necesidad de claridad acerca de cual es la jerarquía superior, otorgamos el privilegio, la marca del poder, la corona a quien nos merece la confianza del mando, y reprimimos toda injusta pretensión de quien no se lo merece.

=> El estado de ánimo predominante puede eliminar injustificadamente lo que, por ejemplo, matizaría una euforia excesiva con tristezas o una melancolía con éxitos. La deformación de la historia se fabrica con el cercenamiento de la verdad y se modera con el rechazo del eclipsamiento tendencioso de la verdad.

=> Por la regla del orden excesivo, que podríamos llamar humorísticamente la ley de las desventajas de la burocracia, surge la necesidad de desatar lo que al atar corto corta los vuelos. El orden que estrangula, ejerce tanta violencia como el desorden que se rebela a toda sujeción.

El hecho de que el hombre sepa desenvolverse en su mundo social nos alerta sobre su posesión de información, que organiza de forma que puede calcular la realización de un objetivo con multiplicidad de factores y de improvisaciones sobre la marcha.

Muchos de nuestros comportamientos parten de supuestos sobre cómo actuarán los demás sujetos, y contando con tales previsiones, dirimir que-hacer-para. Por ejemplo, qué hacer para ser fotógrafo, una fiesta de cumpleaños, formar una familia tradicional. Todo un tramado de presupuestos nos sirven par realizar nuestros objetivos de una manera que queremos óptima. A tal tipo de reglas al servicio de una finalidad dada las llamaremos normas de realización, que en gran medida las incorporamos a través de nuestra herencia cultural; otras las inventamos a partir de las anteriores.

Si de lo que se trata es de trazar un objetivo, diseñar una elección, hablaremos de normas electivas. Una norma de realización está incluida en la norma de la que es norma y explicita el 'para hacer tal hay que hacer cual'.

Los medios y los fines son nudos lógicos que se comprenden en relación al tiempo. Un medio es un fin provisional cuanto está realizándose, pero está subordinado a un fin más definitivo antes y después de realizarlo, y mientras se realiza conserva un sentido y una dirección, que atañe a las finalidades que incluye como medio condicional al servicio de los proyectos más amplios.

Lo que para un obrero es un trabajo rutinario, que se ajusta a unas normas que acata ateniéndose a un contrato laboral, para el ingeniero que está planificando la empresa en la que va a trabajar un obrero es un plan futuro, y a su vez, éste proyecto futuro del ingeniero es una realización obediente del encargo de diseñar una industria ateniéndose a un contrato con un holding de inversionistas(7).

Esto es, lo que hace que a una estrategia determinada la llamemos norma, tiene que ver con las posiciones en el tiempo de los sujetos, la lógica de la implicación de sus acciones y el respeto a saberes instituidos.

'Tener por norma hacer tal', requiere la aceptación de seguir una pauta conocida. Dominar, canalizar la experiencia reconociendo vías preferenciales que decidimos seguir, es reconocer una secuencia de acciones como prescriptiva, colectiva o individualmente. La norma es una especie de juego, valga decir, que decidimos jugar y que sabemos, sino exhaustivamente al menos en parte, cómo jugarlo.

En la norma se inscriben múltiples niveles, puesto que tanto hay momentos en los que se emite, como en los que nos remitimos a ella, tanto se la instrumenta y obedece como se la delega. Existen cuerpos legislativos, judiciales y ejecutivos, no sólo para las leyes oficiales, sino que extensivamente en las leyes ordinarias, las de la costumbre, la estética, la pragmática. Los distintos poderes lógicos pueden estar repartidos o condensados en un sujeto: lo mismo que puede haber un tirano que promulgue leyes, enjuicie y ejecute, una persona se legisla, enjuicia y ejecuta lo dirimido.

La única relación posible con la norma no consiste en obedecerla, También se puede cuestionar, evitarla, transgredirla, cambiarla. La manera como se reconozca la norma será variable. En cambio, lo que es constante para quien ejecuta una acción reconocida es que existe su norma, sea leida o no de modo diferente según otros.

Así, un trabajador que cumpla su /deber/ no cumple la norma de la ley del mercado de un economista liberal o la ley de adaptación al medio de un darwinista, al menos bajo su peculiar punto de mira.

Si un hábil estafador se vale bajo engaños de una persona honrada para que realice sin que lo sepa una serie de recomendaciones que conducen a la consumación de una trampa donde ingenuamente cae, esa buena persona cumple con su norma de /hacer favores/ a quien se lo pide y no con la de /no compadecerse/ de la víctima, que sería una de las normas de actuación del estafador.

En muchas ocasiones nos regimos por normas prácticas, éticas o estéticas sin que seamos conscientes de quien es el autor histórico de su emisión, perdido en el remoto pasado o en complicadas influencias culturales. Se suele aprovechar tal indefinición para pensar que una norma por la que nos regimos para hacer tal cosa es en realidad tal otra, que se ajusta mejor a la descripción oficialmente reconocida para el caso. La expresión "en realidad" nos puede dar una orientación de en qué consiste esa posible diferencia entre el punto de vista propio y ajeno, o en el reflexionado por nosotros mismos en una recapitulación.

Decimos 'en realidad' o 'realmente' en las ocasiones en las que parece fallar algo que el sujeto no percibe cabalmente. Sólo tiene sentido decir que tal cosa es real cuando habría una posibilidad contraria de ser irreal, por ejemplo ser de una manera engañosa o ilusoria.

Y qué es lo ilusorio, ingenuo o erróneo de creer que nos regimos por la norma tal cual la aceptamos literalmente? Hay una manera de romper con este absurdo que contradice empero el frecuente y legítimo cuestionamiento de realidad. Se trata de aceptar que cuando se apela a la norma 'en realidad', se están suponiendo una serie de implicaciones que son las que se querrían corregir con el añadido posterior a 'en realidad es'.

Por ejemplo. Si alguien nos dice que nunca tendría relaciones extraconyugales podemos apostillar su norma diciendo que 'en realidad' es monógamo. El puede estar de acuerdo en que nuestra manera de decir es equivalente a la suya, pero cabe la posibilidad de que proteste, debido a que decir 'monógamo' implica una casilla entre otras casillas en la que una relación sexual puede clasificarse, y sobre todo porque podemos creer que las otras casillas están en igualdad de condiciones con la que le endilgamos. Incluso puede ser una manera de ridiculizarlo, si damos a entender que la clase en la que le incluimos es más retrógrada que las demás posibilidades, como la pareja abierta o la bisexualidad. O bien podríamos compadecernos de una pareja abierta en el convencimiento de que responde a incapacidades para amar.

En suma, el sujeto no se aviene a una corrección de realidad de poseer otros sistemas clasificatorios que los que le proponen. Siguiendo el supuesto, el sujeto podría diferenciar entre formas naturales y formas enfermas de sexualidad. Entonces, si alguien le critica ésta clasificación en la que se basa su norma tildándola de ilusoria, será porque piensa que 'en realidad' hay otros sujetos que pertenecen a territorios culturales donde rige la poligamia como en el área musulmana y no son enfermos.

Lo que en este ejemplo deriva en una animada discusión sobre modelos de relación sexual, la disputa por cual es realmente la norma que se debe imponer, lo podemos extrapolar a las situaciones en las que se trata de cambiar una norma en algún tipo de sus implicaciones.

Tanto se puede clasificar de ilusoria la novedad inventiva de una norma, porque otros la poseían antes y lo plausible es que haya sido copiada, como criticar las supuestas virtudes prácticas, éticas y estéticas con las que el sujeto acompaña sus declaraciones de utilidad, obligación o gusto.

La incorrección, su ser-otra-realidad de la norma, es una operación de represión, de crítica (o autocrítica) que conduce a alterar en algún punto secundario o fundamental los criterios y reglas estratégicas del hacer de un sujeto.

Otro sentido de realidad de la norma carece de interés común, puesto que va de sí que para un sujeto existe lo que no duda que existe, como no dudamos de lo que vemos cuando no tenemos motivo alguno de sospecha: igual que simplemente vemos, simplemente hacemos según creemos que es útil, debemos o es más placentero hacer, y ello garantizado por apelaciones a experiencias previas, esto es, confiadamente.

Dudar no es lo mismo que estar decantados. Cuando vamos por un camino y en una bifurcación elegimos una dirección prescriptiva rechazando una prohibida, lo podemos hacer sin disminuir la velocidad: seguimos las reglas de tráfico sin vacilación. Si dudásemos tendríamos que considerar pros y contras, tambalearnos entre hacer-por-norma o si en realidad para lo que pretendemos no interesan las señales establecidas.

Retomando un ejemplo anterior. Si el sujeto entendiese que la homosexualidad es una enfermedad, y en un momento de desánimo le surgiese una idea homosexual, lo primero que se le ocurriría a continuación es que podía estar naciendo en él una vergonzosa tara; no vacilará, se inclinará por la angustia y el malestar a toda velocidad. No dejará de estar enfermo 'en realidad' hasta que cambie de marco conceptual para clasificar tanto la naturaleza de la fantasía que ha tenido como de la homosexualidad en general. Si intenta reprimir sus temores, por recónditamente que los esconda en secreto, ahí encontrará un punto débil por el cual desconfiar de sí mismo.

También puede ocurrir que alguien se crea sano cuando 'en realidad' (bajo el punto de vista de las normas médicas) está enfermo. Esto querrá decir que la constelación de saberes que instituyen una regla normativa asumida, son controvertibles en razón proporcional a los errores que 'en realidad' sus implicaciones comporten.

La acción, que discurre en un campo lógico de posibilidades, desde el instante en el que la lógica exige operar anticipatoriamente, reversiblemente, etc., con la norma dejan de ser equiprobables para volcarse a favor de caminos privilegiados.

Un seductor puede concebir el deseo de seducir a una bella mujer. Tal deseo puede hacerlo pasar al acto o no cuando la ocasión le es propicia. Teóricamente sería igual de probable una cosa u otra, pero interviniendo una norma, un deber-hacer que trae consigo el rol asumido de seductor, lo más probable es que pase al acto, y pasando al acto que tenga éxito, pues de lo contrario no sería un seductor que se precie de saber-serlo.

Este principio de la norma de alterar la equiprobabilidad de las elecciones de una secuencia A'a (p1,p2,..pn) A'w viene a aclarar en parte el problema de la igualdad de oportunidades.

Dado un similar origen socio-económico y cultural, cómo es que mi amigo de escuela nunca se interesó por la vida cultural y yo me apasioné por ella? La norma de cultivarse, como invitación, circuló por las mismas aulas, o al menos en nuestras conversaciones; en cambio, elegí valorarla y hacerla mía, dejando la puerta abierta a las influencias que la resaltaban, mientras que él cerró las puertas y mantuvo la oreja sorda, no quiso valorar la vida intelectual.

Se podría especular si en ese inicio tuvo menos premios e incentivos que yo. Probablemente exista una explicación concienzuda, pero la cuestión, nada despreciable, es que llegamos a autogestionarnos con normas diferentes, y estas normas se mantuvieron para ambos incólumes más allá de los avatares caprichosos de una edad en formación. En la edad madura se razona lo que se escucha, los replanteamientos son requeridos desde distintos proselitismos, y son filtrados con perseverante desprecio fuera del territorio de la propia norma, siendo que no es tarde para cambiar.

Sustituir una norma requiere romper con una inercia de sistema lector, y la fuerza necesaria no la aporta la simple ocasión, sino una fortuna especialmente contundente, una constelación de factores que predispongan a escuchar con reverencia y credibilidad abierta a la duda. Es la evidencia de la necesidad de un cambio la que tiene que inaugurar la empresa de un cambio, rodado unas veces, largo y arduo otras.

Pero el único motivo por el cual mantenemos una norma no es el haberla asumido como obligación elegida: lo que de entrada es deseo se quedaría en deseo sin un trabajo material que la realice, o se desactivaría su permanencia de no reportar los éxitos buscados ni justificarse las razones esgrimidas.

Las dificultades del trabajo de obedecer(se) conectan con lo que uno es antes de tener la norma-de-hecho, y las de permanencia con las consecuencias atribuidas a la norma. Una norma, por lo tanto, aun aislable, no viaja sola. Hay tabús y prescripciones que de ser puestos sobre la picota pueden revolucionar todo un sistema conceptual.

La norma dicta una secuencia de acciones (virtuales -> en acto -> realizadas), determinada en un sentido que le da una serie de aceptaciones y rechazos. Hay un recorrido lógico especial y constante, que lo convierte en una clase lógica.

Muchos sujetos participan de una misma clase de estrategia, o lo que es igual, en un contexto similar eligen una vía idéntica. Esta identificación tiene que ver con la transmisión de información, que opera fijando la dirección de los nudos equiprobables teóricamente, estableciendo una orientación, una posición.

Se crean de esta forma instituciones, que son secuencias de amplitud variable, desde, por ejemplo, la institución del saludo que requiere dos personas, a la de un hospital, donde se coordinan múltiples sujetos.

Las instituciones son el conjunto de normas con las que se coordina una actividad compleja.

Tal como definimos la norma, podemos superponer el concepto de institución a su campo semántico cuando la norma es elemental, de amplitud pequeña.

Da lo mismo que hablemos del saludo como una norma que nos imponemos o una institución de la costumbre que sostenemos. Cuando la amplitud de una norma es tal que incluye para su ejercicio la cooperación de muchas normas de menor rango o cuenta para su inteligibilidad con un conjunto de sujetos cuya actividad regula, el concepto de institución aparece como más apropiado(8).

Así, preferimos hablar de la institución de la familia, de la escuela, del colegio de abogados, y no de la norma de familia, acepción que ya supone como sabida la familia y nos habla de lo que ocurre de especial en una.

Varía en estas distinciones que pongamos énfasis en la parte del conjunto que a un individuo le toca o que nos refiramos a las reglas de juego del conjunto. Un sujeto tiene por norma ser fiel en el matrimonio cuando habla por su cuenta, pero está /casado por la iglesia/ cuando define socialmente la pareja de la que forma parte.

La norma establece una serie de requisitos que ordenan la acción según un óptimo o ideal desarrollo a conseguir. Por consiguiente tanto habría normas para abrir una puerta de manera que quedase realmente abierta, como para saber-qué-hacer después de haberla abierto para lograr acudir al lugar de una cita. El continuum de la acción es regulado por el discontinuum de la norma, que se ocupa de juntar los paquetes de microsecuencias encorchetados por ella.

Este procedimiento es económico. Es más práctico aprender cómo se ordena ir a la cita que descubrir por tanteo las ventajas de ir a parar a un lugar que muy bien podría dar lo mismo que fuese cualquier otro, lo que nunca podría conducirnos a alguna parte sabida de antemano. Saber de antemano es ahorrarse experiencia gracias a la eficacia de la información, que es una sinopsis de experiencia aplicable a tipos generales de situaciones.

El ahorro de experiencia totalmente explayada-en-la-acción es particularmente afortunada cuando lo que encontraríamos no nos interesa devorarlo por entero o enfrentarlo es demasiado arduo como para que la ventaja que sacaríamos viviéndolo al completo nos compensase de lo que ganamos con el trabajo degradador de la información.

Podría vivir por mí mismo la aventura de Magallanes para cercionarme de la presencia vivida de los lugares geográficos, pero teniendo tan sólo un interés meramente anecdótico en ello, me basta un minuto para recorrer con el dedo la ruta en el mapa. No me compensaría emplear un año de esfuerzos para vivirlo después como un acontecimiento sin mayor transcendencia para mí. En cambio, si tuviera necesidad de realizar un gran reportaje para un programa de televisión, podría estar dispuesto a invertir ese año gustosamente.

La etiqueta que enmarca una acción articulada con otras está dando el orden lógico que el desarrollo de la intriga exige: es el tema, técnica y estilo de la norma. Para lo cual se requiere:

=> La capacidad, virtual y atributiva, de un sujeto, personaje o actor que pueda realizarla o no en una elección.

=> Una acción en proceso predicativo, como cuando decimos que el rol del asesino consiste en matar a una víctima, acción que posee una equiprobabilidad electiva de realizarse o no, pero que en cuanto el asesino se aproxima a su víctima ésa teórica posibilidad binaria de desenlace se decanta hacia el asesinato, puesto que está instituido (por el mismo sujeto que se define en la institución) en la norma que el asesino aseste su golpe mortal. A su vez, ante un asesino una víctima que se sabe víctima posible de ese asesino, no cree que la actitud del criminal sea variable como la de una moneda que se tira al aire con un resultado de cara o ceca, sino que teme la fatalidad, y no anda demasiado errada. Cuando actuamos solemos querer asegurarnos lo más posible de que hacemos lo que queremos hacer o que lo que otros quieren hacer es realmente lo que adivinamos.

=> Una significación cuyo sentido viene dado por una intriga, un tramado de acciones. No es obligatorio que se acabe allí todo el sentido, puesto que el hecho de que la norma se reitere, o por el contexto donde se aplica, aparece un extra de sentido. Tampoco la norma se conforma con prescribir acciones cuyo tramado incorpora el sentido, También prohibe-hacer; así, la norma de no torturar al prójimo tiene un sentido trivial cuando se cumple, pero cuando no se acepta vuelve una acción significativa por la falta: sádico es aquel a quien le falta el valor del respeto humano, por ejemplo.

El tipo de normas más sencillo es el micro-secuencial. Acciones entre paréntesis que se enclavan en otras de rango inmediatamente superior y que funcionan como elementos. Ejemplos de ellas serían /abrir una puerta/, /subir al ascensor/, /saludar/.

Obviamente, se aprenden, y las llamaremos técnicas corporales e honor de Marcel Mauss, de quien subscribimos la definición que hace de ellas: "la adaptación constante a una finalidad física, mecánica y química (así por ejemplo cuando bebemos) está seguida de una serie de actos de acoplamiento que se llevan a cabo en el individuo no por él sólo, sino con ayuda de la educación, de la sociedad, de la que forma parte y del lugar que en ella ocupa"(9). Nostrotros extendemos la difinición por nuestra cuenta para que alcance todas las finalidades de tipo social en sus componentes o unidades operativas mínimas.

Para saludar a alguien se requiere una secuencia de acciones que se aprende incorporando prescripciones socioculturales. No es el mismo saludo el del esquimal que frota la nariz con la de su correligionario, al de un italiano que estrecha efusivamente las manos o el de los negros americanos que acostumbran dar una palmada sobre la mano abierta de su hermano. Estamos lejos de un prototipo natural de saludar. Un latino mal podría censurar el modo reverencial de saludar de un chino pretendiendo que el suyo es un estilo libre frente al otro feudal.

A menudo éstas técnicas corporales las ejecutamos, mientras no sea que las estamos ensayando, más bien mecánicamente. En éste aprendizaje automatizado podríamos incluir una parte de la reacciónes neurovegetativas como técnicas psicofísicas socialmente influidas. La angustia de sentirnos culpables podemos sentirla 'en el estómago', en una 'rigidez en la nuca' tal como el antiguo melanesio sentía el 'amok' cuando transgredía un tabú, consistiendo en salir corriendo y matar a cuantos encontraba a su paso hasta morir él mismo.

Estas comparaciones nos llevan a otorgar un papel al aprendizaje mimético de posturas corporales, modos de poner el cuerpo que dan por resultado peculiares hábitos diferenciales dentro de los márgenes que la biología impone. La forma de enfocar el dolor en un ambiente cultural, el cultivo de la sensibilidad sensorial, la gestualidad, los cánones estéticos y la educación sentimental van cincelando un tipo de acciones sensorio-motrices, una escultura viva sobre nuestro cuerpo.

Wilhem Reich hablaba de ciertas respuestas corporales como "corazas musculares" al servicio de una "defensa". Encontraba el sentido asociado a esas respuestas en lo que sentía un sujeto posteriormente a realizar ejercicios de respiración similares a los del yoga (o de stress con sus seguidores Lowen, Pierracos y en cierto modo también en Janov). Pero el concepto de "defensa" tiene unas raices psicoanalíticas de las que nosotros diferimos.

La respuesta corporal la entendemos como un estado que depende de las atribuciones del sujeto: el estado-resultado está instituido por el sujeto instituyente. Teniendo en cuenta esto, las vías que se reprimen, que no se eligen, no tienen por qué estar necesariamente debajo y en oposición activa, si son excluidas para dar lugar al programa considerado ideal.

La alternativa al modo de ver opositivo consiste en colocar el énfasis en el modo de la acción, discutiendo en todo caso lo pertinente que sea en cuanto a criterios de incompatibilidad, insuficiencia o precio.

Cuando nos reímos de un chiste, la risa es una respuesta neurovegetativa, y es necesario considerar la técnica de reir del sujeto (como también la de fabricarlo como narradores) enclavada en una secuencia lógica que muestre si se ríe con el propósito de divertirse en una reunión mundana, conservar una alianza, seducir, obtener un servicio, etc.

Siguiendo el mismo razonamiento. La técnica de hacer el amor está normada por la cultura asumida y enclavada en una secuencia que especifica agentes, medios posibles (e imposibles si son fantasías) para un fin que en la acción sexual es la consecución de un máximo de placer, normalmente el orgasmo, aunque ya sabemos que todo ello no es obligatorio ni que se cumpla ni que no se cumpla.

Tal vez un ejemplo ayude a entender mejor ésta lógica de la que estamos hablando que incluye, abstringiendolas, las respuestas neurovegetativas de la emoción, y por donde se conectan a su máximo sentido.

Una persona sueña que está en un banquete de boda, situación que para ella es un regocijo. De pronto, el placer desenvuelto que el personaje vive en el sueño se ve levemente contrariado al observar de rebote que justo al lado de la mesa del banquete está la presencia muda de un teléfono. El sujeto ahora siente como una brisa ligera una oleada de inquietud, ya que imagina que el teléfono podría sonar. Todo pareciera como si este lejano presentimiento hurtado a las risas del banquete fuera cobrando gradualmente una aproximación fatídica. Efectivamente, esta sospecha que juguetea con la certeza implica una decantación que vuelve más 'probable' cierta clase de vicisitudes. El teléfono suena de pronto, como para arrancarle de una especie de sueño en el que ilusamente se hubiera atrevido a abandonarse. Un camarero lo descuelga y habla un rato, mientras el personaje estudia atentamente la escena, olvidándose del jolgorio que le rodea. El camarero se le acerca y le comunica que un amigo que le es grato ha muerto.
Hay por un lado una secuencia de concebir el proyecto de acudir a una boda, hacerlo y acabar con éxito placentero lo deseado: (Aa1 -> P+1-> Aw1), y por otro lado una secuencia hostil a la primera, la posibilidad de que estando en la boda se arruine su placer por una mala noticia (posibilidad pensada al observar el teléfono) que entra efectivamente el curso (suena el teléfono, el camarero lo coge, pone cara de circunstancias, pregunta por ella) y que finalmente se realiza (mala noticia comunicada) anulando el éxito de la primera secuencia. Esta segunda secuencia oponente la notaremos como ( Ba3 -> P+3 -> Bw3 ). El resultado en el que un éxito de una secuencia implica el fracaso de otra lo escribiremos como Bw3 == Aw1.

Estado de placer                 Proceso de                     Deterioro
susceptible de                     deterioro                         realizado
deteriorarse                                                                   (Duelo)

Ba3     .....                             P3+     .........                     Bw+
(Reléfono)                             (Riiing!)                         (X ha muerto)

                                                P1- .........                     Aw1-
Aa1     .....
                                                P1+  .........                    Aw1+

Lo que resulta sorprendente, como en las películas de suspense, es que se realice la secuencia más inesperada, en la que viene a estropearse el placer ansiado por una desgracia fatal consistente en el anuncio de la muerte de un amigo.

Que la boda acabase bien no era ni obligatorio que apareciese ni que no apareciese, pero la cultura hace más probable, hay una mayor expectativa de que vayan bien las cosas en tal situación. Tanto más que el sujeto se toma su placer casi como deber. Porqué entonces ocurre primero no poder saborear del todo la boda debido a la presencia inoportuna del teléfono, restador de placer, y seguidamente el susto de mal agüero del riiinggg cuando el teléfono suena, para acabar en franco duelo, esto es, corrosión total del placer, fracaso del sostén de la animación por imposición aplastante de proyecto enemigo?

Podríamos mostrar ahora toda una red teórica de posibilidades de las dos secuencias articuladas, todo ello pura abstracción, para ver cuales son las vías lógicas que se eligen y las que se rechazan, según éste modelo de secuencias paralelas que se contraponen lógicamente aunque se dan al mismo tiempo

Siendo:

                                    Cw2+ == p1                                       Cw4+ == Aw1
                  p2+                                                      P4+

                                   Cw2- == B3                                        Cw4- == pj
        Ca2                                                   Ca4
                   p2-.... == B2                                     P4- == pj-i

Ba3.............................      p3+                ..............            pj      .....       Bw3
 

Ba3 -> P3 -> Bw3

La secuencia que especifica una modificación posible y contraria al estado de placer deseado para la boda. Su curso corre paralelo a Aa1. P1+-> Aw1

Aa1 -> P1+-> Aw1

La secuencia de un estado placentero cuya norma es lograrlo en el sentido del éxito, pero que puede fracasar si no se cumplen los pasos P1+, que es lo que viene a suceder en el sueño.En los pasos P1 podemos incluir un paso Pi que es una secuencia de conservación del placer frente a una amenaza, que en el esquema viene representada por Pi ( Ca2 -> P2 -> Cw2).Teniendo en cuenta que del éxito de la conservación Pi resultaría el del placer, podríamos escribir el fracaso de una amenaza posible B3 por ( B3 -> Pi -> P1 ).Como la amenaza podría todavía, aunque contrarrestada al principio por Pi, sobrevenir antes de que Aw1 sea un éxito de facto (se podría pedir al camarero por ejemplo que retirase el teléfono, aunque también puede acudir en otro momento con el recado), entonces se puede plantear una segunda secuencia de conservación Pj (decirle que quien sea que esté llamando lo vuelva a hacer más tarde).Pj se especifica por (Ca4 -> P4 -> Cw4 ) De tener éxito Pj nos encontraríamos con el fracaso de la segunda amenaza, con lo que ( B3 -> P3 -> Pj->Aw)

Ca2 -> P2 -> Cw2

Secuencia que conserva el placer en curso P1, pero que de fracasar en P2 o en Cw2 no impediría que se realizara P3

Ca4 -> P4 -> Cw4

Secuencia que conserva el placer a punto de tener el éxito Aw1, y que de fracasar en P4 o Cw4, dado que ya está en curso P3 no impediría que se diera finalmente Bw3.

El sueño elige el camino Ba3 -> P3 -> Bw3 entre 4.4=16 posibilidades lógicas. Entendiendo como normativa la consecución del placer, el potencial de animación psicofísica debe excluir la vía Ba3-> P3 -> Bw3 bien haciendo que la posibilidad Ba3 no pase a P3, lo que implicaría la no presencia del teléfono, o bien a pesar de darse P3, el teléfono sonando de P3 (Ca4 -> P4- == P3) no se pase a Bw3, evitar recibir una mala noticia.

De ésta forma podemos considerar la escena como desarrollada por la caída en dos tiempos del potencial placentero, lo que normalmente equivale a tristeza. La ventaja que tiene visualizar las posibilidades lógicas que se están rechazando es que si el sujeto las lograra contra-refutar se permitiría la consecución del estado deseado. Es una fórmula que nada tiene que ver con una "coraza" y que un entrenamiento podría lograr siguiendo la represión inversa:

1) Lograr B3 -> P3 -> (Ca4 -> P4 -> Cw4) == Pj ->Aw1
2) Lograr B3 -> (Ca2 -> P2 -> Cw2) == Pi -> P1 ->Aw1
3) Lograr Aa1 -> P1+-> Aw1

Es decir, propugnamos reprimir algo que el sujeto reconoce que no sabe o no puede reprimir y que haciéndolo lograría lo que se propone.

Cuando se plantea el problema de la 'cura' del síntoma en el psicoanálisis, parece tratarse de cambiar la composición de lo inconsciente de tal manera que en el lugar de la herida que sangra en forma de neurosis aparezca una cicatriz. La etiología de la neurosis plantea, en expresión de Lacan, la pregunta siguiente: "Qué encuentra en el agujero, en la hendidura, en la hiancia característica de la causa? Algo perteneciente al orden de la no realizado" Esto que no se realiza es lo que vamos a articular ahora con el problema del saber, y la función de ese saber.

En primer lugar hay que aclarar que el concepto de función tanto sirve para mostrar leyes generales que describen los hechos, como para doblar en la teoría el mundo de lo real añadiéndole un más allá irreal que daría cuenta de lo que sucede en el mundo real.

Nosotros apostamos por el primer sentido de función, por ejemplo al hablar de 'función lógica' de las acciones. Así, aseverábamos que la norma para la acción sexual es ordenarse al objetivo, y que las secuencias que realizan tal finalidad utilizan una serie de medios que dependen de qué ideología se privilegia entre las posibles. La elección nos daba por resultado la ubicación secuencial, la posición clasificatoria, el sentido último de las acciones que se implicaban entre sí al servicio de un fin. Si nos preguntamos cual el sentido de abrir una puerta, decíamos, tendremos que responder que está 'en función de' un contexto definido en cuanto a su dirección establecida por el objetivo: ir a la cocina a coger un refresco del frigorífico, salir a la calle a comprar el diario, etc. La acción específica de abrir la puerta, como tal, es susceptible de enclavarse en macrosecuencias que le añadirán, en las constricciones colectivas, un sentido subordinado a esa macrosecuencia, donde ocupará un lugar que de hecho realizará un paso de conducir una virtualidad anticipada a una realización definitiva en presente.

Podríamos recoger estas ideas para entender el sentido exacto de 'proyección', puesto que lo que anticipo que el otro hará, responderá, es, puede suceder o no que sea cierto cuando lo pruebo en un programa de acción que utilice tales supuestos.

Para realizar la secuencia de actos sexuales son necesarias subsecuencias como 'seducción', 'noviazgo y casamiento', 'ligar en una discoteca', 'comprar con lanzas una esposa', que como puede observase varían según normas, caminos, métodos estructurados por el trabajo ideológico del sujeto.

El hecho de que como uno existan muchos, define una pauta cultural, una clase de acción etiquetada y reconocible. De ahí una doble dimensión del concepto de función, una lectura bifronte: ser 'función de' la consecución del orgasmo, es decir, medio de conseguirlo, y 'función de' una norma cultural en un mapa ideológico dado.

El grado de generalidad respecto a la lógica de la acción viene dado también por la definición de sexualidad como conducta buscando el orgasmo. Lo que es una ley biológica para la especie humana, por mediación de la cultura se manifiesta en clases, en modos de concretizarse.

Ahora bien, que digamos que la función es doble es una licencia para expresar niveles de lectura diferentes, el individual o el que tenemos al contemplar el conjunto social; no varía el hecho al que nos referimos, sino lo que nos interesa decir de él.

En cambio, si se dobla la función en el sentido de doblar la estructura, de modo que existan dos diferentes, una de hecho y otra de derecho, y además se hace depender la primera de la segunda, entonces caemos en un idealismo.

En esto consiste lo que podríamos llamar el fenómeno del matema: al igual que en las Ideas platónicas se busca un lugar donde el demiurgo las fabrica, mientras que los sujetos las recibirían en otro por su gracia divina, así, fórmulas, esquemas, modelos, estructuras vienen a dominar lo real posándole exquisitamente el sentido verdadero, funcionando entonces como otros mundos.

En el matema la doble perspectiva de interpretar, explicar un fenómeno, se convierte en una doble realidad. Este concepto de doble que dobla la estructura es de naturaleza tan fantástica como el doble de Dostoyevski. De igual índole es el doble de cuerpo biológico, el "cuerpo erógeno" de que habla Leclaire, basándose en un concepto de función que es el que estamos criticando: el padre real sería un personaje de teatro, lleno de "accesorios" que no dan cuenta de la realidad ni del la verdad de lo que sucede con él, verdad que habría que ir a buscar en la "función del Padre".

Como se ve, hay más verdad en el Nombre-del-Padre como función que en el padre real-de-hecho. De forma que se vuelve ilusorio todo lo que un padre y un hijo diseñan en sus relaciones, la lógica de sus acciones. Como en la novela "Tiempo de morir" de L. Aragón, se juega con los espejos en los que el doble reflejado cobra una autonomía de personaje. Leclaire dobla al padre en padre irrisorio y verdadero padre inconsciente-funcional. El padre funcional deja de ser una terminología teórica, cultural, que refiriría al padre de todos conocido, para pasar a ser existente de hecho, por lo tanto convirtiéndose en un fantasma. El padre, vuelto marioneta, y según otra expresión Lacaniana, no existe, ek-siste, tiene su lugar en el 'in' de in-consciente desde donde in-siste en aparentar existencia.

Este juego de hacer apariencias de los hechos y proporcionar una ley de matema al mundo demiúrgico que subtiende su verdadero sentido, conduce a trasladar el papel del sujeto de la acción. Quien hace 'de derecho' es el inconsciente, la ley del inconsciente de ser sujeto de las acciones que se arroja injustificadamente el sujeto-marioneta consciente.

Como siempre que se trata de doblar el mundo, el 'otro mundo' no necesita ser verificable, le basta con la certeza de la fe, de la creencia. Ahí radica la diferencia entre la verdad que encuentra Descartes cuando está seguro de su "Yo pienso" y la certeza de Freud, que está seguro de que 'Yo soy pensado': yo no pienso, Ello lo hace por mí. Para encontrar la verdad de los hechos exige que no haya resistencia en considerarse pensado, determinado por el inconsciente.

De ésta forma, en los fallos, los huecos, las fisuras, la debilidad o el exceso dramático, Freud está convencido, tiene la evidencia cartesiana de que 'otra escena' está explicando la escena a la vista, y que hay un Otro sujeto de la escena convencional de un sujeto.

Aparece una credulidad en que a través de las asociaciones 'libres', lapsus, olvidos, sueños y síntomas se llegará, recorriendo su laberíntico hilo de Ariadna, al nudo de la verdad, al Otro sujeto que causa, el inconsciente. Lo cual en ocasiones vine premiado por curaciones milagrosas, fenómenos de cura que son explicados con mitos, con un matema, un fantasma de origen-causa, y con esto no se hace otra cosa que modernizar lo que el ser humano ha hecho tantas veces, y todavía se empeña.

Una pastilla placebo también puede curar un dolor de cabeza sin estar compuesta de acetil-salicílico. Para explicar el efecto no hace falta recurrir a delirar con otra escena inconsciente. Basta aplicarse aquella doxa que dice que no por correr más se llega antes, y entender que lo que distiende, dilata, es la tranquilidad que produce obtener una alianza médica en curso: la Corporación de la Salud en peso nos protege contra el dolor, o en otro sentido legítimo de función, la institución médica tiene la función de postergar la enfermedad, garantía que no es suficientemente probada, que es limitada, pero que tornada ilusoriamente ilimitada tiene el efecto de hacer sentir protección al sujeto por un Poder de augurios favorables.

La creencia en un Poder Superior es una varita mágica que consagra por adoubement, y el caballero iniciado tiene permiso de sentirse ahora más poderoso. Podríamos evocar otras situaciones parecidas: la función del sacrificio religioso, el ritual mágico de trasmisión de poderes, la superstición. Los sujetos que creen en un poder que les llega como un maná lo toman de su creencia, e inventándolo lo crean.

Con esto, no queda vinculado Saber y Poder?. Existiría un tipo de poder derivado del saber sobre el otro mundo, el más allá de los cielos o del inconsciente. También encontramos el poder de vencer la limitación de la muerte en las teorías ultramundanas. O el poder de volver el fallo, la fisura, no un déficit o una deuda, sino una producción activa de la intención del matema.

Supongamos que un automovilista inculto va a poner gasolina a su coche y se encuentra que ha subido el precio. Despotrica por el aumento, y dirige su enfado hacia el gasolinero creyendo que es el responsable de su merma económica. Qué le falta saber? Que el petróleo provenientes del Golfo Pérsico lo comercializan multinacionales, que un complejo dinamismo económico suscita las fluctuaciones del mercado. Tal vez el sujeto en cuestión nunca ha querido complicarse la vida con esos asuntos, que no tiene nada claros. Que se odie al gasolinero, a las multinacionales o a los árabes, como se ve, depende de a quien se impute una autoría, lo que a su vez tiene que ver con saberlo.

Operar correcciones en el saber consiste para nosotros en averiguar la solución más pertinente manejando el máximo saber verdadero. Nuestra norma será la de una ideología científica que dependa directamente de las vicisitudes de una psicosociología como ciencia.

El hacer propio es a menudo mejorable por la vía de tomar conciencia de las estrategias que utilizamos. Una persona se puede sorprender de que cuando trata de conseguir algo de la gente ésta sistemáticamente le falle, característica que detectamos por una queja constante en la que la traición, la humillación y la ofensa son el precio de no saber sobre la impaciencia que las provoca.

No se trata entonces de ninguna "proyección", sino que lo que no funciona es algo en el 'proyecto' como programa de acción, algo que no se calcula suficientemente bien con tal de conseguir lo que se trata de alcanzar. Uno de los servicios que podemos ofrecer a la población es información de la forma correcta a emplear para realizar lo que se propone.

Es en éste sentido que podemos investigar la lógica del hacer. Lo mostrábamos antes al hablar de cómo las emociones están lógicamente ordenadas con constelaciones de sentido, sujetadas a implicaciones en los tiempos y pasos de la acción.

Se puede sonreír en muchas ocasiones, decíamos. La sonrisa estará en 'función de', ordenada en secuencias. La sonrisa tanto puede 'dar' amor como 'recibirlo' en un mismo sujeto según vaya el tiempo y la circulación del sentido, o resultar tonta si le falta claridad a la dirección.

En las redes de elección que marcan el proyecto para la consecución de fines anticipados, se cuenta con un cálculo de la propia perspectiva y la ajena. Por ejemplo, en el modo condicional de las acciones, como lo llama Todorov: "si sonrio no me odiará". El cálculo podría fracasar, el sujeto puede sorprenderse de que sonríe en vano, e incluso que suscita el efecto contrario: "me odia porque le sonrio".

Los otros que intervienen en nuestros proyectos y normas discuten la ubicación que pretendemos de ellos en función de nuestros proyectos y normas. En el caso de una técnica corporal como sonreír, los otros participan a través de juicios de oportunidad o poca fortuna de hacerlo.

En cuanto a la norma, ocurre con ella una problemática derivada del enclave de secuencias, del hecho de que se subsumen jerárquicamente. Porque ya es una norma 'evitar el odio ajeno', sonreír es una sub-norma empleada respecto a la primera dentro de varias alternativas (por eso entre otras razones es norma): también para evitar el odio ajeno se podría eliminar la ocasión de encontrarse con un posible adversario, o hacer un ritual mágico, o llevar un amuleto.

Las normas se pueden estudiar interdisciplinariamente. El objetivo para la sexualidad es la excitación. Es un objetivo del que podemos subrayar -aunque en realidad sean indisolubles- su aspecto biológico, psicológico o social. Por otro lado, a partir del objetivo general se especifican secuencias que realizan los programas eligiendo caminos entre los posibles. Se puede realizar el coito heterosexual al servicio de la reproducción, o masturbarse pensando en una historieta erótica imaginaria construida a partir de unas braguitas robadas furtivamente en un tendedero, en cuyo caso hay en juego una sub-norma de los etiquetados 'fetichistas de la ropa interior'.

Lo que debe quedar claro es que la definición concreta de las técnicas y estrategias de los pasos dados al servicio de la actualización de un proyecto de excitación, es algo diferente de la definición de excitación sexual en cuanto búsqueda del orgasmo como norma jerárquicamente superior.

La norma primaria puede estar explicitada claramente o vivida de manera difusa e inconcreta. De no estar expuesta limpiamente puede ser interesante hacérselo saber a quien el no tenerlo claro le suscita efectos negativos.

Poniendo el caso típico del homosexual. No es lo mismo que sepa de su elección como perteneciente a un territorio en el que se define como clase por el hecho de participar de una normativa, y que esa posición es susceptible de confrontarse con la presión social opuesta, que plantearse como anormal, es decir, como producto de un fallo de la normalidad biológica.

Ya hemos advertido que precisamente la lógica biológica, que es la que en su grado de generalidad busca la consecución del orgasmo. Es precisamente la única que comparten todos los territorios sociopolíticos sexuales (ya que por ese son clases sexuales y no económicas o deportivas), porque su sentido les viene dado de su conexión a ella. De no existir pasos hacia el orgasmo, ni habría sexualidad en juego ni sabríamos de qué relaciones homosexuales estaríamos hablando.
 

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1. El antinguo "esquema" de Bartlett.
2. J.L. Austin, "Cómo hablar", en "Ensayos filosóficos", Revista de Occidente 1975; J. Searle, "Actos de habla", ed. Catedra, Madrid 1980..
3. En "Introducción a la epistemología genética 3", Buenos Aires 1979, ed. Paidos, pág. 174
4. Esta concepción ticene similitudes con la teoría del campo de Lewin aunque, con derivaciones y supuestos distintos
5. "Helplessness", San Francisco 1975, ed. W.H. Freeman.
6. La terapia del rol, desarrolllada por Kelly se asa en similares planteamientos, aunque habiendo incorporado las tecnicas desarolladas por los psicodramatistas, han perdido con él en flexibilidad. Peor otro lado el psicodrama hace tiempo que se ha despegado de los planteamientos teorico-misticos de Moreno para psar a ser una 'tecnica' común entre terapeutas de grupo de toda suerte de adscripciones..
7. FSe refiere al caso en el que los distintos momentos y pasos de un proyecto estan realizados no solo en tiempos diferentes, sino por personajes que no son los mismos.
8. En el análisis que realizan Lourau y Lapassade de la institución conciben al sujeto como ocupando un lugar en una instutución preestablecida, en la que cualquier otro sujeto -intercambiable- realizia igualmente la función asignada . La institucion no es instituida constantemente por el sujeto -que la conservaria en su praxis o bien la transformaría- sino que el sujeto se "aliena" a unas normas que anulan completamente su facultad instituyente. Ver en "Análisis institucional", Ed Campo Abierto, Madrid 1977, tambien en "Análisis institucional y socioanálisis", Ed. Nueva Imagen Mexico 1973.
9. En "Notas para el ensayo sobre las divisiones de la sociedad", Obras III, ed. Barral, Barcelona 1972, pag. 169. Marcel Mauss elimina explicitamente de esta definición las téctimas de la religión y del arte, considerando que tienen una finalidad distintiva.

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