EL ROL DE AYUDA Y EL SABER
 
©Jose Luis Catalan Bitrian
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El saber circula. El sujeto lo adquiere, lo utiliza, lo actualiza, lo reforma. Es tanta la necesidad de saber en nuestra sociedad que no se sostendría su complejidad sin especialistas del saber encargados de removerlo, transmitirlo, clasificarlo, crearlo.

A lo largo del capítulo vamos a discutir con detalle los fundamentos de la transmisión de saber y el rol del analista. Se intentará aclarar la psicosociología de éste tipo de intervención social, posicionándonos de paso respecto al tema. Al lector no se le escapará que tanto la problemática del rol como la del saber en general pueden aclararse en sus lineas maestras, siguiendo el hilo de la argumentación aplicada a un caso particular.

El analista es un profesional de la ayuda, un trabajador que presta sus servicios. El contrato de ayuda, totalmente enunciado en sus cláusulas o señaladas sus líneas más importantes, conecta el hacer específico del profesional con una finalidad concreta del sujeto que recurre a él interesado por obtener su participación como aliado en un proyecto de mejora. El contrato es el marco que rodea a los contenidos de análisis, que encuentran en él su espacio de engarce con el hacer presente.

El analista se pone al servicio de un sujeto (o un colectivo) para asumir una finalidad idealmente consensuada con la del sujeto (o colectivo). Mas siendo lo que cuenta el saber, hace-saber: su intervención preferente versará acerca de los momentos anticipatorios o conclusivos de las acciones del sujeto, dejando a cargo de éste último la realización efectiva de las anticipaciones o las consecuencias que han de derivarse, dirimir qué influencias aceptará para el modo de desplegar su actuación.

Las plusvalías y capitalizaciones de saber que el trabajo elaborativo del analista produce, a qué se refieren?. Podemos al menos delimitar, más que los contenidos precisos -que son tan amplios como las demandas a las que responden los análisis-, sobre qué tipo de informaciones de un sujeto versa:
 

EL SUJETO COMO ENUNCIADOR

La ciencia en tanto lenguaje es una semiótica que redefine la lengua natural, que a su vez refiere al mundo y a las relaciones en el mundo. Si se prefiere, es una manera de referirse al mundo pautada de manera especial y diferente a la común de hacerlo.

El lenguaje científico, que nos sirve para hablar del mundo, crea unos dispositivos de descripción, definición, etc. para generar un habla sui generis que denote las cosas que especificamente se desee.

Hay términos que se crean porque surge la necesidad de ampliar el vocabulario obedeciendo a una nueva discriminación en la realidad. En otras ocasiones se emplean términos en un sentido restrictivo. Todo ello es llevado a cabo mediante reglas similares a las más comunes, enriqueciendo el lenguaje sin necesidad de salir de él.

El mecanismo generativo se ejerce seleccionando una serie de conceptos cuya nueva reorganización compone un metalenguaje, que a su vez puede ser corregido, alterado, transformado por sucesivos meta-meta-lenguajes. Podríamos enriquecer la lengua hasta el infinito con el recurso de operar graduales distinciones en el mundo.

En este contexto podemos descomponer mezclas que sobre un mismo término realizan operaciones meta-lingüísticas. La palabra /yo/ es un ejemplo de término multi-operacional, y a continuación nos servirá de caso típico, para permitirnos descomponer los distintos usos y niveles del lenguaje: común, científico, meta-científico, etc.

Supongamos que somos Juan diciendo, yo recuerdo que Pedro dijo: <169>ahora yo voy a hablar sobre el Yo de Popper<170> . Enseguida podemos observar que la misma palabra /yo/ tiene tres ocurrencias diferentes. Esta multiplicidad de sentidos de /yo/ no tiene que asustarnos si nos damos cuenta de que colocada la palabra en un contexto determinado rápidamente queda fijado su sentido. Este es el caso de los dos primeros /yo/ de la frase de Juan; el que queda puede aclararse mediante una definición previa de su exacto sentido tal como Popper lo defina.

La definición de Popper de lo que entiende por Yo reordena la versión ordinaria de /yo/ en otro sentido, y es por lo tanto, bajo el punto de vista semántico, un meta-lenguaje. Este es el caso de las definiciones científicas.

Un físico, mediante un artículo de divulgación, explicitará que el /color/ de las partículas subatómicas es un nombre arbitrario con el que se designan ciertas propiedades de interacción que nada tienen que ver con pigmentos. Entre físicos avezados el comentario será suplido por el mero hecho contextual de estar hablando de física y no de pintura.

Otra cuestión diferente sería la de que un físico asevere que el /color/ de los quartzs se orientan en otra dirección, que una vez aceptada puede retomar el nombre antiguo de /color/ con una nueva referencia explicitada o cambiar de nombre.

Cuando se dice 'el color es esto o lo otro' se trata de una discusión que propone un desvio de significación de la palabra basado en uno del referente antiguo, que ahora es contemplado bajo otro prisma.

El estudio del espacio curvo lleva a reformar el axioma de que las paralelas no se cruzan: a partir de esta novedad /paralelas/ refiere a espacio euclídeo. El cambio de sentido ha consistido en una reducción de la extensión del concepto, que antes alcanzaba a todo el espacio. Reducción, ampliación, escisión y síntesis de conceptos son operaciones meta-lingüísticas por excelencia, y esta aseveración es meta-meta-linguística.

Lo que significa una palabra en la zona del lenguaje natural puede variar en la zona científica. Por lo tanto una pregunta como 'qué es una paralela?' se convierte en una pregunta por el significado de /paralela/ en la zona de la lengua que el sujeto que ha de responder pueda conocer.

Es sobre el fondo de lo conocido que podemos construir la aventura de aumentar el conocimiento. Lo sabido es nuestra residencia fija a la que siempre volvemos al regresar de las excursiones, incorporando en ella los trofeos conseguidos. Lo no sabido se ha de comprender por medio de lo conocido, exactamente gracias a la propiedad de lo conocido de decirse de otro modo y de organizarse en una nueva constelación. Este mismo texto que propone en su conjunto una nueva visión de la acción se escribe en un lenguaje ensayístico, apela a los conceptos familiares al lector, y llamando de forma especial la atención sobre ellos logra dibujar un panorama nuevo para lo conocido.

Si retomamos nuestra frase de yo recuerdo que Pedro dijo: 'ahora yo voy a hablar del Yo de Popper', cual será el significado de los diferentes /yo/ apelando a las reglas conocidas de la lengua?.

/yo/ como pro-nombre identifica al sujeto de la enunciación. Pero se complica rápidamente ésta regla si añadimos que puede haber una enunciación dentro de un enunciado, y que por lo tanto puede haber un /yo/ enunciador que no sea la persona física que enuncia el enunciado en el que ese /yo/ enuncia. Así, en el fragmento "..ahora yo voy a hablar del Yo de Popper" el /yo/ en itálica identifica a Pedro, y no a Juan, que es quien se acuerda de lo que Pedro dijo. Pedro se limita en el enunciado de Juan a anunciar que va a hablar de Popper y su concepto del Yo.

No sólo el término /yo/ colabora en la identificación del autor de la acción, también es un yo-que, por ejemplo, un yo-que-hablo, lo que daría a entender que el /yo/ autor está siempre en acción. Pedro se limita a prometer hablar sobre el Yo de Popper y Juan a afirmar que Pedro prometió hacerlo. Pero mientras que Juan afirma físicamente (en nuestro supuesto, claro está), Pedro no promete nada físicamente, sino que es afirmado que prometió.

El /yo/ de "...hablar del Yo de Popper" refiere a una teoría sobre el sujeto de la enunciación física, un discurso sobre las características de cualquier Juan o Pedro. Podemos hacer un discurso meta-lingüístico sobre la utilización de /yo/ como cuando estudiamos gramática, y también es posible un discurso meta-lingüístico sobre las intención de la enunciación, como en la psicología.

Si digo que "abriré la puerta" se puede deducir que estoy prometiendo hacerlo. Si digo que "la abrí hace media hora" de lo que tengo intención es de afirmarlo. Si digo que "abrí la puerta sin darme cuenta" de lo que tengo intención es de disculparme. Siempre hay intención de algo, por lo demás, cuando se habla físicamente, incluso cuando mi intención resulta errónea y digo, por ejemplo, que "no quería herirlo, lo hice sin darme cuenta": estoy afirmando que me intención no puede tomarse con el propósito de herir y que el fallo es fruto de un error de cálculo o de un desconocimiento. Hay fracaso si, y sólo si, reconozco implícita o explícitamente su condición de tal, de lo contrario no sería un fracaso para mí, aunque otros lo crean, a no ser que me convenzan y a posteriori lo asuma.

Como el habla es un fenómeno físico en el cual la presencia corporal se impone, el cuerpo propio acaba convirtiéndose en el mejor referente del enunciador, que ante todo es un cuerpo localizado entre otros para quien escucha.

Un personaje de novela es un enunciador imaginario precisamente porque no tiene cuerpo físico. Es lo que le pasaba a Pedro en el enunciado de Juan. Juan enuncia físicamente que recuerda determinado suceso: aunque en ese suceso se prometa seguirá tratándose de una promesa recordada.

El cuerpo participa en el acto de enunciar como agente del habla. Como paciente-receptor también por mi oreja y mi vista soy cuerpo. Hable con la boca o escuche con la oreja, lea con la vista o los dedos, los contenidos informativos son acompañados por el cuerpo, pero no con cualquier cuerpo, sino mi cuerpo temporo-espacial presente.

Si al entrar en una tienda el dependiente nos dice "yo le vendo tal cosa", por el hecho de estar vendiendo se implica que el artículo le pertenece a un dueño que puede ser el mismo /yo/, o de una manera vicaria a otro. En el último caso, el cuerpo que vende es el del dependiente, pero funciona como delegado del cuerpo del dueño mediante una relación de trabajo por la que se ocupa en vender las pertenencias de otro.

El cuerpo propio configura al /yo/ aunque desempeñe una función de intérprete. Cuando hablemos con el secretario del ministro de cultura y diga /yo/ no se referirá ni al ministro ni a la cultura, aunque sepamos que el sentido de lo que diga estará directamente conectado tanto al uno como a la otra.

Podemos decirlo también al revés. El sujeto físico realiza diversos actos que en la medida que son significativos es debido a que efectivamente se centran en determinada vía de una lógica de posibilidades preestablecidas (ésta lógica puede preceder incluso a la invención, porque el hombre posee reglas de invención). De esta forma podemos ser agente de un proyecto propio o el agente aliado de otro agente a cuyo proyecto ayudamos, en cuyo caso lo propio es también lo ajeno. El dependiente establece una relación de alianza con el dueño, lo cual implica toda una serie de acciones, como una negociación en la que se pauta un intercambio de servicios por dinero.

En el continuum temporo-espacial de las acciones los agentes y los pacientes siempre son cuerpos físicos. Según la vicisitud lógica de la acción en desarrollo el sujeto de carne y hueso cumple con un genero de /yo/, con un tipo de yo-que. Bajo el punto de vista de la clasificación significativa de las acciones el sujeto es agente/paciente de algo, sea voluntaria o involuntariamente, sea consciente o no, como sucede en la celada, donde la víctima cae en la trampa sin saberse víctima.

Esta doble manera de hablar del sujeto, la una identificándolo como cuerpo y la otra clasificando lo que hace articulando lógicamente lo que está haciendo ahora en presente, suscita el equívoco cuando se indaga por el /yo/ de la enunciación, confundiendo el yo-físico con el yo-lógico, respecto al cual el yo-físico es jerárquicamente un medio para sus fines.

Es decir, cuando la relación de un yo-físico con otro que no está ahí físicamente se da lógicamente, las acciones en relación al otro yo-lógico están definiendo al yo-físico como un yo-que(hacía o hago o haré).

Ser dependiente, por lo tanto, no es solamente estar ahí, sino además estar vendiendo, o tener el deseo de vender, o haberlo hecho.

En general el /yo/ de la enunciación es un agente (o paciente) en tanto lo designamos en acción (o siendo receptor de una acción), y es él en tanto lo identificamos. Como agente (paciente) es situado en alguna cuota de la acción, en alguno de sus momentos iniciadores, explayadores o conclusivos; como identificado enlaza su ser-cuerpo-ahora con su ser entonces o su ser venidero.

Como que cualquier acción es un hacer completo, exige los tres tiempos, de tal manera que si hago, antes comencé y virtualmente acabaré. Si digo 'acabaré' es que quiero finalizar lo que comienzo ahora a anticipar dando por concluida la acción inmediatamente anterior. Si digo 'hacía' es que concluí lo que había anticipado, comencé a realizar, con éxito o no. Como el presente no se puede atragantar con la completud de la acción, el estar-haciendo sólo puede que elegir qué-hacer-ahora.

El yo-lógico no tiene porqué necesariamente ser menos yo, simplemente cuenta en otro sentido. Pedro puede existir efectivamente, cuando Juan se acuerda de él, en otra parte, estar muerto o no existir, incluso estar delante de Juan.

El yo-físico que actua en presente realiza finalidades que en tiempo pasado o futuro tendrían otros sujetos a su cargo, para los que a su vez y en su momento, el yo-físico del que hablamos se da en pasado o en futuro. Así, en el momento en el que el dueño recauda el dinero de las ventas realiza, en el sentido de acabar con éxito, su deseo de vender las propiedades que posee, si se quiere, es un vendedor que ha vendido. En cambio el dependiente que le entrega la recaudación de la caja no es un yo-que-vende, sino un yo-que presta servicios y que los acaba de cumplir con éxito. Por lo tanto, delante del dueño, el que en pasado era vendedor delegado ha cambiado su rol al final de la delegación. La historia puede acabar aquí, con un despido, o continuarse en el futuro, en el que el sujeto que prestado sus servicios a cambio de dinero puede volver a ser dependiente.

Lo que tendría que quedar sentado es que el yo enunciador, que en primer lugar es físico (corporal) en segundo lugar realiza una acción que le define como yo-agente(paciente) del mundo.

Como agente(paciente) de una acción el yo-físico es un yo-que-hago en algún momento de la lógica de la acción. Cuando está presente frente-a sólo pude proponerse acciones cuya finalidad es actual, esté o no esté tal finalidad manejada en otro tiempo como medio de otra jerárquicamente superior. Cuando no está presente está re-presentado imaginariamente.

Situados frente a un cuerpo hay en él una finalidad presente, vigente. Antes o después puede tratarse de otra. La finalidad dura mientras dura el contacto real o varía en el tiempo real. El tiempo imaginario no corre sino dentro del real, por las intenciones expresas de lo real.

En una hora recorro años pasados o venideros, pero mi intención preponderante es recordar durante una hora tal cosa para tal otra, aparte de que sus contenidos puedan reincidir, como al recordar por gusto de recordar. Todos los /yo/ que pronuncie en ese lapso de tiempo vendrán subordinados, implícita o explícitamente, al cuerpo propio ahora, incluso cuando maneje el tiempo pasado o futuro, modalidades de existencia plegadas a la instancia presente.

La frase "a los diez años hice tal cosa" se la puede completar siempre de esta manera: "yo(te cuento ahora que) a los diez años hice tal cosa", o más claramente, "yo (te cuento ahora)(que yo) a los diez años hice tal cosa". Decir que yo te cuento ahora quiere decir contar ahora, hacerlo, y no sólo decir que se hace; por eso resulta redundante explicitarlo y se prefiere hacer simplemente: con la presentación hay suficiente para que se entienda qué estoy haciendo. El segundo /yo/ de "yo te cuento ahora que yo" refiere al cuerpo que tenía a los diez años.

Es decir, que están en juego las acciones presentes reales, como contar-para, y las acciones pasadas o futuras, presentes éstas imaginariamente. Las acciones imaginarias co-definen la acción presente sólo por lo que de presente empequeñecido que tienen y no al revés. Y lo hacen explícita o implícitamente: soy ahora contando mi historia como habiendo sido de tal manera.

Siguiendo con el ejemplo anterior. Cuando el dependiente está /despachando/, está implícito que antes contrató con el dueño el servicio que le presta, como si escribo antes cogí la pluma (lo que no tendría sentido es escribir sin ella: realizar este tipo de absurdo sobre el fondo de lo lógico es uno de los secretos de la comicidad), o bien podemos aseverar que si despacha entonces pedirá cumplida cuenta de sus prestaciones.

De no implicarse tales antes y después del despachar no se estaría despachando, la acción, aun existiendo, tendría otro sentido, como por ejemplo usurpar a un dependiente o ser un estafador disimulado.

Parte de la acción se muestra, se presenta, y por el modo de presentarla otra parte se puede implicar o explicitar mediante enunciados referidos en pasado o futuro. El tiempo real del cuerpo propio tiende una coordenada a las intenciones que inciden en el mundo otorgándoles un sentido temporal.

El sentido que tiene esta planta es que se presenta en su forma actual, pero necesita de un antes, el haber surgido de una semilla, y de un futuro, un después, llegar a dar frutos, para tener el sentido actual, y precisamente ese sentido.

En cambio sería absurdo pensar que el presente es una cuasi nada que viene a ornamentar el sentido de la semilla, puesto que el tiempo imaginario, tan sólo interviene orientando el sentido del presente.

Puede suceder que un sujeto en un momento dado esté actuando para realizar algo deseado hace mucho tiempo, cumpliendo con sus propias órdenes. Expresarse de este modo es legítimo, siempre que no se niege algo fundamental: que ahora mi intención es realizar algo que sigo queriendo realizar, teniendo en cuenta que podría no hacerlo de seguir otros patrones. La significación de la acción que me propongo o que exactamente realizo, tiene en cuenta lo ya recorrido y las posibilidades futuras.

La enseñanza que podríamos sacar de esta discusión sobre el sujeto enunciador es que todo el trabajo de la acción presente que viene trenzado con el saber o con lo imaginario pasado y futuro, pivota sobre el eje del estar aquí y ahora frente al mundo real, así lo que tenga delante lo desprecie.

Puedo cerrar los ojos y divagar. Pero divagar es renegar, sin conseguirlo del todo, de mi cuerpo en el mundo, y recrear un otro mundo imaginario. Mas, aunque repudie el mundo, no desaparece para mí, nunca dejaré de saberme aquí y ahora imaginando, y no confundiré las existencias imaginarias con las presencias del mundo, que desbordan mi conocimiento sobre ellas, esto es, son sorpresivas, pudiendo responderme y contradecirme cuando las busco. Lo imaginario lo agoto con mi saber, ya que está construido con lo conocido, pero lo real lo tengo que volver a saber sin agotarlo al igual que el científico nunca apura la copa del conocimiento.

En cuanto nuestro cuerpo entra en acción tiene ya una versión de lo que es la realidad del mundo, el cuerpo propio como parcela incluida en él y sobre el que actua.

Hay una cierta independencia entre nuestro capricho, nuestros deseos, y lo que es un pre-supuesto dado como realidad ahí expuesta. Si proyectamos algo a hacer en ese enfrente que llamamos exterior ello querrá decir que se trata de la lógica del actuar, que si bien cuenta con un diseño de la acción también por otro lado tiene donde hacerlo. La conciencia procesa ambas cosas, distinguiéndolas una de la otra. Tenemos una tarea de la conciencia que nos presentifica una realidad y otra tarea que interviene en esa realidad presentificada. Ambas conciencias van unidas. No es que, por ejemplo, cuando deseamos virtualmente hacer algo aparezca primero la conciencia virtual, ni que a la virtualidad se le añada después una conciencia fáctica de realidad, sino que aparecen al mismo tiempo, como puedan aparecer, en otro orden de cosas, un fondo y una forma.

La verdad es que el mundo es de los vivos: aquellos que podemos asegurar que seguirá existiendo aunque muramos. El convencimiento de la existencia de un mundo independiente de nuestro capricho se basa en que la conciencia de mundo que tenemos nos lo presenta existiendo en una continuidad que no somos imprescindibles para que consista porque es el mundo de todos.

Si bien es gracias a nuestro saber y a nuestras experiencias que podemos percibir las formas del mundo, lo que construimos lo hacemos constantemente con un saber 'de la existencia material del mundo' que nos resulta necesario para situar las diferencias entre /yo/ y /no-yo/.

Necesitamos partir de que funcionamos así, y no por ejemplo bajo el punto de vista de una subpartícula atómica, para la cual el espacio, el tiempo, la realidad, son algo completamente diferente de lo que es para nosotros. Mientras no vivamos a la velocidad de la luz nos resultará difícil entender lo que es una transformación energética de ser, cosa que para la tal subpartícula es una cosa trivial. Si pudiésemos movernos a la velocidad de la luz nos permitiríamos el lujo de tener otras realidades materiales, otros espacios y otros modos de entender el tiempo.

El mundo existe para cada cual desde su centro, pero desbordando su saber, puesto que se parte de que el saber conocido de antemano del mundo es no suyo por definición, es de todos. La certeza de que partimos es la de que hay una relación lógica de presencias que coloca la de mi cuerpo en la presencia del mundo. Saber que yo existo es saber que el mundo existe también a mis espaldas, y que puedo entonces girarme y encontrarlo siempre.

Para el sujeto hay saberes instituyentes sobre los que recaen la certeza de existencia de mundo. Constantemente instituimos el mundo instituido . Evidentemente, el mundo no será lo desconocido, ya que acabamos de aceptar saberes conocidos; lo desbordante para el saber es que necesariamente se construye o reconstruye con un punto de partida que al mismo tiempo estamos construyéndolo.

Programar una acción, imprescindiblemente exige un sujeto aquí y ahora en el mundo. Ningún otro mundo que el real frente a mí será el que en realidad me defina en mi acción.

Este es el motivo por el cual, si con mi imaginación veo un fantasma terrorífico, ni lo veo, porque lo que veo es mi instante imaginando delante de un mundo donde no hay tal fantasma, ni si siento miedo es un miedo delante de una presencia terrorífica: es un miedo inventado por mí a mi medida, me calza perfectamente porque es la creación que me encaja. Mi habilidad para provocarme miedo-corporal sin presencias consiste en el juego del como si fuera real el objeto imaginado.

Ya sea un sujeto u objeto frente a mí, o imaginado, de todas formas en el miedo soy el paciente que sufrirá una degradación producida por el otro, aunque ese otro sea yo mismo que me desdoblo, como cuando me divido en el crítico y el criticado.

Como que la degradación es calculada previamente, el miedo es la manera de vivir tal imaginario. Dependerá de la exactitud del cálculo o la falta de base o del error de la prospección, que calificaremos el miedo de real o de irreal, esto es, realmente predecible con certeza o fallando algo más o menos grave en la predicción.

Una mentira, un error de cálculo, existe como realidad cognoscitiva, y se aplica a la prospección de un suceso degradatorio del estado de cosas deseado por el sujeto, y es un miedo-corporal diseñándose erróneamente. Las historias de mentira suscitan verdaderas reacciones, diferentes a las que en igualdad de condiciones provocarían las auténticas.

Ocurre algo similar a un goce anticipado. Disfrutar de un éxito anticipadamente es diferente a gozar de ése mismo éxito en realidad, el uno es el goce presente de en un futuro hipotético sentir goce verdadero, y el otro es el goce experimentado por haberlo deseado ardientemente y conseguido.

Donde falta razón en las emociones en general es en los cálculos imaginarios, pero no en la respuesta corporal visible y ostentosa, que es el último eslabón de una cadena en la que es prioritaria la decisión inicial del cálculo.

Este es, a grosso modo, el aspecto catético de las acciones del que habla T. Pearsons, consistente en la implicación que para el sujeto tienen las acciones que diseña, explaya y realiza, respecto al estado de cosas de sus necesidades(1). Nos falta añadir, empero, que el aspecto catético está tan incrustado en el acto que sin él el sentido de lo hecho no tiene todo su sentido al modo como decir /abre la puerta/ se queda cojo sin la implicación de orden, pregunta o ruego.

Podríamos plantear una comparación entre la diferencia con el enunciado /abre la puerta/ y la enunciación de ese enunciado que muestra, que presenta una implicación enmarcando la significación, con la diferencia del acto desnudo y el presente vivido del sujeto que lo realiza o diseña. Así, caminar de un lugar a otro queda poco claro si no añadimos que buscamos tal placer o estamos huyendo de tal peligro. Sin la implicación subjetiva y emocionada de los actos realizados por el sujeto reduciríamos el sentido de éstos, y al cosificarlos deformaríamos su funcionalidad humana.

Incluso la fantasía de presente, como al decir "imagino que estoy ahora" no es verdadero presente. Es un condicional del tipo "si estuviera ahora" disfrazado de presente para engatusar mejor. Nada más sutil para no ver el presente viéndolo que transparentarlo con la mirada, y para verlo sin querer mirarlo cerrar los ojos.

La existencia de Frankeinstein no va más allá de su animación libresca. Si produce terror es tan sólo desde su irrealidad. En cambio la amenaza aterradora de la bomba atómica se basa en que sabemos que existe, que ha explotado en Hirosima, que puede volver a estallar en una confrontación mundial. Lo sabemos como sabemos que puede haber un terremoto. Forma parte de las presencias con las que nos podemos encontrar. El encuentro con Frankeinstein sería un falso hallazgo de cartón piedra. Si me dejo sorprender por él en una película será porque deliberadamente animo el como-si de la imagen en la pantalla, proporcionando a su chata presencia un volumen vivo de ser.

El miedo, que es la acción de verse a uno mismo corriendo un posible peligro o estando ya padeciéndolo o en el momento culminante en que está a punto de degradación, necesariamente cuenta con sucesos anticipados, con un cálculo probabilístico imaginario.

Al cálculo del miedo se le opone otro contrario de defensa. El momento virtual de la defensa puede ser suficiente para contrarrestar un miedo virtual, o de no serlo el miedo pasará a ensayarse, con lo que habrá una segunda oportunidad de la defensa de asestar un golpe al miedo que no consiguió restar cuando era virtual y comenzó impunemente su andadura. De fracasar el curso de la defensa, la degradación actualizada del miedo monopoliza el presente sin competencia adversaria. A partir de tal instante en el que lo temido se ha realizado concluyentemente, la degradación advenida se asume o se protesta. En el último caso puede temerse otra subsiguiente degradación, que implica un miedo diferente, como hay una variación (que al mismo tiempo es una afinamiento de un miedo llevado a sus últimas consecuencias) entre tener miedo de ser asaltado en un callejón oscuro y estar en el suelo herido con temor de que nadie se acerque para llevarnos al hospital.

El miedo se da contando con un fallo del poder defensivo. Como que la inmunología no es perfecta se trata de trabajar en un continuo parcheo en los agujeros del saber. El tiempo que exige esa actividad reparadora (incesante, ya que los peligros se renuevan a un ritmo parejo a sus soluciones), se paga con la duración del miedo o cuota proporcional al tiempo que se tarda en eliminar un peligro.

Hemos hablado de la identificación del /yo/, de su implicación como agente o paciente, nos falta resaltar la imputabilidad del /yo/, reconocimiento de autoría. Se trata de aquella zona de pendencias en las que se discute si soy yo o no soy yo quien hace o dice.

Si hago venir, si produzco una imagen, y después creo que yo no la he producido, que me ha asaltado sin mi participación, es que no me conozco lo suficiente, puesto que no me re-conozco, no me re-encuentro en mis producciones.

Es como escribir en un momento de exaltación emocional una preciosa poesía. El que la exaltación fuese desacostumbrada no querrá decir que no la produzco deliberadamente. Si más tarde, en un momento de nostalgia, me extraño de haber sido yo el autor de la poesía, me desdigo de mi participación, dudo de ella. Podría pensar que las palabras las vertió sobre mí la musa, volcando su jarro de inspiración, limitándome a recoger, agradecido, su magnífico don.

Con cierta frecuencia solemos enajenar de la lista de nuestros méritos o deméritos imputables, algunas de nuestras producciones, y lo hacemos por distintas razones. Por pudor, por falta de confianza en nuestras capacidades, por no reconocernos en alguna faceta que nos disgusta, por creencias mágicas y supersticiosas, o por simple desconocimiento de nosotros mismos.

Pareciera que éste fenómeno de extrañamiento se diera con predilección en las imágenes angustiosas y en los impulsos de tipo adictivo. Así, si estoy tumbado en la cama relamiéndome con la fantasía de lo que haría de caerme el gordo de la lotería puedo aceptar fácilmente que me concedo un placer. Pero si estoy tumbado en la cama antes de dormir pensando en un problema tras otro, volviendo una y otra vez sobre mis atascos, es difícil que asuma que me provoco insomnio, más bien, en la creencia de que no puedo controlarme no dejo de dar vueltas a mis angustias, que funcionan como un apetito voraz, aunque contraproducente.

La fantasía de encuentro con la amada por el procedimiento de una deducción exhaustiva y vívida de lo que sucederá es diferente a lo ocurrido efectivamente en un encuentro previo, porque éste último está configurado frente a un cuerpo real (sea más o menos brillante, intensa, la fantasía que la realidad). O bien, si el encuentro fantaseado deja lugar a la consistencia de un encuentro real, con sus pérdidas o ganancias, la diferencia será así mismo radical. Los verdaderos encuentros se dan frente a frente, al igual que las sorpresas.

Así, el encuentro con la bomba atómica queda interrumpido en el suspense imaginario de lo posible, y no es menos real que mi amada antes de verla, pero en cambio la sorpresa sólo se dará ante la presencia efectiva. Si no me sorprendo ante la presencia, porque nada me contraría, entonces diré que verdaderamente me encuentro con ella.

Podemos considerar real la información segura, al modo en que tomamos por real una fotografía. La conciencia imaginaria de objetos existentes puede tener otra cualidad que la conciencia presente de ellos, pero el hecho de que apunte a los objetos existentes, el que sea una manera, y en ocasiones la única que tenemos a nuestro alcance, de tomar conciencia de algunos rasgos pertinentes que nos interesan de los objetos para su utilización en forma de saber fidedigno, la vuelve tan interesante como las presencias más contundentes.

La realidad presente tendrá un status privilegiado para nosotros, pero nos interesa igualmente el saber cierto, como forma de manejarnos de continuo con las presencias.

Sólo unos pocos han visto en realidad las bombas atómicas almacenadas en los arsenales, es más, son guardadas en riguroso secreto, ocultos a la mirada indiscreta. Si quisiéramos podríamos dudar que existen. De hecho, el no verlas nunca nos permite olvidarnos de las bombas, y el olvido es una especie de coartada de la vida: si una presencia nos absorbe demasiado nos impide ir hacia otras.

Así se explica que para dar cuenta de las complejas acciones de un sujeto, éste tiene que olvidarse sucesivamente de ellas para ir viviéndolas en su multiplicidad, y tiene que dejarlas caer en las existencias imaginarias del saber, verdaderos salvavidas por su poca densidad de presencia que nos permiten 'nadar' en el presente sin ahogarnos en su presencia.

El olvido, la traducción de la presencia en saber imaginario articulado, nos permite dirigirnos a la presencia-explayada del objeto al que se orienta la imagen cuando podemos y nos conviene.

La imagen de un plato de spaguettis, el nombre de un restaurante, el esquema de un mapa de direcciones, contribuyen a que consigamos estar efectivamente delante del plato y comérnoslo.

Sin el saber acumulado y organizado, esto es, olvidado, y sin la posibilidad de construir síntesis de conciencia imaginarias, seríamos como una computadora sin datos que programar o con datos sin programa. No sabríamos qué hacer, ni cómo, ni porqué, simplemente no sabríamos. Estaríamos instalados en el mundo como vegetales frente a lo informe.

Freud planteaba el olvido como un pathos y la salud como una cura de memoria. Para nosotros la salud consiste en saber olvidar y recordar precisamente los datos olvidados organizados a conveniencia de las necesidades actuales.

La articulación al presente de los datos les obliga a una existencia imaginaria, puesto que el saber tiene que ser algo distinto al presente en el mundo. La acción en el mundo se organiza más bien con unas ruinas de mundo, diagramas, trazos pictóricos y flatus vocis. El resto-de-mundo, la experiencia imaginaria, en la medida en la que está más comprimido en un cupo de realidad presente, más información puede proporcionar. Su comportamiento es comparable al de las sucesivas generaciones de ordenadores, cuya proporción de espacio real y cantidad de información que ocupa ese espacio tiende a reducirse. El saber tiene que ocupar un lugar material, parque la información es material o no es nada: por eso necesita del olvido, como operación activa que comprime, sintetiza y manipula el dato en lugar de tragárselo y conservarlo entero.

El proceso de compresión de la información se posibilita por el manejo de lenguajes que localizan subrutinas(2) que o bien pueden obviar, o si se trata de realizarlas su ejecución se simplifica. En esta perspectiva, si no se piensa bien, no se localiza la subrutina o se tarda mucho más que antes de complicarse la vida, pero si se piensa bien, la eficacia compensa los esfuerzos en instaurar la complejidad.

El /yo/, uno, autor y agente, se gobierna confiando en su proceso de olvido. Al tomar decisiones y tener objetivos a cumplir junto con las estrategias para llevarlos a cabo, la pertinencia con la que actua depende de la adecuación de los datos creados, organizados por el olvido, y re-creados al servicio de una necesidad concreta.

La conciencia necesita confiar en el buen funcionamiento de la maquinaria cerebral y el resto del cuerpo, en la totalidad referencial del /yo/. El tipo de control de las situaciones que soporta se basa en su lugar jerárquico en el sistema, que es el decisivo, de ahí que podamos hablar de autoría, esto es, de responsabilidad e imputabilidad de la acción del sujeto, bajo el supuesto de que no siendo la totalidad del sistema la conciencia en cambio la rige, al mismo tiempo que el resto del sistema se le subordina en lo que cuenta al gobierno último del sentido de la acción.

De no asumir la direccionalidad de los procesos, o de no acceder a la confianza en sus subordinados ejecutores, la conciencia va contra su complemento, se divide sospechando en exceso de la posibilidad de error, ocupa su tiempo en vigilar y castigar a un sistema al que supone un erróneo funcionamiento en lugar de contar con él como fiel compañero para realizar empresas de envergadura.

El sistema subordinado-ejecutor es en un momento dado todo lo perfecto que la toma de decisiones le permite ser. Si el sujeto no resuelve un problema y se angustia, tendrá menos rendimiento que si está satisfecho por haberlo resuelto. O si al preguntarnos por una conclusión la que se nos da sospechamos que sea errónea siendo la más justa, la orden de búsqueda de otras soluciones siempre nos dará contestaciones que el sistema ha descartado como inadecuadas. Somos nosotros quienes tenemos que decidir la justeza de los indicios para sospechar que vamos por mal camino. Nuestros subsistemas nos exigen que tengamos la misma fe en ellos que tienen con nosotros: el buen funcionamiento final depende de la integración del colectivo-unidad(3) que llamamos /yo/.

En conclusión: una parte del análisis de una relación de transmisión de saber versará sobre ésta amplia gama de vicisitudes que se derivan del estar aquí y ahora presentes mediante enunciados que las iluminen, corrijan o potencien. Así mismo tratará del modo de la enunciación, su naturaleza asertiva, imperativa, odiosa, desvalorizante, temerosa, etc., poniéndolo en evidencia para que el sujeto cuente con la información de los efectos que produce en el otro, en éste caso el analista. Finalmente, se recapitulará sobre la verdad o falsedad de las autorías, imputabilidades, identificaciones o sospechas basadas en divisiones del /yo/, fenómeno que designaremos como esciparidad de la unidad del yo.
 

EL ANALISTA COMO ENUNCIADOR

El analista es en primer lugar un sujeto humano, con lo que se le puede aplicar lo que a cualquier otro. Si algo resulta específico en su actuación son los objetivos propios de su rol, una transmisión de saber, un hacer saber. Para hacer saber, como resultado, evidentemente tendrá que estar motivado para ello, poseerá un querer-hacer-saber; también se las tendrá que ingeniar para realizar su querer-hacer, por lo que dispondrá de una serie de recursos de poder-hacer el querer-hacer y que intentará -apelando a sus habilidades- llevar a la práctica con tal de conseguir lo que se propone.

En tanto enunciador pueden interesarnos las finalidades presentes que realiza, independientemente de los medios que esté utilizando, y que definirán realmente el mayor sentido que tengan sus acciones.

El analista quiere ayudar al otro, pero lo tiene que hacer realmente y no imaginariamente, aunque si bien la ayuda es la definición elemental de su hacer-ahora-mismo, el modo como esa ayuda se concrete consistirá en prever una situación futura del sujeto y cómo resolverla.

Ni el analista, ni el sujeto que con él se vincula, ni su relación presente, pueden eludirse del discurso del analista: sin destinatario presente el analista no tendría a nadie a quien decir algo efectivamente; si quitamos al analista presente en carne y hueso ocurrirían cosas que no las hace nadie, pura magia; si hay analista y destinatario, pero no ocurre nada entre ambas presencias, o es que no están relacionados en absoluto o es que no están simplemente.

El analista, en su hacer, desarrolla algunas secuencias de acción. Nos referimos a los núcleos principales de su hacer, entendiendo por núcleos aquellas acciones sin las cuales no se puede entender un proceso.

Si fuésemos a explicar a alguien una película de James Bond, para entender el argumento sería imprescindible contar que en un momento dado Bond telefonea a Du Pont, de lo contrario no se explica porqué Du Pont se enteró de que iba a venir J. Bond y le tiende una trampa.

Alrededor de los núcleos hay, siguiendo en esto una terminología de Barthes(4), indicios, que hacen referencia a cosas que pueden pasar después (coger una pistola, sonreír con presunción, indican que más tarde la pistola puede ser usada o que el personaje poseía unas ventajas que ocultaba), y que hay informantes de la personalidad de los personajes, como su edad, ambiente en el que se desenvuelven (como la modernidad y lujo de una oficina).

Lo que está haciendo un analista se puede localizar en el momento presente según el sentido de la acción en ese instante, que depende estrechamente del momento lógico en el que se está desarrollando su actuación y que puede ser:

Las acciones que duran en el contacto con un sujeto pueden entrelazarse si un objetivo se cumple y comienza otro, y no sólo porque se realiza una única finalidad respecto a la cual se subordinen sub-finalidades.

Habría un tipo de actividad inaugurativa de sub-finalidades dependientes de la privilegiada. Este movimiento de inicio, que el analista anuncia enunciando podemos describirlo teniendo en cuenta, siguiendo a C. Bremond(6):

El encadenamiento simple

Si queremos cometer una fechoría, la llevamos a cabo y logramos nuestro propósito, entonces y sólo entonces, podemos enlazar esta secuencia que llamamos "fechoría" con otra que diga "huida", en la cual se abre la incertidumbre de un hecho delictivo cometido cuya deuda de reparación puede aparecer, poniendo en marcha el ocultamiento y huida para evitar el castigo, cosa que a su vez tendrá éxito o no.

El enclave

Si hemos cometido una fechoría, inmediatamente después tenemos la incertidumbre de poder ser castigados. En el proceso de huir se abre, por enclave, la incertidumbre de "buscar un lugar seguro" y el proceso de buscar el escondite la incertidumbre de buscar "medios económicos", y así sucesivamente, hasta encontrar aquella incertidumbre cuya realización, exitosa, cierre una secuencia interior mínima que posibilite el cierre de las anteriores, encontrándonos con la primera, lo que permitiría concluir que hemos logrado evitar el castigo (método de Chomsky & Morris para la explicación del contorno acentual)(7).

Así, si desarrollamos el proceso de evitar un castigo ante una fechoría tendremos la siguientes hipotéticas secuencias necesarias:
1 -> deseo de evitar un castigo
2 -> proceso de evitación
3 -> resultado de evitar el castigo

A su vez, el proceso 2-> de evitación requiere:
2.1 -> Deseo de buscar un lugar seguro donde vivir
2.2 -> Proceso de busqueda
2.3 -> Lugar seguro conseguido

A su vez, el proceso de busqueda 2.2 -> requiere:
2.2.1 -> Necesidad de dinero
2.2.2 -> Proceso de consecución del dinero
2.2.3 -> Dinero conseguido

Y así sucesivamente podríamos ir desarrollando, unos dentro de otros, los procesos necesarios para conseguir los anteriores, hasta llegar al punto concreto de acción-resolutiva en la que nos encontremos ahora mismo. Teóricamente hablando podemos encontrarnos en cualquiera de los puntos diseñados, del primero al último. El esquema general sería:
Contornos de Chomsky

La perspectiva

Se trata de que las decisiones que regulan las acciones de un sujeto, las calcula teniendo en cuenta la posición actual de los otros sujetos y sus posibles reacciones frente a su propia conducta. El conjunto de actos atribuibles a otros en relación a los propios actos es la perspectiva ajena, y por extensión, la perspectiva social.

Para que las performances sean correctas el cálculo del otro debe coincidir con la lógica con la que ese otro se desenvuelve.

El prójimo, para nosotros, puede ser fundamentalmente un aliado o un opositor. Si un delincuente ha cometido una fechoría censurada socialmente, los personajes encargados de hacer cumplir la ley social lo contemplan como un transgresor que hay que castigar. La ley y la transgresión son conceptos que reparten un territorio de conductas, oponiéndolas de manera irreconciliable, opuesta.

El éxito del delincuente, que es su evasión e inmunidad, representará automáticamente el fracaso del cumplimiento de la ley. Se trate de éxitos o fracasos, en primer lugar hay una lucha, un combate con más o menos peripecias.

La oposición de los sujetos concretos se entiende como conductas que se posicionan en lados contrarios a los que señala la norma y allí tratan de aniquilar, capturar u obturar el terreno ajeno. Seres dotados de similar eficacia se trazan celadas mutuamente o luchan frontalmente. La perspectiva de dos personajes que se relacionan opuestamente siguen el modelo del policía contra ladrón:

PERSPECTIVAS

DELINCUENTE                     POLICIA
1 Evitar un castigo vs.         Conseguir que se cumpla
2 Proceso de huida vs.         Proceso de persecución
3 Exito o Fracaso de vs.       Fracaso o Exito de
   la evitación                            la evitación

Las perspectivas de los sujetos en juego pueden ser también de complementareidad, no en un sentido irreconciliable que implica una dinámica de lucha mortal, sino como un proceso de prestaciones que se desean dar o recibir mutuamente, y en la que todos ganan, a diferencia de la oposición anterior, en la que unos ganan y otros pierden.

Dicho de otro modo, mientras que en la oposición uno es ganador a costa de que el otro lo hagamos perdedor, en la alianza todos ganan al compartir las pérdidas y renuncias, aunque lo que pierde cada uno de los actores aliados sea diferente, partiendo del supuesto de que posean también cosas distintas.

Lo que renuncia un aliado le sirve fundamentalmente para ganar a cambio más de lo que pierde, porque de lo contrario no ganaría nada quedándose igual o peor. Es por esto que una motivación fundamental para aliarse, tanto en el negocio como en la profesión o en el amor, es ganar más de lo que se tenía, al menos en el caso de que se trate de una alianza gozosa, ya que podríamos aceptar también la existencia de alianzas cuyo objetivo es evitar una degradación posible o en curso.

Podríamos clasificar las alianzas como progresivas cuando mejoran el statu quo, y como conservadoras cuando evitan que se degrade. La relación de un sujeto con un analista nos servirá de modelo de alianza progresista:
 

PERSPECTIVAS

DEL SUJETO                         DEL ANALISTA
1 Mejora a obtener vs.         Mejora a proporcionar
2 Proceso de mejora- vs.     Proceso de ayudar
3 Mejora conseguida vs.     Ayuda proporcionada

Esta doble perspectiva se prolonga en el tiempo para dar lugar a la red completa de prestaciones o circuito de intercambio, que más adelante mostraremos.

El proceso de hacer-frente-a un sujeto que solicita una ayuda se convierte en el analista en una estrategia del saber cuya dirección sea la de mejora que se desea concretar.

El papel del analista es el de prestar sus buenos oficios para cerrar la incertidumbre de una mejora a obtener (o detener una degradación previsible o en curso, en cuyo caso la neutralización se entiende como una mejora de tipo conservador).

Cuando tales incertidumbres se eliminan pueden nacer otras nuevas, bien porque una mejora conseguida podría degradarse, bien porque la ambición de mejora es mayor.

Como que la ayuda que presta el analista es interesada, esto es, tiene una compensación negociada previamente, importa que la mejora no se de por azar sino por el trabajo efectivo del aliado.

Se instaurará una lucha, por consiguiente, contra los obstáculos a vencer. En este sentido, por ejemplo, la primera resistencia posible, obviamente, es la de negarse la misma relación de alianza, sin la cual la incertidumbre de mejora mediante ayuda no tiene sentido.

Los obstáculos para la mejora son errores o incoherencias del sujeto, personas que funcionan en contraposición y cuya neutralización o consecución de alianza se trata de conseguir, o bien obstáculos materiales y aquellos otros inclasificables que podríamos llamar irreales.

La enunciación de un discurso es el acto del discurso tal como pueda definirse ese acto. La haecceitas es la realidad primera del decir.

Lo que se hace con un discurso no se agota en el mero hablar, puesto que el habla tiene más peculiaridades que le denotan como un hacer-hablando(8): al prometer se habla prometiendo de hecho, y prometer es algo más hablar, de la misma manera que ordenar es un acto hablado que pretende provocar una serie de acontecimientos.

Si quisiéramos prescindir de lo que el analista habla para observar lo que hace-hablando -tarea imposible, pero valga a modo de ejemplificación- veríamos que, sin saber demasiado bien el contenido de lo que dice, afirma cosas, o pregunta, aconseja, asevera, argumenta, pide, felicita, critica, etc.

Esta serie de acciones cuentan con toda una composición o entramado lógico. Al aconsejar, por ejemplo, sabemos que quien aconseja cree que el sujeto se beneficiaría si asumiese el consejo, aunque no sea evidente que el sujeto vaya a realizarlo, contará con una recomendación.

El acto-presente-de-habla del analista enmarca el desfiladero por el que circulará el sentido de sus frases.

Cuando asevere algo, primero entenderemos que expone tener razones para asegurar la verdad (a pesar de que no explicite cuales son) de lo que dice, bajo el supuesto de que el sujeto no la conoce completamente y además el analista cree que lo que dice refleja efectivamente el estado de cosas; en segundo termino el analista cree que es verdad.

Es decir, en primer lugar va la lógica en la que cabe inscribir lo que se dice. Así, la expresión neutra "hay una puerta" la podríamos haber insertado en la acción de afirmar taxativamente "hay una puerta!", también la podríamos inscribir en la acción de preguntar: "hay una puerta?".

En resumen, el acto concreto de hablando-ahora nos enseñará cual es el camino lógico en el que entender lo que se dice. Añadiremos que tanto preguntar como afirmar taxativamente son acciones en presente que van acompañadas de un antes y después posibles que se implican de su aparición (ante algo que está dudoso, para cerrar la incertidumbre se emplea una pregunta, cuya contestación se supone que lo aclarará)

El tipo de actos de habla que produce el analista, el sujeto puede interpretarlos atribuyendo la intención del analista de acuerdo o en desacuerdo con las que en realidad tiene el analista.

También es planteable la dirección contraria, al plantear la correspondencia entre las intenciones que atribuye el analista al sujeto y las que éste efectivamente tiene.

En general, un emisor puede emitir un mensaje intencional o no que el destinatario interpreta intencionalmente o no, atribuyendo una intención al emisor o no; de aquí que surjan ocho variaciones, tal como ha puesto de manifiesto U. Eco(10)(la versión es nuestra):

La situación comunicativa ideal

Lo que dice el emisor el destinatario lo comprende y atribuye una intención de emisión que corresponde con la emitida.Una situación, empero, peculiar de este apartado la representaría la simulación fallida: supongamos que alguien que tiene un mal aspecto dice con una voz apagada que se encuentra bien, con la intención de que no se hable de su malestar, simulando estar bien; el receptor puede interpretar ese mensaje captando la voz y aspecto del malestar como contando que el emisor quiere que se lo trate como si estuviese bien, esto es, atribuye tal intención al emisor y tiene razón a pesar de los obstáculos despistantes del emisor.

La simulación exitosa

Supongamos que alguien dice estar bien, estándolo en verdad, pero lo dice con una voz quebrada para que el receptor atribuya el mensaje a la intención de ocultar una enfermedad que tiene el emisor.El receptor cae en la trampa y se equivoca pensando que está el pobre enfermo y que no quiere dejarse ayudar por pudor diciendo que se encuentra bien.

Comportamiento falsamente inocente

El emisor emite un mensaje intencional que el receptor interpreta en cambio equivocadamente como un comportamiento sin intenciones.

Pongamos el ejemplo de un analista que para lograr que el sujeto se vaya ponga cara de distraído y agotado, cosa que el sujeto no capta explícitamente pero que de alguna manera le conduce a irse sin pensar que el analista estaba mostrando un disgusto intencional (una presión para que se fuese)

Delatación retardada

El mismo caso que el anterior, pero dándose cuenta el sujeto de que el emisor produje un mensaje determinado con posterioridad, aprês-coup.

Sospecha falsamente decantada

Un emisor produce un comportamiento que el receptor le da una significación que no tiene, atribuyendo la intención de hacerlo al emisor, teniendo por tanto una creencia equivocada.

Sospecha a probar

El receptor atribuye una significación al comportamiento del emisor, pero sin atribuirle la intención de hacerlo. El receptor cree saber lo que sabe que el otro ignora, tiene la creencia de saber con ventaja.

Sospecha infundada

Después de producido un comportamiento que no realizó intencionalmente el emisor, ni lo interpretó en su memento el destinatario, aparece la duda en el receptor de si no fue producido intencionalmente y no se había apercibido antes. El receptor cree que sabe lo que él mismo y el otro no sabían, y está en desventaja de ser creído.

Comportamiento desapercibido por todos

Podríamos poner en duda si es posible nombrar como comportamiento algo que no es pensado como tal.

La relación interpersonal del analista y el sujeto que lo contrata, contiene una serie de conductas que pueden ser interpretadas con la mediación del saber cultural sobre las decisiones-de-emisión y sobre las habilidades-de-interpretación.

Cuando la emisión de un mensaje es deliberada, pretenda ocultarse o no la intención verdadera, el receptor puede descubrir cual es la intención del emisor.

En cambio, cuando se produce un comportamiento no expresamente intencional del emisor que sólo tiene sentido para el receptor, éste último nada puede probar de su sospecha, pero si atribuye una simulación al emisor, esto es, una intención que nunca tuvo, decididamente se equivoca.

El discurso psicoanalítico prefiere las posibilidades interpretativas 5,6,7; el conductista clásico la 6 y nosotros las cuatro primeras. Las situaciones 2,3,4, comprenden las discusiones sobre la buena fe discurso.

La simulación exitosa, la falsa inocencia y la sospecha retardada, son vicisitudes de celada, y constituyen, lógicamente, una trampa que funcionalmente obstaculiza el proyecto de ayuda sancionado por el contrato de análisis: son obstáculos a neutralizar y sobrepasar.

Idealmente, el proyecto de análisis se propone como discurso de buena fe, de sinceridad, y en la medida de lo posible de verificabilidad, aunque ésta última refiera ante todo a la coherencia interna de la suma de discursos.

El trabajo de elaboración es un proyecto de "proceso de mejora para un sujeto" (individual o colectivo), en el que la perspectiva por parte de los sujetos implicados es complementaria y de alianza. Como aliado, los actos de discurso del analista pretenden:
 

Realizar el proyecto de ayuda

El analista estudia las problemáticas, los rasgos no-pertinentes de las conductas y los medios de que dispone el sujeto para propiciar la mejora de su situación.Si, por ejemplo, el sujeto no tuviera recursos para resolver un planteo, como no saber cómo resolverlo o estar confuso o dudar entre varias alternativas, el analista tratará de proporcionárselos, o influirá para que los consiga el sujeto gracias a sus indicaciones.
 

Mantener la participación del pacto de la negociación de ayuda

En una alianza se habla del aliado porque el personaje interviene como agente activo, esto es, con iniciativas propias. Al aliado hay que ganárselo pactando con él y sosteniendo las motivaciones que dan sentido al pacto.El analista interviene por un mérito del beneficiario, por lo que éste viene a aportar, donar, y hablamos entonces de un intercambio de servicios.

Este intercambio plantea diversas modalidades en el tiempo:

= puede ser simultaneo (y una subclase de este modo de intercambio es cuando el aliado es el mismo sujeto respecto de sí mismo en un desdoblamiento en el que yo me beneficio del don que me otorgo, por ejemplo al amarme o valorarme)

= puede darse en razón de un servicio anterior, como al haber un beneficiario realizado un servicio o proporcionado un don y después hay un deudor de aquel beneficiario

= puede obedecer, por último, a un servicio posterior, cuando el beneficiario ha recibido un don y es deudor, aunque fuera tan sólo de gratitud o de un comentario amable. Es un acreedor del que recibió un don.
 
PERSPECTIVA DE B PERSPECTIVA DE A SERVICIO POSTERIOR B SERVICIO ANTERIOR A
Beneficiario de un don Aliado Obligante Aliado Obligante Beneficiario de un don
(1) AYUDA A RECIBIR SERVICIO POSIBLE
(2) PROCESO RECEPCION PROCESO PRESTACION
(3) AYUDA RECIBIDA SERVICIO DONADO DEUDA A PAGAR AYUDA A RECIBIR (1)
PROCESO DE PAGAR PROCESO DE RECIBIR (2)
DEUDA PAGADA AYUDA RECIBIDA (3)

En la figura adjunta presentamos un esquema del circuito de los servicios de intercambio, que antes habíamos prometido, y que tomamos de C. Bremond(9).

El buen funcionamiento del pacto de ayuda viene sostenido por la red interrecurrente de prestaciones obligantes y obligadas.

Ello puede explicitarse en el transcurso de los actos decisivos para la dinámica de intercambio, como en una prestación económica o un obligado balance de resultados, pero también en una serie de indicadores que refuerzan la consciencia de la buena marcha de los circuitos de intercambio, como por ejemplo el clima cooperativo, una sonrisa de satisfacción o expresiones de agradecimiento y afecto.
 

Realizar (en acto) acciones (discursivas o no) en contra de situaciones adversas o a favor de situaciones potenciadoras de mejora

Ante la aparición de un obstáculo la dinámica subsiguiente puede ser la de tratar de eliminarlo activamente, lo que constituye la lógica de la agresión, o bien la de transformarlo en algo favorable -entiéndase que tanto el obstáculo como quien lo transforma si bien pudieran ser seres inanimados nosotros tendremos sólo en cuenta a los agentes humanos y por consiguiente entramos en un proceso de negociación.

Durante el intercambio un miembro o dos, -o varios si se tratase del análisis de un colectivo-, pueden quejarse de algunos fallos que va teniendo el tejido de donaciones, alguna pérdida que se considera injusta: tal llamada de atención abre un posible proceso de degradación o señala una degradación en curso que suscita la necesidad de mejora aplicada al mantenimiento de la buena marcha de las relaciones, y ello con la finalidad de eliminar la injusticia. La reacción ante una pérdida vivida como injusta o ante un ataque al vínculo de análisis, pone de nuevo sobre el tapete la negociación en su extensión, implicando a las perspectivas que actuan en el transcurso del tiempo. Se revisa el sistema de valores de las donaciones.

La relación vincular de intercambio se realiza por las ventajas que proporciona a los miembros que la animan, pero a su vez todos ellos soportan riesgos, renuncias y pagan un justiprecio. Los afectos con los que se alimenta la lógica del cambio dependerán, por consiguiente, del énfasis que se den a las ventajas y desventajas, eje sancionador con el que sentir una emoción u otra. La manera como un sujeto compondrá su balance de pérdidas y ganancias dependerá de la topología de sus valores sociales.

Las acusaciones de ruptura de los pactos no siempre han de ser tomadas literalmente. Puede ser una manera balbuceante de querer cambiar el pacto, que no tiene porqué imponerse a contrapelo ni redactado en los mismos términos, o bien puede tratarse de una ruptura equívoca, mal deducida de las intenciones del otro.

A la dinámica de romper un pacto le sigue la de pactar de nuevo (algo diferente o lo mismo que ya regía), o bien la de abandonar la relación de ayuda. La dinámica de romper, seguida por la consecutiva de juntar, da cuenta de la alternancia de los siguientes afectos:
 

VINCULO ATAQUE AL 
VINCULO
NUEVO
PACTO
VINCULO COOPERATIVO
+ amor -> ++ odio ->  --  -> reparacion  ->  + -> amor ++

Hasta cierto punto, preservar el amor cooperativo de la influencia negativa de otras emociones incompatibles, es una manera indirecta de presentar la tarea que da cuenta de una relación de ayuda.

El amor se contrapone al odio, presente en las agresiones; al temor, con el que se adivinan las degradaciones.

Un ejemplo de este tipo de oposiciones (amor vs. temor) vendría a ser representado por la siguiente dinámica: si el otro me aprecia entonces mi brillo personal es máximo, pero si no me aprecia me empequeñezco, y en lugar de tratar de conquistar ese aprecio me desazono, diciéndome que no merezco la atención de nadie (generalizo), teniendo todo ello el resultado de una alternativa en la que o sólo renazco en una situación especialmente favorable o busco desmesuradamente alabanza y aprobación. Esto es, el miedo me ha conducido, en lugar de a conquistar el aprecio, al desvalimiento y al autodesprecio, que a su vez suscitan un mayor rechazo social si cabe.

Otra contraposición del amor podría ser la culpa, un sentimiento que nace a partir de la transgresión de las normas pactadas explícita o implícitamente.

En general, el don de amor genera una deuda de amor o salda una deuda de amor. Si A da un bien a B mediante un sacrificio, un trabajo o un pago, ello hace que B esté en deuda, y es preciso que compense la deuda con A, aunque tan sólo fuese con un gesto de reconocimiento, para que el circuito siga funcionando.

La circulación del don de amor abre complejos circuitos, redes de dones que solidifican las posiciones de intercambio y la ubicación de los valores sociales.

Veremos a continuación algunas peculiaridades de la agresión y de la negociación del apartado anterior, pero ampliando su dominio a las relaciones de intercambio generales, aunque no fuesen precisamente de análisis. Daremos así un pequeño salto de lo particular a lo general que pretende sugerir una reflexión que desborde el tema de la ayuda.



1. Talcott Parsons, El sistema social, Ed Alianza Editorial, Madrid 1982.
2. M.V. Sebastian he realizado una interesante compilación de trabajos experimentales recientes en "Lecturas de psicología de la memoria", Ed. Alianza Editorial, Madrid 1983. Ver especialmente cap. 21 y ss.
3. Marvin Minsky, el experto en inteligencia artificial, ha desarrollado la idea de socialidad en su libro "La sociedad de la mente", Ed. Galápago, Buenos Aires 1986.
4. R. Barthes, "Introducción al análisis estructural de los relatos", en la revista Communications n 8, ed. Seuil, Paris.
5. El concepto de incertidumbre informacional esta tomado de V.N. Pushkin, en "Psicología y Cibernética", ed. planeta, Barcelona 1974.
6. C. Bremond "La lógica de los posibles narrativos", revista Communications n8, Ed Seuil, Paris
7. Chomsky & Morris, "Principios de fonología generativa", ed. Fundamentos.
8. Ver la discusión de Searle sobre los actos ilocucionarios de Austin en "Intentionality", Cambridge University Press 1983.>
9. "Logique du rècit", ed. Seuil, Paris. Excelente trabajo en el que hay una síntesis de lo mejor de de las tesis de Bèdier, V. Propp, A. Dundes, A.J. Greimas y T. Todorov sobre gramámica narrativa.
10. Umberto Eco, "Tratado de semiótica general", Editorial Lumen, Barcelona 1977.

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