EXTRALIMITACIÓN DEL BAGAJE DE MEDIOS
©José Luis Catalán Bitrián
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Los incesantes movimientos que en la realización de deseos producen al entrechocar entre sí las normas ideológicas, medios técnicos y correcciones de ajuste, dejan caer finalmente el huevo del acto que se consuma y del que volverá a nacer la discordia de nuevo.

La insuficiencia de la norma, su limitación, consiste en ser simplemente guía y no el hecho que todavía no es aunque se quiera que sea. El deseo, al realizarse, consume la anticipación del ser que busca ser. Las correcciones son deslizamientos en el querer-hacer, borrando y reescribiendo el deseo en su formulación vigente. Los medios, subordinados a los fines, para ser elegidos y concretados necesitan tomarse como fines provisionales, dificultando con ello -por lo menos transitoriamente- su desaparición como seudo-fines, limitando y provocando por consiguiente un goce por un éxito que nunca se puede dar por hecho del todo.

La vida que tiene sentido para nosotros es aquella que se juega en la realización de lo previamente imaginado como posible, y para estar dentro de lo posible necesitamos asumirnos contra los imposibles.

Una manera de sentir la vida como un sinsentido es hacer lo que se quiere hacer desentendiéndose seguidamente de la intención con la que se hace. Es como contemplar una fiesta en la que no se quiere otorgar una finalidad a los que están allí. Se verá entonces una escena de actuaciones gratuitas, recubierta de movimientos perdidos en lo absurdo. Los extraños entes que resultan de esta despojadora forma de mirar serán juzgados severamente como pretendiendo vanamente gozar de algo deseado, como un prototipo de lo que un negador del libre albedrío llamaría "productos de su medio". Se ven formas de hacer, medios conocidos de actuación, normas de etiqueta o de jolgorio, pero al no estar todo ello dependiendo de un telos purificante que lo ilumine, se transforma en mascarada.

El hurto del fin, en tales ocasiones, requiere la operación de aquel sujeto cuya mirada carnívora cercena la significación del hacer, con la secreta intención de disfrutar en solitario del espectáculo dantesco que la carnicería arroja a sus pies.

No hay medio que no se sostenga sin fin como no hay techo sin suelo. Es cuestión de saber bajar y levantar la vista para observarlo.

Los medios son necesarios, y nunca son encuentros azarosos. Un deseo busca sus medios para realizarse, o al menos los espera, y con esa impronta es capaz incluso de inventarlos donde estuviesen más por casualidad que por saberlos.

No habría realizaciones sin los medios, pero el status de medio, inferior al de fin -que chocantemente posee durante el curso realizativo tan sólo mayor realidad imaginaria- nos muestra simplemente el tipo de imposición que la acción imprime a las cosas que utiliza. El sujeto humano se individualiza por sus finalidades y no por que se viese como cosa entre cosas.

El deseo, entendido como proyecto de acción, está ligado a la concepción de prácticas que pueden dar resultados encadenados. Si quiero escribir un libro necesitaré, aparte de las materias primas, ordenar toda una serie de pensamientos a fin de alimentar con ellos un texto en referencia a otro conjunto de textos del que quiero que destaque (como nueva aportación, crítica, recopilación representativa, etc.) Mediante unos recursos manipulativos recrearé todos los pasos requeridos para producir el material. Pero he aquí que a la hora de utilizar algún género se me presenta la oportunidad de repetir uno establecido o introducir alguna variante. Por ejemplo puedo escribir un ensayo sobre un tema científico, mezclando lo que sería la presentación de un nueva teoría y una redacción que no responde a las formas académicas, dando al conjunto un aire un tanto heterodoxo.

Pudiera ser tal el grado de variación que en verdad produjese una especie de alternativa a la producción de un medio de difusión de conocimiento. Por ejemplo puedo añadir al libro una cinta de video que ha de verse en determinados pasajes, junto con un disco para usar en el ordenador e interrelacionar con el autor vía modem, de forma que el libro tuviera una especie de autor colectivo, y además toda esta propuesta se presenta en un grupo de estudio como formula de relación interdisciplinaria o aglutinante de determinada actividad socio-cultural.

Las normas manipulativas, las variantes productivas y las alternativas a la producción cultural, son los tipos básicos de asumir los medios y transmitirlos de una generación a otra. Junto al saber-hacer que paulatinamente se va configurando generamos un campo de posibles medios a elegir. Descartamos por supuesto los imposibles, que no permitirán pasar de lo proyectado a lo realizado, y para clasificar de alguna forma ese espacio de medios posibles necesitamos de reglas o estrategias de selección, de tal forma que elegir algo concreto en un momento dado sea una tarea relativamente asequible y sencilla de dirimir.

Conforme el producto final buscado sea más ambicioso, naturalmente los medios serán muchísimos y más difíciles de normativizar en detalle (dicho sea de paso requerirán un proceso de asimilación cultural amplio y sofisticado). Una de las funciones de las ideologías será proporcionarnos claves sintéticas que nos permitan acceder a ideogramas reagrupadores de segundo orden, algo así como artículos dentro de la dispersa enciclopedia de posibles.

En nuestra época asistimos a una auténtica revolución de las relaciones personales y familiares que han acompañado a los no menores espectaculares cambios económicos, técnicos y políticos.

La familia se ha reducido ostensiblemente, centrándose en los cónyuges y los hijos, mientras que los abuelos tienden a vivir una vida independiente y las relaciones familiares colaterales pierden importancia. La extensión de la escolarización, los electrodomésticos, la presencia de la mujer en la vida social de una forma completa, el cambio de valores de lo masculino y lo femenino, son algunos de los factores que han incidido en un viraje considerable en la forma de ser de la mujer, de las relaciones de pareja y con los hijos.

A muchos de estos cambios han asistido sus protagonistas carentes de una tradición cultural que les permitiera una vida sencilla y avalada por una experiencia fructífera. Mas bien han actuado como pioneros que necesitaban construir sobre la marcha las normas de comportamiento a seguir en el torbellino de las contradicciones.

Como rédito de los trabajos elaborativos van surgiendo propuestas -con frecuencia a cargo de minorías activas(1) organizadas sintéticamente, con título manejable, transmisible y contenido susceptible de ser aprendido.

Por ejemplo, nos encontramos con nuevos ideogramas como /pareja abierta/. De igual forma que antaño alguien podía decir "quiero casarme" y con ello iba de suyo un tipo de familia tradicional con toda una serie de nudos argumentales clave (noviazgo, boda, la mujer dedicada al hogar, crianza y educación de los niños, etc.) Hoy podríamos decir "quiero formar una pareja abierta". Con ello ya van engarzadas algunas ideas fundamentales que son orientativas de por donde se desea canalizar los acontecimientos.

El ideograma de /pareja abierta/ lo traemos a propósito para mostrar un tipo de proyecto verdaderamente arriesgado: aunque firmemente diseñado en sus generalidades puede verse infinitamente más inconcreto o asegurable que objetivos de éxito matemático como los casos sencillos de acción del estilo de abrir una ventana.

Seguramente tendremos una serie de interrogantes, de no poca importancia, que ni siquiera están elaborados en el macro-plan del ideograma. Por ejemplo, qué hará la pareja cuando se vea en el atolladero de necesitar tiempo para llevar a la vez una intensa vida de realización personal y social, mantener unas relaciones amorosas sublimes y alejadas de toda hipocresía e incomunicación, tener unas excelentes relaciones con los hijos llenas de sana ternura y amistad? Y qué decir de la liberalidad sexual? cómo reaccionar o de qué manera responder a ese tipo de sucesos de forma que nada se ponga en peligro o a ninguno de tantos deseos considerados irrenunciables se tenga que claudicar? Verdaderamente nuestros propios ideales de vida, las ideologías por las que decidimos orientarnos, nos pueden dar muchos quebraderos de cabeza, sobre todo cuanto más sublimes sean.

Más que de medios insuficientemente sabidos hablaremos a continuación de aquellos casos en los que alguna traición puede marcar con su sombra siniestra la supuesta fidelidad con la que los medios tendrían que servir a los fines. Especialmente cuando:

1) Hay un error de encaje
2) Hay una insuficiencia de los medios real o irreal
3) El medio es enemigo del fin
 

Error de encaje

Los nudos lógicos y su sujeción a la red de infinitesimales hilos que organizan las conexiones necesarias, conforman el tejido de sostén del acto. Los medios, con la particularización y concreción que arrastran consigo, vienen a ser el material con el que esculpimos el acto.

Si surge otro producto del esperado, siendo mejor, cambiamos de deseo para apropiarnoslo con rapidez y sin apenas esfuerzo; siendo peor, se convierte en engendro, aberración o sencillamente otro, insuficientemente querido y gozado.

Con el error la hilatura no se curva en el ángulo previsto. Los medios desbordan con tu terca resistencia la ductibilidad esperada de ellos. El acto, que a pesar de su deformidad es nuestro hijo, prueba sobre la perversidad de los materiales germinales tanto como desdice nuestro poder-hacer el querer-hacer. El medio se vuelve menos plausible y el fin cada vez menos dado por hecho antes de hecho. Si se quiere, hay más desconfianza conforme aumentan los riesgos, y hay más confiado goce anticipado cuanto mayor sea la adecuación de medios.

A nosotros nos toca vivir una época de aires apocalípticos, repleta de recursos que soportan un constante riesgo: en la vida de pareja, en las relaciones sociales, la vejez, etc. A las ciencias sociales les cuesta estar a la altura de éste panorama, o llegan tarde a socorrer al desorientado, o se aíslan por falta de un canal de transmisión.

Cuando los medios distorsionan un objetivo hay un límite de tolerancia para que el producto final responda un mínimo aceptable. Puede presentar algunas imperfecciones, pero si son irrelevantes ningún afán desmesurado de perfección tendría que contrariar razonablemente su aceptación.

Si ha habido un trabajo de encaje, se trate de una toma de conciencia de los deficientes resultados que localmente se van dando o de una acción estirada hasta la prueba final, en cuanto a la consideración de su éxito, hemos invertido en ambos casos tiempo de existencia. Al sujeto se le presentará una especie de necesidad de compensación, considerando rota la trayectoria que se proponía en su vida, y el nivel de intensidad alcanzado determinará el rasero por el que medir la mejora.

El poder revitalizante de la superación proviene de la especial hazaña que representa. Reconforta al sujeto porque lo entronifica como héroe.

Efectivamente, podemos comprender la sima profunda en la que le sumerge el fracaso, la difícil papeleta de rehacerse, los trabajos forzados mezclados de continuas tentaciones de renuncia, la paz que en cierto modo daría resignarse, el pathos de no poderse abandonar porque su vida es su pasión de ascenso (a los cielos o a las cimas, pero se trate de una ambición terrestre o divina está igualmente comprometido a ser competente).

Los medios no encajan por sí mismos, sino por mediación del sujeto que los va insertando en el hilo conductor que va diseñando como estrategia realizativa. El aprendizaje le puede facilitar las cosas, puesto que le permite disponer de patrones de conducta que simplemente hay que retocar en pequeños detalles. Nuestra sociedad nos provee de numerosos patrones o esquemas culturales de actuación, que asumimos a modo de normas de actuación (en un sentido amplio de norma que va más allá de lo jurídico). Estos esquemas técnicos a menudo encajan a su vez en teorías, en epistemologías de la técnica, de forma que la coherencia con los sistemas generales de valor sea lo máxima posible.

Desgraciadamente no somos todo-poderosos, esta situación ideal puede tener lagunas y contradicciones: lagunas de aprendizajes mal realizados, con sesgos que distorsionen los resultados, los mismos esquemas vigentes socialmente no siempre serán lo satisfactorios que sería de desear, la teoría de la técnica también puede estar incidiendo en crear puntos de ceguera y oclusiones, o bien -lo que es más frecuente- ha habido un desplazamiento conceptual que no ha tenido todavía un correlato en el ajuste de medios, de forma que seguimos empleando medios que ya no nos conducen como y donde queremos. Así mismo, los esquemas culturales, aun siendo predominantemente correctos, nunca son completamente utilizables a todo tipo de situaciones, sobre todo si son novedosas, de forma que continuamente nos vemos obligados a añadir cláusulas aun a los conocimientos más arraigados.
 

Insuficiencia de medios real o irreal

El hombre es actor y espectador de su vida, pero puede llegar a ser mal juez acerca de su poder, o lo que se le parece mucho, insuficientemente hábil en explotar sus límites.

Entre el inicio y el fin de una acción, que configuran el espacio de responsabilidad del sujeto, una dosis de conciencia se invierte en vigilar, exactamente cuando vigilar es un fin provisional encargado de constatar la oportunidad del encaje de los medios o bien diseñar las operaciones correctoras que el grado de adversidad de lo real plantea siempre a los fines.

Cuando el fin es una especie de imperativo categórico que exige el sacrificio de todo, nunca acaba por alcanzarse. Esta es la forma extrema en la que algo vicia de insuficiencia los medios, tornando el objetivo imposible. Si entonces volvemos la mirada al sempiterno desatarse de la reflexión que surge, nos devolverá la inspección un poder empequeñecido, un error en el balance de méritos y capacidades, un elemento no tenido en cuenta, una adversidad excesivamente azarosa.

Si un sujeto quiere alcanzar metas sublimes de pura belleza, perfección suma, originalidad excelsa, es muy probable que a la borrachera le siga una resaca, comprimido el sujeto por los giros establecidos por dos polos entre los que oscilará, la amarga confesión de la imposibilidad de ser el hombre que quiere ser y el intento de dignificar lo trágico de tal imposible con tal de no resignarse del todo.

También cuando alguien se da una misión sublime sin sentirse sublime, pretende ser el único en oír un mensaje que le conduce al martirologio, a ser víctima de su propio testimonio, se da de común con el caso anterior una fragilidad que es consecuencia de la fuerza abusiva con la que se quieren romper los límites. Como no se puede satisfacer el deseo sólo con imágenes, ni revindicar una anomalía transformándola en mérito o misterio, sólo la adecuada aceptación del cuerpo temporo-espacial y de las limitaciones conducirán a una superación del desajuste.

Siempre el hombre en acción tiene algo-que-ser, por lo que también se puede cuestionar -extralimitando las cosas- hasta qué punto los otros pueden llegar a darnos o robarnos ese ser, pensando que si lo dan es que no era nuestro y si lo hurtan ya no lo poseemos. Tanto lo uno como lo otro son fórmulas de vaciamiento. El poder-hacer queda desactivado por un prurito de autoría: si lo nuestro debe algo o depende por entero de los demás ya no sirve poder-hacer lo que se vive como empresa ajena o falta de empresa.

En la asunción de valores siempre podemos recorrer los hilos que conducen por canales en los que la información nos ha llegado o la hemos buscado en el marco de nuestro ambiente.

Lo que consideramos mérito lo es en tanto que existe algún tipo de regla para lo socialmente aceptado, sino en la totalidad del sistema social, sí en el círculo de influencia en el que estamos más implicados. Las relaciones con los demás, e incluso con la mayoría de objetos que nos rodean, son en cierto modo el vehículo que nos arranca del ensimismamiento en el que pudiéramos creer estar sumidos, mezclándonos con el todo en el que estamos participando. Es asunto nuestro si entonces desentonamos o no ante la mirada que a su vez nos sorprende existiendo en el territorio común.

Al dividir entre /yo/ y /mi educación/ el sujeto se escinde, considerando con asco lo que ha aprendido -y por lo que ha llegado a ser lo que es, nada menos- como no siendo el yo-mismo, sino un apéndice, un vestido que si quiere se lo quita. En estas circunstancias sería de esperar que a la hora de la verdad apareciera el cuerpo de lo auténtico que se muda al antojo de modas. Pero no hay esa división entre contenido y envoltura! Ni el contenido auténtico deja de estar vestido de cultura aprendida, ni lo superfluo ha podido nunca formar parte sustancial de la definición clave del yo-mismo.

Eso sí. Lo que somos o no somos lo hemos decidido, y seguimos decidiéndolo. Por consiguiente, porqué no podríamos cambiar de ser? El ser es mudable porque es una idea sintética que llamamos "nuestra identidad" . Al concepto de identidad van a fijarse, transitoriamente, nuestros planes de vida actuales, nuestra historia, no tanto como relato episódico cuanto bagaje utilizable en nuestras coordenadas presentes, y finalmente el tejido que sostiene, volviéndolo coherente, nuestro saber temporal: cómo reaccionamos o queremos reaccionar frente a situaciones diversas, criterios de juicio, puntos de referencia para resolver problemas, nuestros métodos heurísticos de ir a parar a donde preferimos.

Ya que aseveramos la posibilidad de cambio de algo que intitucionalizamos como vigente en cada momento o decidimos variar, donde estarían los límites del cambio y de lo auténtico?

El sentido de auténtico es lo decidido y asumido en nuestra identidad, para no confundirlo con los saberes que podemos asignar a los otros o que son rechazados o que nosotros asumimos en cierta edad y luego abandonamos. Entonces no hay necesidad alguna de negar nuestro punto de partida si queremos transformar nuestras definiciones de identidad, y al mismo tiempo ello exigirá un trabajo que no podemos eludir: es por un hacer, por una criba intelectual que vaya atando los cabos sueltos que en la coherencia de un sistema introduce una novedad como llegaremos a ser lo que queríamos ser. Si renegamos de algo que asumimos pensando que fue a parar tramposamente a nuestra identidad, como pegado a ella en un momento de descuido, ésta es una forma de pretender cambiar que impide el reconocimiento, el adecuado reparto del pastel de lo que es o no es nuestro, y se corre el riego de introducir una distorsión tal que se vuelva el cambio imposible o bien que el sujeto se dedique exclusivamente a eliminar identidad sin al mismo tiempo construir una alternativa superadora.

Hay vicisitudes en la vida humana que se prestan a crear crisis de identidad: la magnitud del cambio o el grado de confusión pueden ser tales que el sujeto se vea desbordado en su tarea de dar por buena una identidad con la que identificarse frente al mundo. El lector podrá reconocer con facilidad el caos introducido por un cambio de valores que ordenan la conducta en un grado de generalidad muy amplio: la conversión o desconversión religiosa, un ideario ético-político definido, el pasaje de niño a adulto o de adulto a viejo, los cambios de estado de soltero/casado o casado/separado o viudo, una enfermedad crónica, la inmigración, la prisión, y todas aquellas situaciones vitales de gran envergadura, que tienen características envolventes en tanto involucran a la persona en toda su extensión.

En cualquier conservación o construcción de identidad estará presente la sombra de lo social. La participación en la sociedad la podemos pretender minimizar considerandola gradualmente más pequeña conforme pensamos con los ojos abstractos de un sujeto colectivo más amplio. Lo pequeño nunca llega a desaparecer por más que se reduzca, y mientras exista tendrá que contar en el magno conjunto como mérito o demérito, o simplemente como contribución a algo que se hace con nosotros.

Digamoslo de una vez. No hay autoría del todo tal como la individualidad con toda la pompa de su énfasis no elimina la eterna presencia de la colectividad.

Hay un respecto-a cuando realizamos una imputación. Si me apropio de una certera opinión que escucho y ello en un bloque mimético con un determinado gesto corporal que ejecutaba la persona que hablaba, y luego, juzgando con malos ojos el gesto inútil que he copiado, en lugar de despojarme simplemente de él quiero erradicar la opinión justa como elemento considerado igualmente injerente, introduzco el ladrón en casa: todos los gestos y opiniones se han formado en mí por intermedio, gracias o a pesar de otros. Tenemos un origen, un constante punto de partida, y cualquiera de nuestras cosas podrían ser candidatas a cosa prestada incompetentemente, desde nuestra forma de caminar, nuestros hábitos lingüísticos a todos nuestros ideogramas. Solo un anhelo desmesurado de originalidad podría seguir tales derroteros.

Pero no se crea que las locas pasiones extralimitadas se toman al pie de la letra. Mas bien están teñidas por una sensación angustiosa que acompaña a la insuficiencia del anhelo. El sujeto huye hacia adelante, se da en ráfaga, en acumulación o en terca resistencia a fin de no confesarse nunca la insuficiencia que de entrada ser limitado le plantea.

El poder-hacer tiene que aceptar una imprescindible posición original, cualquiera que fuese, y no puede contemplarla como algo que ocurra exclusivamente en una constelación particular. Todos los vivos somos seres-nacidos-en una época, una familia, una situación social. De esta matización nace el enredo, el equívoco de considerarse un sujeto despojado de un origen del que partir en nombre de que lo cuestiona como su origen independiente de los otros.

En cambio hay otra versión que podría aplacar el ánimo del sediento de originalidad: si acepta el poder-que-tiene, y no se empeña en una pasión imposible de realizar, entonces hará lo que quiere hacer con todo lo que puede. Los propósitos tienen limitaciones de medios, claro está, que conllevan el penoso reconocimiento de un poder empequeñecido, pero mal predispuestos a operar tal reconocimiento sólo se logra llevar más allá el ansia, sin convencer al sujeto del todo, o recortando su poder más acá del que es, sin que pueda tampoco taparlo con ese tinte.

En otras palabras, la pérdida nunca es de esencia, sino más bien de tiempo, y la verdadera desgracia proviene de que tenemos límite de tiempo. Me puedo demorar un año en penosas dudas sobre si puedo o no puedo levantarme de la silla; lo malo que hay que aceptar es que he gastado un año de mi vida en esa minúscula decisión. Ello no ha deteriorado mi poder, sino que ha enturbiado su funcionalidad, por hacerme ir a cámara lenta. El sujeto en éste tipo de situaciones tiene la impresión de que la duración se ha suspendido, que todo se ha pasado como un suspiro.

La unidad del /yo/ proviene de un reconocerse en circunstancias cambiantes e intentar realizar síntesis que permitirán dar una respuesta a las posibles secuencias venideras, ganando en coherencia y eficacia. Es por consiguiente una estructura temporal con un eje puesto en la realización presente.

Si un odio no se pone en curso realizativo y se pretende que una destrucción imaginaria a distancia haga las veces, se disloca el tratamiento del tiempo al servicio de la realización, y por lo tanto no se calculará bien lo que esa ocupación de tiempo indebida resta a los diversos momentos de acción, ni tampoco el sujeto realiza síntesis que sean congruentes con las situaciones cambiantes que le toca vivir. Pierde plasticidad, va a destiempo, a contracorriente, contrariado y confuso. Siguiendo ese derrotero el sujeto podría llegar a de un exceso de negatividad, una crítica ineficaz que conduce a su vez a un trastorno del tiempo. Podríamos añadir a éste tipo de extralimitaciones otras que pueden conducir a una alteración del sentido del tiempo: la pretensión de ubicuidad, eternidad o reencarnación(2).
 

Excelencia irreal de medios

Los medios están inflados con aires de prepotencia y la confianza con la que cuentan como garantes de éxito arrojan al sujeto a la imprudencia y a empresas temerarias.

Hay una especie de acto de fe que espera crear el objeto que sin ella no se daría. El empuje con el que se precipita la suficiencia de medios considerada se realiza con la técnica de la exageración, con una sinécdoque que va de la parte dominada realmente a la perfección pretendida.

La forma de saltarse la inseguridad que da saberse peligrosamente limitado es aumentando el volumen del mérito. Se sabe que se excede porque hay que preparar la escena con la dramaturgia adecuada.

Nos podemos encontrar con una exaltación desmesurada del medio como también una excelencia negra, en la que se descubre perpetuamente la corrupción e imperfección de todo. Para nuestros fines juzgaremos el abuso negativo y el positivo por el mismo rasero, son arrogancias que tratan de zafarse al problema de su fundamento.

Que hay una tecnología de por medio lo demuestra el hecho de que se necesita vocear y no se hace el sujeto escuchar por su tono natural. Tampoco se trata de que los demás sean sordos a sus méritos, sino que necesita imponerlos engrandecidos debido al peligro constante que le amenaza de que sean vistos como insuficientes.

No es necesario que el peligro del que hablamos sea inventado para que consideremos la extralimitación, aunque ello la acentuaría, estaremos más cerca de la cuestión si entendemos que la excelencia predicada del medio va acompañada de los perjuicios que la misma ambición causa por otro lado, atendiendo al panorama general. Impostar fuerza debilita el lado descuidado de la fortaleza del que sacamos las tropas de refuerzo. En esto también el tiempo dice la última palabra.

Con frecuencia el mitómano recrea una imagen de sí mismo espectacular creyendo granjearse la admiración pública y los beneficios que unos medios tomados como superiores le proporcionarán abriéndole las puertas del crédito social. Ello le lleva a falsear sus propios méritos, con lo que cada vez puede contar menos con habilidades irreales que necesita para estar a la altura de lo que dibuja. A mayor irrealidad más altura para una caída posterior. Supongamos que dice haber conseguido un premio del Ministro y los demás de felicitan por ello, quien goza por todo ello? Las loas en realidad van a parar al personaje ficticio, vicario del sujeto, que a lo sumo goza de rebote, aunque más bien todo ello está mezclado con el temor de ser descubierto. Sabe manipular la mirada y la pose de borrego del sincero, y alivia sus males aumentando su propio vicio de mentir, hasta que el otro, prevenido finalmente, le da la espalda irritado por la estafa de la que ha sigo objeto. Tiempo perdido. La falsa imagen construida nunca encaja con la real, y contra más secreta se torna ésta última, menos existe para nadie.

Tal podría ser para nosotros la moraleja de la irrealización de la excelencia. El fantasma es un hijo que devora a su autor. Colocaremos un limite a la realidad de los medios con tal de evitar generaciones antropófagas.
 

El medio enemigo del fin

El hombre conserva el nivel de inteligencia automatizada, pero subrepasandolo en un marco de decisiones flexibles. Los actos que se fijan pasan a ser soporte de medios complejos en amplios diseños de conjunto. Los elementos que se consideran son síntesis de multiplicidades inferiores como una unidad de discurso supone una articulación base cuya sistematización se ha alcanzado en un proceso de aprendizaje. Cada agrupación sinóptica es un pequeño sistema, resultado de la cohesión interna del colectivo del que es unidad, poseyendo aquel grado de libertad y autonomía que le da precisamente ser un elemento-a-limitar en un nuevo conjunto.

Los elementos que forman el conjunto que a su vez es un elemento de otro conjunto, funcionan como tales gracias a la existencia de los conjuntos superiores que definen sus reglas de juego, y tales reglas serían impensables sin contar con la naturaleza propia de los elementos mínimos, incluso cuando funcionan aparentemente subordinados. Todos mandan y manda el todo.

Es de suponer que el progreso humano tiene mucho que ver con sucesivas elevaciones de nivel de segundo, tercer... enésimo orden. Una manera de retratar esta conceptualización sería la siguiente: considerar que la cultura de un ciudadano medio representa un enésimo orden respecto a las generaciones anteriores. Quiérase o no, representamos un compuesto generado, fraguado durante miles de generaciones.

Una estructura generativa abierta hacia el futuro puede en principio contradecirse en cualquiera de sus puntos, bien porque se entienda que las conservaciones de órdenes-base implican ultimaciones en su definición actualizada o porque la masa de autonomías sujetas no dejan de implicar un producto residual de variación. Lo que en un momento histórico se considera un lapsus en otro podría tener un status de innovación lingüística. O bien, nunca está tan exactamente delimitado aun lo más sujeto, como por ejemplo el sonido de un fonema o el sentido de un concepto, como para que finalmente puedan realizarse retoques en los consensos de sonido, de significado o incluso en las prácticas discursivas.

Tanto más la remodelación se llevará a cabo si atendemos a la sobre-posición: la nueva combinatoria lucha por articular un nuevo conjunto producto de subconjuntos, entablándose la lid de fijar la inicial falta de coordinación.

Conforme nos vamos elevando sobre materiales relativamente dominados -aunque como acabamos de ver, continuamente ajustados- hacia órdenes complejos de encaje, caracterizados por una máxima maleabilidad, también aumentamos proporcionalmente el riesgo de esa flexibilidad.

En un extremo hemos logrado consolidar rutinas que dan muy poco trabajo desencadenar y adecuar, en el otro, que por lo demás suele ser el que posee un grado mayor de conciencia, apenas poseemos algunas líneas directrices como principios ordenadores, dejando el resto a la improvisación.

Al primer nivel corresponden los hábitos y técnicas corporales más arraigadas, al último normas abstractas, principios epistemológicos y metodológicos que serán la clave con la que desarrollar un trabajo de ordenamiento.

Uno de los muchos riesgos que corren nuestros proyectos de alta sofisticación es el que aquí comentamos bajo el epígrafe de rebelión del medio, y que consistirá en el fracaso de la sujeción de un elemento con alta autonomía. Versando nuestro tema sobre extralimitaciones, seleccionamos aquellos fracasos que parten de un límite contradicho pero aceptado como necesario.

Este tipo de fracaso articula mal el tiempo. Ya hemos insistido en que el medio es en el momento de su realización fin provisional, porqué entonces iba a abandonar esa provisionalidad, razón de su rol de siervo? Planteado así, la solución es fácil: el sujeto no lo finaliza como provisional. Alarga el trabajo de realización del medio aumentando la cuota de fin, y al desarrollarlo olvida en el estiramiento su límite, con lo que acaba convirtiéndose el fin al que servía en mero pretexto, un medio para llevar adelante su ardor extralimitado, y por lo tanto desestructurante.

También puede ocurrir que el medio sea falsamente visto como enemigo del fin sin serlo realmente. Estaríamos en presencia de una sospecha infundada, y por consiguiente en el capítulo de las extralimitaciones de desconfianza.

Hay un límite para desconfiar de uno mismo, ya que lo mal que podamos funcionar puede estar también en la parte de la división sospechadora que juzga al sospechoso. No sólo debemos ser objeto de recelo, sino además sospechosos sujetos sospechadores, con lo que limitaremos la cantidad final de suspicacia. Esto descontando por demás la natural relación entre búsqueda abierta al estudio y datos dados por buenos para tener algo que investigar, de lo contrario sucumbiríamos de nuevo al abuso.


1. S. Moscovici, "La psicolog´ia de las minorias activas", Ed. Morata Madrid 1981.Y  G. Mugny, "El poder de las minorias", Ed. Rol SA Barcelona 1981.
2. Nos inspiramos en este punto en el libro de Edgar Morin, "El hombre y la muerte", ed. Kairos, Barcelona 1973. La extensión del tiempo después de la muerte tiene la virtud de otorgar un margen tranquilizador a una finitud trágica cuyo poder perturbador queda atemperado. Relaciona así mismo la aparición del concepto de individualidad con las distintas concepciones antropológicas sobre la muerte. Recordemos también que Platón, en "La república", utiliza el argumento de la reencarnación para reforzar la necesidad de la virtud de la Justicia: por un lado el acto injusto paga un precio si se piensa en términos de largo plazo, y por otro las almas regresan del Leteo si se ha vivido justamente (Libro 10, IV y ss)

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