LOS LÍMITES DE LAS PROPIAS ELECCIONES
©José Luis Catalán Bitrián
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Habría cierta imposibilidad de decidir cambiar toda la ordenación de los programas de acción de una vez. Primero porque la instancia decisoria tendría que basarse en una idea previa de lo que se ha de cambiar, en segundo lugar porque el pasado episódico ha de ser forzosamente parte de la historia de tal hipotético cambio, y en tercer lugar porque hay un límite de tiempo mínimo en el cual una transformación podría conseguirse.

Somos lo que hacemos en el sentido de referirnos al conjunto de saberes que nos permiten definirnos sintéticamente. La relación al ahora es parte fundamental del reconocimiento. En el pasado las cosas sucedieron de un modo, pero no interesa tanto esa modalidad para ser-ahora-lo-que-somos como lo que de ese pasado queda como conocimiento aplicable.

Tal vez cuando estábamos exaltados por el poder recién adquirido de caminar esa euforia nos definía entonces como recién estrenados. Pero ahora lo que cuenta para definirnos es la capacidad aprendida de caminar.

Por otra parte, si desde entonces caminamos es que continuamente hemos sostenido como válida esa capacidad, a diferencia de otro tipo de hábitos, como por ejemplo chuparnos el dedo. Efectivamente, ser chupadores de dedos o caminadores, lo éramos entonces, pero en el momento actual somos aquellos que sostienen el hábito de caminar, e implícitamente aquellos que dejaron de ser chupadores de dedo.

El niño que fuimos, lo que en un momento dado del pasado constituía el bloque de deseos, capacidades, elecciones que nos definían como tales, todo ello ha dejado de existir como conjunto.

En la transformación de las definiciones de ser-así hay cosas que se abandonan a lo episódicamente rechazado y otras a lo episódicamente instrumentalizado. De ahí que podamos deducir que continuamente tenemos que elegir-qué-ser para ser como queremos.

Claro está que tampoco podemos ser lo que se nos antoje, no podemos transformarnos al filo de la fantasía sin acabar de concretarlo por acciones exitosas. Hay una gran diferencia entre querer-ser en un momento anticipatorio y serlo en proceso de realización. Sólo por las acciones concluidas podemos dar por hecho un ser que queríamos, como sólo después de enjabonadas y enjuagadas podemos dar por lavadas las manos que queríamos limpiar.

Es cierto que podemos ser aquellos que querían ser de esta o aquella manera, sin haberlo logrado, pero no aquellos que no quisieron lo que han llegado a ser para a continuación definirse por lo que querían. Además, no hay lagunas de querer-ser, momentos en los que nada quisiéramos.

Lo que sucede en tales reconocimientos problematizados es más bien una mala fe en no aceptar lo que realmente se quiso. Esto es sobre todo el caso de las obligaciones, cuando hay fuerza mayor en campos de elección muy reducidos.

Plantearemos a continuación algunas consideraciones básicas a propósito de lo ya elegido.

Entre varias posibilidades a elegir, decantarse por una acaba el acto de elegir. Elegir qué desear es una acción mediadora de concretar algo que desear, y por lo tanto finalizarla implica algo que ya se desea. Este deseo nacido tiene su tiempo de realización antes de que se consuma. Durante su proceso de realización puede fracasar entre otras razones:
 

.por verdadera imposibilidad realizativa concedida
.por falsa imposibilidad concedida
.por ser negado activamente por otro deseo
.porque la concepción y diseño del deseo relegado al olvido para atender a su realización programada es negada como existente (el sujeto cree vivir un "ímpetu enemigo" que le "obliga" a actuar)
.porque hay una escisión de deseos incompatibles de parecido rango que oscilan como lo que se propone jerárquicamente relevante (en t1 el deseo 1 es el que prima y en t2 es el deseo 2, siendo en cada tiempo alternante t3 y t4 de nuevo ascendidos y descendidos a prioritarios) Esta labor de creatividad y zapa, sólo puede terminar con la renuncia a uno de los deseos.


Cuando el deseo elegido proyecta a largo plazo la acción hipoteca el futuro. Pero el futuro es el adelanto del presente.

Conforme el presente trata de ir a la par de lo deseado anticipatoriamente va reduciendo el campo futurizado del deseo concreto que consume, al mismo tiempo que van creándose nuevos horizontes. Si bien cuando había un determinado conjunto de expectativas un deseo preciso podría ser coherente con el mundo venidero, otro mundo puede volverlo inadecuado, de manera que su espera ya no es un goce prometido.

En este último caso hay que redefinir el deseo, cambiarlo por otro análogo o completamente nuevo que encaje con la coherencia actual del orden interno, aquel que va definiendo la actividad de síntesis temporal aceptada para el conjunto presente de objetivos.

Los modelos ideológicos vienen a ser los patrones que clasifican la realidad, pero no sólo en el sentido de lo objetivado que hay en el mundo, sino también la posición que pretendemos ocupar en ese mundo.

Los deseos a largo plazo, para fijarse en estructuras que garanticen la probabilidad de su cumplimiento a pesar del desorden, necesitan subordinarse a modo de derivaciones de proposiciones ideológicas, o bien consistir en un esquema ideológico de rango superior. Con ello se atiende a la vez al conocimiento prepositivo (a la parte de ajuste a normas previas) y a lo que estas proposiciones tienen de ordenamiento de la acción.

Creer que la familia es una forma superior de organización social, es también querer formar una, aunque en el presente la realización esté suspendida provisionalmente o problematizada. Si bien el grado de problematización de ese deseo puede ser demasiado alto como para ser viable, ello no le quita capacidad de expresar deseos distintos como por ejemplo de relacionarse con familias, favorecer una política que la apoye, etc.

La ventaja de la macroproposición ideológica consiste en su potencia expresiva de múltiples deseos.

Por otra parte habremos de tener en cuenta la economía que representa para el ser humano utilizar su conocimiento, todo su cuerpo al servicio de lo que desee. No es que cada deseo tenga su peculiar expresión, o sus medios específicos que se reservan en exclusividad. Mas bien cada deseo utiliza todo lo que puede favorecer su éxito.

Así, la mano es el medio princeps para la prensión de un objeto, pero no estamos cogiendo nada, sino por ejemplo charlando, podemos utilizarla como factor expresivo, como también el ideograma /familia/ no para formar una sino para hacer un chiste.

Cada acción tiene un sentido lógico desnudo, como podría ser /pasar un rato agradable charlando con amigos/, pero en la acción concreta vamos con todo el cuerpo, con todo nuestro conocimiento, y por tanto tenemos que "vestir" la acción que estemos haciendo con todo lo que somos sin que ello la aplaste, sino que la favorezca al máximo.

De ahí que parezcamos tan uniformes bajo el punto de vista del esqueleto estadístico pero tan peculiares en la acción vivida.

El resto no absolutamente imprescindible para la acción, no necesariamente distintivo para ella, hay que entenderlo: nunca puede eliminarse porque siempre se realiza como medio de dicha acción.

Los medios poseen una densidad tal que permiten el máximo de eficacia y flexibilidad. En lo que nos distingue de las realizaciones maquinales, que aunque en ocasiones pudieran parecer más eficaces que nosotros bajo el rasero de la productividad de que se trata pudieran igualmente atascarse en la cuestión más tonta que un niño resolvería.

Con esto se pone de manifiesto como, instante por instante, estamos volcados provisionalmente en lo que hacemos sin que ello quiera decir que nos olvidemos de variar de metas según lo programado o lo que seleccionemos. Para ello el saber ha de ser reversible, se tiene que dejar despojar de fines particulares para poder ser utilizado según la conveniencia actual, que a su vez le devolverá momento seguido su disponibilidad.

El deseo en curso actualiza paso a paso esta estructura reversible, llevando a cabo una programación ideológica cuyo orden permite tanto saber qué hacer ahora como la forma de realizarlo del modo más completo posible. La ideología asumida no funciona como una apelación al Olimpo de los dioses mayores, sino como un bucle que nos permite hacer según somos y queremos ser.

Esta es la forma en la que podemos abordar el cambio cultural o la practicidad del conocimiento. La información asimilada alimenta los ideogramas asumidos como medios y fines de la acción en el mundo. El aprendizaje cultural, nos limita a ser lo aprendido, no podemos desligarnos de ello, sino a lo sumo replantearnos aquellos ideogramas que consideramos sospechosos de error en algún sentido.

Despojarse de toda ideología considerándola sospechosa o razón de caída en la alienación es un programa iluso. No deja de ser a su vez un ideograma parcial, cuya exagerada ambición vuelve imposible su realización. Nada hay auténtico antes de toda asimilación considerada errónea porque ser auténtico quiere decir asumir lo que se decide en el marco de lo ya elegido.

El rechazo sistemático hacia toda decisión fundada en ideogramas previos sólo conduce a la parálisis negativa de toda acción, a una práctica agresiva que liquida, como proyecto todavía no consumado, todo aquello que se va proponiendo como deseo.

El deseo agresivo en este caso es el único que se salva de la quema y dura mientras hay ruinas en las que poner el pie para seguir destruyendo.

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