La pareja

Por José Luis Catalán
Correo Electronico


 


Aunque nuestra sociedad está aceptando cada vez con naturalidad al solitario que se encuentra en ese estado por principio o por dificultad insalvable, divorcio o viudedad, la inmensa mayoría de sus miembros opta por la pareja como forma habitual y deseable, siguiendo con ello en buena parte los dictados del instinto de la especie humana y en parte los mismos ideales que imperan en nuestra educación.

Hacia el ideal de pareja se preparan los niños desde edades muy tempranas, primero experimentando de forma pasiva lo que significa ser queridos y de qué forma, luego jugando a ser hombres o mujeres, observando la forma en la que se comportan los padres entre sí y aprendiendo el arte de amar a través de las primeras amistades infantiles. No menor importancia la representa hoy en día el aprendizaje de las relaciones amorosas a través de los modelos del cine, que tiende a favorecer en buena medida la importancia del arranque romántico, el momento del reconocimiento del "te quiero", eludiendo u ocultando, como si se tratara de algo falto de interés, los contenidos y el proyecto de vida que convivir en pareja conlleva.

En la etapa adolescente y juvenil se despiertan las ansias de independencia sin saber que esa necesidad de una nueva identidad y libertad tiene la secreta motivación de encontrar personas afines a las que amar y su ardiente deseo de vida apunta ya una futura vida compartida con alguien a quien se ama. Gran parte de la aguda necesidad de actividades y vida social es una necesidad de búsqueda del amor, que una vez hallado acaba con buena parte de la acción trepidante, haciendo que se seleccione lo que realmente nos ofrecía un sentido por sí mismo, dejando en el camino amigos de circunstancias y salidas de relleno.

Elegir la pareja adecuada es una de las primeras obsesiones que tenemos y que nos hacen acechar el aspecto, los gestos, las palabras de los posibles candidatos, tratando de imaginar con cada nueva persona con la que salimos cómo podría ser como pareja, qué nos hace sentir y de que forma el ser de uno y el otro aparecen (porque los seres a veces suman y a veces restan al encontrarse):

Lo que buscamos en el otro es un misterio del que somos realmente poco conscientes, porque puede que nos atraíga lo que no nos conviene, o nos fijemos en una persona porque posee lo que a nosotros nos falta y la admiremos por ello, tal vez esperamos que nos dará lo que no tenemos o que cambiará por nuestro amoroso influjo, con mucha frecuencia lo que decimos de forma teórica no se cumple en la práctica, como si nuestras inclinaciones amorosas se nos impusieran a su antojo sin pedirnos permiso.

Las razones para iniciar un amor funcionan sobre todo para iniciarlo (y también es cierto que si no se iniciara tampoco habría posibilidad de un después), aunque luego pueden ser las mismas razones que dificultan conservarlo y mantenerlo en el tiempo o que podamos llegar a ser felices en la medida de nuestras expectativas (por ejemplo, puedes enamorarte de alguien a quien admiras mucho y luego, cuando consigues que se deje adorar, la desigualdad se vuelve muy problemática).

A menudo dejarnos llevar de una intuición, de un pálpito, de un flechazo o repentino desmayo, de una pasión desbordada nos parecen criterios mucho más certeros que un estudio psicológico-financiero de adecuación. Uno apunta al corazón del querer y el otro a la sensatez de lo razonable. Durante siglos la cultura se inclinó más bien por crear matrimonios basados en intereses económicos y todavía en muchas regiones del mundo vemos cómo los padres deciden las parejas de los hijos como antiguamente hacían nuestros antepasados (nos tenemos que remontar al "Sí de las Niñas" de Moratín para encontrar las primeras protestas de la libertad de los jóvenes para elegir pareja a su gusto).

El cambio del sistema de valores en la ultima mitad del siglo XX ha sido espectacular en lo que refiere a la concepción de la pareja. Parece que ha triunfado la visión intuitiva del amor, la libertad de elegir y de regalo se ha transformado la misma concepción de los roles de hombre y mujer.

Esta influencia ha venido a generar un ideal amoroso muy complejo en el cual debemos amar con una intensidad similar a la más espectacular de las películas de amor -ya que si no nos parecería un amor dudoso de pacotilla-, al mismo tiempo debemos basar ese amor en un respeto amistoso, en un democrático tu y yo, de forma que tu pareja debería ser tu mejor amigo, y al mismo tiempo hemos de aceptar estar en el mundo social dando importancia a la realización profesional de él y de ella, y al mismo tiempo no hay que dar la espalda a la amistad porque es malo encerrarse en la cueva de una relación exclusiva, que sería vista como excesivamente oscura y agobiante, y al mismo tiempo hay que conservar una sana individualidad -porque no suele entenderse hoy en día el Yo muera en el amor, disolviéndose en el Tú como un ejercicio de sublime entrega- y por eso hay que conservar un espacio para las aficiones propias y la realización puramente individual (queremos que el pájaro cantor cante en la jaula de la pareja porque se divierte), y al mismo tiempo, en el caso de tener hijos, hay que tener hijos con los cuales haya un vínculo tierno y amoroso (no como el antiguo temor con el que nos antepasados tenían a raya a los hijos).

Como puede observarse este ideal es una pesada losa en las espaldas de un sencillo mortal, y por ello crece pavorosamente la tasa de divorcios en la medida que aumentan nuestras exigencias incumplidas.

Convivir con la pareja que nos gustaría, nos exige habilidades que en cambio a veces carecemos. Con frecuencia las parejas se quejan de falta de comunicación, como si no pudieran entenderse con el lenguaje porque no lo hay -y entonces imperan los silencios, los mmms y otros sonidos inteligibles, cuando no los hechos consumados como una forma de imponer más que de convencer- o porque se vuelve endiabladamente complicado que hablando se llegue a un punto positivo (porque constantemente una cosa lleva a otra distinta que no tiene nada que ver con la anterior, de la que hay que defenderse inmediatamente con "pero tú.." que nos pierde en un nuevo laberinto).

También es harto complicado integrar personalidades distintas que se han seducido mutuamente en base a la complementareidad y el encanto de la diferencia, ello exige una capacidad de ponerse en el lugar del otro a la que nuestro egoismo nos tiene poco acostumbrados, negociar y hacer transaciones a los que nuestra sociedad más basada en el poder y la fuerza que otra cosa nos tiene muy poco habituados, la influencia de terceros y cuartos en discordia puede interferir más de la cuenta en la vida de la pareja -incapaces de adoptar un papel secundario para permitir el adecuado crecimiento de una nueva familia.

Como convivir no se aprende en la escuela debemos hacerlo a nuestra cuenta, a base de ensayo y error, contrastando ideas y de vez en cuando acudiendo a algún asesor de confianza.

Pero aunque sorteemos la dificultad de constitución de la pareja, el equilibrio puede ser precario porque pueden suceder muchas cosas que cambien las circunstancias. El mundo externo, la cultura y la economía, estan transformándose continuamente y pueden también llegar a nosotros de forma que generen divergencias donde antes había concondancias, hechos fundamentales como tener un hijo cambian de arriba a abajo la estructura de la pareja obligándola a comenzar de cero como si de dos nuevas personas se tratase, y por si fuera poco, ni siquiera nosotros somos los mismos, sino que los procesos de maduración y la edad nos van cambiando sin que nos demos cuenta en el día a día de que esas arenas movedizas estén bajo nuestros pies.

Así que es muy posible que la vida de la pareja se vea convulsionada por diversas crisis en las que se pone a prueba la capacidad de entender lo que está sucediendo y ajustarse a un nuevo equilibrio de forma que la pareja pueda proseguir a satisfacción de los partes. En una de estas crisis existe el riesgo de ruptura porque se llegue a un punto de desamor que ya no tenga retorno ni areglo.

Aunque este panorama es realmente complejo, por suerte cada vez sabemos más de lo que representa vivir en pareja -deseo que a pesar de los pesares no pierde terreno, ya que responde a una necesidad profunda que hace que la vida tenga sentido para nosotros- y el conocimiento nos puede ayudar a tener más exito a la hora de elegir pareja y de saber cómo mantenerla y hacer que nos de más que nos quite, tenemos avances sociológicos, psicológicos y la información es más abundante que nunca haciendo un simple click en un portal de internet o acudiendo al asesor de pareja o comprando alguno de los abundantes libros de formación y autoayuda que existen a nuestra disposición.

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