ANUN2.gif (23914 bytes)

 

PROMOCIÓN DE UNA ÉTICA AUTÓGENA

EN LA PRAXIS PEDAGÓGICA.

 

A mis Padres.

A los escasos excelentes Profesores que me ha sido dado conocer desde el Jardín de Infancia a la Universidad.

 

RESUMEN

El presente artículo propone varios temas de reflexión a cuantas personas, especialmente padres y educadores, sientan la inquietud de conocer las estrechas relaciones causa-efecto, no siempre del todo claras ni conscientes, entre las conductas adultas y sus inevitables repercusiones, a veces dramáticas, en la mente y la afectividad de los niños.

Este trabajo es fruto de la experiencia clínico-psicológica de su autor, a lo largo de más de 25 años de diario trabajo psicoterapéutico con niños, adolescentes y adultos.

___________

 

ABSTRACT

This article offers various topics for consideration to those people –particularly parents and educators, who are concerned about the close cause-effect relations –not always clear or conscious- between adult behaviour and the often dramatic response from children’s minds and affectivity.

The work is the result of the author’s clinic-psychologic experience along over 25 years of daily psychotherapy work with children, youngsters and adults.

___________

 

Probablemente estas reflexiones no constituyan más que un conjunto de obviedades, pero asumo con gusto la falta de originalidad temática con la secreta y compensatoria esperanza de que puedan tener una influencia benéfica, quizás sobre generaciones de seres humanos.

Mi experiencia, mucho mayor como psicólogo clínico y psicoanalista que como docente, me ha llevado a una personal concepción del tema. La ética sería, pues, la consecución de un proceso de aprendizaje psicoafectivo, basado, en sus inicios, en el ejemplo de figuras emocionalmente significativas (padres, educadores, familiares adultos, etc) y que actuaría como injerto provisional en la incipiente personalidad del individuo, hasta alcanzar el suficiente grado de desarrollo del Yo como para que pudiera producirse la aparición y progresiva instauración de una ética autógena.

La clásica oposición entre ética autónoma y heterónoma devino dicotomía incorrectamente planteada, dado que la ética debe ser, para considerarse tal, tanto autónoma como heterónoma. Quizás lo razonable sería establecer la oposición entre una ética autógena y otra heterógena. Dicho de otro modo, ninguna norma tiene capacidad de obligar si no procede y es constituida por la propia conciencia y si no es totalmente respetuosa con las exigencias de la realidad: Esa es la ética autógena.

Inculcar y promocionar en el niño o el educando la instauración y afianzamiento, lo más pronto posible, de esa ética autógena, es, en mi opinión, una de las mayores obligaciones éticas, si no la mayor, de todo padre o educador.

Y esta responsabilidad, que debiera ser tarea gratificadora y estimulante para éstos, desgraciadamente choca con frecuencia con graves escollos que acaban por abortarla. Y esos escollos no suelen ser, sino los derivados de su propia inmadurez psíquica, de sus residuos infantiles, narcisistas y omnipotentes.

Un niño necesita de sus padres: Amor, ejemplo, respeto y cuidado.

De sus enseñantes: Afecto, ejemplo, respeto y conocimientos.

Es tan frecuente como dolorosa la contemplación de demasiados "buenos padres" y de demasiados "buenos educadores" cuya máxima meta pareciera consistir en hacer de sus hijos o alumnos auténticas fotocopias de sí mismos.

Evidentemente esos "adultos" no han descubierto todavía:

 

- Que un amor sin respeto no es amor, sino burda manipulación.

- Que los niños, aun desde las edades mas tempranas, sienten, piensan, opinan, discrepan, tienen gustos y preferencias...y que experimentan la profunda necesidad de exteriorizar todo eso, y que todo eso sea escuchado, atendido, valorado, comprendido y apoyado.

- Que si, por temor al rechazo del adulto, el niño reniega de su propio sentir y de su propio pensar, no quedándole más recurso que falsificarse a sí mismo e iniciar un proceso de aprendizaje de roles, supuestamente deseados y/o exigidos por sus mayores...el niño los aprenderá, reprimirá su propio mundo interno, su más genuina identidad, para iniciar el tortuoso y alienante camino de la neurosis, que impedirá su desarrollo psicoafectivo y su felicidad presente y futura. A esto habrá que añadir el ingente monto de agresividad, generada por la frustración experimentada, y que, una vez más, el niño se sentirá impelido a reprimir, si no quiere sucumbir a un mundo insoportable de sentimientos de culpa.

- El precio a pagar por el brutal desgaste energético implicado en el proceso represivo será, a todas luces, elevado. Más bien pronto que tarde aparecerán síntomas, déficits, dificultades de adaptación, aprendizaje, rendimiento escolar, enuresis, supuestas dislexias, dislalias, discalculias y "dis-casi-todo", que no serán un problema, tal como lo percibirán los padres, profesores, e, incluso, lo diagnosticarán los bienintencionados psicólogos escolares, será sencillamente el SÍNTOMA del PROBLEMA, del gran problema, probablemente el único y fundamental problema psicológico del ser humano de todas las edades y de todos los tiempos: la ausencia de AUTOESTIMA, con las gravísimas secuelas en todos los órdenes y etapas de la vida, que no son difíciles de imaginar. Por ejemplo:

Personalidades neuróticas, obsesivas, histriónicas, angustiadas, ansiosas, agresivas, hiperkinéticas, adictivas, con serias dificultades de adaptación familiar, escolar, social, laboral, de pareja etc. Con todo tipo de posibles trastornos psicosomáticos, anorexia, bulimia, etc. La lista podría ser interminable.

 

_____________________________________

 

El trabajo clínico y psicoterápico de más de 25 años con niños, adolescentes y adultos, me lleva a hacer hincapié también en los siguientes puntos, si queremos lograr un mundo en el que los adultos sean algo más que niños de 30, 40 o 50 años ( no olvidemos que no es lo mismo cumplir cuarenta años que cumplir cuarenta veces el mismo año):

 

- 1. El poder de la palabra del adulto, padre o profesor, sobre el niño, sea dicha en el tono, volumen y reiteración que sea, es absolutamente inoperante si no coincide, escrupulosamente, con la conducta manifiesta del que la pronuncia.

Es más, cuando dicha coincidencia – coherencia, diría yo - no se da, no es ya que resulte inoperante, es, más bien, exasperante, frustrante, y descalificadora del que la pronuncia.

Si este dato fuera conocido por padres y docentes, a todas luces se produciría un ingente ahorro de saliva, y se evitaría un desperdicio de energías psíquicas y físicas de proporciones insospechadas.

Si un padre, un profesor, desea inculcar en el niño una determinada pauta de conducta, es suficiente con que la practique él. Eso será, para el niño, de muchísima más utilidad que horas de insoportables "charlas" sobre lo que se debe y lo que no se debe hacer.

- 2. Inculcar esa ética autógena en el niño implica:

- 2.1. Descubrirle como un "otro"absolutamente diferente, diferencia que debe ser vivenciada como gozo y no como frustración o decepción (tan frecuente por desgracia...).

- 2.2. Descubrir todas las capacidades (intelectivas, introspectivas, creativas, expresivas, emocionales, afectivas, etc.) que el niño lleva dentro sin saberlo.

- 2.3 Hacerle ver a ese niño– y creo que esta es la esencia de la grandeza del buen pedagogo y de la praxis pedagógica – que algo es posible para él, por difícil o imposible que pueda parecerle. ¡Cuánto mal llamado pedagogo no hace sino todo lo contrario: un acto de ostentación pública de sus conocimientos, las más de las veces escasos, y la inculcación del sentimiento de que sólo él puede poseer tal erudición ...y de que los demás jamás llegarán a tales cotas, o, a lo sumo, tan sólo unos pocos privilegiados, que él mismo, cuán dedo venido de lo alto, designará con autosuficiente pedantería.

No, la pedagogía es otra cosa. Es algo que tiene que ver con el sentimiento profundo, con la urgencia de dar, respetuosamente, un conocimiento, una actitud ante la vida; pero no como algo que sale de una boca muerta y se pierde en el aire, sino como algo vivo, caliente, que nace de la generosidad fruitiva, del placer supremo de regalar y compartir, algo que sólo puede hacer quien, previa y lúcidamente, ha tomado posesión de sí mismo. Sólo ese es capaz de ofrecer continente, de actuar como cálida bañera en la que se propicie, a seguro, el proceso madurativo de la identidad y la personalidad de un niño, de un púber, de un adolescente.

 

- 2.4 De igual modo, hacerle ver sus limitaciones, enseñándole a relativizar, y ese sublime arte alquímico consistente en convertir el déficit, la carencia, la traumática o desagradable experiencia, en factor de crecimiento personal. Y que, igualmente, ser adulto es aprender a nadar en un proceloso mar de limitaciones, frustraciones, defectos, logros y cualidades, tanto ajenas como propias; olvidar todo vestigio de omnipotencia infantil, y asunción sistemática y progresiva de la Realidad.

Mostrarle cómo ese mundo humano tan carencial y limitado es, justamente, el que da lugar a las expresiones humanas más sublimes, tales como el altruismo, la colaboración y la compasión (en el sentido noble y etimológico de la palabra).

 

- 2.5. Estrechamente relacionado con lo que expresé en el apartado 2.3. está el tema, candente en mi opinión, del carácter dinámico del niño, como ser en constante evolución, y del carácter, no menos dinámico, que debe presidir el acto mismo de enseñar. Una obviedad de las de mayor tonelaje, se podrá objetar. Y una de las de más nefastas consecuencias, me vería yo obligado a responder. Porque, una vez más, y esta vez enfatizo más en los padres y madres, y aún más, si cabe, en estas últimas: ¿Cuántas madres no conciben a su hijo como un simple bebé que sigue cumpliendo años inexorablemente, resistiéndose a renunciar a él como único objetivo y sentido de sus mal estructuradas afectividades; como refugio, otras veces, de sus tensiones y conflictos de pareja; como tapadera de su escasa identidad personal y en ocasiones nula autoestima?.

"Siempre es bueno que haya niños para echarles la culpa", dice la sabiduría popular. Siempre es bueno que haya niños para camuflar las propias limitaciones, para proyectar sobre ellos las personales frustraciones, para exigirles todo aquello que uno fue incapaz de exigirse a si mismo, para utilizarlos, en suma, como elemento de propia gratificación narcisista, impidiendo el desarrollo, el crecimiento, el proceso de individuación y hasta de socialización, potenciando, en demasiadas ocasiones, los famosos: ¿Quién te va a querer más que tu madre o tu padre? ¿Dónde vas a estar mejor que aquí, en casita, con nosotros? ¿No ves que la vida, la calle, están llenos de peligros, de gentuza, de....?

No, amar a un hijo de 3 años como a tal cuando su carnet de identidad señala ya 16, 26, 36 o 46, no es amar a un hijo, es amarse a sí mismo neuróticamente, es un inadmisible abuso de poder, es desconocer por completo esta implacable ley psicológica: La frustración genera agresividad y resentimiento. Y es desconocer también que, antes o después, más bien antes, el niño o el adolescente o el joven, tomará conciencia de lo que pasó y no podrá sentir un afecto sano hacia tales padres, y quedándole en la boca, probablemente de por vida, un sabor amargo, una desconfianza radical hacia los otros, un desprecio de toda autoridad y un nulo aprecio de sí mismo.

- 2.6. Descubrirle que la autoridad no es algo despreciable por definición.

Que la más precisa y constructiva acepción de la "auctoritas", es, según el Diccionario de la Real Academia Española: Crédito y fe que, por sus méritos, se da a una persona en determinada materia.

Así es. Así debería ser siempre, y quedar impreso en la mente del niño, evitándole toda posible confusión - nada extraña observando ciertas prácticas "pedagógicas" – con autoritarismo, patética caricatura de aquella, triste recurso impositivo, basado en la violencia física y/o psíquica, utilizado por quienes, nada dotados para el conocimiento y la gozosa trasmisión de éste, carentes de la más elemental habilidad persuasiva y comunicativa, sólo pueden confiar en la triste seguridad otorgada por 30 centímetro de tarima bajo sus pies.

________________________________

 

3. No deben olvidar jamás, tanto los padres como los educadores, que, en la medida en que ellos descuiden o fracasen en sus cometidos, así será, y mayor, el duro y dolorosísimo trabajo de reconstrucción que, algún tiempo después, deberán acometer los psicólogos y psicoterapeutas.

Tienen ambos, pedagogos y padres, el privilegio exclusivo, la responsabilidad última y suprema, de potenciar o frustrar con su colaboración entusiasta o su desidia, la consecución de una sociedad psicológicamente más sana y más justa; o sea, más ética.

El siglo XXI debe caracterizarse, si queremos hablar de progreso, por un viaje al centro de la propia persona, que, al sanearse a sí misma, al organizar su propia revolución y evolución personales, genere esa nueva clase de ciudadanos, más conscientes, más libres, más capaces de amarse y de amar, impulsados por un sentido ético nacido de su interior, de su más profunda mismidad, y no de introyecciones de viejos fantasmas autoritarios.

Todas las revoluciones sociales han constituido fracasos a cuál más estrepitoso. Y es que el hombre no está hecho para ser domesticado por ningún otro hombre. Y es que la sociedad nunca ha dejado de ser - aunque muchos hayan pretendido un irresponsable, anónimo y anómico amasijo humano – sino la suma de un ser humano, más otro, más otro...

Y hoy resulta ya tan inconcebible como inaceptable, la inmadura e ingenua ( o quizá perversa) hipótesis de que la sociedad cambiaría a los individuos.

La única revolución posible ya es la revolución personal y de la propia conciencia; es decir, un cambio de actitudes y planteamientos individuales y colectivos, emanados de una ética autógena, genuina, libre, en armonía con la propia conciencia y en constante adecuación y respeto de la realidad objetiva, de los otros y de la vida.

 

___________________________________

 

Entresaco y recuerdo, para terminar, algunos versos del libanés Khalil Gibran, uno de los más exquisitos psicopedagogos, amén de pintor y poeta, que expresan, de modo bastante más certero y bello que el que pueda haber utilizado yo, algo que deberían tomar rigurosamente en cuenta tanto padres como educadores:

 

 

 

"Vuestros hijos no son vuestros hijos.

Son los hijos y las hijas del ansia de la Vida por sí misma.

 

Vienen a través vuestro, pero no son vuestros.

Y aunque vivan con vosotros no os pertenecen.

 

Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos,

Porque ellos tienen sus propios pensamientos."

.........................................................................

.........................................................................

"Podéis esforzaros en ser como ellos,

pero no intentéis hacerlos a ellos como a vosotros."

................................................................................

................................................................................

"Que la tensión que os causa la mano del Arquero sea vuestro gozo,

Ya que así como Él ama la flecha que vuela,

ama también el arco que permanece inmóvil."

 

                                                                                                  de "El Profeta."

                                                                                         *Cursiva del autor del artículo.

 

______________________________________

                                                                            

 

                                                                                   Dr. V. Pablo Rodríguez Fdez. 2000

                                                                            Psicólogo Clínico. Psicoanalista.

 

 

 

REVISTA  DE PEDAGOGÍA.

FACULTAD de FILOSOFÍA  y LETRAS

de la UNIVERSIDAD DE VALENCIA.

2.000

 

 

Copyright © Dr. Valentín Pablo Rodríguez Fdez.

< VOLVER a  "ARTÍCULOS"

 

hum02.gif (7799 bytes) inicio