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PSICODINÁMICA  DEL VÍNCULO AMOROSO.

PSICOPROFILAXIS DE LA VIDA EN PAREJA III.

 

Pues bien, algo de esta capacidad oblativa creo que es necesaria para establecer una relación de pareja que pueda resultar sólida y duradera.

  1. A parte de la superación y elaboración de los narcisismos infantiles, de las desidealizaciones de uno mismo y de los otros, (que conllevan el desmontaje de la fantasía de omnipotencia) y aparte de haber superado ( al menos aproximativamente) las etapas de desarrollo de la personalidad, así como la conflictiva edípica, sin fijaciones de importancia ni regresiones paralizantes, y de haberse instalado en un nivel psicoevolutivo, lo más oblativo posible, aún son necesarias al menos estas seis condiciones:

I )  Saber manejar los residuos de pulsiones parciales pregenitales, que suelen ser difíciles de eliminar al menos de forma absoluta. Dichas pulsiones, que, a veces, constituyen tendencias: sádicas, masoquistas, exhibicionistas, voyeuristas, etc. tienen su más idóneo ámbito de sublimación y canalización constructiva en los juegos previos a la relación sexual, dado que es ahí, donde la máxima violencia es contrarrestada , eróticamente, por la máxima ternura.

II)    La capacidad de establecer un proyecto o meta común, que trascienda los individuales.  Ese proyecto será, inicialmente, la propia relación, estableciéndose, en etapas posteriores, los matices específicos que deberá tener, de acuerdo con un análisis, realista y personalizado, de los rasgos y necesidades psicoafectivas, profesionales, lúdicas, etc. de cada uno de los componentes de la pareja, y excluyéndose al máximo cualquier tentación de absorbencia, manipulación o dominio del otro.

 III)  La capacidad de mantener una constante comunicación :  afectiva, sexual, intelectual, espiritual, experiencial, colaborativa, doméstica y social.  Pero no sólo comunicación.  Es necesaria también una metacomunicación, es decir, una comunicación acerca de la forma específica en que la pareja suele comunicarse (o lo elude, o lo dificulta, o lo imposibilita,  que de todo hay).  Ambos componentes de la pareja deben conocer en profundidad – no sólo de forma teórica, sino predominantemente práctica -  las reglas del juego de la relación en general, y de las reglas y hábitos de comunicación en particular.

 IV) La capacidad no sólo de dar, sino de recibir amor.  Hay personas, que, superyoicamente educadas, han sido capacitadas para lo primero, olvidando las tremendas consecuencias de la incapacidad para lo segundo.

V) La concepción de la propia vida de pareja como una suma de fuerzas y no como una lucha de poder ( cosa harto frecuente en la actualidad), con la idea muy clara de que lo que más favorece a las partes ( por no decir lo único) es lo que favorece a la suma.  Sólo se aporta algo valioso a un miembro específico de la pareja, si lo que se le da repercute positivamente en la totalidad de la pareja. 

Los progresos o evoluciones aislados o parciales no existen, eso si no se convierten en fuentes de conflictos o agresividad, tensiones o ruptura.

No debe ser nunca una búsqueda de solución del complejo o la impotencia particular en el terreno que fuere.  Nunca una suma de taras.    Todo eso no genera sino agresividad y desprecio, antes o después.

Para que una pareja pueda realmente construir algo sólido es fundamental que tenga muy claras las motivaciones reales que la unen a la otra persona.

Si no es una unión basada en lo mejor y más sano de uno con lo mejor y más sano del otro, la pareja fracasará rotundamente:  no es posible construir sobre detritus.

Esto no pretende postular una posición maníaca y euforizante, que se negara a ver las propias limitaciones y defectos así como los del otro.  Todo lo contrario.  Habrá que tenerlos muy en cuenta y saber si uno va a ser capaz de hacerse cargo, no sólo de las deficiencias propias, sino de las ajenas, pues, de no ser así es mejor mantenerse separados.  No todo el mundo está capacitado para vivir en pareja.   El alto índice de fracasos parece, tristemente, constatarlo.

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La relación de pareja o es una relación de ayuda ( en el sentido de ayuda al crecimiento del otro, con la consiguiente evolución de la propia pareja y de uno mismo - afirmación de la identidad-) o no es sino un mero juego de encubrimiento de las propias deficiencias, y una utilización egoísta del otro, salpicada a veces de detalles sutiles, pero que acaba por revertir negativamente sobre cada uno de los miembros y sobre la pareja en cuanto tal.

“Enamorarse” e idealizar las partes buenas, las cualidades y virtudes del otro, su belleza, sus capacidades, es una postura narcisista y cuando menos, adolescente.

El adulto maduro sabe que en el ser humano está mezclado el trigo y la cizaña y debe estar dispuesto a asumir esa realidad en si mismo y en los otros, a fin de ayudar a desarrollar lo mejor del otro y a superar sus deficiencias, así como a dejarse a ayudar por el otro en la propia evolución.  Siempre desde la perspectiva conjunta de que, ayudando a evolucionar al otro, evoluciona uno mismo y evoluciona la pareja.  Y que, dejándose ayudar en la propia evolución viene a suceder otro tanto.

Ni que decir tiene que dicha ayuda al otro, como la recibida del otro, no pueden ser nunca el producto de un deseo de transformarle conforme a los gustos propios ( eso seguiría siendo narcisista), aunque se disfrace de buenas intenciones.  Uno sólo debe ayudar en lo que el otro quiera ser ayudado. No hacerlo así conduce a que ese otro se sienta desvalorizado, con el consiguiente brote de resentimiento y ambivalencia afectiva.

Descubrir al otro deficiencias subsanables, no reconocidas por él hasta entonces, será una labor que requerirá paciencia, generosidad y delicadeza. Sólo habiendo asumido su deficiencia podrá desear y agradecer la ayuda que se le brinde para su superación.

 

Copyright © Dr. V. Pablo Rodríguez                                                                                                                                                                                                                                                                           Psicoanalista. Psicólogo Clínico.       

                                                                                                                                                

Madrid, Mayo 1992

 

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