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Seguimos profundizando con este
artículo en las bases psicológicas esenciales para el buen
trading. Los que siguen habitualmente nuestra página saben de la
importancia que concedemos a los factores psicológicos y emocionales
en la constitución del "equipaje" ideal que todo trader
debe poseer a la hora de especular, si desea hacerlo con las suficientes
garantías de éxito.
El trading no es un juego de apuestas, es (o eso es lo que deberíamos
conseguir que sea) una profesión que exige el máximo "afinamiento"
de nuestros recursos técnicos (teóricos, prácticos
y psicológicos) hasta configurar un auténtico "rol
profesional" que constituye en sí mismo el verdadero "grial"
del que todos hablan.
La Conciencia, concentración y energía. ¿Como optimizar
los procesos?
Cuando los niveles de conciencia de lo que
hacemos son muy bajos, la propensión
a cometer errores es muy alta, la capacidad de concentración es
muy débil y la cantidad y calidad del trabajo desarrollado son
también muy bajos.
En estas circunstancias lo normal es que nuestros esfuerzos tengan, en
el mejor de los casos, un éxito casual, esporádico y difícilmente
consolidable. (No podremos construir una subsistencia profesional basada
en estas premisas).
La mayor parte de nuestras energías se desviará hacia las
emociones, fantasías y excusas, dejando poco "combustible"
disponible para la actuación productiva y eficaz.
En este estado, la falta de comprensión general, la falta de claridad
en las valoraciones del mercado, la falta de convicción y dirección,
las dudas y vacilaciones, nos llevarán sistemáticamente
a un estado global de confusión en el que probablemente acabaremos
operando por impulso y errando una y otra vez, bien en la dirección
del mercado o en la gestión de las posiciones (haciendo caso omiso
de nuestro sistema o de nuestros principios de gestión del dinero
y riesgo). Entraremos en una rutina que nos llevará a lecturas
muy superficiales, poniendo todo el énfasis en la elaboración
de "fantasías" del mercado, haciendo que sean nuestras
"creencias" las que dirijan el proceso (no especularemos sobre
el precio sino sobre nuestras "creencias" sobre el precio).
¿Cómo romper el círculo?
El primer paso es sin ninguna duda establecer un firme compromiso con
el cultivo de la conciencia, mejorar los elementos de concentración
y desarrollar mecanismos internos para el adecuado manejo energético.
En la medida en que aprendemos a enfocar la conciencia, la calidad del
trabajo -sea cual sea- mejora, aumenta nuestro rendimiento y disponemos
de más motivación y energía. Somos más conscientes
de lo que estamos haciendo, sintiendo y pensando y el resultado final
es el incremento de la "presencia" personal. La original tendencia
a elaborar fantasías y perdernos en elucubraciones mentales va
dejando lugar a una visión "clara" y "nítida"
del momento presente, el aquí y ahora.
Se activa en ese momento una de las experiencias más inefables
de la experiencia perceptiva del ser humano, se produce una "fusión"
con la conciencia misma que presta atención y conectamos con la
fuente energética que nutre dichos procesos, posibilitando una
"profunda transformación" en la que el tiempo, el espacio,
la realidad en su conjunto son percibidos desde el mismo lugar en que
se generan (estamos entonces en "perfecta sintonía",
no somos un "ego" que percibe la realidad, formamos parte, desde
"dentro", de esa realidad).
Los síntomas físicos y mentales poco efectivos desaparecen,
ya no hay confusión, entumecimiento, ni bloqueos. Desaparece la
sensación de falta de recursos. Se crea así un "circuito
positivo" en el que la conciencia se agudiza y la calidad de la concentración
se amplifica aun más.
En estos niveles se produce, a menudo, una conexión tan profunda
con el fluir, que comienzan a experimentarse sensaciones placenteras muy
difíciles de describir, relacionadas con la sensibilidad, el placer
de la percepción y la conciencia.
La conciencia permanece ahora absorta en el trabajo, la concentración
sustenta nuestra poderosa motivación (que parece conectada a una
fuente inagotable suministradora de energía), trasciende a la mente
ordinaria (a nuestro ego) y desemboca en el placer de la plena contemplación.
El signo inequívoco de esta contemplación en la acción
es la ausencia de errores, la conexión con la belleza de las formas
y las estructuras, el disfrute en la tarea y la satisfacción del
trabajo bien hecho.
© Guillermo Robledo. 2005 - www.psicobolsa.com
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