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  Ese Mecanismo... por Delia Roca.

En todo mecanismo hacen falta los elementos que lo forman. El nuestro está compuesto de poleas que se engarzan unas con las otras y promueven el movimiento de las correas, estas a su vez impulsan los rotores que estan destinados a proporcionarle la fuerza precisa para el avance, todo ello montado sobre un eje central en el que se encajan todos los elementos.

Se trata de un engranaje sencillo destinado a seguir adelante en el camino, a encontrar la ruta.
Bien equipado con instrumentos de óptica que permiten vislumbrar los recodos, atinar en los quiebros, virar en las curvas, o esquivar los pasajes que se presentan de equilibrio demasiado complicado (andar por los filos no está mal, pero no siempre apetece).
También es capaz, si se precisa, de alumbrar en las zonas más oscuras. Fabricado de dócil material, que se adapta a los requerimientos del momento. Puede, si conviene, mantenerse firme, pero se moldea fácilmente de acuerdo a las necesidades. Resulta muy adecuado en caso de toparse con alguna fuerza opuesta, pues se adapta a ella, la aprovecha y reencauza en su propio beneficio.

Nuestro mecanismo se activa de forma natural, cuando conviene, y precisa de buena dirección, aunque no siempre consciente, de uno que le tome las riendas y decida en los momentos oportunos. Para facilitarlo, cuenta con avanzados instrumentos que efectúan cálculos, comparaciones, simplifican, delimitan, pautan, o analizan, todo ello para ayudar a ese uno a tomar la dirección correcta en cada vuelta del camino. Cálculos precisos que ayudan pero no imperan: aunque nada impide los errores, ese uno, si lo quiere, puede andar bien orientado. Tal vez de vez en cuando también decida dar algún paseo inoportuno, pues los errores son, a veces, la puerta hacia los más inesperados aciertos.

El mecanismo es sólido, pero adaptable, su forma se integra en los elementos exteriores, se enlaza en ellos para obtenerles la energía, a través de la cual se autoimpulsa. Asimismo, aprovecha los relieves para facilitarse el propio movimiento y entremezclarle su energía, la cual navega en su interior por canales que precisan de precavida vigilancia. En momentos de tensión, o en situaciones de extremado uso, estos canales pueden obstruirse. Entonces la energía se estanca y el preciso engranaje se entorpece, desatinando en su avance y en sus movimientos. Por lo que hay que tratarlo con sumo acierto, mantenerse a la escucha de sus sonidos, de sus ronroneos o acaso mutismos, que pueden preconizar a tiempo que algo no funciona como es debido. Para escuchar a fondo, nada mejor que un buen silencio.

El rendimiento de nuestro mecanismo se mejora y preconiza en un continuo trabajo de puesta a punto, de limpieza, de reciclaje, de reforma de las piezas que se van deteriorando con el uso. De evolución, para mantener el acuerdo con los elementos del exterior con los que interactúa y que se van modificando en el transcurso. Un trabajo constante que no puede descuidarse, pero que al mismo tiempo tiene que llegar a ser parte de un juego, para no andar cogiéndole rutina. No vaya a ser que se nos oxiden las ideas.

Nuestro engranaje viene montado sobre una base amplia, con sobrados huecos para ir incorporándole los cambios, con espacio sobrante para cargar todo aquello que se encuentre. Preciosos tesoros con que uno topa a lo largo de su ruta. No conviene tampoco olvidarse, de tanto en tanto, de aligerarle el peso, y descargarle de aquello que ya no se use, al menos lo que pese demasiado y nos enlentezca el paso.

Mecanismo cómodo y de agradable uso, bien manejable para aquel que sabe de sí mismo. Es tolerante y se adapta bien a diferentes ritmos, pero rehuye brusquedades, y no se lleva bien con aquellos que le entorpecen o andan con demasiadas prisas, pues es amante de tomarse las cosas con sobrada calma. Pausadamente se alcanzan las más inesperadas metas.

Es un buen mecanismo al que le encanta hacer amigos con los que andar descubriendo nuevas rutas, pues al fin y al cabo, eso forma parte del camino.
Y recordar que ese andar adelante en el camino fue lo que nos llevo a idear el mecanismo…

© Delia Roca . 2004.


 

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© Guillermo Robledo - 2003