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La profesora de Educación Infantil, la que se ocupa de los niños de 3 años, me para en el pasillo y con una sonrisa llena de impaciente curiosidad me saluda brevemente para insistirme a renglón seguido que tenemos que hacer algo pues Amanda sigue igual, hoy a tan solo treinta minutos del inicio de la jornada escolar del lunes ya me ha preguntado tres o cuatro veces lo mismo de siempre. Comprendo la extrañeza de mi compañera. La fórmula de Amanda siempre es la misma: "Seño, ¿tú me quieres?"
Desde que comenzó el curso Amanda viene insistiendo a sus profesoras con esta pregunta con esa misma formulación. Acercándonos a conocer más acerca de la vida de esta pequeña descubrimos que sus padres viven separados desde que ella contaba tan sólo unos meses de edad. Estos padres mantienen desde entonces a través del juzgado una de esas típicas disputas acerca del régimen de visitas, de las condiciones económicas... De inmediato pudimos conocer otro dato interesante para comprender mejor la situación. Amanda repite la referida pregunta a cuantos adultos mantienen con ella una relación de cercana: Papá, ¿tú me quieres? ; Mamá, ¿tú me quieres? ; Tita, ¿tú me quieres? ; Abuelita, ¿tú me quieres? ; etc., etc., etc.
Gracias Amanda, gracias. Cuando supimos que Amanda repetía esta misma pregunta a todos sus seres queridos comprendimos que lo importante no es en sí el contenido de la cuestión. Más bien lo que adquiere relevancia es su insatisfecha insistencia y la fórmula empleada: personalización de la pregunta (Papá, Mamá, Tita, Abuelita,...); y concreción del contenido mediante el uso del pronombre personal tú.
¡Que interesante! A Amanda le interesa muy poco nuestra respuesta pues es de suponer que ella ya sabe de sobra que la queremos. Más bien parece interesada en que este juego de ella preguntar y que alguien le responda continúe el máximo tiempo posible. Claro esa es la cuestión, nada tan simple y tan sofisticado al tiempo.
Cuando notamos que éste era el juego enseguida formulamos preguntas alternativas. Amanda estaba preguntando realmente: ¿estás ahí?, ¿estás conmigo?, ¿no vas a dejarme, verdad? La niña pregunta por la compañía de otros concretos y se asegura así de mantener la relación entre ella y el receptor de la pregunta.
El juego despierta una curiosidad entre los adultos que comparten la vida con Amanda que les impulsa a estar unidos, aunque solo sea para preguntarse unos a otros qué será lo que le pasa a la niña que tanto para preguntar tantas veces lo mismo.
Hace ahora unos meses Andrés, un chico de 4 años compañero de Amanda en la escuela infantil, trae un día una fotografía en la que lo podemos ver vestido cómicamente con una enorme cazadora negra, unas gafas oscuras y una gorra campera que le encajaba hasta por debajo de las orejas. Aquel día esa imagen saltó a la actualidad del colegio. Sus compañeros de clase, las maestras de educación infantil, los profesores de educación primaria, la secretaria y hasta la limpiadora y algunas madres que por allí andaban se llevaron ese día a casa en la retina la imagen de aquel angelical espantapájaros de cuatro años. Andrés explicó a algunos que el vestuario pertenecía a su papá.
Veo en esta modalidad de comunicación inventada por Andrés muchas similitudes con la ideada por Amanda. Mostrando y explicando su fotografía el pequeño nos decía: mi papá está conmigo, soy como mi papá, tan aceptado por él que puedo vestir sus prendas. Y por su insistencia me pareció entender que nos solicitaba que hablásemos mucho de la unión existente entre él y su padre. Desde luego consiguió transformar un día cualquiera en aquel día en que Andrés nos habló y nos hizo conversar tanto acerca de su relación con su padre, en un tono muy alegre y cordial.
Para mí, los anteriores son ejemplos claros de formulaciones ideadas por la imaginación de los niños que consiguen el desarrollo de tres importantes funciones:
Asegurar y fortalecer los lazos existentes entre ellos y los adultos con los que están vinculados. Estrechar las conexiones que ligan entre sí a los propios adultos que constituyen la red social en la que vive el niño. Despertar en los mayores la curiosidad que asegura atención hacia el mundo infantil, reflexión acerca de sus cualidades y, por tanto, evolución hacia nuevos estadios de desarrollo.
A su corta edad los niños consiguen con estas intervenciones construir situaciones que invitan a los adultos a la reflexión acerca de sus necesidades. De estas y otras maneras los niños tejen circunstancias que proponen a los mayores reflexiones útiles para explorar el estado presente y el desarrollo futuro de los vínculos familiares y sociales.
A veces el contexto elegido por los niños para formular sus interrogantes, como en el caso de los ejemplos anteriores, es de carácter público o social: la escuela, la calle; en otras ocasiones componen situaciones que pertenecen más bien al ámbito de lo privado e íntimo. Este segundo caso es el de Carmen, la hija pequeña de unos amigos, que suele aprovechar las apacibles mañanas de los fines de semana en que el despertar se retrasa para hacer una visita al dormitorio de sus padres. Caminando con sigilo ingresa en la estancia hasta situarse a los pies de la cama donde queda observando el descanso de sus padres hasta que alguno de ellos la descubre y con cualquier frase le proporciona la oportunidad de preguntar: "¿puedo acostarme con vosotros?"
Lo que viene después es una escalada por los pies de la cama hasta conseguir acceso a la privilegiada situación intermedia entre su papá y su mamá.
Me despierta curiosidad esta forma ecuánime, imparcial, de acceso. Carmen sabe que entrar por los pies de la cama es entrar por un lugar que no provoca discriminación, que no margina a ninguno de los padres, que responde sin palabras de manera genial a la absurda pregunta adulta que a veces dirigimos a nuestros hijos sin piedad: ¿a quién quieres más, a papá o a mamá?
Cuántas fórmulas diversas utilizan los niños para animar a la revisión de nuestros esquemas acerca de sus necesidades relacionales y las nuestras. Cuántas ideas forja la imaginación infantil que consiguen fortalecer los lazos de amor entre los mayores, les asegura que estamos con ellos y que estamos unidos en el estar con ellos. Qué asombroso mundo infantil se despliega ante nuestros ojos y apenas somos capaces de rozarlo con las yemas de los dedos.v
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