¿Qué es la impotencia?

La impotencia o la disfunción erectil es la incapacidad de lograr o mantener una erección lo suficientemente rígida para el coito (sexo), la eyaculación o ambos. Rara la vez la incapacidad de tener una erección significa un problema crónico. Cuando una tendencia uniforme de disfunción sexual se extiende por un período prolongado, sin embargo, factores psicológicos o físicos más graves, o ambos pueden ser indicados.

La impotencia no es algo nuevo en los textos médicos o en la experiencia humana. Sin embargo, no ha sido tratada fácil o abiertamente. Nuestras expectativas culturales de la sexualidad masculina han obligado a muchos hombres a que se abstengan de buscar ayuda para un trastorno que puede, en la mayoría de los casos, beneficiarse del tratamiento médico. Quizás un primer buen paso es pensar en el problema como "disfunción erectil" en vez de impotencia, un término que viene del latín que significa la pérdida del poder; sin duda este suceso físico, generalmente temporal y normal, no debe ser describido exclusivamente con una palabra que falsamente indica una amplia disminución en las capacidades generales de un hombre.

En el estado fláccido o no erecto del pene normal, las arterias pequeñas que conducen al pene se contraen, reduciendo la entrada de sangre. Los músculos lisos de los muchos vasos sanguíneos diminutos dentro del pene son también contraídos y la sangre que contienen se fuga fuera del alrededor del tejido esponjoso. Cuando un hombre se despierta, el sistema nervioso central estimula los nervios para relajar los músculos lisos, dejando a la sangre fluir en los tejidos peneales. Las cámaras esponjosas casi se duplican en diámetro debido al aumento del flujo sanguíneo y los vasos, ahora estrujados casi completamente cerrados por el alrededor del tejido erectil, no tienen ninguna fuga de sangre.

El disturbio o daño a uno o varios de los tres mecanismos responsables de la erección pueden producir la impotencia: el bloqueo de las arterias; una incapacidad de los vasos sanguíneos dentro del pene para almacenar la sangre; o daño a los nervios del pene o al área pelviana. Otras disfunciónes fisiológicas, como niveles deficientes de la hormona masculina, testosterona, también pueden ser responsables por la disfunción erectil.

Dos trastornos que con frecuencia son discutidos en asociación con la impotencia son la enfermedad de Peyronie y el priapismo. La enfermedad de Peyronie es una acumulación de tejidos cicatrizados dentro del eje del pene causada por una inflamación de los vasos sanguíneos. Esta inflamación puede asociarse con una lesión al pene, pero ninguna evidencia clara existe sobre su origen. El tejido cicatrizado dentro del eje a menudo causa que el pene se curve y puede hacer la erección y el coito (sexo) difíciles y dolorosos. La enfermedad a menudo entra en un tipo de remisión espontánea, y algunos individuos pueden reanudar la actividad sexual, aunque puede haber cicatrización, lo cual resulta en problemas con la erección.

El priapismo es una erección sostenida, dolorosa y no deseada que ocurre a pesar de una falta de estimulación sexual. En general, el priapismo resulta cuando el tejido muscular liso permanece relajado para que un flujo constante de sangre en los vasos del pene ocurra sin una pérdida hacia atrás y afuera. El desarrollo de priapismo se ha asociado con piedras urinarias, ciertos medicamentos, trastornos neurológicos y, más recientemente, con los medicamentos de terapia de autoinyección usada para la impotencia.


¿Quién se vuelve impotente?

Es seguro decir que cada hombre experimenta la disfunción erectil de vez en cuando. Hablando médicamente, la impotencia se define como la incapacidad para mantener una erección suficiente para el coito en al menos 25% de los intentos. Un hospital principal informó que una tercera parte de los hombres que venían para exámenes se quejaron de la disfunción erectil. Los expertos han calculado que hasta treinta millones de hombres estadounidenses entre las edades de 40 y 70 experimentan la impotencia.

El envejecimiento con mayor frecuencia se asocia con la impotencia. Cerca de 5% de los hombres a los 40 años reportan una disfunción erectil total; a la edad de 65, un 15% a un 25% de los hombres se preocupan por este problema, y a la edad de más de 75 años, un 55% reporta ser crónicamente impotente. A menudo se malentiende la relación entre la disfunción erectil y el envejecimiento. Los niveles de testosterona descienden gradualmente después de la edad de 40 ó 50 años; por la edad de 70 han descendido por cerca de 30%, pero este nivel es generalmente cerca de lo bajo-normal para un hombre joven. Como resultado del proceso de envejecimiento, hay a menudo un periodo de refractaria mayor -el tiempo que toma para que el pene se vuelva erecto nuevamente después de un orgasmo. La edad también parece afectar el tiempo que toma para excitarse y para que ocurran la erección y la eyaculación. Es importante notar que en general se piensa que estos cambios son una parte normal e inevitable del proceso de envejecimiento.

La disfunción erectil severa a menudo tiene más que ver con enfermedad que con la edad misma. Ateroesclerosis, cardiopatía (enfermedades del corazón) e hipertensión son algunas enfermedades que pueden afligir al hombre mayor y causar la disfunción sexual (veáse

¿Qué causa la impotencia?
).


¿Cuáles son los síntomas de la impotencia?

El síntoma característico de la impotencia es un cambio en la calidad de la erección, ya sea en términos de rigidez, o en la capacidad de mantener la erección, o ambos. Un indicador de la impotencia física, en contraposición con la psicológica, es la incapacidad de experimentar o mantener una erección al despertar en la mañana. La impotencia psicológica tiende ser abrupta y estar relacionada con una situación reciente; la impotencia física ocurre gradual pero continuamente por un periodo de tiempo. Además, con la impotencia psicológica, una persona puede tener una erección en algunas circunstancias, pero no en otras. La impotencia que persiste por un período de más de tres meses y que no sea debida a un suceso estresante evidente, a las drogas, al alcohol o a las afecciones médicas que comúnmente causan la condición señala la necesidad de recibir atención médica por un urólogo que se especialice en la impotencia (como uno en cada tres urólogos lo hacen).


¿Qué tan seria es la impotencia?

Desde luego, la impotencia no es potencialmente mortal. Puede ser sintomática, sin embargo, de otros problemas graves, como la ateroesclerosis, la diabetes y la hipertensión. La impotencia también puede ser indicativa de una lesión, cambios relacionados con la edad en el tejido o los efectos posibles de largo plazo de los comportamientos arriesgados como el fumar, el beber mucho o una dieta insalubre.

Los factores psicológicos relacionados con la impotencia se consideran significativos. Los individuos que sufren de depresión, por ejemplo, pueden experimentar dificultad en ser excitados sexualmente y problemas en una relación también pueden explicar la disfunción erectil.


¿Qué causa la impotencia?

Sobre el curso del último decenio se ha desplazado la perspectiva médica sobre las causas de la impotencia. La sabiduría común atribuía casi todo caso de impotencia a los factores psicológicos. Ahora, los investigadores calculan que entre 70% y 80% de los casos de impotencia son causados por problemas físicos, en particular los que incluyen bloqueo de las arterias, daño a los nervios, o desajustes hormonales. Muchos expertos creen que estados emocionales negativos que ocurren junto con la condición tienen mayor probabilidad de ser una reacción a la experiencia de impotencia que su causa. Tantas situaciones físicas y psicológicas pueden resultar en la disfunción erectil, en efecto, que un hombre debe considerar los períodos breves de impotencia ser tan normales como tener un resfriado. (Hasta una gripe, en efecto, puede causar la impotencia temporaria).

encontrado que la sangre rica en oxígeno que llena el pene durante una erección evita que las células produzcan colageno, una proteína fibrosa que forma las cicatrices. Sin erecciones diarias, la producción de colageno aumenta y con el tiempo puede formar un tejido fuerte que dificulte el flujo sanguíneo. Las erecciones espontáneas que los hombres experimentan mientras duermen o durante el día puede ser una protección natural contra este proceso.
Afecciones médicas.
La diabetes. Entre una tercera parte y la mitad de todos los hombres diabéticos informan sobre alguna forma de dificultad sexual. Los diabéticos a menudo contraen ateroesclerosis o daño nervioso; cuando los vasos sanguíneos o los nervios del pene se incluyen, la disfunción erectil puede resultar. (Debe notarse que las mujeres con diabetes también sufren de la disfunción sexual debido a la circulación dañada y también pueden ser ayudadas por algunos de los medicamentos para la impotencia dados a los hombres).
Presión arterial alta. En un estudio, 17% de los hombres con presión arterial alta experimentaron disfunción erectil aún antes de que empezaran la farmacoterapia antihipertensiva. Además, muchas de las drogas empleadas para tratar la hipertensión causan la impotencia como un efecto colateral, aunque esto es reversible cuando los medicamentos se detienen. Aunque casi todos los medicamentos antihipertensivos pueden causar impotencia, algunos, como los inhibidores del ACE, tienen menos probabilidad de hacerlo.
Niveles de colesterol insalubres. Ya sea niveles altos de colesterol total en la sangre, o niveles bajos de la lipoproteína de alta densidad (HDL), el colesterol puede contribuir a la ateroesclerosis, una enfermedad en la cual arterias son reducidas con depósitos de colesterol. La ateroesclerosis es una de las causas primarias de la cardiopatía y puede contribuir a la disfunción erectil.
Esclerosis múltiple. La esclerosis múltiple, la cual afecta al sistema nervioso central, también precipita la impotencia en un 25% a un 45% de los pacientes.
El hipogonadismo. El hipogonadismo es una anormalidad de los testículos. Puede ser causado por factores genéticos (una enfermedad conocida como el síndrome de Klinefelters), una lesión física, la radiación u otras enfermedades como el parotiditis, la distrofia miotónica o la orquitis (inflamación de los testículos). El hipogonadismo también puede ser causado por la insuficiencia hormonal causada por problemas en las glándulas pituitarias o del hipotálamo.
Lesión por trauma o cirugía.
La lesión de la médula espinal y el trauma pelviano, como una fractura, pueden causar daño nervioso que con frecuencia da lugar a la impotencia. La cirugía de la próstata y el tratamiento para los cánceres de la próstata y colorrectales también pueden causar impotencia, aunque mejores técnicas están reduciendo este riesgo.
Los Medicamentos.
Cerca de una cuarta parte de todo los casos de impotencia pueden atribuirse a los medicamentos. Muchos medicamentos pueden causar disfunción erectil. Afortunadamente la condición siempre se resuelve cuando se cambia la medicación. Entre los medicamentos que pueden causar impotencia están muchos de aquellos tomados para la presión arterial alta (en particular los diuréticos y los bloqueadores beta), los medicamentos contra la úlcera, los medicamentos usados en la quimioterapia y la mayoría de los medicamentos que se emplean para los problemas psicológicos, incluyendo los antidepresivos, los antiansiedad y los medicamentos antipsicóticos. Algunas autoridades hasta llegan a decir que casi cada medicamento -de prescripción o sin prescripción- puede ser una causa de la disfunción erectil temporal.
Tabaquismo y uso de alcohol.
El fumar mucho se cita con frecuencia como un factor contributivo en el desarrollo de la impotencia, principalmente porque acentúa las acciones de otros trastornos de los vasos sanguíneos, incluyendo la presión arterial alta y la ateroesclerosis. El alcohol también ha sido implicado en causar impotencia. En dosis pequeñas, el alcohol libera las inhibiciones, pero en dosis más grandes que un trago, puede oprimir el sistema nervioso central y dificultar la función sexual.
Factores hormonales.
La función de las hormonas en la impotencia es polémica; en un estudio principal reciente de 1,300 hombres, pareció que los niveles de testosterona no tenían relación alguna con la incidencia de impotencia. Los investigadores sí encontraron, sin embargo, que los hombres con niveles más altos de un químico conocido como sulfato dehidroepiandrosterona (DHEAS) tienen una incidencia inferior de impotencia. DHEAS se produce en la glándula adrenal por un andrógeno -las hormonas responsables por las cualidades masculinas.
Alto niveles de la hormona femenina estrógeno explican la impotencia experimentada por los hombres con enfermedad hepática (del hígado). Las anormalidades de la glándula pituitaria (en particular aquellas que producen altos niveles de una hormona llamada prolactina), de la glándula tiroides y de las glándulas adrenales son causas menos comunes de la impotencia.
Factores psicológicos.
Prácticamente en cada caso de impotencia parece haber temas emocionales que pueden seriamente afectar tanto la autoestima como las relaciónes de un individuo y pueden hasta perpetuar la disfunción erectil. Muchos hombres tienden culparse a si mismos por su impotencia aún cuando ésta es indudablemente causada por problemas físicos sobre los cuales ellos tienen poco control.
La Ansiedad. Esta se encuentra entre los contribuyentes con mayor frecuencia citados para la impotencia psicológica. Por muchas razones, culturales así como coyunturales, la ansiedad sobre el desempeño sexual puede provocar un temor intenso de fracaso y de autoduda por parte del individuo. A menudo llamada la ansiedad del desempeño, estos sentimientos a veces pueden iniciar un ciclo de impotencia crónica inducida por ansiedad. Cuando la ansiedad es experimentada, el cerebro libera productos químicos conocidos como neurotransmisores que estrechan los músculos lisos del pene y sus arterias. Esta constricción reduce el flujo sanguíneo y aumenta el flujo sanguíneo fuera del pene, dando lugar a la impotencia. Sensaciones de estrés sencillo puede promover la distribución de los productos químicos cerebrales que afectan negativamente a la potencia en una manera similar.
La depresión. Este es otro trastorno que conduce con frecuencia a la disfunción erectil. Las personas deprimidas pueden tener dificultades en funcionar sexualmente debido a deseos sexuales inhibidos y a la desatención hacia el(la) compañero(a) sexual.

Los problemas en las relaciones interpersonales a menudo tienen una repercusión directa en el funcionamiento sexual de las parejas. Las parejas pueden sentirse rechazadas y resentidas, en particular si el hombre afectado no confía sus propias ansiedades. Puede ser difícil funcionar sexualmente cuando ambos compañeros no expresan los sentimientos negativos. La culpabilidad también es comúnmente experimentada por parejas impotentes; ambos compañeros se culpan [y a veces el(la) uno(a) al(a) otro(a)] por lo que cada quien percibe como fallas personales del(a) otro(a). La tensión y la ira surgen con frecuencia dentro de las relaciones que carecen de la comunicación acerca del sexo.


¿Qué exámenes pueden emplearse para diagnosticar la impotencia?
Antecedentes médicos y personales.
Hay varias pruebas disponibles para ayudar a los médicos en diagnosticar la impotencia y sus causas. El primer paso es, desde luego, conversar abiertamente, el paciente debe ser tan franco como sea posible para ayudar a su médico hacer un diagnóstico. Además de informar sobre cualquier problema(s) médico(s) pasado(s) y presente(s), el paciente debe defiinitivamente revelar cualquier medicamento o medicamentos que esté tomando y cualquier antecedente de problemas psicológicos, incluyendo el estrés, la ansiedad o la depresión. El médico también requerirá unos antecedentes sexuales. Esto debe incluir la naturaleza del inicio de la disfunción, y la frecuencia, la calidad y la duración de cualquier erección, y si ocurren en la noche o en la mañana. El médico también puede preguntar acerca de circunstancias específicas de cuando la disfunción erectil ocurrió, de los detalles de la técnica, de la motivación para el tratamiento y de las expectativas del paciente y si problemas existen en la relación actual del paciente. El paciente no debe interpretar estas preguntas como intrusas o demasiado personales si espera obtener ayuda; son muy pertinentes e importantes para determinar el enfoque adecuado al problema. Si es apropiado, el médico también puede entrevistar la pareja sexual.
Examen físico y pruebas de laboratorio.
El médico luego debe realizar un examen físico cuidadoso, que incluye una examinación del área genital y un examen rectal digital. Evidencia de otras afecciones médicas debe buscarse, en particular la hipertensión, la diabetes, la ateroesclerosis y el daño nervioso. Una inyección de papaverina o prostaglandina E1, medicamentos que dilatan los vasos sanguíneos en el pene, puede ser administrada. El médico luego observa la respuesta erectil, la curvatura del pene y la respuesta después de erección. (Debe notarse que este texto reporta un número alto de fracasos cuando ninguna deficiencia física existe). Los análisis de sangre se administraran para medir los niveles de testosterona y, si es necesario, los de prolactina para determinar si hay problemas del sistema endocrino. El médico también puede examinar para ver si hay disfunciones con el tiroides o con la glándula adrenal. Además, pueden realizarse diversos exámenes específicos para detectar la disfunción erectil.
Vigilando las erecciones nocturnas.
La prueba de "calibre rápido" (snapgauge en inglés) es una prueba sumamente sencilla que vigila la capacidad del paciente para lograr una erección durante el reposo. Cuando el paciente se va a la cama, se coloca bandas alrededor del eje del pene; si una o varias de éstas se revienta durante el curso de la noche, proporciona evidencia de una erección. En este caso, una base psicológica para la disfunción erectil es probable. Un dispositivo más complejo es el monitor de RigiScan, el cual hace mediciones repetitivas de la rigidez alrededor de la base y de la punta del pene. Esta prueba es muy exacta pero puede fallar en detectar casos leves de disfunción erectil. Ninguno de estos métodos es útil en determinar una causa física de la disfunción erectil si una erección no ocurre durante la noche.
Indice braquial peneal.
El índice braquial peneal es una medición que compara la presión arterial en el pene con la presión arterial tomada del brazo. Pueden detectarse problemas con el flujo arterial al pene empleando este método.
Técnicas de radiología diagnóstica (imaging).
Cavernosometría y cavernosografía de infusión dinámica (DICC) es una prueba de cuatro partes en la cual, después que una erección se induce con medicamentos, el índice braquial peneal se toma, la capacidad de almacenamiento del pene se mide, un ultrasonido de las arterias peneales se toma (para medir la presión arterial de estas arterias), y una radiografía del pene erecto se realiza para proporcionar a los médicos con datos anatómicos precisos. Esta prueba generalmente solo se da a los hombres jóvenes en quienes algún bloqueo del pene o lesión física del área pelviana se sospecha. Lamentablemente, esta prueba y otras técnicas similares de radiología diagnóstica usadas para determinar el flujo de sangre en el pene actualmente no son muy eficaces o exactas en diagnosticar y determinar tratamiento. El ultrasonido puede resultar útil en detectar algunas causas de la disfunción erectil, como la pérdida de vasos sanguíneos. Cualquier persona que esté considerando estas pruebas debe tenerlas hechas en un sitio especializado con profesionales experimentados en el uso de los instrumentos de diagnóstico y en el análisis de los datos de estos.


¿Cuáles son los tratamientos para la impotencia?

Cuando enfrentados con la disfunción erectil, muchos hombres se vuelven sumamente desmoralizados o sumamente desesperanzados, o buscan los tratamientos de "milagro" que ofrecen la función total. Menos de 10% de los hombres con impotencia buscan la ayuda médica. Innumerables remedios populares, dudosos y no probados son disponibles, los cuales los hombres deben considerar con gran cautela y escepticismo. Muchos tratamientos actuales son ahora muy eficaces y muy seguros. No son mágicos, sin embargo, y cierta espontaneidad es sacrificada, pero para muchos hombres, esto es bien recompensado por el placer sexual restaurado.

El problema específico que causa la impotencia dicta la modalidad del tratamiento. El primer paso es definir la causa, si posible, y luego tratar la solución más sencilla y menos arriesgada. En algunos casos, varias opciones que son eficaces y seguras pueden estar disponibles. Los medicamentos orales o los ungüentos no han sido tan exitosos como los medicamentos inyectados, pero pueden ser útiles en los casos donde la causa física de la impotencia es leve o hay una base psicológica para la condición. Si un problema orgánico más severo es la causa y los niveles de hormonas son normales, entonces los dispositivos aspiradores (o extractores) o la terapia de inyección intracavernosal puede ser beneficiosa para una variedad amplia de problemas erectiles. Los procedimientos invasores, como los implantes peneales o la cirugía, deben ser limitados a aquellos para quienes otros tratamientos no han funcionado y quienes han sido examinados cuidadosamente. Estos procedimientos deben ser realizados solo por médicos capacitados y con experiencia.


¿Puede prevenirse la impotencia?

Mejoras del modo de vida que reducen el riesgo de un hombre para la cardiopatía también ayuda a prevenir la disfunción erectil. Estos incluyen dejando de fumar, bebiendo alcohol solo en moderación, perdiendo de peso, haciendo ejercicio y evitando alimentos altos en grasas (particularmente grasas saturadas). Teniendo coito frecuentemente con una pareja amada y tomando placer en la sexualidad de uno se encuentran entre las mejores y más felices medidas preventivas.


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