El trabajo en equipo:
factores que determinan su dinámica


Soledad Mochales López: psicóloga y psicoterapeuta

- Introduccion
- Antecedentes
- La estructura de la ONCE
- Los equipos
- Conclusiones
- Referencias bibliograficas
 

Introducción

 Hace ya unos 10 años que aparecieron en la O.N.C.E. los equipos de Atención Básica. Su creación respondió a la necesidad de acercar a los afiliados los servicios que la O.N.C.E. venía ofreciendo. Su evolución y consolidación ha sido desigual, ya que los profesionales se han ido incorporando paulatinamente, cubriendo primero los centros más grandes, apareciendo profesionales de distintas disciplinas, etc.
 Del transcurso de estos años se pueden extraer análisis de distintos aspectos que muestren desde dónde se partió y a dónde hemos llegado, para decidir desde una reflexión realista y crítica hacia dónde queremos ir.
 La dinámica interna de los Equipos, en gran medida, está determinada por la estructura de la que forman parte, tanto en su centro como en la O.N.C.E. como organización compleja. Estos determinantes son los que me propongo definir, sus consecuencias e influencia en la forma de trabajo que se establece en los Equipos.
 Mi interés por este tema surge del periodo que estuve como jefe de Negociado de Servicios Sociales, es decir, como responsable y coordinadora de uno de estos Equipos. Gran parte de mi discurso será la consecuencia de los dos años y medio que estuve realizando este trabajo. La realidad de los Equipos es muy diversa, principalmente atendiendo a: número de profesionales que lo integran, su dispersión geográfica, tamaño de la población a la que atienden, etc. Mi objetivo únicamente es exponer, tras una experiencia profesional, algunos aspectos centrales que, a mi parecer, deben ser afrontados y debatidos por las distintas instancias implicadas en la prestación de servicios a los afiliados, para así optimizar la atención.
 

Antecedentes

 Los EAB son unidades técnico-profesionales responsables de la prestación de servicios a los afiliados en el ámbito más próximo a los mismos. Su creación responde a la aplicación de los principios de sectorización, descentralización, especialización, complementariedad e interdisciplinariedad (Departamento de Servicios Sociales para Afiliados, 1993).
 Mucho se ha hablado y debatido sobre el funcionamiento interno de los Equipos. Numerosos ejemplos de estas reflexiones se pueden encontrar en las Comunicaciones presentadas a las Jornadas de Jefes de Negociado de Servicios Sociales, años 92 y 93.
  Según se recoge en el Estudio de Necesidades de la Población Afiliada (Edis, 1993), junto a la voluntad institucional de la ONCE respecto al papel, peso y prioridades de los Servicios Sociales, sería necesario racionalizar la relación existente entre fines y medios, articulada en torno a cuatro núcleos básicos: la estrategia general a desarrollar, el planteamiento operativo consecuente, el modelo de funcionamiento adecuado y la infraestructura de medios necesarios, todo ello complementado con la incentivación de las motivaciones, expectativas y capacidades de los profesionales (directivos y técnicos) encargados de realizar estas actuaciones.
 Considero que ya ha pasado un tiempo prudencial para que estos aspectos tengan cierta plasmación normativa. Si bien reconozco la complejidad y diversidad de la problemática, es necesario afirmar que ello no debe motivar el aplazar por más tiempo el afrontamiento del asunto. Esto ayudaría a definir a las distintas instancias implicadas las funciones de los EAB, la distribución de competencias entre profesionales y directivos, la relación con centros de rehabilitación y educación, la jerarquización de prioridades y los principios rectores de la actuación en materia de Servicios Sociales. Si bien estos aspectos se han ido tratando y clarificando dentro del ámbito de los Servicios Sociales en la ONCE, parece que son unos criterios no siempre reconocidos por todos. A no gozar de una plasmación formal, a menudo quedan a merced de la buena disposición y/o  los conocimientos que posean sobre ello los distintos directivos implicados en el proceso (Delegados Territoriales, Jefes de Negociado, etc.).
 

La estructura de la ONCE

 La ONCE posee una estructura muy jerarquizada. Ello produce un funcionamiento bastante rígido, donde las interacciones entre distintos intervinientes están perfectamente determinadas. Esto conlleva unos sistemas de comunicación muy restringidos, procedimientos de control y evaluación muy sofisticados y, como consecuencia, unas percepciones de la realidad muy diferentes en los distintos niveles de la institución.
 Como en cualquier organización divisionalizada, la comunicación descendente sirve para transmitir los objetivos a conseguir y la ascendente, para comunicar los resultados obtenidos (Peiró, 1986). Si bien se persigue cierta descentralización respecto a la Dirección General, al producirse el control a través del logro de resultados, esto impulsa hacia una definición operacionalizada de los fines que facilite las medidas objetivas de la consecución, por lo que el directivo ha de cumplir las exigencias que le vienen de instancias superiores y ello le lleva a centralizar y formalizar la estructura que de él depende (Peiró, 1986). Además, en realidad, la Dirección General ostenta un poder a través de la designación de los recursos, el control de la evaluación, selección y designación de directivos, etc. Este sistema facilita el perfeccionamiento del desempeño y los resultados, en el mejor de los casos, pero, además de representar la comunicación ascendente parcialmente la realidad, dificulta las innovaciones.
 Para mantener el funcionamiento de esta estructura, se implantó un sistema burocrático-administrativo complejo que obliga a los profesionales a dedicar gran cantidad de su tiempo a responder a estas exigencias. Este sistema no ofrece a los miembros de los Equipos utilidad para su trabajo diario, máxime cuando no es respondido por una retroalimentación que oriente su actuación en el futuro. El nuevo modelo de Programación y Evaluación, aunque en principio ofrecería mayor utilidad, posee el riesgo de tener los mismos inconvenientes que el sistema administrativo establecido anteriormente, y al que efectivamente no ha conseguido sustituir ni reducir.
 Otro aspecto a considerar es que los planificadores se encuentran muy lejos de los que después se encargan de llevar a cabo la aplicación. Si bien cada vez más se intenta que sea en los centros donde se realice la programación, éstos se encuentran muy limitados por las instrucciones emanadas de la Dirección General y la adjudicación de recursos. El empeño de una mayor participación de los Equipos en la planificación, no se ha acompañado de una dotación a los profesionales de las estrategias necesarias para estas tareas, estando formados prioritariamente para la intervención individualizada en su disciplina. Resulta imprescindible que los responsables, cada uno a su nivel, en sintonía con los profesionales, diseñen respuestas para las
necesidades a medio y largo plazo, más allá de las exigencias coyunturales. Cuando no se produce esta armonía, las consecuencias recaen sobre los usuarios (Huerta Pérez, 1992).
 Para finalizar, recojo las conclusiones que se detallan en un estudio comparativo sobre las diferencias que existen entre las instituciones públicas y privadas. Creo que la ONCE, sobre todo en sus actuaciones en materia de Servicios Sociales, responde, fundamentalmente, como una organización pública. Las consideraciones que Rodríguez Fernández (1992), extrae de su estudio convendría tenerlas presentes como un indicador de por dónde se pueden encontrar las relaciones entre la Institución y los profesionales que trabajan en ella. En las organizaciones públicas, la misión es percibida por sus miembros de forma más confusa; las metas son más ambiguas y conflictivas; a menudo están contaminadas de ideales y aspiraciones no siempre realizables; se percibe la orientación de la gestión como menos efectiva y con menor interés por los empleados; menor empeño por desarrollar la creatividad y la innovación. Los miembros de las organizaciones públicas son menos leales y están menos íntimamente ligados con ella. Y es que hay escasos valores compartidos entre los niveles altos y bajos, e incluso en los intermedios, que en definitiva son los verdaderos portadores y transmisores de la cultura de la organización. La cultura debe estar relacionada con el plan estratégico, las metas y la declaración de intenciones (Rodríguez Fernández, 1992).
 

Los Equipos

 En este apartado, me centraré en dos aspectos que considero fundamentales: la función del Jefe de Negociado en los Equipos, y el papel que los EAB están representando. Y convendría que así fuese reconocido en la estructura de los servicios que la ONCE ofrece a los afiliados.
 El Jefe de Negociado puede ser más que un mero administrativo en el área de los Servicios Sociales. Para ello, debería poseer conocimientos sobre análisis de necesidades, planificación, programación y evaluación, estrategias para la coordinación de grupos de trabajo, etc. Además de poseer una visión amplia de la realidad.
 El administrativo tiende a centrarse en la supervisión y el control. La supervisión es difícil de realizar cuando no se tienen conocimientos suficientes sobre el trabajo que realizan las personas que de él dependen. En cuanto al control, se suele optar por dos alternativas: el exceso de autoridad o su carencia. La primera opción provoca actitudes negativas en los subordinados. Ante la autoridad, las personas delegan
responsabilidad, no la asumen (Selvini Palazzoli, 1990). El poco control conduce a la disminución en el trabajo, poca eficacia y descoordinación.
  La clave de una buena coordinación reside en la amplitud de conocimientos sobre la realidad con la que se trabaja. Ello permite tener clara la línea de trabajo, con unos objetivos a corto y medio plazo, asumir las propias responsabilidades y conseguir que las otras personas asuman las suyas.
 Al iniciar la actividad en este puesto, la persona puede llegar con la ilusión de mejorar la situación anterior. Ello le lleva a cometer el error de no considerar que el grupo con el que va a trabajar posee su propia historia y una trayectoria en curso. Por eso, es fundamental y prudente marcar un periodo de observación y conocimiento sobre el tema, tras el cual irá proponiendo los cambios a introducir. Convendrá que éstos sean paulatinos y consensuados. Las personas son resistentes a los cambios y a menudo pueden interpretar su propuesta como una descalificación del trabajo realizado. Pero la estrategia de hacerlas partícipes de ellos posibilitará una tarea más motivadora y productiva. Es importante la connotación positiva, reconocer el buen propósito en las actitudes de las personas, pues, el centrarse en la parte de negatividad que hay en ellas lleva a una escalada de disgusto y desinterés.
 Por otra parte, es imprescindible que el Jefe de Negociado se encuentre en conformidad con su jefe superior. Si no es así, el primer afectado será él y, como consecuencia, el resultado del trabajo del equipo. Tan importante es saber transmitir la información procedente de instancias superiores, como poder comunicar lo que se está haciendo en el equipo.
 En una primera fase, los profesionales de los equipos respondían, cada uno desde su disciplina, a las demandas concretas que presentaban los afiliados, dentro del esquema de intervención previamente diseñado. Paulatinamente, van apareciendo nuevos programas. Unos se inician con fuerza y después decaen, otros están pendientes de desarrollar. Se fomenta el trabajo conjunto de profesionales para dar respuesta a las problemáticas. Actualmente, la diversidad de servicios y programas es muy superior al trabajo real que algunos Equipos, sobre todo en los centros pequeños, pueden llevar a cabo. Es ímprobo el trabajo de clasificar usuarios y actuaciones según programas, responder a la demanda de los Servicios Centrales en cuanto a información y, por otro lado, atender las demandas que plantean los afiliados.
 Creo que toda esta diversidad, si bien ha ensanchado y facilitado una variedad y riqueza de nuevas actuaciones a desarrollar, también dificulta la priorización en las tareas. Además, las parcelación excesiva lleva a olvidar a la persona
como un todo, con unas necesidades a cubrir que van más allá de los esquemas y las clasificaciones que utilizamos.
 Existe un notable grado de sintonía entre las cuestiones expresadas por los profesionales y las necesidades y demandas de los afiliados (Edis, 1993). A partir de este conocimiento y a través del principio de la interdisciplinariedad, cada Equipo deberá plantearse, en cada ejercicio, las respuestas que va a dar a la realidad presente. Para mí, esto es lo prioritario y a ello debe responder la estructura de servicios y los procedimientos que se establezcan, entendiéndola en permanente movimiento y creación.
 La interdisciplinariedad es más que la actuación conjunta de varios profesionales. Y es que, como dicen Costa y López (1986), mientras se defiende el carácter integral de la atención, el modelo aplicado sigue recayendo sobre un único profesional. El conocimiento de cada uno debe ser puesto a disposición de un propósito único. Resulta fundamental que los responsables confíen en la eficacia de este tipo de trabajo y diseñen condiciones que incentiven y motiven a trabajar en equipo. No hay que dejar de lado las actitudes de los propios profesionales en las dinámicas internas de los Equipos cuando dificultan la unificación de criterios para una acción social interdisciplinar, reforzándose posturas corporativas en defensa de espacios profesionales (Huerta Pérez, 1992). Para ello, el Jefe de Negociado deberá tener tolerancia y flexibilidad, además de ser capaz de resolver conflictos interpersonales.
 En esta nueva concepción, el responsable del Equipo adoptará el papel de impulsor de nuevas iniciativas. Los Servicios Centrales se afianzarán en su función de asesoramiento y orientación en la jerarquización de prioridades. Todo ello, sin olvidar la importancia de los recursos humanos, pues de ellos depende que una política social puede triunfar o fracasar (Costa y López, 1986).
 

Conclusiones

 Soy consciente de la complejidad y amplitud de los temas tratados en esta comunicación. Con este trabajo, únicamente pretendo, tras una experiencia profesional, el exponer algunos de los aspectos fundamentales que subyacen en el trabajo que llevan a cabo los Equipo de Atención Básica en la estructura de Servicios Sociales que la ONCE posee. Considero que son lo suficientemente importantes para ser debatidos entre las instancias implicadas. Mi aportación, a modo de conclusiones en este discurso, se podría resumir en:
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1. Se precisan normas formales definidas que regulen, acoten y concreten el trabajo de los EAB y sus relaciones con el resto de la estructura de Servicios Sociales.
2. Planteamiento de los EAB como unidades de trabajo dedicadas a la investigación e intervención inmediata permanentes, es decir, planteamiento, aplicación y replanteamiento de programas.
3. La supervisión, control y coordinación de los EAB deberá ejercerse mediante Jefes de Negociado, reconociéndoseles el principio de autoridad por sus conocimientos, iniciativas y planteamientos firmes y permeables.
4. El trabajo de los Equipos, evaluado por la Dirección General, permitirá un permanente replanteamiento en la concepción de los Servicios Sociales en la ONCE.
5. Los servicios centrales asumirán, en la práctica, prioritariamente, las funciones de asesoramiento, orientación y formación permanente de los equipos.
 

Referencias bibliográficas
 

- Costa y López (1986): Salud Comunitaria. Barcelona, Martínez Roca.
- Departamento de Servicios Sociales para Afiliados de la ONCE (1993): Memoria de actuación de los Negociados de Servicios Sociales para Afiliados. Distribución interna, 1991.
- Edis (1993): Las necesidades en servicios Sociales de los     Afiliados a la ONCE. ONCE.
- Huerta Pérez, J. y Porta Dóbalo, S. (1992): Servicios Sociales generales: La ambivalencia del sistema. Papeles del Psicólogo, nº 54.
- Peiró, J. M. (1986): Psicología de la Organización. Madrid, UNED.
- Rodríguez Fernández, A. (1993): La cultura en las organizaciones públicas y privadas. Psicotema, Vol. 5.
- Selvini Palazzoli, Mara (1990): Al frente de la Organización. Barcelona, Paidós.
 
 
 

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