Angel Marín Tejero - Psicólogo Clínico - amarin@cop.esEL CAMBIO
El cambio es algo consustancial a la naturaleza.
La salud mental requiere una constante adaptación a ese cambio que normalmente se produce de forma continua e imperceptible a corto plazo. Sólo somos conscientes de los cambios más llamativos.
Aquí podría hablar de lo personal o de lo social. Lo haré en lo personal, que me queda más cercano, sin negar la profunda influencia de ambos ámbitos entre si.
La naturaleza humana es cambiante, podemos verlo en los procesos biofisiológicos que nos llevan del nacimiento a la muerte. Por supuesto que estos procesos son acompañados intrínsecamente por procesos psicoafectivos, a su vez dependientes de lo social.
Mis disculpas por tratar de extraer una parte del todo.
El cambio suele ser hacia lo desconocido, y lo desconocido siempre arroja una dosis de temor que la sabiduría popular recoge en el refrán "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer".
En la naturaleza humana hay una fuerza impulsora que tiende a desarrollar plenamente todas sus potencialidades.
La curiosidad y el reto nos impulsan adelante, el miedo nos clava en el pasado, nos inmoviliza. En la mediana edad se va desarrollando la prudencia merced a la experiencia, lo que hace los procesos más sosegados.
Para que la curiosidad y el reto sean fructíferos la novedad ha de caer fuera, pero cerca del conocimiento establecido para la persona que está siendo estimulada.. Si a un niño le hablamos de la teoría del motor iónico, enseguida nos dará una merecida lección. Parecido interés mostrará un adulto sobre el gobierno de un país en sus antípodas. Sólo se interesará cuando sienta que le afecta directamente. Esta particularidad la aprovecha la teoría del palo y la zanahoria. Nos mueve lo que cae o creemos que cae dentro de nuestras posibilidades. Si llegamos a descubrir que el palo es demasiado largo, el interés desaparecerá.
Pero la longitud del palo es subjetiva. Para algunos nunca será demasiado largo y para otros lo será siempre. Con subjetividad valoramos las propias capacidades y siguiendo éste hilo llegamos al aprendizaje previo sobre las propias posibilidades, ingrediente inevitable de la propia estima.
Cambio y confianza se relacionan. Cuando vas a cambiar de una orilla a la otra, tienes confianza en quien te tiende la mano. Con el tiempo podrás hacerlo solo, porque la confianza que te daba esa mano estará dentro de ti.
Puede ser que conozcas la técnica para cruzar el río, para ir al otro lado de la ciudad, para subir al autobús o en el Metro. El dominio de esas técnicas te dará una confianza momentánea, pero la inseguridad y el miedo reaparecerán porque falta la confianza en uno mismo. Si en esta situación te lanzan el mensaje de "no lo haces por que no quieres", o "no cambias por que no quieres", te están agrediendo gravemente, y tal vez te hundas más en el sentimiento de impotencia.
Los aseguramientos excesivos y el perfeccionismo son rituales para camuflar la inseguridad, queremos que la hiper-responsabilidad nos vacune del temido fracaso que hablaría de nuestra minusvalía, por eso todo ha de estar bajo control para que nada nos sorprenda. El máximo control podemos ejercerlo sobre algo estático. El cambio, lo dinámico entra dentro de lo peligroso que se ha de evitar cuando no hay una plataforma personal segura desde la que se pueda abordar.
Si resulta que nuestra naturaleza es el cambio, llegamos al punto de que tal vez algunos de nuestros problemas nos surgen porque estamos evitando una vida que nos presenta unos cambios que por diversas causas, cada uno tendrá las suyas, tal vez no podamos asumir.
La huida puede ser adaptativa, pero si no lo es se puede convertir en una fobia perniciosa.
Buscar la estática idea de que nada cambia y que todo está bajo control, que ningún imprevisto nos sorprenderá, es un autoengaño que busca una falsa seguridad. El cuerpo nos dará su respuesta.
Siempre hay cambios, unas veces son obligados, deseados o no, otras veces son deseados, conseguidos o frustrados.
La seguridad no está en clavar nuestro entorno para que no se mueva, eso no es posible, mejor nos irá si la buscamos en nosotros mismos.
Otoño del 2001 en Madrid.
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Angel Marín Tejero - Psicólogo Clínico - amarin@cop.es