Angel Marín Tejero - Psicólogo Clínico - amarin@cop.es

"EL PODER DE LA ESCUCHA (para el que es escuchado)"

El silencio es el marco que mejor resalta lo que quiera que se tenga que decir o pensar.

El silencio es terapéutico. Ofrece el marco necesario para que podamos escucharnos a nosotros mismos, para poder escuchar a otros y ser escuchados por otros. Tres actividades necesarias e imprescindibles en todo proceso de maduración personal.

Si el ruido exterior es demasiado grande o continuado, puede obligarnos a un silencio personal aniquilador. Pero si el silencio es suficiente y se cuenta con alguien que nos preste una escucha activa, nuestra palabra interna, al salir al exterior y entrar en contacto con la realidad, con lo abstracto y consigo misma, activa sus potencias al máximo cuando explicándose para otro logra explicarse a sí misma.

Recuerdo como, hace ya muchos años, un amigo se empeñaba en explicarme sus elucubraciones matemáticas de las que yo no entendía nada, pero ante la imposibilidad de escapar, le escuchaba resignado. Mi sorpresa era cuando me daba las gracias por lo mucho que le había ayudado.

Más tarde tuve ocasión de darme cuenta de cómo el explicar un asunto a otra persona, me facilitaba a mi mismo una mayor profundización en el asunto en cuestión.

En mi formación de postgrado (no había másteres entonces) descubrí como Carl Rogers hacía de la escucha activa una de las herramientas fundamentales de su psicoterapia.

No es fácil la escucha activa, requiere práctica y sobre todo interés verdadero y respeto. La técnica sola puede ser frustrante… me decía un paciente que dejó a su anterior terapeuta porque asentía cuando él estaba en silencio emitiendo breves "aja" fuera de contexto, algo que le irritaba profundamente. Otro paciente en éste mismo sentido me comentaba… "si cuando estoy haciendo el esfuerzo de contar algo muy íntimo, veo que la otra persona se distrae o no le interesa, me cierro, me callo. Me ofende".

Para la expresión es necesaria la presencia del otro, aunque sea diferida en el tiempo como la presupone el escritor o el pintor. Nos podemos expresar para nosotros mismos, pero cuando realmente toma sentido esa expresión es cuando se convierte en comunicación con otro ser y vehiculiza la propia existencia.

Un ser humano, solo, es un ser incompleto. Si esto no es leído, le sirve a mi reflexión y nada más. Tendrá otro valor si un lector se identifica o lo refuta con otro pensamiento que nos enriquezca a ambos o al menos a uno de los dos.

La necesidad del otro está en nuestra propia naturaleza, no sólo en la aportación al 50 % de los gametos iniciales de la vida, en el crecimiento en una familia, en nuestra pertenencia social. Es algo intercultural e interracial, de occidente a oriente, desde el inescrutable "Uno, Divino y Trino" hasta el Yin y el Yang.

Ser escuchados es necesario no sólo para la propia afirmación, sino también para que se produzca el proceso de crecimiento interior. El genuino interés, la valoración, la aceptación, la empatía, la confianza, nos abonan como miembros valiosos del grupo y si somos valiosos para el grupo, ese grupo que nos quiere, nos otorga un valor, un lugar y una función dentro de él, nos integra y nos permite sentir pertenencia, le da sentido a la existencia… "al menos soy…".

La escucha del otro apoya nuestro valor, sustenta nuestro raciocinio, valida nuestro sentimiento, anima nuestro verbo y nuestra reflexión, facilita la intuición, nos completa como especie gregaria, espanta nuestros miedos, da cobijo a nuestras necesidades, es refugio desde el que explorar el mundo, puerto de amarre de navegaciones neuronales, límite almenado de castillos fantasiosos, imaginaria protección de nuestros temidos errores. Relaja el sentimiento de amenaza, facilita el descanso y la aceptación.

La escucha es como un registro civil sonoro. Si alguien te escucha existes, de lo contrario todavía estas en el Limbo.

Los psicólogos hace años trabajamos con la escucha activa ayudando a las personas a recuperarse de sus problemas, a encontrar nuevas soluciones, nuevos caminos.

Para ilustrar los efectos de la escucha activa, contaré brevemente el caso de una mujer, de cuyo nombre ni quiero ni puedo acordarme, que acudió a consulta acompañada por su marido. Él contaba que ya habían ido a todas partes y a los más caros y prestigiosos profesionales, pero que ella seguía sumida en una depresión con esporádicos ataques de ira. Mientras el marido me describía la situación, ella no hablaba. Se sorprendió mucho el marido cuando quise escucharla a solas; ella también.

Nunca, ni los más afamados profesionales le habían preguntado su opinión, la sola descripción de la familia, de cómo gritaba, tiraba las cosas y se sumía en un estado depresivo, era suficiente para diagnosticarle depresión agresiva y medicarla adecuadamente. Tal vez chocaron con su aparente mutismo, mutismo que desaparecía en la seguridad del espacio de su consulta individual.

Aquella mujer no sabía lo que le pasaba. Su mundo era el que había sido siempre, aceptando las directrices de su madre a la que nunca le mostro desacuerdo, comportándose como la sumisa y agradecida esposa que se suponía que tenía que ser.

Ella como persona no existía para nadie. Sentía algo extraño a lo que no sabía poner nombre y se daba cuenta de sus explosiones de ira y sus estados depresivos, pero seguía sin saber que le pasaba.

Conforme la escuchaba y acompañaba, fue desgranando su vida, sentimientos, frustraciones, desesperación, el ninguneo sentido, la castración por su familia, sus problemas de infancia y de adolescencia. Localizó dos puntos de arranque para su trabajo…, tiró y tiró de sus hilos, los que la llevaban a ella misma, se rebeló contra todo lo que la rodeaba. Su familia se quejó de que iba a peor, pues nunca se les había enfrentado y ahora lo estaba haciendo, querían que dejase la terapia, pero ella no quiso. La dejó cuando reposicionó todas sus relaciones familiares y se dio a sí misma un nuevo lugar.

Su propia escucha, facilitada por la de otro, llevo a esta mujer a acoger, defender y salvar a la adolescente que llevaba dentro y de su auto cuidado salió más fortalecida y más libre.

Alguien la escucho de verdad y eso le ayudó a sentir su propio valor.

Durante el mes de Diciembre del 2010

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Angel Marín Tejero - Psicólogo Clínico - amarin@cop.es