Angel Marín Tejero - Psicólogo Clínico - amarin@cop.esMALTRATO VERBAL O CÓMO DESTRUIR UNA AUTOESTIMA
En nosotros las emociones son fundamentales y omnipresentes, como el respirar, aunque las ignoremos como a veces olvidamos que respiramos.
Las emociones necesitan un campo social para su desarrollo y según sea éste incidirá en toda la persona, tanto en su salud física como en su salud mental y social. Un cerebro también precisa estimulación afectiva para desarrollarse.
Con las emociones positivas respecto a uno mismo es como se genera el desarrollo de una buena autoestima y una pregunta recurrente es cómo mejorar la autoestima.
Siempre he tratado de responder a esta pregunta con un símil gástrico "teniendo una buena alimentación emocional", o al menos lo mejor posible, alimentándonos de buenas compañías, realizando cosas satisfactorias, tratando de hacer cosas útiles para uno mismo y para los demás, permitiendo que nos quieran, para lo que tenemos que permitir que nos conozcan (los humanos solemos huir de lo desconocido), y un largo etcétera.
Pero me he dado cuenta de que tal vez ayude más conocer aquello que hipotéticamente puede destruirnos, para así poder evitarlo, o al menos darnos cuenta que podemos estarlo sufriendo en nuestras propias carnes sin haber caído en la cuenta de cuan mortífero puede ser el veneno que nos suministran gota a gota. Un envenenamiento brusco puede poner en marcha procesos policiales y a la justicia, pero si se hace gota a gota, puede minar la salud de la víctima y pasar desapercibido, máxime si esas gotas son psicológicas y se administran con discreción pero con constancia, como "la gota malaya".
El resultado de este envenenamiento es la muerte psíquica de la persona, su autodesvalorización, la destrucción de su iniciativa, de su crítica, de su juicio, de su autonomía, de su libertad. Provoca la sensación de inseguridad, de culpa permanente que desemboca en ansiedades y en miedos que anulan la voluntad.
Llegué a la idea de que si lo positivo para tratar de mejorar no llegaba fácilmente, tal vez planteando lo negativo, lo que nos destruye, fuera más fácil reconocer si se esta afectado, ya sea ejecutando el papel de víctima o de verdugo. Porque aunque no lo parezca, hay tanto víctimas como verdugos que no saben que lo son.
Es por ello que he estado unos días recordando situaciones, actitudes, hechos, etc., por medio de los cuales se puede destruir a una persona. No con el ánimo de crear un manual para torturadores o terroristas psicológicos, sino para ayudar a identificar algunas situaciones perniciosas en las que podemos vernos metidos, ya sea como espectadores o participantes, como víctima o como verdugo inconsciente, como ejecutor de violencia de género masculino o femenino, de tan lamentable actualidad.
Las claves que se ofrecen más adelante son de uso preferente entre las mujeres, ya que no necesitan el uso de la fuerza física, aunque es bueno disponer de una lengua rápida. Muchos hombres también las usan y aumentan su efectividad con la palanca de la fuerza.
Espero que su uso sea para beneficio de la humanidad y no suceda lo mismo que con la energía nuclear, aunque sabido es que toda moneda tiene dos caras.
Para abordar un tema tan delicado y cruel, que puede y de hecho esta haciendo sufrir a muchas personas, he tenido que posicionarme del lado del humor, reconozco que humor negro, pero humor al fin y al cabo. También podía haberme callado, pero callar lo que sabemos todos ¿para qué sirve?. Al ponerlo sobre el tapete, podremos seguir mirando a otro lado, pero nos tendremos que buscar otras disculpas, ya no nos valdrá decir que no lo sabíamos.
Si lo que sigue le puede parecer cruel, piense que cuando ésta crueldad se ejerce sobre un bebé que no tiene defensa, es mucho más fácil y sus efectos más catastróficos. Con ignorarle, no atenderle, no alimentarlo o tratarlo con brusquedad, podemos ocasionarle daños de por vida. Lamentablemente la realidad supera la ficción y encontramos adultos que son maltratados y lo han sido de niños
En los "consejos" que se refieren abajo, me he dirigido al verdugo, como animándole a que sea más eficaz en sus atrocidades y así, llevándolo al extremo, queden en mayor evidencia sus mecanismos destructivos, para que quedando patentes, sean más fáciles de reconocer tanto para él mismo como para su víctima y pueda ponerse a trabajar en el camino de la eliminación de tales comportamientos.
No se trata de aumentar la crueldad, sino de ser conscientes de lo que hacemos o recibimos de los demás para así poder actuar adecuadamente.
Éste iba a ser un decálogo humorístico de cómo destruir una férrea autoestima, con la intención de que su negación llevase a la construcción de la misma. Pero el decálogo se ha autorreproducido y han surgido muchos más ítems de los esperados, lo que demuestra que es mucho más fácil destruir que construir.
El tono agresivo, la brevedad, el gesto y la concisión aumentan su potencial, como se podrá comprobar si se leen en voz alta.
Pondré en primer lugar el que considero la joya de la corona, con el que tendría que haber terminado, pero no quisiera que el aburrimiento que les impedirá llegar al final les prive de ella, (habla el verdugo):
** ¡¡¡ Tú te callas !!! **
Consejos al verdugo.-
No haga nunca aprecio de ninguna virtud patente. Si alguien va a hablar bien de su víctima, intervenga inmediatamente, cambie el rumbo de la conversación y hable sobre sus propias virtudes. No mencione ni dé lugar a que se hable de los problemas del otro, usted siempre tendrá muchos más. Desprecie y menoscabe siempre cualquier opinión, acción o idea del otro. Cuando entre en la estancia de su víctima, ignórela, haga como que no le ha visto. Mejor si tropieza con ella como con un mueble. Jamás tenga tiempo para escucharla. Usted esta siempre muy ocupado. Si alguna vez se ve entre la espada y la pared y su víctima osa empezar a contarle sus problemas, contraataque, cuéntele los suyos y procure que le quede claro que los de él son una tontería. Acúsele de lo que sea, no es necesario comprobar el delito. Con una vez que acierte usted ya tiene una justificación más que sobrada. No desaproveche detalle para reseñarle su ineptitud e incapacidad. Jamás hable con él ni con nadie de sus virtudes, si es que tuviera alguna. No dude ni un momento de que su víctima está para servirle y de que además estará agradecida de poder hacerlo. Servirle a usted le engrandece a ella y usted hace una obra de caridad. Tenga paciencia con ella y no deje nunca de ordenarle la vida y decirle que ha de hacer, a gritos si es preciso. El infeliz lo necesita. Cuando tenga que corregirla, hágalo con firmeza, con el tono alto y claro, con autoridad y seguridad, con determinación. Jamás tolere una réplica. Si su víctima osa acusarle de algo porque le haya pillado desprevenido, contraataque inmediatamente y acúsele de lo que sea, venga o no venga a cuento, sea real o imaginado, actual o pasado, sea cierto o no, pero jamás calle y, sobre todo, diga usted siempre la última palabra. Menospréciele con regularidad, tanto en su físico, como en sus acciones, capacidades, aptitudes, actitudes, ideas, gestos. Todo puede ser útil como arma arrojadiza, incluso lo que el infeliz hubiera pensado que era bueno y valorable. Compárelo con otros siempre de forma peyorativa. En su presencia, sus méritos e iniciativas atribúyaselas a otro que sea claramente más incapaz, pero que no sea víctima. No permita jamás sus iniciativas. Si ha hecho algo sin que usted se diera cuenta, ordéneselo, aunque la orden llegue tarde, así la iniciativa contará como suya, jamás de él. Si descubre algún complejo o sentimiento de inferioridad, cébese en ello para resaltárselo hasta que se convierta en humillación. Dirija su vida y trátelo siempre como un irresponsable incapaz de nada. No confíe jamás en él. La desnudez de la alcoba ofrece ocasiones únicas de mofa y desprecio. No desaproveche ni una. Ataque todos los frentes. Su familia, su trabajo, sus amigos, su perro... Todo lo suyo es inequívocamente malo y despreciable. Si alguna vez su víctima le gimotea debido a su manifiesta debilidad, aparente un poco de compasión para que no huya del todo, e inmediatamente vuelva a la carga. Pídale cosas que sabe con seguridad que le fastidian y si osase negarse, acúsele de no quererle. No se muestre jamás agradable con ella, pero aproveche su presencia para ser agradable con otros. Convénzase de que es despreciable y asegúrese de tenerlo cerca para hacérselo sentir. Si pese a sus esfuerzos por hacerle seguir su camino, que inequívocamente es el correcto, no lo consigue, no dude en acudir a la fuerza física. Algunos es lo único que entienden. Destruya sus objetos personales, cualquier cosa que pudiera servirle de apoyo para crearse una identidad, ya fuera real o ficticia. Delante de él haga alarde de ostentación, de lo bien que le va la vida, sobre todo cuanto más hundido esté él. Hágale encargos imposibles. Creará la situación idónea para atacarlo en su ineficacia. Procure aislarlo de su grupo de amigos. Ridiculícele en público. Esté usted tranquilo, que si ha hecho bien su trabajo hasta ahora, él no contestará. Piense en todo momento que cuanto más pequeño es él, más grande es usted. Tómese el trabajo con calma. La destrucción del otro es un arte que requiere tiempo, se ha de hacer poco a poco y con constancia. Si se trata de un hijo o de su cónyuge tendrá tiempo de sobra. Téngalo siempre ocupado aunque sea con actividades inútiles. ¡Que se entere quien manda!. No dude en recurrir al llanto o al chantaje emocional con tal de doblegar su voluntad. Lo importante es que usted se salga con la suya. El método es lo de menos. Hágalo sentir culpable por no conocer sus deseos y por no satisfacerlos inmediatamente. Cárguelo de expectativas, hágale sentir lo importantes que son para usted y como se frustrará si no las realiza. Para dirigirse a él, ignore su nombre, use un mote, aunque tenga apariencia de cariñoso, con el tiempo se hará odioso. Haga que todo se lo tenga que preguntar a usted. Fuércele a ser dependiente y sin iniciativa y luego reprócheselo. Si alguna vez trata de revelarse, saque en su defensa el argumento de los lazos familiares. Forme grupitos con el objetivo de mofarse de él. Haga que le acompañe para cargar con sus compras. Él se lo agradecerá. Usted le está haciendo el favor de servir para algo. Si le invita a cenar, quéjese de todo, de la comida, del sitio. Amárguele la cena. Usted se merece mucho más. Eso sí, para no confundirle, jamás le invite usted. Delante de su víctima, sea usted como una radio. Hable continuamente, no escuche jamás. Critíquela siempre. Por su forma de vestir, de peinarse, su perfume, sus dichos, sus silencios, por lo que hace o por lo que deja de hacer. Su víctima, por su naturaleza defectuosa tiende a hacerlo todo mal, innatamente tiende al error. No reflexione nunca, eso podría ser visto como un signo de debilidad que usted, Ser del Centro Universal, no se puede permitir. Si él tiene una buena idea, hágale saber que eso ya lo había pensado usted. Si se dirige a usted para hablar de lo que sea, aproveche para hablar de usted mismo. Si alguien alaba a su víctima sin que usted pueda evitarlo, introduzca algún "pero" en su contra o al menos siembre la duda sobre su supuesta virtud. Si su víctima obtiene algún triunfo que usted no haya podido evitar, aluda a su suerte, jamás a su mérito. Su tono de voz ha de ser siempre superior al de su víctima y, si su naturaleza no se lo permite, al menos sea más insistente. Acósele con sus críticas y exigencias. No permita que se relaje. Si todavía se resiste, acuda a los insultos, primero a los genéricos, ya sabe... "eres un tal ... eres un cual.." y, si es insuficiente use la información íntima que tenga sobre él ... "no me extraña que no tengas amigos", ... "fallas más que una escopeta de feria"... Aproveche todo lo que le pueda hacer daño. A estas alturas usted ya es un maestro. Hágale ver que usted ya le ha explicado muchas veces como quiere las cosas y que si le agrede es porque su tozudez le hace perder los nervios. Hágale saber que ella siempre será la última en ser elegida, después de sus padres, sus hermanos, sus amigos, sus vecinos, su perro, su gato, su tortuga y su pez loro. Siempre que pueda llámele tonto, aunque sea cariñosamente... "tontín". Cuando tenga que ser condescendiente piense que "es que no da para más". Critíquele y rebátale constantemente hasta que se calle. Acúsele de no tener iniciativas y si presenta alguna, ridiculícesela. Hágale sentir culpable por cualquier intento de independencia. Cúlpele de abandono. Requiera ser constantemente informado, no vaya a ser que haga algo sin que usted lo sepa y se libre de su sabia corrección. Dígale que es igual que la peor persona que conozca. Pregúntele su opinión, pero jamás la tenga en cuenta. Trátelo de modo sarcástico y si es en público mejor. Acérquese a una ventana para insultarlo, así lo sabrá todo el vecindario. Recuerde que en ocasiones lo mejor es una mirada fulminante acompañada de un gesto despectivo. Limite sus movimientos todo lo que pueda, manteniéndole a su sombra para que no reciba influencias equivocadas. Exija obediencia ciega y para conseguirla use conceptos como vergüenza, deshonor, etc. Si alguien le pregunta algo a su víctima, responda usted antes que él. Seguro que el infeliz no sabría que decir y usted se asegura seguir siendo el centro. Desprecie su mundo de valores siempre que pueda y hágale ver que los suyos son los verdaderos. No admita réplica. En el diálogo más interesante de la película, haga algún comentario en voz alta que impida escuchar lo que dicen. Usted volverá a ser el centro de todos, aunque sea de sus iras. Critíquele sus sentimientos, sean positivos o negativos.Sin duda habrá más ítems que éstos y más de sus posibles variaciones, pero la esencia de la destrucción es siempre la misma, negar el pan y la sal de la existencia psíquica, negar el reconocimiento de la existencia y el derecho al mismo de la persona. El beneficio que se obtiene de esto deriva del posicionamiento, aunque sea ficticio, por encima del otro para poder sentirse comparativamente mejor.
Estas relaciones víctima - verdugo, se dan entre personas que están físicamente cercanas, ya sean padres e hijos, cónyuges, hermanos o compañeros de trabajo. Cuando la destrucción de la autoestima se busca en compañeros de trabajo estamos ante el mobbing y cuando se busca en un compañero de escuela lo llamamos buling.
Tanto el verdugo como la víctima tienen sus propios problemas. El verdugo depende de su víctima para mantenerse en el centro de la escena, para sentirse importante y superior a costa de degradar a otro, ya que ser el centro por si mismo sería más trabajoso e íntimamente duda de sus propias posibilidades en caso de competencia leal. Si no despreciase a su víctima se convertiría en su igual, algo que le resultaría insoportable.
El objetivo de la víctima es lograr el reconocimiento del otro, pues ese reconocimiento es el que le da carta de existencia. Podría lograrlo de cualquier otra persona, pero se queda enganchado en la esperanza de lograrlo de esa persona que es tan importante para ella y que sin embargo la desprecia o no puede expresárselo. Esta atrapada en un empeño imposible al que no quiere renunciar y que le costará la mayor parte de su vida. Mejor haría en disfrutar del aprecio de las personas que sí se lo dan, pero su obsesión no le permite percatarse de ello. Sólo viendo a su verdugo tal cual es, admitiéndole como es sin tratar de cambiarle para que la valore, la víctima podrá tomar una saludable distancia.
Durante el mes de Enero del 2007.
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