COMER: TODO UN ARTE

Resulta claro que para el mantenimiento del equilibrio y la salud de cualquier ser vivo es imprescindible alimentarse. Ahora bien, en el hombre los actos de comer y beber no sólo representan una conducta biológica destinada a la supervivencia, sino que son actos que tienen en conjunto un gran significado social y cultural.

Precisamente por la fuerte carga simbólica de la conducta de comer, ésta puede servir de vehículo de expresión de algunas enfermedades. Esta conducta anómala se encuentra con frecuencia en trastornos de la alimentación que no dependen de una perturbación directa de los mecanismos neurofisiológicos del hambre y la sed, sino que son recursos expresivos mediante los cuales el individuo manifiesta sus disconformidades con el ambiente y sus problemas afectivos.

El acto de comer es un fenómeno de comunicación social, con todas las implicaciones que esto comporta. Por ejemplo, una persona que por motivos de salud debe seguir una dieta muy estricta, puede llegar a sentirse parcialmente excluida del grupo del que forma parte, lo cual puede repercutir desfavorablemente sobre su salud, aún en el caso de que la dieta prescrita fuese correcta en términos estrictamente médicos.

Pueden existir, y esta posibilidad nunca debe ser olvidada, abundantes causas orgánicas como afecciones digestivas, infecciosas, metabólicas y neurológicas, que pueden producir problemas en relación con la cantidad de comida que se ingiere.

En otros casos, el trastorno alimentario es un síntoma, aislado o no, de un trastorno de la personalidad del individuo o de alguna función de su vida psíquica. Estos trastornos en la alimentación, fáciles de entender si se considera la importancia de las comidas dentro de la vida de relación de la persona, puede ser expresión de diversos sentimientos, inadaptación, conflictos, oposiciones, ansiedad...

Por ejemplo, puede considerarse que en los estados de depresión hay tendencia a la anorexia, mientras que en los estados de ansiedad, pueden producirse el mismo síntoma o, por el contrario, presentarse conductas impulsivas y abusivas respecto a la comida, como un intento de olvidar la sensación de ansiedad.

La persona en armonía, adaptada a las tensiones de su ambiente, presenta unas reacciones normales a las sensaciones de hambre y sed, sin caer en trastornos por exceso o defecto.

SILVIA BAUTISTA

Publicado en MadridSureste, enero de 1.999

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