NUESTRA VIDA HABITUAL

Ahora que han pasado las Navidades, volvemos a nuestra vida normal.

Se terminaron, al menos de momento, las comidas un tanto lujosas, las reuniones inevitables, los regalos, las luces en la calle y las compras de última hora.

Volvemos a nuestro ritmo habitual y... ¿Cómo os sienta esto?. ¿Estáis encantados por descansar de tanta celebración y volvéis cargados de fuerza y energía? O por el contrario esta vuelta supone una pesada carga que os sentís incapaces de afrontar.

A los que volvéis con las pilas recargadas, os deseo todo el ánimo del mundo. Que sigáis luchando por conseguir esos proyectos que tenéis en mente, y disfrutando la compañía de personas a las que queréis. Quizá también es el momento de los grandes propósitos, no los hagamos tan grandes, simplemente aprendamos a tratarnos un poco mejor, concediéndonos tiempo para nosotros mismos, leyendo sobre esos temas que tanto nos gustan y tan buenos ratos nos hacen pasar, practicando algún deporte de manera regular, en fin, se trata de pasar tiempo con nosotros y con los nuestros.

A los que no os encontráis ahora en vuestro mejor momento, os hablaré de un trastorno del tono emocional: la apatía.

Es la más absoluta indiferencia ante todo, escasez de vida afectiva y de relación. Suele aparecer acompañada de aburrimiento y grandes dosis de rutina, entrando en un círculo vicioso del que cada vez es más difícil salir.

Aquella persona que cae en la apatía, deja de actuar casi por completo. Deja de hacer aquellas cosas que más le gustan, favoreciendo así que el aburrimiento se extienda a sus anchas.

Se percibe la vida como insulsa, vacía y sin sentido. Se tiene la impresión de que el gozo y las experiencias gratificantes propias de la vida han quedado detenidas.

No se tienen ganas de hacer nada, aunque en el fondo uno sabe que debería hacer algo por salir de esa situación, de esa tristeza. Con frecuencia se suele estar cansado, se está cansado incluso antes de realizar ningún esfuerzo. Te sientes incapaz de pasar de la intención de hacer algo al acto en sí mismo.

A éstos síntomas habría que añadir una escasez de vida afectiva y de relación. Uno no tiene fuerzas para llamar a los amigos, interesarse por ellos, o simplemente organizar una cena y divertirse.

Se tiene la sensación de que el tiempo va muy despacio, de que las horas transcurren muy lentamente, al igual que ocurre en la depresión.

¡Cuidado! no os permitáis caer en esa situación, os merecéis una vida mucho mejor, más rica, llena de emociones y vivencias, llena de otras personas que os acompañarán. El mundo os está esperando para compartir con vosotros muchas experiencias, no os neguéis esa oportunidad.

La apatía en sí, y por sus consecuencias, es una situación negativa y frustrante que por tanto hay que evitar y combatir.

Cuando aparece, simplemente, hay que reconocerla como tal ¡ojo! evitando falsas justificaciones, como enfermedades o todo tipo de estados de debilidad física. Descubrir el origen y abordarlo directamente, no dejando que se instale en vosotros definitivamente.

Hay que salir a la calle, implicaros con vuestro entorno, no dejar que la vida pase siendo vosotros meros espectadores, sino protagonistas. Tomemos las riendas, si podéis hacerlo solos estupendo. En caso contrario siempre podréis acudir a un especialista que os ayudará a conseguirlo. Algunas personas ya lo han conseguido, otras lo están intentando ahora, ¿y tú?.

SILVIA BAUTISTA

Publicado en MadridSureste, enero de 1.998

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