MANIFESTACIÓN DE LAS PULSIONES AMOROSAS DURANTE EL PROCESO DE LA VEGETOTERAPIA CARACTEROANALÍTICA INDIVIDUAL Y EN GRUPO


© Xavier Serrano Hortelano

Publicado en la Revista "Energía, Carácter y Sociedad" Vol. 11 (1 y 2), Nº 18, 1993. Publicaciones Orgón

RESUMEN

Tomando como referente la experiencia clínica del autor con la Vegetoterapia Caracteroanalítica de W. Reich, según la sistemática de Federico Navarro, a nivel individual, y la de Xavier Serrano a nivel grupal, el autor, con ejemplos clínicos, expone las formas que –según la estructura de carácter del/la paciente y la fase del proceso analítico en que se encuentra– adoptan las pulsiones amorosas, orales, anales, fálicas, histéricas, genitales y donde se muestran mensajes y sentimientos muy diversos, explicando la forma de abordarlos clínicamente. 


SUMMARY

According to the author's clinical experience, and Reich's charateroanalytical vegetotherapy, and following the systematic designed by F. Navarro for the individual process and those designed by X. Serrano for group therapy, the author describes and gives examples of the different forms in which sexual pulsions, no matter whether they are oral, anal, phallic, oedipal, hysterical or genital, are expressed, and the different messages and feelings, evolved while explaining the way of approaching them on the clinical praxis, according to the patient's character structure and the stage of development of the analytical process.

 

 

PALABRAS CLAVE

Pulsión, instinto, sexualidad, contratransferencia, "Setting" terapéutico, deontología. 

 

 

 

       La Vegetoterapia Caracteroanalítica como proceso psicoterapéutico, facilita la reactivación de la historia personal del/la paciente a través de unos medios clínicos psicocorporales específicos, así como con la adecuada elaboración del material emergente y de la dinámica relacional creada en el espacio terapéutico. Desde la praxis inicial de Wilhelm Reich, esta especialidad clínica se ha ido utilizando de forma distinta.

       En nuestra escuela, al interior de la orgonterapia la aplicamos siguiendo algunas aportaciones post-reichianas, y la metodología estructurada por F. Navarro  en combinación con la sistemática de grupo que he elaborado personalmente. Tanto en mi experiencia personal como profesional –con un número significativo de procesos finalizados– he podido evidenciar que esta forma de trabajo permite (a sabiendas de que hay puntos por resolver y profundizar) el manejo adecuado de las distintas variables clínicas por parte del/la terapeuta, la consecución de los objetivos básicos propuestos por W. Reich en algunas ocasiones, una mayor capacidad de vivir y de equilibrio psicofísico en la mayoría de los casos y lo que creo más importante, la casi ausencia de efectos nocivos yatrógenos.

       Sin entrar en detalle de las particularidades de esta forma de abordaje clínico, cabe destacar que se caracteriza por trabajar con el cuerpo, no sobre el cuerpo, respetando el ritmo de cada persona; por desarrollar el desbloqueo neuromuscular de forma ordenada cefalocaudal; y por el análisis y elaboración de sensaciones, recuerdos, estados emocionales, dinámica relacional terapéutica, teniendo siempre presente la estructura del/la paciente: "Estructura de carácter Borderline, estructura psicótica y estructura de carácter neurótica". Dejando claro que estamos hablando de una aplicación y abordaje de terapia profunda y que por lo tanto lo aquí descrito es diferente a lo que pueda acontecer en un abordaje breve o focal , o en otras terapias donde no se manejen estas herramientas.

       Dentro de este proceso hay un problema fundamental que es el que va a ocupar mi atención en esta ocasión: la emergencia de pulsiones sexuales conforme va avanzando. ¿Qué función cumplen? ¿Qué indican? ¿Cómo elaborarlas? ¿Qué repercusión tienen en el/la terapeuta?. Pulsiones que se manifiestan precisamente porque con la Vegetoterapia reichiana se desestructura la coraza caracteromuscular y esto implica no sólo la emergencia del inconsciente a través de la palabra sino también a nivel emocional, vegetativo y somático.

       Reich cuando escribía "...es la estimulación de la zona oral, el placer de chupar, lo que induce a ingerir el alimento..."  dejaba muy claro que la sexualidad era un instinto, y que no era una pulsión secundaria unida a la nutrición o a otras manifestaciones instintivas, sino que tenía una función en sí misma. Instinto que es manifestación formal de la energía vital orgonómica y que desarrolla la función de autorregulación del biosistema y por lo tanto del mantenimiento vivo y vital del mismo a través del orgasmo, y que está vinculado al concepto de amor. Función que va madurando como la del resto de los instintos, y que si se permite dicha maduración, adopta la forma de "genitalidad" descrita por Reich. Evolución que solamente conocemos por referencias etnológicas, clínicas y experiencias aisladas y controladas con los límites consabidos de autorregulación infantil.

       Lo que conocemos y vivimos –consecuencia de una determinada educación, de una cultura basada en la represión y la alteración del desarrollo instintivo sexual desde la vida intrauterina– es la sexualidad pulsional, donde sólo emergen los elementos parciales del instinto, que para mantener vivo al organismo, adopta con diversas formas claramente mediatizadas por la cultura y por la propia estructura de carácter. Llegando incluso a manifestaciones libidinales sin una forma manifiestamente sexual, pero que cumplen una cierta función equilibradora dentro del proceso de alteración y de enfermedad; así por ejemplo, la compulsión por la limpieza, la catexis del poder...

       Podemos por tanto afirmar que el carácter permite manifestaciones sexuales a través de pulsiones  parciales, perversiones o desplazamientos libidinales a objetos y acciones mantenidos por el peso de la cultura y por la falta de "contacto" propiciado por la coraza caracteromuscular.

       Esta postura de Reich y que nuestra experiencia clínica y profiláctica nos hace mantener, tiene unas consecuencias filosóficas, educativas y terapéuticas innegables y es uno de los factores básicos que permiten hablar de PARADIGMA REICHIANO.

       En nuestro trabajo clínico, entraremos en contacto con personas con una estructura de carácter concreta y con una forma de percibir y de vivir su sexualidad en base a lo que su carácter le permite, y por tanto con pulsiones sexuales, perversiones más o menos veladas y desplazamientos objetales. Y tenemos la oportunidad de observar el pasaje de la manifestación de la pulsión a la manifestación del instinto sexual, que en resumidas cuentas, es el objetivo de la orgonterapia (Vegetoterapia Caracteroanalítica).

       El proceso de la Vegetoterapia lo podemos dividir didácticamente en tres fases en base al material histórico que está emergiendo y por tanto a la etapa sexual que se está reactivando (Oral: 2 primeros segmentos; Anal: 3º y 4º segmentos; Fálico-Edípico: 5º, 6º y 7º segmentos). Lo observaremos por las manifestaciones oníricas, el estado emocional que prevalece en la vida cotidiana de la persona, el material que emerge en las sesiones y la forma de percibir al terapeuta, que va acompañado de las consiguientes manifestaciones de las pulsiones sexuales. Así mismo observamos que, según la estructura de la persona, la forma de vivir esas etapas adquieren formas y matices diferentes.

       Por ejemplo, ya en la primera fase (segmento ocular y oral, fase oral primitiva, primaria y secundaria) puede surgir desde un principio, tanto en la estructura psicótica compensada como en la estructura de carácter neurótica histero-masoquista pulsiones sexuales aparentemente genitalizadas. Más marcadas y manifiestas en la E. psicótica con copertura histérica, con deseos fuertes genitales hacia el/la terapeuta.

       El factor diferencial que nos aproxima a conocer delante de qué estructura nos encontramos es –con otras variables– la forma Impulsiva en la E. psicótica; recatada, tímida y sutil en la neurótica y en el estado emocional en que se sumerge el/la paciente cuando se elabora correctamente este tipo de pulsiones.

       En la E. psicótica aparece el vacío, la angustia vital, la sensación de pérdida de identidad, la necesidad de fusión con el/la terapeuta, desarrollándose el pasaje de una relación aparentemente genitalizada a una relación fusional-intrauterina.

       En la E. de C. Neurótica descrita aparecerá el estado depresivo oral con sensaciones de muerte, impotencia, tristeza..., y de fuerte dependencia ambivalente hacia el/la terapeuta. Vemos pues, cómo las manifestaciones pulsionales sexuales en estos casos van acompañando a formas más o menos caracteriales, aparentemente similares, pero con un contenido y una lógica muy diferente, y cómo a través de su elaboración entramos en contacto con elementos más nucleares.

       En el caso de la Estructura de carácter Borderline con copertura narciso-masoquista, por regla general se van a mostrar sin pulsiones, sin manifestaciones de implicación con el/la terapeuta, pues esa es precisamente una de sus características fundamentales: no permitirse mirar al otro, vincularse con el otro, para no entrar en contacto con su núcleo psicótico o depresivo. Pero en ambos casos con fuerte ambivalencia primaria y de angustia primitiva. Por eso son "personajes" que desarrollan a la perfección ciertas facetas sociales: dominio de la palabra, humor, conocimiento intelectual de ciertos temas... y eso sirve de seducción social y de mecanismo para ser escuchado y mirado y no escuchar ni mirar. Será precisamente la adecuada elaboración de esa actuación dentro de la relación terapéutica, más que los actings o ejercicios neuromusculares o que la respiración, etc., lo que permitirá que este tipo de personas entren en contacto con una capa más profunda, es decir con su ambivalencia, emergiendo pulsiones de fuerte necesidad y miedo a la pérdida y de una destructividad muy fuerte al ser consciente de esa dependencia, quieren desesperadamente al objeto para poseerlo y para destruirlo.

       Vemos, por estos ejemplos –que son una muestra de las diversas estructuras en base a la combinación: factor de base, copertura y rasgo– como en esta primera fase claramente se manifiestan pulsiones que corresponden a la etapa oral, según la forma en que fue vivida: voracidad--destructividad en el ejemplo puesto de la E. de carácter Borderline; necesidad de fusión epidérmica fetal –genitalización de los contactos sociales en la E. psicótica; necesidad del objeto– seducción sexual en la E. de C. Neurótico. Todas ellas vinculadas a la búsqueda de la relación con el objeto oral, la madre (entendiendo tanto el objeto oral primitivo como el primario).

       En la segunda fase (segmento cervical-torácico, etapa anal), las pulsiones sexuales tomarán matices más sádicos, con posibles fantasías perversas y con la emergencia del componente homosexual. A partir de esta etapa, en nuestra sistemática introducimos a la persona en el grupo terapéutico y la emergencia de estas pulsiones se dirige progresivamente, a los miembros del grupo, al y la terapeuta de grupo y al y la terapeuta individual (que será generalmente uno de los dos terapeutas del grupo).

       En la tercera fase (segmento: diafragma, abdomen-pelvis. Momento edípico). Salvando los matices, que como siempre serán diferentes según la estructura, nos encontramos con la ambivalencia edípica: deseo genital--odio hacia el objeto, y con las consiguientes fantasías incestuosas--transferenciales, acompañado de pulsiones parciales, exhibicionismo, voyeurismo y manifestaciones fálicas en ambos sexos como fantasías de violación, comportamiento de dominación sexual...

       Dentro del proceso terapéutico, hasta aquí, observaremos manifestaciones de las pulsiones sexuales, mal llamadas en ocasiones "amorosas", porque ya hay una contradicción en el término. Si son pulsiones no pueden ser amorosas pues el amor va vinculado únicamente a la capacidad de regulación del instinto sexual, capacidad de amar y de vivir el "abrazo genital"  en una relación objetal completa. Esta capacidad se observa en la fase final o genital, donde las pulsiones parciales siguen existiendo pero en función del instinto. Surgirá a partir de la resolución edípica y se manifestará hacia el/la terapeuta en forma de reconocimiento de su función, como deseo de conocerlo como persona, y de agradecimiento por la tarea realizada, no existiendo vestigios de fantasías incestuosas o comportamiento de "plaga emocional"  hacia su persona.

       Es realmente difícil alcanzar este punto de maduración, pero sí se consigue, es cuando podemos hablar de manifestaciones sexuales de amor, eligiendo el objeto amoroso fuera de la relación terapéutica. Se puede llegar a amar al terapeuta como se hubiera podido querer a la madre o al padre pudiendo entablar progresivamente una relación profesional o de amistad, es decir, en un mismo plano. Pero no se producirá inmediatamente después de haber terminado el análisis, sino con el tiempo.

       Esto es importante conocerlo cara a las situaciones donde se mezclan las labores docente (Didactas) con las terapéuticas, donde el paciente es candidato a terapeuta del mismo equipo que su terapeuta, pues el cambio de plano en la relación personal debe ser progresivo y ocasiona, mientras se produce, comportamientos y sensaciones particulares que se pueden entender y manejar mejor a partir de esta referencia.

       Ahora bien, tanto para que el proceso siga su evolución progresiva y de maduración sexual, como para que se vayan manifestando las pulsiones sexuales, que supone la prueba clara del desarrollo del vínculo o neurosis transferencial, –junto a la correcta aplicación de todos elementos que caracterizan esta metodología clínica– es fundamental que el/la terapeuta sepan manejar dichas pulsiones sexuales.

       En la sicoterapia reichiana, el contacto corporal terapeuta-paciente, es algo habitual en la práctica clínica, pero quizás sus consecuencias en el "setting  terapéutico" no se han analizado suficientemente.

       Resulta lógico pensar que esta variable nueva respecto al terreno de origen, el psicoanálisis, ocasione modificaciones en el proceso transferencial, y en general en el proceso terapéutico. Y si bien es cierto que puede ser un medio funcional y facilitador del proceso también puede ser un revulsivo yatrógeno muy peligroso que fije la dinámica evolutiva o provoque una regresión incontrolable.

       W. Reich cuestionó la importancia que tiene tanto en el proceso educativo como en el terapéutico, el contenido latente emocional presente en los propios educadores y psicoterapeutas y que en muchas ocasiones puede no ser consciente, pero que al existir, puede ser percibida por el receptor con repercusiones incontroladas. Concretamente habla en uno de sus textos de cómo la carga sexual contenida de los padres puede favorecer la fijación edípica. A nivel práctico es un hecho que si nosotros como padres nos bañamos con nuestra hija de 6, 8, 9 ó 10 años, o se sienta en nuestras rodillas, aunque conscientemente desdeñemos cualquier tipo de deseo sexual hacia ella, sí hay una fuerte carga sexual por una hiperexcitación contenida, muy posiblemente esa carga produzca excitación en el biosistema infantil favoreciendo dicha fijación. De la misma manera ocurre en el terreno clínico.

       Esto es algo que las personas con una E. psicótica en muchas ocasiones captan por su campo energético más extenso y con menos bloqueo muscular, al sentir que el terapeuta está de una manera concreta aunque no lo manifieste. Cuando dicen: "Hoy te siento cansado", "preocupado", "con rabia"... Inmediatamente tendemos a defendernos: "No, no, estoy bien, como siempre".... ¡Gran error! pues favorecemos la confusión y el doble lenguaje. Por supuesto que a veces estamos con un estado emocional concreto y lo intentamos contener por nuestra función latente, pero no hay porque negarlo cuando alguien lo siente, al contrario, es un factor que puede facilitar el vínculo y el buen hacer terapéutico. Ya digo, sobre todo en el abordaje de la E. psicótica.

       Pero en otras ocasiones no es un estado puntual, es una carga crónica, rabia contenida, tristeza, avidez sexual, pulsiones latentes históricas ancladas en el inconsciente, pero manifiestas en el campo energético, y con continuadas repercusiones en la relación con el otro. Esta carga emocional va a colisionar con la del/la paciente dejando de ser una relación de planos distintos para interaccionar y viciar la relación terapéutica, porque el/la paciente en un momento dado sentirá que el/la terapeuta se siente atraído por ella y se lo manifestará al terapeuta. Este lo negará y lo analizará como una fantasía histórica de seducción, pero internamente el/la paciente sabe que lo que siente es cierto. Y es cierto, de alguna manera, no porque conscientemente lo sea, sino porque la carga sexual del terapeuta se despliega y se puede sentir como deseo. Por otra parte, esas cargas emocionales históricas pueden reactivarse ante respuestas directas del/la paciente, tanto de deseo manifiesto, como ante los accesos de rabia o de tristeza. Y el terapeuta también desea, sentir tristeza, llorar, o sentir una fuerte rabia y mostrarla. En ese momento se interactúa, se colocan los dos vectores en un mismo plano, y se acaba la regla básica de la relación terapéutica favorecedora de la neurosis de transferencia y base de todo proceso psicoterapéutico: la diferencia de funciones, la diferencia de planos, entre el/la terapeuta y el paciente.

       Tampoco se trata de ser la momia psicoanalítica como criticaba Reich a sus colegas: Debe existir la capacidad de contacto, de empatía, de "apertura de campo energético", de comprensión. Se puede y se debe sentir lo que ocurre, pero esto siempre como algo que es del orden del paciente. "Estoy con el sentir del/la paciente, no estoy con mi sentimiento y con el del/la paciente". Siento la tristeza de mi paciente, pero eso no me puede poner triste a mí. Siento la rabia de mi paciente, pero no puede ponerme rabioso, siento el deseo de mi paciente, pero eso no puede hacerme sentir deseo hacia la paciente. Y si eso ocurre, de manera indirecta por una carga latente histórica no consciente, o por respuestas puntuales (contratransferencia neurótica) se tiene que evitar de forma tajante. De ahí la necesidad en todos los casos de la propia terapia personal (no para cubrir unas horas didácticas, sino como proceso psicoterapéutico profundo del futuro terapeuta); la supervisión de casos y la terapia Ad-Vitam del/la terapeuta. Porque si esto puede darse en un proceso psicoterapéutico verbal, cuando es un proceso psicocorporal las posibilidades aumentan mucho más...

       Si un/a paciente manifiesta su tristeza: el/la terapeuta puede abrazarlo si lo vemos necesario ante una demanda funcional, pero es un abrazo desde la posición del/la terapeuta. Sólo en aquellos casos que cumpla claramente una función y recibiendo la emoción del paciente debería existir una proximidad corporal. Si por el contrario interactuamos "nuestra" tristeza con la "suya", no nos asombre que cuando el/la paciente más adelante viva deseos genitales, espere le sean satisfechos con el/la terapeuta. El "estar" del terapeuta es fundamental y tiene que mantenerse igual durante todo el proceso. Si lloro con un paciente también puedo hacer el amor con un paciente, o pegarme con un paciente. Y eso no es un proceso terapéutico, tendrá otro nombre que no me apetece buscar.

       Por ello es importante diferenciar entre interacción e interrelación. Existe una relación terapéutica, pero para que el paciente desplace de forma adecuada los afectos históricos a la figura del terapeuta creándose así la valiosa herramienta del vínculo o neurosis de transferencia, no puede haber una interacción emocional sino una receptividad, una interrelación basada en dos posiciones diferentes. La persona que transmite, que expresa y la persona que está receptiva, abierta, en contacto, libre de carga, que es la posición del terapeuta . Por ello creo que debería ser una norma fundamental en todo proceso de psicoterapia corporal, por respeto al/la paciente y por necesidad clínica, que el contacto corporal se produzca sólo en momentos necesarios y puntuales (ante una respuesta de contracción muscular, de paralización puntual de la respiración, una fuerte tristeza con demanda de proximidad, etc...), y siempre teniendo muy presente la propia carga energética, el propio estado emocional, lo que en términos técnicos algunos autores, incluido Reich, de forma general definían como contratransferencia.

       A partir de esta tesis podemos observar cómo el defender un código deontológico no es por tendencia inquisidora, moda u otros inventos de algunas mentes retorcidas, sino por evidencia clínica, para hacer manifiesto aquello necesario para el buen hacer del psicoterapeuta.
La situación personal, su comportamiento personal es una variable clínica fundamental. ¡Cuántos pacientes he tratado y han llegado a nuestro equipo con experiencias nefastas de trabajos anteriores con llamados psicoterapeutas corporales, no por no conocer la técnica o la teoría dichos profesionales, sino por no saber utilizar esta variable, y trabajar dejando expresar sus sentimientos al paciente y sus deseos llevándolos a la práctica, entre ellos los deseos genitales con relaciones sexuales en la consulta. ¡Ya es hora de dejar bien clara cuál es la posición del psicoterapeuta reichiano y post-reichiano a este respecto, con evidencias clínicas y no sólo por juegos de abalorios ideológicos, teóricos o supuestamente progresistas.

       Es por ello necesario que junto a seminarios clínicos donde esto se pueda evidenciar, las escuelas de formación exijan la terapia personal a los candidatos que permita al terapeuta adquirir los mínimos personales necesarios para que no haya interferencias ni interacciones en su trabajo y mantengan un código deontológico donde esta variable aparezca definida pudiendo ser en un momento dado elemento suficiente como para denunciar o expulsar a un terapeuta de la institución. No nos debe interesar "el colegialismo", sino la salud y para ello hay que actuar con una mínima coherencia y profesionalidad.

       De esta forma, teniendo presente el factor contratransferencial y sabiendo manejar la elaboración de las pulsiones, se observa que el proceso evoluciona y se produce el desarrollo y la maduración sexual hacia la genitalidad. En este sentido, cabe recordar que la elaboración de las pulsiones pasa por facilitar la expresión verbal y la expresión emocional que la acompaña, así como la posible vinculación a través de la libre asociación y de la elaboración analítica con situaciones históricas y con el/la propio terapeuta.
 
 

       Veamos unos ejemplos: (P= paciente; T= terapeuta)

Caso a) Paciente en 2ª fase del proceso terapéutico. Estructura de carácter Borderline.

P.- "Me siento muy tenso. Noto tensión en los brazos y el cuello".
T.- ¿También en los ojos?
P.- Sí, también.
T.- ¿Te cuesta mirarme?
P.- Sí.
T.- ¿Recuerdas si había alguien a quien también te costaba mirar?
P.- Sí, a mi maestro del pueblo.
T.- ¿Por qué?
P.- Recuerdo que alguna vez me tocaba el cuerpo y en una ocasión los genitales. Yo escapé, y desde entonces rehuía su mirada.
T.- ¿Tienes miedo de que yo también te toque?
P.- Es ambivalente. Pero creo que tengo miedo por si me excito.
T.- ¿Qué emoción te produce el recordar esto?, ¿qué sientes ahora?
P.- Rabia, odio.
T.- Mírame, permítete sentir esa rabia mirándome.
P.- Lo hace y aparece tristeza y llanto.... A continuación le indico que realice el acting de abrir y cerrar las manos y posteriormente decir "¡no!" con los puños dentro del trabajo del 3er y 4º segmentos.
 

Caso b) Tercera fase de la terapia. Estructura de carácter neurótica.

P.- Siento una fuerte ansiedad y deseo genital.
T.- ¿El deseo va acompañado de imágenes?
P.- (siento nerviosismo en su comportamiento, tiende a ocultar algo) si...
T.- ¿Cuál? Te das cuenta de tu postura corporal. Quizás temes decirlo.
P.- Sí, me da vergüenza. Pero ... me estaba imaginando que te desnudaba y me desnudabas y me penetrabas.
T.- ¿Cómo te sientes al decirlo?
P.- Con miedo, pero mejor, menos tensa.
T.- Continuamos con el "acting": Respiración, vocalizando con la letra !Ah! (después del "acting")
T.- ¿Qué has sentido?.
P.- Excitación y rabia porque me he sentido despreciada por ti. Yo te comunico mi deseo y tú permaneces inmutable.
T.- ¿Qué te hubiera gustado que hubiera hecho?
P.- Que me comunicaras tu deseo también.
T.- ¿Tú lo sientes en mí?
P.- No, pero me da rabia que no lo sientas.
T.- ¿Sientes que te lo censuro?
P.- No...
T.- ¿Quién es posible que sí te censurara o sintieras que te censurara esos deseos?
P.- Mi padre. A partir de una edad ya nunca más me tocó y siempre estaba diciendo "atención a tu vestido, esa falda..."
T.- ¿Qué sentimiento te produce el recordar esto?
P.- Rabia, mucha rabia.
T.- Sigamos. Vas a realizar el acting de decir !No! pegando la patada al aire con las piernas, manteniendo el contacto con esto que estás sintiendo.
 

Caso c) Paciente con una estructura psicótica compensada con copertura histérica, en la 1ª a fase del proceso.

P.-(Después de realizar el acting de las manos en los oídos y mirar la lamparita con el punto fijo, con la mirada perdida): He sentido necesidad de chupar la lamparita, de metérmela dentro de la boca, toda entera, también tu pene.
T.- ¿Con excitación genital?
P.- No.
T.-¿Y con mis manos en tus oídos, que sentías?
P.- Un fuerte dolor en el diafragma, frío en el abdomen, y sensación de protección con tus cálidas manos. He fantaseado que mi cuerpo era todo oídos para entrar dentro de tus manos. Siento que te canso con mis explicaciones y que me vas a dejar.
T.- Es cierto que hoy me encuentro algo cansado, pero ya lo estaba cuando tú has venido. ¿Sientes que te va a dejar siempre aquel con quien creas una relación afectiva?
P.- Sí, con los hombres sobre todo.
T.- ¿Asocias ese frío que has sentido durante el acting con la sensación que te produce cuando te sientes abandonada?
P.- Sí, es similar, pero aquí era mucho más fuerte.
T.- Date cuenta de que en cuanto conmigo estás creando una fuerte relación afectiva el miedo a que te deje es mucho mayor, y de ahí que se reactive tu frío, que es histórico. Pero ten la seguridad de que yo no te voy a dejar. Hagas lo que hagas y digas lo que digas seguiré siendo tu terapeuta.
P.- ¿Seguro?
T.- Es normal que no te lo creas, pero lo irás comprobando.

Nota explicativa: Por la particularidad de la E. Psicótica la actuación terapéutica es mucho más directa y con mayor proximidad corporal, con menos elaboración analítica y con las posibilidad de utilizar elementos de reaseguración, para rebajar la angustia primitiva de la paciente. No se hace excesivo hincapié, ni se toma al pie de la letra muchas de sus frases, como en este caso, "el deseo de absorber mi pene", pues a diferencia del ejemplo b) es una forma de genitalización de la oralidad primitiva y refleja su deseo de fusión. Posteriormente, en este caso, la paciente vería claro cómo su práctica promiscua era una forma de intentar tener un contacto epidérmico con el hombre a través del cual buscaba a la madre.

       Mientras que en el espacio individual, por tanto, no hay interacción emocional, en el trabajo grupal facilitamos que se produzca dicha interacción entre los miembros del grupo, es decir entre aquellos que sí están en el mismo plano, dentro del espacio terapéutico, con los límites que el respeto y la intimidad exigen, pero sin regla de abstinencia fuera del espacio grupal. Eso sí, teniendo presente los posibles acting-out, o realización de ciertos deseos hacia el/la terapeuta que pueden ser desplazados a otras personas del grupo, para ser convenientemente analizado.

       En síntesis, con esta exposición quería recordar algunas cosas conocidas para muchos de ustedes y que son una evidencia clínica para mí y mi equipo utilizando de esta forma concreta la terapéutica reichiana (la cual puede conocerse en profundidad por la bibliografía que cito en las notas); la importancia del factor contratransferencial para el proceso terapéutico; cómo las pulsiones sexuales son manifestaciones que están indicando en gran medida la evolución del proceso; conocer la diferencia entre pulsiones sexuales y amor de transferencia o transferencia positiva que sólo se puede dar –como Reich hizo hincapié– al final de la terapia con los objetivos básicos cubiertos; y, finalmente, saber que la deontología deviene como consecuencia de la praxis clínica y como medio recordatorio de la necesidad de coherencia profesional en el delicado y difícil camino hacia la salud.

 

 

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