Aproximándonos a la ontogénesis desde una perspectiva orgonómica post-reichiana

Maite Sánchez Pinuaga y Xavier Serrano Hortelano

Capítulo III del libro "Ecología infantil y maduración humana"

Publicaciones Orgón ( Es.Te.R.) Valencia, 1997

 

 

El objetivo de este cuadro de ontogénesis es el de poder tener una visión esquemática global del proceso de maduración y de integración progresiva de las funciones psicosomáticas del animal humano, que dan como resultado la formación de una estructura general, con un funcionamiento individualizado, consecuencia de la permanente interacción de lo biológico, lo somático y lo psíquico, en función de la dinámica económica de la energía vital (bioenergía = orgón) y del particular funcionamiento del mecanismo de pulsación bioplasmática. Esta interacción individual está condicionada a su vez de manera permanente por los distintos sistemas que, directa e indirectamente, están presentes en la vida de la persona. X. Serrano, en la elaboración de este cuadro, refleja claramente la visión holística y sistémica del funcionalismo orgonómico de W. Reich de la que partimos y que constituye la base teórica que sustenta nuestra praxis clínica y preventiva, parte de la cual se refleja en este libro.

 

La simple "complejidad" del funcionamiento de lo vivo y en particular del animal humano dificulta la elección de aquellas variables que influyen más determinantemente en dicho proceso de ontogénesis. Las que forman parte de este cuadro plasman los referentes básicos de los que se parte para utilizar el D.I.D.E. (Diagnóstico Inicial Diferencial Estructural), (Serrano, 1990) estando definidas a lo largo de los intervalos de edad que marcan momentos clave en dicho proceso de maduración humana.

 

Una característica de dicho cuadro, que lo diferencia de otros existentes realizados a partir de sus propios modelos teóricos (por ejemplo el psicoanalítico: ver Fliess, 1948), es la permanente diferencia entre lo que sería un proceso de maduración funcional, permitiendo el libre desarrollo de lo instintivo, de lo innato a la naturaleza de lo humano y las particulares formas que tiene que adoptar la persona en su proceso de maduración, para separarse lo menos posible de ésta línea, cuando lo instintivo se encuentra con respuestas, por parte de los sistemas de los que dependen, que le generan violencia, miedo, y por tanto disfunción. Esto implica la asunción de que la salud es posible (como objetivo social y colectivo a alcanzar), pero que lo observable a nuestro alrededor, lo generalizable, lo cuantificable, incluso cuando no hay una sintomatología evidente, es ya una manifestación de la disfunción y, por lo tanto, de la enfermedad en su mayor o menor medida.

 

Tal conclusión se apoya en los resultados observados en la praxis de la vegetoterapia caracteroanalítica de W. Reich y en los obtenidos ¾dentro del trabajo de la profilaxis orgonómica infantil¾ en el seguimiento de familias y de niños que han madurado en su seno y que han podido vivir una relación humana basada, lo más posible, en lo que es propio de la salud desde el mismo momento que se elige y se decide tener un hijo. Salud desde una perspectiva bio-psico-social tal como la entiende W. Reich (1948) y describe O. Raknes (1970), lo que implica reconocer la capacidad de amar, de entrega, de compromiso y de trascendencia, de equilibrio vegetativo... como algo propio de la naturaleza humana —que implica, a la vez, ser muy conscientes de la importancia que tienen, para que ésta permanezca, los factores sociales, culturales, ambientales e incluso médicos— factores cuya implantación adecuada, por su particularidad, nuestro sistema social limita.

 

Los conceptos que se manejan en el cuadro de ontogénesis pertenecen a distintos autores, tanto del campo de la orgonomía en lo relacionado con los aspectos funcionales (Reich, Navarro, Dew, y propios del autor), del psicoanálisis en lo relacionado con lo disfuncional (Freud, Spitz, Hartmann, Mahler, Klein, Kernberg, ...) como de la neurofisiología (Luria, MacLean, Buscaino, Imbriano).

 

Será, por tanto, en las obras de dichos autores, donde se podrá conocer en profundidad el significado de los mismos, limitándonos en este cuadro a situar los conceptos de una manera gráfica y esquemática. No obstante, pasamos a definir las variables referenciales que empleamos en este cuadro:

 

1.- Desarrollo del instinto sexual: siguiendo a Reich, concebimos el proceso de maduración como la estructuración e integración progresiva de las funciones psicosomáticas humanas, de las más simples a las más complejas, constituyéndose en motor principal el instinto sexual, sinónimo de la fuerza que permite buscar la satisfacción de aquello que nutre el núcleo y la esencia del ser: el amor con sus distintos objetos y formas, en función del momento histórico y, por tanto, de la fase sexual. De esta manera, calor humano, afectos y sexualidad están en constante interacción, buscando la consecución de la finalidad del instinto sexual. La disfunción en el desarrollo de dicho instinto provoca que la libido lo transforme en pulsiones y éstas en estados de conciencia, de ánimo y en una autopercepción patológica y patologizante (parasitismo, narcisismo, ansiedad, culpa, asco...). Por ello, todo esto está en íntima conexión con otras dos variables fundamentales: los momentos de desarrollo del instinto sexual, es decir, las fases sexuales y la forma de relación que se tiene con aquello que facilita la satisfacción del mismo (objeto sexual).

 

2.- Fase sexual: Variable que indica los momentos determinantes en el proceso de maduración del instinto sexual que va a la par del proceso de estructuración y complejización de funciones del organismo humano. La disfunción o impedimento de éste proceso ocasiona que las pulsiones sexuales busquen su satisfacción parcial con formas ya alteradas que denominamos etapas y cuya energía sobrante puede distorsionar el biosistema, hasta el punto de predisponerle a procesos degenerativos celulares en el caso de que dicha alteración se haya producido en un período vital primitivo.

 

3.- Relaciones objetales: hace referencia al tipo de relación y de comunicación, tanto analógica (afectivo-libidinal-energética) como digital (por medio del lenguaje) que se desarrolla entre el nuevo ser y las personas que lo nutren (progresivamente: piel de la madre; el pecho de la madre; cuerpo de la madre; autosatisfacción por el propio cuerpo; cuerpo del padre; cuerpo de los hermanos-as, amigos-as; cuerpo del otro-a). Evidentemente, cuando estas relaciones son patológicas, por ausencias o por excesiva presencia (represión de las expresiones espontáneas del instinto), provocan respuestas biológicas o psíquicas a su vez patológicas o con predisposición a las mismas.

 

4.- Funcionalidad somática corporal: como consecuencia de este proceso relacional y del desarrollo ya definido de funcionalidad o disfuncionalidad del instinto sexual, existirá una predisposición a la progresiva estructuración y complejización de las funciones somatocorporales siguiendo el recorrido cefalocaudal, morfológicamente hablando, o bien, en caso contrario, se generará la estructuración de los segmentos de la coraza muscular como defensa que busca evitar el contacto con la angustia y el sufrimiento provocado por dicha disfunción. Teniendo presente que dichos bloqueos serán primitivos, primarios o secundarios, en función del momento evolutivo, también podrán ser hipo o hiperorgonótico en función del nivel de carga bioenergética del núcleo del biosistema en relación con la tensión muscular superficial.

 

5.- Predominio neurofisiológico: esta variable nos indica qué orden de influencia, en dicho proceso de estructuración de funciones psicosomáticas, tienen los tres sistemas neurofisiológicos claves en el organismo —el R-complex, sistema primitivo y visceral regulador del ritmo biológico— el sistema límbico, regulador de las emociones y el neocórtex, encargado de lo racional vinculado a la conciencia y, por tanto, aquello que nos facilita el reconocimiento del ser.

 

6.- Funcionalidad psíquica: como consecuencia de lo anterior existirá un progresivo proceso de identidad y de estructuración del yo que estará basado en el adecuado funcionamiento del sistema neurofisiológico y de la pulsación bioenergética, si se desarrolla en unas condiciones saludables y funcionales respecto a la natura. En caso contrario se desarrollaran respuestas compensatorias defensivas donde las pulsiones, apoyadas por un disturbio energético y un funcionamiento alterado del sistema neurofisiológico, buscando sobrevivir, servirán de base energética donde se apoyará el carácter , pudiendo incluso no existir una mínima posibilidad de desarrollo de un psiquismo arraigado a lo biológico, lo que conduce a la conocida escisión psicótica.

 

7.- Estructuración yoica caracterial: hemos de establecer una marcada diferencia, fruto de las anteriores variables, entre lo que consideraremos la formación, estructuración y existencia de un yo basado en la autorregulación energética ¾ y, por lo tanto, en la capacidad de satisfacción del instinto con un objeto adecuado que permite un coherente e interactivo funcionamiento biopsicosomático del organismo¾ y lo que consideramos como la consecuencia disfuncional de dicho proceso de autorregulación, que provocará la creación de la estructura psicótica, de la estructura borderline (copertura caracterial) o de la estructura neurótica, con una mayor o menor sintomatología patológica, en función del nivel defensivo de la coraza caracteromuscular de cada individuo y con una percepción de la realidad y una autopercepción de su dinámica existencial, de su contacto esencial, claramente diferenciadas, condicionando claramente, formas y tipos de conducta, formas y modos de pensamiento e, incluso, formas y modos distintos de enfermar.

 

En los capítulos posteriores profundizaremos en estos conceptos en cada fase sexual, desde la perspectiva clínica y de la praxis preventiva.