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Infocop Revista


Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos

ISSN 211-7851

Febrero , nº 72 , 1999 ,

Copyright 1999 © Infocop

 

SOBRE FORMACIÓN DE PREGRADO

 

José Ramón Fernández Hermida

 

Miembro de la Junta de Gobierno del COP.

 

INTRODUCCIÓN

En esta comunicación se expone, en líneas generales, la posición del COP en torno a la propuesta de diversificación de títulos en Psicología y la consiguiente ruptura de la titulación única de Licenciado en Psicología, siendo los argumentos que a continuación se desarrollan de mi exclusiva responsabilidad.
En sus páginas, se hace una somera revisión histórica de la evolución del título, se revisa la consecución de los fines y objetivos de la licenciatura en el marco actual en el que se desenvuelve, se analizan los distintos problemas y soluciones y, finalmente, se expone la posición colegial.

REVISIÓN HISTÓRICA

La evolución histórica de la titulación que conduce al ejercicio profesional de la Psicología en nuestro país, es una historia corta, con frecuentes y acelerados cambios que se dan en el breve espacio de unos 30 años y que parece impulsada por una peculiar circunstancia histórica en la que confluyen notables cambios económicos, sociales, políticos y científicos. Desde sus comienzos como un titulo de Escuela al que podía accederse desde la posesión previa de cualquier licenciatura, pasando por las Facultades de Filosofía y Letras, Facultades de Filosofía y Ciencias de la Educación y sus variantes, hasta las actuales Facultades de Psicología con sus títulos de Licenciado en Psicología ha habido un proceso con un denominador común, el deseo de la comunidad académica y profesional de contar con estudios propios e independientes de Psicología, configurando una titulación única y una profesión claramente identificables.
Si nos aproximamos de forma macroscópica a la historia de dicha evolución, se podría afirmar que tanto el desarrollo académico como el profesional de la Psicología española, que han sido profundamente interdependientes, se han visto influidos por varios factores, muchos de ellos de carácter extraacadémico, tres de los cuales se exponen a continuación sin ninguna prelación.

El primer factor es el desarrollo económico. En los años setenta España se encuentra en una etapa de crecimiento económico acelerado que potenció una demanda social de servicios más allá de los de mera subsistencia y un incremento sin parangón en el número de estudiantes universitarios. En este sentido, la perspectiva práctica y aplicada de la Psicología, ya evidente en sus comienzos dentro de una Escuela de "Psicología y Psicotecnia", fue uno de los factores esenciales que explica el creciente incremento de alumnos, movidos por unas expectativas de futuro halagüeño en muchos y diversos campos donde se demandaban servicios psicológicos (sanidad, industria, seguridad vial, ejército, etc.). Tan diversa y variada demanda de psicólogos se hace en un momento de modernización de las estructuras productivas, administrativas y de servicios dentro de un crecimiento que no parecía tener un techo cercano. Además, el desarrollo económico unido a una demografía favorable y a una intensa descentralización del Estado hizo que hubiese una creciente demanda periférica de Facultades de Psicología, hasta el punto de que casi se puede decir que todas las Universidades del Estado tienen una. Eso supuso una oferta de plazas de estudio que alentó aun más una demanda social sobrecalentada. La evolución de las cifras según el INE no deja lugar a dudas. Durante el curso 1969-1970 había matriculados un total de 2.435 alumnos en los estudios de Psicología. En el curso 1989-1990, veinte años después, había ya 46.522, es decir, se habían multiplicado por veinte. En la actualidad la tendencia se ha desacelerado, aunque el número de alumnos sigue siendo muy elevado (58.545 en el curso 1996-1997).
El segundo factor es el cambio político. El régimen democrático facilitó la aparición de nuevas profesiones con el "aggiornamiento" de los grupos tradicionales de presión, que por diversos motivos académicos y profesionales podrían no estar interesados en el nacimiento e implantación de una nueva titulación y una nueva profesión. Los vientos de cambio favorecían la aparición y desarrollo de las disciplinas "sociales", que ya gozaban de un fuerte arraigo en los países occidentales avanzados de nuestro entorno. Este desarrollo implicaba cambios académicos importantes y nuevas propuestas de aplicación de dichas disciplinas. En este sentido, no es una casualidad que el Real Decreto de creación de las Facultades de Psicología de Mayo de 1979 casi coincidiese en el tiempo con el de creación del Colegio Oficial de Psicólogos, en Diciembre de 1979. Hay una fuerte interdependencia entre ambos hechos, tanto desde el punto de vista causal (uno facilita la aparición del otro), como desde la perspectiva temporal, ya que ambos ven la luz en plena efervescencia reformista. Ese mismo cambio, fué también decisivo para las instancias políticas atendieran los deseos democráticos de la población y para la descentralización política, que se apuntó más arriba, lo que ha tenido una notable influencia en el gasto público y en la puesta en marcha de procesos de reforma en el ámbito sanitario y educativo que han dado empleo a muchos psicólogos y han contribuido decisivamente a la implantación y reconocimiento social de la profesión.
El tercer factor que se considera en este apresurado resumen, hace referencia a la concordancia en el tiempo con la expansión internacional de la Psicología, un proceso que aún hoy se encuentra en plena actividad, y en el que nuestra experiencia es un fenómeno notable pero marginal. Es un hecho incontestable que la denominación de Psicólogo tiene ya un reconocimiento casi universal. Visto desde esta perspectiva, nuestro deseo de titulo único en Psicología que consolide una clara denominación de Psicólogo es, en realidad, un mero reflejo de una corriente más amplia. Las sociedades científicas y profesionales de la Psicología están implantadas en casi todos los países del mundo. En Europa, la titulación de psicólogo es otorgada en todos los estados miembros de la Unión Europea y las Asociaciones profesionales que conforman la Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos suman en la actualidad veintiocho (Lunt, 1998). Empieza a existir un reconocimiento social de la figura del psicólogo y buena prueba de ello son las normas que en Alemania ha dictado su Parlamento circunscribiendo la práctica de la psicoterapia a aquéllos que posean previamente el titulo de médico o psicólogo. En nuestro país, la disposición que establece la obligatoriedad en el reconocimiento previo de los conductores dicta que uno de los profesionales necesarios en tal examen debe ser el psicólogo y está en visos de salir próximamente el título de especialista en Psicología Clínica que exige la titulación de Psicólogo como condición previa de acceso. Nada de esto se improvisa y ha requerido un considerable tiempo de maduración.
Hay, a nuestro juicio, en suma, unas circunstancias económicas y políticas únicas que han favorecido que nuestro país haya superado con presteza graves carencias y se encuentre con una Psicología que, académica y profesionalmente, está plenamente integrada e incluso disfruta de un excelente grado de desarrollo comparativo dentro de los países de nuestro entorno.
Sin embargo, una apreciación somera de los fenómenos contextuales que han determinado lo que la Psicología es en nuestro país no agota su análisis histórico. Faltaría, sin lugar a dudas, una referencia a las personas, a las organizaciones y a los distintos hitos administrativos que la han ido conformando. Hay en esta historia, sin lugar dudas, mucho empeño y sacrificios personales de muchas personas que han convertido en realidad objetiva lo que los tiempos demandaban. Tal análisis nos alejaría de los propósitos de este apartado, pero es justo mencionarlo, ya que en esta empresa de la Psicología ha habido mucha pasión.
Sin embargo, hay un hito administrativo al que debemos hacer referencia. En 1990 se produce la última revisión de los estudios de Psicología, en el marco de la reforma de las enseñanzas universitarias. En aquella ocasión y dentro del denominado Grupo XI, destacados miembros de la comunidad universitaria junto con el COP participaron en la elaboración de los criterios conducentes para la obtención del titulo de licenciado en Psicología. Lo que allí se decidió conforma, con pocas variaciones, lo que actualmente son los estudios de Psicología en nuestro país. Se puede decir que, en ese momento, cristalizaron las fuerzas que, tanto desde la Universidad como desde el campo profesional, estaban actuando.
Uno de los acuerdos más importantes que allí se tomaron fue que se debía preservar el título único en Psicología, relegando las especializaciones como tales para la etapa de postgrado. Esta posición se mantenía en virtud de que "Esta unicidad parece una condición necesaria para el reconocimiento y consolidación sociales de las actividades profesionales vinculadas a las enseñanzas universitarias de Psicología, dado el carácter reciente de la implantación de ambos en nuestro país", tal y como reza en la justificación y aclaraciones del informe técnico que se emite por el Grupo XI.

FINES Y OBJETIVOS DE LA LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

Según el Informe Técnico del Grupo XI, por el que se reestructuran las enseñanzas conducentes al titulo de Licenciado en Psicología, éstas deberían cubrir y satisfacer dos tipos de perfiles, el profesional y el académico.
Del perfil profesional del titulado se dice que "dispondrá de la formación científica y de las competencias técnicas necesarias para el desempeño racional y óptimo de las actividades profesionales resolutorias de los problemas psicológicos de relevancia social, tanto en los ámbitos de la salud, de los servicios sociales, de la educación, del trabajo y de las organizaciones como en cualquier otro que generado por la dinámica social en interacción con los avances de las ciencias del comportamiento exija de su intervención".
En lo referente al perfil académico, se afirma que las enseñanzas "habrán de refrendar la adquisición teórica, experimental y práctica de los conocimientos científicos y técnicos sobre los comportamientos individuales y sociales; sobre sus dimensiones personales y sus procesos básicos, en sí mismos y en relación con sus fundamentos biológicos; sobre sus génesis, sus desarrollos y sus diferencias; así como el dominio de los métodos y técnicas de investigación, de análisis de datos, de evaluación y de intervención que sean relevantes en el campo psicológico".
¿Podemos afirmar que las actuales enseñanzas que otorgan el titulo de Licenciado cubren las exigencias de ambos perfiles? La contestación es harto difícil, aunque en lo que se refiere al perfil académico podamos decir que tanto los contenidos de las materias como la competencia científica y docente del profesorado son completamente homologables con los de los países desarrollados de nuestro entorno cultural.
No conozco ningún estudio que mida la adecuación de las enseñanzas en Psicología a las necesidades y habilidades profesionales demandadas por el mercado. Pero no es aventurado decir que si se preguntara a los estudiantes y recién licenciados, habría una gran insatisfacción. Probablemente sus resultados no sean excesivamente diferentes a los que puedan encontrarse en otras carreras, ya que nos encontramos ante una de las criticas generales a las enseñanzas universitarias.
Sin embargo, la situación en Psicología tiene algunos elementos singulares, que agudizan el problema. Si se reconoce que la carrera tiene una clara "proyección profesional" y una "incuestionable vocación interventiva" resulta paradójico que la inmensa mayoría del profesorado no tenga ni haya tenido nunca experiencia profesional. Son bien conocidas las dificultades que existen para compaginar el ejercicio profesional con la carrera docente. En Psicología no existe, desgraciadamente, la figura de profesor vinculado, ya que la ley no la contempla, y la categoría de profesor asociado, con las características que le otorga la LRU, se ha desvirtuado completamente en la mayoría de las Universidades. Esta situación quizás explique las grandes dificultades que encuentran las Facultades para la puesta en marcha de Practicums adecuados, tal y como se expresa en el documento de Amalio Blanco titulado "Requisitos y necesidades de formación para la Psicología del siglo XXI" (Blanco, 1998), sin que los otros factores que se apuntan (masificación, falta de recursos humanos y materiales, etc.) deban ser soslayados.
Estamos pues ante un problema ajeno al currículum y al plan de estudios y vinculado a las condiciones materiales y de recursos humanos con los que cuentan las Facultades de Psicología. Sin embargo, llegados a este punto, ¿es razonable que se exija a las Facultades de Psicología que en el plazo de cinco años y con los medios actuales doten a los alumnos de habilidades profesionales para que se desenvuelvan de forma "óptima" en los diversos ámbitos de la intervención psicológica? Nuestra respuesta es claramente negativa.
No creemos que estemos ante un problema coyuntural ante el que baste mejorar algún factor (dinero, competencia del profesorado o cualquier otro) para darle solución. Aunque es cierto que la calidad de la enseñanza en las Facultades de Psicología mejoraría sustancialmente si se aumentasen tanto la cantidad como la calidad de los recursos, tal mejora no entrañaría nunca una buena capacitación para el ejercicio profesional tal y como viene definido en los diferentes perfiles profesionales. Las razones son diversas.
El ejercicio profesional de la Psicología se lleva a cabo en "áreas de frontera", dentro de equipos multidisciplinares (o en ámbitos interdisciplinares) donde es necesaria la adquisición de conocimientos y habilidades no necesariamente psicológicos. El psicólogo aporta su conocimiento y su "modus operandi" en un ámbito donde las reglas no las marca la Psicología. Por ejemplo, en el ámbito sanitario, cualquier psicólogo (tanto en el ámbito público como en el privado) tiene que aprender inmediatamente a interactuar, con mayor o menor asiduidad, con médicos generales, especialistas de diverso tipo, personal enfermero, dirección sanitaria, etc. y debe actuar, dentro de ese marco, en ámbitos de trabajo extraordinariamente diversos (asistencia ambulatoria, hospitalaria, centros de rehabilitación, centros de salud mental infantil, etc.) para resolver problemas en niveles que van desde el individual al organizacional. Su actividad profesional se verá inmediatamente mediatizada por los determinantes del marco en el que se mueve, adquiriendo por contacto con otros profesionales (en el mejor de los casos) las habilidades necesarias para ser considerado un profesional "competente". Lo mismo podría decirse de cualquier otra especialidad profesional de la Psicología. Es evidente, que tal aprendizaje no puede hacerse mediante cortas estancias en centros específicos dentro del Practicum y que el profesorado debería contar con las habilidades requeridas.
La adquisición de los conocimientos científicos y técnicos de la Psicología permite al psicólogo dotarse de las herramientas conceptuales y operativas esenciales para adentrase en el ámbito del entrenamiento profesional. Pero es ilusorio exigir que las Facultades enseñen las habilidades profesionales tal y como son demandas en los distintos contextos de actuación del psicólogo, durante el corto ciclo de la formación básica. La exigencia emanada de las Directrices Generales propias, de que el Licenciado en Psicología tenga las competencias técnicas para el desempeño "óptimo" de las actividades profesionales, es a nuestro juicio una exigencia exagerada. No se puede dar cumplimiento a dicha exigencia en el exclusivo marco universitario, ya que no hay ni los recursos, ni el contexto ni el tiempo necesarios para acometer tal enseñanza.
Estos razonamientos podrían dar la impresión de que esta limitación podría solventarse con una segmentación del título de Psicólogo. Podría creerse que es imposible capacitar profesional y académicamente a un psicólogo en todas las áreas profesionales de la Psicología en el plazo de cinco años, pero que dicho objetivo se volvería más accesible si dividimos la titulación en multitud de especialidades. Tal impresión no sería correcta. La objeción que aquí se expone hace referencia a espacios y momentos diferentes, y no única y exclusivamente a problemas de tiempo o amplitud de los contenidos.
Es importante señalar que tal limitación no es en absoluto única de la Psicología. Otras carreras (Medicina - MIR - y Derecho - Escuela de Práctica Jurídica) con una clara orientación profesional presentan las mismas dificultades y han optado por soluciones de formación postgrado regladas. Lamentablemente, otras profesiones como la nuestra aún se mueven en el difuso campo de la formación postgrado no reglada (excepto en clínica).

CONSIDERACIONES SOBRE EL TÍTULO UNICO EN PSICOLOGÍA

La distintas posiciones con respecto al título de Licenciado en Psicología pueden subsumirse en cualquiera de las distintas alternativas que se ofrecen en el cuadro de la página siguiente.
Como se ha dicho en el apartado de referencia histórica, el Grupo XI, redactor de las Directrices Generales que gobiernan el actual titulo de Licenciado en Psicología, argumentaba que la defensa del titulo único (sin posibilidad de Diplomatura a medio camino y sin especialidades pregrado), alternativa 1 del cuadro anterior, se hacía en virtud de sus efectos deseables en la consolidación y reconocimiento social de las actividades profesionales de los psicólogos. A la vista del tiempo pasado desde entonces, no nos cabe duda de que tal propósito se ha conseguido.
Los psicólogos profesionales están en casi todas las ramas de actividad. Sus funciones están especialmente protegidas en algún caso (Seguridad Vial) o están en vías de conseguirlo (especialidad de Psicología Clínica). El Colegio recibe anualmente cientos de peticiones desde las más diversas instancias (personas particulares, instituciones, organizaciones, etc.) demandando orientación para elegir a psicólogos (ellos aún demandan psicólogos genéricos), siendo nuestra Institución la que encamina las diferentes peticiones hacia los especialistas. Cobran cuerpo, con su convocatoria de plazas, en muchos casos anuales, los cuerpos de funcionarios que se nutren principalmente con psicólogos (Penitenciarías, Orientación, P.I.R.) y que exigen como requisito esencial dicha titulación. Nuestra profesión se va incardinando cada vez más en ONGs, en las que se identifica a los psicólogos como profesionales que pueden cubrir múltiples facetas, tanto en el campo de la salud mental, las drogas, la atención a personas en crisis, etc. Por último, el COP ha firmado múltiples convenios con la Administración, asumiendo determinadas funciones de asesoría muy relevantes como es el caso de las Adopciones Internacionales, en las que los psicólogos tienen un papel esencial. Resumiendo, el público, las organizaciones y las instituciones identifican al psicólogo como profesión singular que tiene unos cometidos definidos y en, muchos casos, con gran relevancia social.
A pesar de este estado de cosas, la titulación única en Psicología se ha visto, con excesiva frecuencia, zarandeada por dos causas relativamente relacionadas entre sí. Por un lado se ha defendido, desde dentro de la Psicología, la necesidad de títulos específicos dado el alto nivel de especialización que demandan los diferentes campos de trabajo del psicólogo (alternativas 2 y 3). Por otro lado, y desde diversos sectores ajenos a la Psicología, se han intentado convertir en enseñanzas universitarias independientes campos doctrinales y profesionales muy afines a los psicólogos y donde éstos habían tenido un notable éxito de implantación y desarrollo (alternativa 4). Ambas posiciones están relacionadas desde nuestro punto de vista, ya que parten de un supuesto común, según el cual la titulación única en Psicología no da cobertura adecuada a las nuevas áreas de especialización de los psicólogos, por lo que es lícito establecer nuevas profesiones (dentro o fuera de la Psicología) que den respuesta a las necesidades sociales que demandan los servicios de esos profesionales. Éste ha sido el caso de la Licenciatura de segundo ciclo en Psicopedagogía, y el reciente intento de crear una Licenciatura, también de segundo ciclo, en Recursos Humanos. Sin embargo, y a pesar de que ambas posiciones, mantenidas por sectores de dentro y de fuera de la Psicología tienen puntos en común en lo que se refiere a las razones básicas que esgrimen, las soluciones tan distintas que proponen hacen que deban ser atendidas de forma diferente. Unos pretenden "superar" a la Psicología (y a otras ciencias) creando otras carreras ajenas a la Psicología y vinculadas a campos específicos de trabajo (alternativa 4), mientras que los otros (alternativas 2 y 3), proponen la diversificación y especialización pregrado, pero dentro del marco disciplinar de la ciencia psicológica.
Los abanderados de la creación de nuevas titulaciones ajenas a la Psicología se apoyan, fundamentalmente, en la idea de que éstas áreas de trabajo, de naturaleza interdisciplinar, requieren estudios y títulos universitarios específicos. Según esta posición, dichas áreas no pertenecerían a la Psicología ni a ninguna de las disciplinas que intervienen en dicha interdisciplinaridad, por lo que sería necesaria la aparición de unos nuevos estudios que, teniendo pinceladas de todos los saberes en concurso, definan un nuevo profesional polivalente (actuaría de psicólogo, de médico, de pedagogo, de abogado, de orientador, etc.). Estas nuevas titulaciones buscan vincular estrechamente los estudios universitarios con las actividades profesionales posteriores, haciendo innecesaria la especialización posterior.
Ante esta posición, cabe argumentar que la interdisciplinaridad no supone, per se, la necesidad de crear ninguna titulación. Es difícil concebir hoy en día un ámbito de trabajo que no se haya declarado como interdisciplinar. Los fenómenos sociales, biológicos, psicólogos y hasta físicos son objeto de estudio interdisciplinar. El concurso de los diversos saberes a la solución de los problemas, unidos por el método científico, ha posibilitado que diversas perspectivas, descubrimientos y soluciones hayan sido posibles. Pero dicha interdisciplinaridad no genera una nueva disciplina (un nuevo saber), con nuevos modelos, conceptos, métodos y prácticas profesionales completamente desligados de sus orígenes. La Psicopedagogía no es una disciplina diferente a la Psicología y a la Pedagogía por la mera magia de la yuxtaposición de las palabras, de la misma manera que el famoso "baciyelmo" de Don Quijote no es algo diferente a una bacía puesta como un yelmo. El objeto de estudio, en este caso, seguirá manteniendo su estatuto psicológico, sociológico, si se quiere pedagógico (aunque esto último sería más discutible), y requerirá por lo tanto tantas aproximaciones interdisciplinares como sean necesarias. En segundo lugar, no parece posible que surjan buenos profesionales sin que éstos conozcan los fundamentos conceptuales y metodológicos de su trabajo. Hacer un nuevo profesional que sea el compendio resumido de otros, supone que se renuncia a tener profesionales competentes y bien formados. Las habilidades profesionales, por otra parte, cuando se adquieran (que no será en el marco de sus estudios de licenciatura, como argumentamos en otro lugar) serán un recorte parcial de las que se adquirían dentro de cada una de las especialidades intervinientes. No se crearían, en suma, habilidades nuevas y distintivas que justificarían el esfuerzo económico de implantar nuevos estudios, sino que se estaría ante profesionales con marcos referenciales confusos y con reducidas habilidades de solución de problemas y de innovación en sus ámbitos de actuación.
Los que defienden la segunda opción de ruptura del título, mediante la especialización pregrado, argumentan que nuestros actuales planes de estudio no pueden formar buenos profesionales en todas las ramas de actividad de la Psicología ni su denominación general actual manda señales claras al mercado de nuestros posibles empleadores, por lo que sería necesario diversificarlo en tantas titulaciones como diversos sean los distintos campos de actividad. Esta posición puede tener dos variantes, dependiendo de si se mantiene o no un tronco común. La postura más extrema supone la ruptura del título único y, por consiguiente, la idea de un tronco común. Los supuestos en los que se basa esta posición se sustentan en la idea de que existen varias psicologías, tantas como campos de trabajo, con un patrimonio común mucho menor del que las diferencia o separa. Dada esta situación, se aboga por la separación de los títulos, aunque todos dependientes de la Facultades de Psicología, que tendrían diferentes directrices generales y serían sumamente especializados con una estrecha vinculación al campo de trabajo. La otra postura, más moderada con respecto al status quo actual, preconiza una pre-especialización más decidida dentro del tronco común de la Licenciatura de Psicología actual, marcando con más nitidez en los títulos de licenciatura el ámbito de pre-especialización que se ha elegido durante la carrera. Esta última posición no preconiza una situación muy diferente a la actual y sus ventajas e inconvenientes deberían sopesarse a la luz de estudios empíricos sobre los resultados obtenidos por los planes de estudio que ya se encuentran en marcha y que implementan, con mayor o menor decisión, esta pre-especialización.
La postura más extrema es objetable desde dos puntos de vista, al menos. En primer lugar, las diferentes aplicaciones profesionales de la Psicología no constituyen ámbitos disciplinares diferentes entre sí, sino ámbitos de aplicación diferentes de una única Psicología. Esta idea, defendida por Matarazzo (1987), en un celebre artículo del American Psychologist está plenamente vigente hoy en día. En segundo lugar, puede ser aceptable que la diversificación en la denominación del título tiene la virtualidad de mandar señales más claras al mercado, pero tal efecto no es siempre positivo. En un ámbito laboral, como el que atañe al psicólogo, que está en plena formación y desarrollo, la adaptabilidad del profesional es una característica evolutivamente aconsejable. A lo largo de estos últimos años, los psicólogos se han ido colando por diversos intersticios sociales donde su función es relevante. Tal osmosis profesional sólo es posible dentro de un título polivalente. Una mayor especialización favorecería a un sector de la profesión en momentos de expansión (mucha demanda profesional en ese sector), pero le condenaría en momentos de fuerte recesión, en el que "una clara señal al mercado" sería un freno a su adaptación a las nuevas circunstancias.
A la luz de los razonamientos anteriores, puede afirmarse que la conjunción entre un título polivalente y una especialización de postgrado, siempre más flexible y barata que una licenciatura, parece ser el mejor tándem para conseguir los efectos deseados (buena adaptabilidad y claras señales al mercado).
Ver tabla 1.

LA POSICIÓN COLEGIAL

La defensa que el COP hace del título único y polivalente se sustenta en múltiples razones que se han expuesto previamente. De forma resumida serían las siguientes:

1.- Existen fuertes y consistentes referencias internacionales de dicha titulación. Los psicólogos son una profesión en expansión con un reconocimiento profesional universal.

2.- El grado de aceptación de la titulación en nuestro país es excepcional, tanto por lo que se refiere al número de alumnos que desean cursar la carrera como por lo que afecta a la diversidad y número de puestos de trabajo. El problema del paro profesional viene ocasionado, quizás, por un fuerte desajuste entre oferta y demanda laboral debido al extraordinario número de licenciados que existe en nuestro país. Un dato a tener en cuenta es que el número de psicólogos que trabajan y están colegiados en nuestro país es relativamente similar al que ejerce en países de nuestro entorno (Alemania, Gran Bretaña) mucho más poblados y más ricos.

3.- El Colegio estima que la especialización debe realizarse durante el post-grado, dadas las características y necesidades de este tipo de entrenamiento. El caso de la Psicología Clínica podría servir de orientación general a otras áreas de especialización de la Psicología. Creemos que es necesario que se den pasos urgentes en la constitución de rutas de especialización que cuenten con un consenso académico y profesional.

4.- No existen razones científicas ni profesionales que aconsejen la ruptura del título único, ni existe ninguna demanda social seria en este sentido. La demanda social apunta, a nuestro entender, a la formación de profesionales competentes en cada uno de los ámbitos de actuación. La mejor forma de crear ese tipo de profesionales pasa por una formación básica sólida y una especialización de post-grado con garantías.


REFERENCIAS

Blanco, A. (1998). Informe de la Conferencia de Decanos de Facultades de Psicología. Requisitos y necesidades de formación para la psicología del siglo XXI. Revista de Psicología General y Aplicada 51(1), 149-172.

Lunt, I. (1998) Psychology in Europe: Developments, Challenge and Opportunities. European Psychologist 3(2), 93-101.

Matarazzo, J.D. (1987). There is only one psychology, no specialties but many applications. American Psychologist 42(10), 893-903.

 

                            
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    Tabla 1. Alternativas y sus características.

 
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