En un periodo en el que la psicología, y la ciencia en general,
ha llegado a un alto grado de especialización se hace particularmente doloroso
tener que lamentar la desaparición de científicos que aún mantenían una visión
generalista. Este es el caso de Hans Jurgen Eysenck (1916-1997) cuya obra, aunque
estuviera enmarcada principalmente en el ámbito del estudio de la personalidad
y de las diferencias individuales, ha tocado, de una u otra forma, prácticamente
todas las áreas de la psicología. Su orientación, de marcado carácter psicobiológico,
ha intentado permanentemente acercar la psicología al resto de las ciencias
naturales. En este sentido, y de acuerdo con las tendencias contemporáneas de
la filosofía de la ciencia, defendió firmemente la utilización de la metodología
hipotético- deductiva en el desarrollo de una psicología en la que se combinaran
las tradiciones correlacional y experimental.
Eysenck murió debido a un cáncer el día 4 de septiembre de
1997 a los 81 años en un hospital de Londres, dejando tras de sí un total de
79 libros y 1078 artículos que le han hecho convertirse en uno de los científicos
más populares, conocidos y citados del presente siglo (Gudjonsson, 1997). De
hecho, Nyborg (1997), un psicólogo danés estudioso de la obra de Eysenck que
editó un libro en torno a su figura en su 80 cumpleaños, afirma que su obra
ocupa el tercer lugar en el ranking de los intelectuales más citados en la historia,
tras Karl Marx y Sigmund Freud. Su ámbito de intereses fue casi tan amplio como
su producción escrita: desde los que podemos considerar como sus temas predilectos,
relacionados con el estudio de la personalidad y las diferencias individuales,
hasta estudios más particulares como los relacionados con la inteligencia, la
sexualidad o la educación, entre otros.
Eysenck nació el 4 de marzo de 1916 en Berlín (Alemania).
Sus padres eran actores y habían planificado para su hijo una vida dedicada
al espectáculo. De hecho, Eysenck llegó a participar a los 8 años como figurante
en una película. Sin embargo, estos planes se diluyeron tras el divorcio de
sus padres que llevó a Eysenck a pasar largas temporadas con su abuela en Berlín.
Sus intereses intelectuales se dirigieron inicialmente hacia la física y la
astronomía, pero decidió abandonar Alemania cuando se le denegó el acceso a
la Universidad por no haber aceptado ingresar en el partido nacional-socialista
liderado por Adolf Hitler. Su exilio voluntario le llevó a Francia, donde residió
durante un año en Dijon y París, periodo tras el que se trasladó a Inglaterra,
donde establecería su residencia definitiva.
El acercamiento de Eysenck a la psicología fue, en cierto modo,
accidental puesto que la Universidad de Londres no aceptó su solicitud de convalidación
de los estudios que había cursado en Alemania. Ante la imposibilidad de cumplir
sus deseos iniciales de estudiar física se le ofreció la posibilidad de realizar
un examen de ingreso para acceder a los estudios de psicología. De esta forma
Eysenck, llegó a obtener el grado de doctor en psicología por la Universidad
londinense. Su tesis doctoral, que defendió en 1940, versó sobre el estudio
de diferencias individuales en el ámbito de las preferencias estéticas (Gudjonsson,
1997).
Sus primeras observaciones clínicas tuvieron lugar en el Hospital
de Urgencias británico Mill Hill en el que cumplió parte de su servicio militar
durante la II Guerra Mundial. En el citado hospital Eysenck observó el alto
índice de remisiones espontáneas que se producían en los síntomas neuróticos
del personal militar allí ingresado, llegando a una conclusión que jugaría un
importante papel en sus concepciones posteriores respecto a la psicoterapia:
en un gran porcentaje de casos las neurosis desaparecerían de forma natural,
sin necesidad de ningún tipo de tratamiento.
Tras finalizar la guerra Eysenck volvió a la Universidad de
Londres en 1945, donde se desarrollaría prácticamente la totalidad de su carrera
profesional. Allí fundó el Departamento de psicología en el Instituto de Psiquiatría,
adscrito al Hospital Maudsley, en donde se gestó en torno a su figura un importante
grupo de investigación que ha desarrollado una ambiciosa teoría en la que se
combinan una serie de orientaciones entre las que se encuentran la teoría psicofisiológica
pavloviana, la escuela constitucional alemana, el neoconductismo y la psicología
factorialista de Sir Cyril Burt, maestro de Eysenck (Carpintero, 1996). En esencia,
la consideración del hombre defendida por Eysenck tiene muy en cuenta las diferencias
interindividuales lo que le lleva a desarrollar una teoría del estilo de las
tipologías que tanta atención recibieron en la psiquiatría de las primeras décadas
del siglo XX. Su modelo de la personalidad se encuadra en la tradición del enfoque
de rasgos iniciado por Gordon Allport, aunque su peculiaridad más destacada
es la afirmación de que en torno a dos tercios de la personalidad están determinados
por factores de naturaleza biológica (Eysenck, 1982). Aplicando la metodología
factorial, Eysenck analizó los resultados de un gran número de tests aplicados
a sujetos normales y neuróticos, llegando a identificar la existencia de tres
factores independientes que configurarían la personalidad: extraversión, neuroticismo
y psicoticismo. Cada una de estas tres dimensiones se organizaría en un continuo
con dos polos extremos -donde se situarían las patologías- y con unos valores
intermedios que corresponderían a la mayoría de la población.
Cada una de las dimensiones de la personalidad mencionadas
se subdividiría en diferentes rasgos subordinados, que a su vez estarían asociados
a una conducta. Así, por ejemplo, la dimensión Extraversión- Introversión se
caracterizaría en el extremo de la extraversión por rasgos como la sociabilidad,
la asertividad o la actividad, que estarían vinculados a conductas como la despreocupación
o el riesgo. Algunos rasgos asociados al extremo del neuroticismo de la dimensión
Neuroticismo-Control serían la tendencia a la depresión, a la ansiedad o a los
sentimientos de culpa. Las conductas relacionadas con estos factores serían,
por ejemplo, comportamientos irracionales, emocionales o coléricos. Por último,
la dimensión Psicoticismo-Normalidad, la que Eysenck desarrolló más tardíamente
y también la que ha sido más cuestionada por la investigación ulterior, tendría
como rasgos subordinados en el extremo del psicoticismo la agresividad, el egocentrismo
o la impulsividad, con conductas antisociales, ausencia de empatía o creatividad
como comportamientos característicos (Worchel y Shebilske, 1995).
Partiendo de esta concepción de la personalidad, y desde el
modelo de análisis Estímulo-Respuesta, cada individuo respondería a los mismos
estímulos del medio de forma diversa en función de los rasgos de su personalidad.
Y tales rasgos se desarrollan en estrecha dependencia con las estructuras biológicas.
Por ejemplo, el grado de extraversión estaría relacionado con el nivel de activación
cerebral: en los extravertidos el nivel habitual de activación del tronco cerebral
sería menor que en los introvertidos, lo que provocaría que los primeros buscaran
estimulación que aumentara la activación, mientras que los segundos se sentirían
atraídos por aquellas situaciones que contribuirían a reducir el nivel de activación.
Como señalamos con anterioridad, la mayor parte de la investigación
llevada a cabo por Eysenck se ha desarrollado en el Hospital Maudsley de Londres,
donde accedió al puesto de director del Departamento de psiquiatría al terminar
la II Guerra Mundial. Desde este puesto Eysenck cumplió un importante papel
al definir con claridad, amplitud y firmeza el papel del psicólogo clínico frente
a la psiquiatría. Fue también durante esta época cuando Eysenck inició sus críticas
contra los procedimientos de evaluación y las psicoterapias generalmente utilizadas
desde la psiquiatría (Sánchez-Barranco, 1996). Las críticas más virulentas fueron,
sin duda, las dirigidas al psicoanálisis.
En su afan por acomodar la psicología a las exigencias de
la metodología científica, Eysenck (1952) provocó una gran polémica cuando,
tras llevar a cabo una investigación en la que analizó 24 casos de pacientes
neuróticos que habían recibido psicoterapia de corte dinámico -sometiendo a
control experimental los datos que había observado durante la II Guerra Mundial-,
llegó a la conclusión de que la psicoterapia que se estaba practicando en ese
momento no era en absoluto efectiva, ya que si se comparaba el grado en el que
los síntomas psicopatológicos remitían como fruto de la terapia con la remisión
espontánea de esos mismos síntomas en enfermos que no se habían sometido a ningún
tipo de psicoterapia no se encontraban diferencias significativas. Los trastornos
neuróticos, afirma Eysenck, son de tal naturaleza que sus síntomas remiten en
torno a dos o tres años desde su aparición, independientemente de que no sean
tratados o que sean abordados por psiquiatras o psicoanalistas expertos.
La psicoterapia, por lo tanto, no era más que un fraude. El
trabajo de Eysenck provocó una avalancha de estudios que pretendían demostrar
la falta de validez de sus conclusiones. Desde entonces los psicólogos clínicos
dedicados a la psicoterapia han pretendido demostrar la validez de la misma,
llegando a conclusiones, cuanto menos, contradictorias. Sus críticas hacia el
psicoanálisis fueron especialmente virulentas (ver, por ejemplo, Eysenck, 1972,
1986) y partían de la falta de atención que había prestado Freud al método experimental.
Frente a la afirmación freudiana de que sus teorías se demostraban en el diván,
sin necesidad de pruebas experimentales complementarias, Eysenck lamenta que
el resto de los psicoanalistas siguieran a rajatabla esta premisa y llega a
afirmar que la efectividad del psicoanálisis es nula. Típico de su estilo polémico,
retador, pero rebosante de sentido del humor, Eysenck (1972) se pregunta a qué
se debe que, si el psicoanálisis carece de validez, haya tantas personas que,
tras someterse a la terapia psicoanalítica, defiendan con vehemencia y entusiasmo
esta teoría. Para interpretar este hecho recurre a la explicación que el conductista
B.F. Skinner propone de la conducta supersticiosa en animales: varias palomas,
tras pasar 12 horas en cámaras experimentales en las que se les facilitaba comida
a intervalos regulares con independencia de la conducta emitida, desarrollaron
diversas conductas que habían quedado asociadas al azar con la aparición de
la comida. Unas palomas levantaban una pata, otras daban vueltas, otras agitaban
las alas, etc. De la misma forma, afirma Eysenck, la remisión de los síntomas
en los pacientes neuróticos sometidos a psicoterapia coincide por azar con el
tratamiento psicoanalítico, por lo que los pacientes creen firmemente que ha
sido la labor del psicoanalista la que ha generado la remisión de los síntomas,
de la misma forma que las palomas de Skinner hubieran asegurado, de poder hacerlo,
que eran sus acciones las que producían la aparición de la comida. La creencia
en la efectividad del psicoanálisis no sería más que una superstición.
Frente a las psicoterapias tradicionales Eysenck se convertirá
en un ferviente defensor de las terapias de conducta. De hecho, tal y como señala
Sánchez-Barranco (1996), Eysenck fue el primero en utilizar en Inglaterra el
témino terapia de conducta, que sólo había aparecido con anterioridad en trabajos
de escasa difusión.
Su labor institucional también ha sido enormemente relevante.
Fue fundador y editor de la revista Behaviour Research and Therapy hasta 1978,
la primera revista científica circunscrita al ámbito de la terapia de conducta.
También fue el fundador, y siguió siendo co-editor hasta su muerte, de la revista
Personality and Individual Differences. También fue el creador y principal impulsor
de la Sociedad internacional para el estudio de las diferencias individuales
(ISSID) Dirigió numerosas investigaciones en Inglaterra y en el resto de Europa
y tuvo especial interés por la psicología de la Europa del Este. Pero, además
de su trabajo más estrictamente académico, Eysenck también ha sido autor de
varios libros, siempre controvertidos y polémicos, que se han convertido en
auténticos best sellers de la psicología. Así en 1964 publicó Crimen y personalidad,
un libro en el que afirmaba que la conducta criminal se debía a problemas en
la adquisición condicionada de respuestas de naturaleza moral y social y que,
por lo tanto, un tratamiento adecuado por medio de la terapia de conducta podría
hacer desaparecer las conductas antisociales. Un año después apareció uno de
sus libros más criticados: Tabaco, personalidad y estrés. En este libro,
que según revelaron alguno de sus críticos había sido financiado por multinacionales
del tabaco norteamericanas, Eysenck afirma que la relación entre el tabaquismo
y el cáncer así como con otras enfermedades no era tan estrecha como se mantenía
desde la medicina. Otros títulos de su extensa bibliografía, suficientemente
significativos, son, por ejemplo, En lo bueno y en lo malo. Una guía
para el matrimonio feliz, su crítica del psicoanálisis titulada La rata o el
diván o su libro autobiográfico Rebelde con causa.
Pero, sin duda, su libro más controvertido y el que más críticas
ha suscitado es el publicado en 1971 bajo el título Raza, inteligencia y
educación. En este libro Eysenck constataba las diferencias en Cociente
Intelectual que se obtienen al aplicar tests de inteligencia a ciudadanos norteamericanos
blancos y negros y se sumaba a las teorías que consideraban que las diferencias
intelectuales estaban determinadas en gran medida por la herencia, de tal forma
que los hombres y mujeres blancos serían por naturaleza más inteligentes que
los hombres y mujeres negros. Estas ideas provocaron numerosos enfrentamientos
con sus colegas e incluso con sus alumnos, quienes en varias ocasiones intentaron
impedir que desarrollara sus clases con normalidad. Sin embargo, sus convicciones
en torno al caracter innato de la inteligencia se vieron matizadas en obras
posteriores. Por ejemplo, en su autobiografía publicada en 1990 a la que hemos
hecho referencia más arriba, Eysenck señala cómo tiempo atrás existían marcadas
diferencias intelectuales entre los hombres y mujeres blancos que hablaban inglés
y los que no eran anglo-parlantes en Suráfrica. Estas discrepancias habrían
desaparecido en la actualidad, por lo que las diferencias entre los grupos podrían
no estar determinadas genéticamente y podrían ser susceptibles de cambio (Eysenck,
1990).
La muerte de Eysenck supone una importante pérdida para la
psicología, no solo por significar la desaparición de una gran figura de nuestra
ciencia, sino también porque Eysenck seguía siendo un investigador en activo.
A pesar de haberse jubilado en 1983, a los 67 años, siguió trabajando con plena
dedicación hasta el otoño de 1996, cuando el cáncer comenzó a debilitarlo. Por
todo ello será recordado con seguridad como uno de los grandes psicólogos del
siglo XX.
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