UMBRALES DEL ESTRÉS
Es necesario un grado de tensión para ser capaces de sortear obstáculos y estar atentos, activos. La activación y la ansiedad, son
estados esenciales para el funcionamiento humano. Sin
embargo nuestro organismo tiene sus propios límites de tolerancia y
funcionalidad. No somos lo todopoderosos que tal vez nos gustaría, como
sucede en las historias fantásticas de Superhéroes. Uno de estos
límites es el nivel de ansiedad que podemos tolerar sin que nuestro
comportamiento se resienta o se perjudique nuestra salud. El artículo
«Umbrales» trata de cómo jugamos, nos exigimos o somos
inconscientes ante los límites de tolerancia al estrés y el modo en que lo
padecemos y lo podemos dismunir a un nivel aceptable que facilite la recuperación de
un tipo de eficiencia más armoniosa.
CAUSAS DEL ESTRÉS
Las fuentes de ansiedad son múltiples y suelen concurrir como los afluentes de un rio, que aumentan el caudal al punto de producir una inundación bajo ciertas circunstancias. Identificar los factores de estrés uno a uno, nos permite actuar donde nos resulta más fácil conseguir mejoras. Este artículo pretende servir de ayuda para analizar nuestros factores de riesgo y facilitar un enfrentamiento estratégico, especialmente en situaciones de exceso de ansiedad acumulada. Cada factor de estrés contiene sus propias claves que nos indican la razón de su fuerza e impacto o nuestra dificultad para resolverla.
LA VIDA DÍA A DÍA
Tenemos la capacidad de accion y de organización diarias para ordenar el paso del tiempo. Nuestras necesidades, deseos, ilusiones y afanes requieren, para ser llevados a cabo, dominar el margen de medios y tiempo de los que disponemos. Lo repartimos y organizamos de forma astuta, compleja y no pocas veces improvisada. En este escenario de proyectos y realización de propósitos, la ansiedad surge en los distintos momentos de decisión, cambio, autoregulación y evaluación de la marcha del conjunto de nuestros asuntos. El artículo se centra en la estructura circadiana, recorriendo las problemáticas que nacen en los quehaceres fragmentarios y el modo en que la mente organiza la vida diaria.
OBSESIÓN (TOC)
El ritual imparable de lavarse las manos, el temor exacerbado al contagio, herir a quienes más queremos, los impulsos que se desatan sin nuestro consentimiento, los sacrilegios en lugares sagrados, dudar en exceso de la corrección de lo que hablamos, miramos o hacemos: lo más elemental es tema de recelo corrosivo en la obsesión, al punto de llegar a cuestionar la integridad mental. Las inseguridades influyen de distintas maneras, pueden ser insidiosas o ridículas. Se termina atrapado, pegado al miedo a que algo sorprendente e inesperado ocurra por propia torpeza. El efecto de los disparates imaginados induce tal grado de precauciones que se acaba minando totalmente la confianza e interfiriendo en las capacidades más elementales que frenadas por el temor suelen resultar mediocres o imperfectas, como si se fallara en algo bien hecho por sentirse observado con mirada crítica, severa o exigente. Se nos está juzgando. Se camina de forma desgarbada o se baila rígido si nos analizamos al hacerlo. La vida del obsesivo es de sufrimiento continuo de manera que las propias interferencias y sospechas, en su afán desmedido de control, empobrecen más que mejoran, se parecen más a una pesadilla que a un triunfo. La personalidad sucumbe al naufragio por la pérdida de la naturalidad y la espontaneidad que una vida plena exige.
DESVÍOS Y FUGAS DE LA ANSIEDAD
Los niveles de ansiedad que nos sobrepasan provocan que nuestra conducta se vuelva torpe, nos volvamos olvidadizos, impulsivos, irritables y el malestar generado resulte insoportable. Cotrolar esta situación implica hacer algo para solucionar las causas del desasosiego, pero las prisas o la impotencia tambien nos empujan a soluciones menos adecuadas como beber o comer más de la cuenta o distintas tentaciones de huída hacia adelante mediante pasiones que nos distraen y alivian, aunque también nos auto-destruyen. La presión sufrida puede desviarse y manifestarse a través de trastornos alimentarios, compras compulsivas, adicción al trabajo, cleptomanía, autolesiones, atracción por el ruido y la fiesta como salva angustias o mediante el desplazamiento a través de la búsqueda de emociones fuertes, fumar u otras drogas, como el alcohol "que mata las penas", atracones de series o incluso a través de algo aparentemente positivo como un coleccionismo absorvente.
AUTOIMAGEN Y AUTOESTIMA
Los resultados de nuestros actos sedimentan en forma de poder, de sabernos capaces de distintas empresas idividuales y colectivas. Sentirnos valorados y apreciados nos hace creer que contamos para los demás y que somos dignos de aprecio y consideración. Esta agradable sensacion de ser aptos se destruye fácilmente por los fracasos, las dificultades y las críticas, entre las que resulta la más empobrecedora la propia autocrítica, la vergüenza de uno mismo y el ataque, con más saña si cabe, a nuestras pretensiones cuando nos parecen inmerecidas o ridículas. En el artículo examinamos algunas causas frecuentes de baja autoestima como los complejos de inferioridad, la mentira compulsiva, el exceso de sensibilidad, la timidez caracterial, el haber sido educados con sobreprotección, ambivalencia, autoritarismo, exceso de exigencia o frecuentes descalificaciones, ser objeto de malos tratos o adquirir prematuramente una vergüenza inhibidora de la personalidad
CANDOR, PUDOR Y RUBOR
La vergüenza nace la aspiración natural de resultar valiosos, de querer ser apreciados y al darnos cuenta de pronto de que somos observados, vacilamos. Dudamos acerca de ser adecuados y correctos, de si estamos a la altura de las circunsancias o de si somos una especie de impostores. El rubor facial delata nuestras más secretas inseguridades y al ser directamente apreciables, sin disimulo posible, nos sentimos descubiertos, atrapados, deseando huir o que la tierra nos trague. A partir de estas experiencias negativas surge el temor a que en situaciones similares, de ser vistos de forma trasparente, vuelva a surgir de nuevo la maldición del rubor. El rubor se vuelve problemático cuando los demás lo denigran y se burlan considerándolo una debilidad, pero sobre todo cuando la persona no quiere que se produzca esa reacción, la rechaza, le da apuro y teme que se repita en las situaciones en que se le interpela y pudiera sentirse inseguro, vulnerable y delatado por su propio enrojecimiento. De esta mananera, en vez de algo anecdótico se convierte en una maldición en la medida que el temor a que suceda lo induce una y otra vez. Con el tiempo, el temor acaba convertido en miedo a tener miedo con sus efectos ostentosos en la cara. Se enquista como reacción fatídica y como predición y por ello se induce mediante nuestra propia claudicación por sentirnos desarmados, pedidos y expuestos.
MIEDO IRRACIONAL, FOBIAS
El temor es una forma de prever un peligro físico o un daño posible a nuestros propósitos. Nos representamos los que no quisieramos que suceda. Al anticipar lo malo qué podría suceder, estamos a tiempo de salvarnos y corregir el curso negativo de los acontecimientos supuestos. Este proceso es natural y conveniente, pero también se convierte en un sufrimiento innecesario: si nos equivocamos nos declaramos impotentes antes de tiempo o si dibujamos las pegas de forma exagerada o más probables de lo que tocaría o simplemente si nos amedrentamos y huimos en vez de confrontar con nuestras capacidades aprendidas, teniendo fe en nosotros mismos. Con el tiempo damos por hecho que volveremos a experimentar lo mismo en parecidas circunstancias -que el cerebro graba eficazmente como fracasos anteriores, como precedentes que nos avisan de que sería imprudente insistir. El miedo se mantiene vivo y aumenta en la sombra de la memoria, se acumula de la mano de nuestra propia desesperanza y derrota anticipadas. Se convierte en secreta maldición, en fobia. Cuánto más vigilamos, más estudiamos la posibilidad de encontrarnos con lo temido, más evitamos y huimos como del diablo de los escenarios posibles de encuentro maldito con lo temido y más crece la mala hierba en el barro del miedo.
FOBIA SOCIAL
La fobia social o trastorno de ansiedad social se caracteriza por un miedo abrumador a las interacciones sociales y situaciones que implican el escrutinio de los demás. Las personas con esta condición experimentan una intensa preocupación por ser juzgadas, criticadas o ridiculizadas, lo que provoca una evitación activa de dichas situaciones. Este miedo se origina en la percepción distorsionada de que serán objeto de evaluación negativa y que sus acciones conducirán a la humillación o al rechazo. Las reacciones físicas, como sudoración excesiva, temblores, taquicardia y enrojecimiento, son comunes y contribuyen a la sensación de vulnerabilidad. La fobia social impacta profundamente en la autoestima y la capacidad de establecer relaciones interpersonales, afectando el desempeño académico y laboral. La constante anticipación de eventos sociales genera un ciclo de ansiedad que puede ser debilitante, manteniendo a la persona atrapada en un estado de aislamiento y miedo perpetuos.
ATAQUES DE PÁNICO Y AGORAFOBIA
Un ataque de pánico es una irrupción súbita de miedo intenso que toma el control del cuerpo y la mente en cuestión de segundos. El corazón late rápido, la respiración se vuelve superficial y acelerada y una sensación de catástrofe inminente se apodera del individuo. Es como si, por un momento, el mundo se volviera un lugar amenazante y sin salida, un abismo de incertidumbre y descontrol.
La agorafobia puede emerger tras varios ataques de pánico, convirtiéndose en el temor a encontrarse en lugares o situaciones donde escapar sería complicado o vergonzoso. Es el miedo a los espacios abiertos, los lugares concurridos e incluso a salir de casa. La vida se vuelve un mapa de zonas seguras y peligrosas y quedan restringidos el movimiento y la libertad personal.
Por otro lado, la claustrofobia es el temor a los espacios cerrados. Una habitación pequeña, un ascensor o un túnel se transforman en trampas sofocantes. La claustrofobia trae consigo una sensación de asfixia, un deseo desesperado de huir, pero no hay salidas aceptables.
Ambas condiciones son manifestaciones del miedo a la pérdida de control y a la exposición. Es una constante lucha interna, una batalla contra los propios límites y la percepción de vulnerabilidad. La mente, atrapada en un ciclo de temor y evasión, busca desesperadamente un refugio seguro en un mundo que se le asemeja minado.
SUDANDO A MARES
En situaciones de ansiedad, el cerebro percibe amenazas, liberando hormonas como la adrenalina, que estimulan las glándulas sudoríparas.
Este sudor excesivo no solo es una respuesta física, sino también un reflejo de la batalla interna del individuo contra el miedo que le produce la visibilización de su propia ansiedad. Paradójicamente, el temor a sudar exacerba la condición, creando un ciclo vicioso: la persona anticipa con pavor el momento en que empezará a transpirar y esa misma anticipación desencadena la respuesta sudorípara.
La perpetuación de esta condición se alimenta de la conciencia de su existencia. El miedo a la exudación se convierte en una profecía autocumplida. En este sentido, el sudor es como una sombra: cuanto más se teme, mayor se vuelve. Es un recordatorio constante de que, a menudo, nuestros miedos más profundos son aquellos que nosotros mismos cultivamos.
LA MANO TRÉMULA
La mano tiembla sutilmente al firmar un documento, como si cargara con el peso de un juicio invisible. Cada trazo en el papel se convierte en un desafío o una prueba de autenticidad frente a aquellos que podrían etiquetarnos como impostores. Al alzar un vaso de agua, el líquido refleja la agitación interior, esa lucha silenciosa contra la ansiedad que se disfraza de gestos cotidianos. El miedo a ser descubiertos, a que los demás perciban las inseguridades que intentamos esconder, intensifica el temblor. Es como si el cuerpo, traicionero, decidiera manifestar externamente los complejos que con tanto esfuerzo tratamos de ocultar. El temblor no es solo una reacción física; es la manifestación de un autoexamen constante, una batalla interna por mantener una fachada de calma ante miradas críticas. Mientras los labios se acercan al vaso o la mano al documento, aparece el temblor ansioso como recordatorio de la fragilidad del control, un símbolo de la vulnerabilidad que tratamos de disimular.
LA MIRADA Y EL MIEDO
La mirada es un espejo del alma, una ventana a nuestro ser interior. El miedo a ser mirados revela una vulnerabilidad profunda, una inquietud frente a la exposición de nuestro yo más íntimo. En el aquí y ahora, nos ancla, nos enfrenta a la realidad presente y desnuda nuestras inseguridades.
Cuando huimos del aquí, sumergiéndonos en nuestros pensamientos, la vista se desvía, evitando el contacto visual.
Escapamos del juicio externo y de protegernos de la mirada crítica y retadora que sentimos acechando. La mirada perlocutora, cargada de intención, busca provocar un efecto sin necesidad de palabras, desencadenando en nosotros una respuesta emocional inmediata.
La del solitario, en cambio, es introspectiva, a menudo perdida en el vacío, reflejando un mundo interior rico pero aislado.
Contemplar jugando a que no se sabe lo que se observa puede generar una extrañeza, una sensación de absurdo. En este contexto, la mirada se convierte en un acto casi existencial, cuestionando el sentido de nuestra presencia y la de los otros.
El fracaso en la represión de la mirada es revelador; por más que intentemos evitar o controlar nuestro contacto visual, siempre encuentra una manera de manifestarse, de comunicar lo inefable. Es un recordatorio de nuestra naturaleza social y de la inevitable exposición al juicio de los otros, un reflejo constante de nuestro miedo y la necesidad de aceptación.
LA SOLEDAD
La soledad no querida se puede deber a múltiples causas: la pérdida de un ser querido, una ruptura sentimental devastadora o incluso el desarraigo en una nueva ciudad. La modernidad, con su ritmo frenético y la ilusión de conexión a través de las redes sociales, a menudo exacerba este sentimiento y crea una paradoja de proximidad distante.
Los fracasos personales, como el miedo al rechazo o la incapacidad de comunicarse eficazmente, pueden profundizar el abismo de la soledad. La inseguridad y las experiencias negativas pasadas moldean barreras invisibles, haciendo difícil para el individuo abrirse nuevamente al mundo. Los fracasos profesionales también intervienen llevando a una pérdida de identidad y propósitos que empujan al individuo a un rincón oscuro de introspección y desasosiego.
En el fondo, el aislamiento no querido revela la dicotomía de la existencia humana: nuestra lucha constante entre la independencia y la necesidad de otros. Reconocer y enfrentar esta soledad puede ser el primer paso hacia la curación, una invitación a tender puentes hacia nuevas relaciones y a redescubrir la belleza en la conexión humana.
AGRESIVIDAD E IRRITACIÓN
La agresividad se origina a menudo por un entorpecimiento de nuestros planes o como medio de imponerse a los deseos de los demás. Las personas que se sienten sobrecargadas por las demandas de la vida diaria pueden experimentar una mayor irritabilidad. La falta de habilidades para manejar el estrés también puede conducir a una agresividad latente.
Las discusiones frecuentes pueden ser un síntoma de comunicación ineficaz y de conflictos no resueltos. Cuando las personas tienen miedo al conflicto tienden a evitar abordar problemas, lo que puede resultar en una acumulación de resentimiento y eventualmente en explosiones de rabia contenida.
La quisquillosidad o tendencia a ser demasiado crítico o exigente, a menudo surge de una necesidad de control. Las personas quisquillosas pueden tener una baja tolerancia a la frustración y reaccionar de manera desproporcionada a situaciones que consideran imperfectas. Esta actitud puede ser una forma de canalizar la ansiedad y el estrés hacia aspectos más controlables del entorno.
La rabia contenida es otra manifestación de la agresividad y la irritación. Cuando las emociones negativas no se expresan adecuadamente se acumulan y pueden salir a la superficie de manera explosiva. Esta contención puede deberse a normas sociales que desalientan la expresión de la ira o a la falta de habilidades emocionales para gestionar adecuadamente los sentimientos intensos.
ALEXTIMIA E HIPOCONDRIASIS
La alextimia se describe como la dificultad para identificar y expresar emociones. Las personas con alextimia suelen tener problemas para reconocer sus propios sentimientos y experimentan las emociones de manera muy abstracta o confusa. Esto puede llevar a una falta de empatía y problemas en las relaciones interpersonales, ya que la comunicación emocional se ve comprometida.
Por otro lado, la hipocondriasis, también conocida como trastorno de ansiedad por enfermedad, se caracteriza por una preocupación excesiva y persistente por tener una enfermedad grave. Las personas con hipocondriasis interpretan síntomas físicos menores como indicativos de enfermedades graves, lo que provoca un gran malestar y lleva a frecuentes visitas médicas en busca de un diagnóstico tranquilizador.
La relación entre la alextimia y la hipocondriasis radica en que las personas con alextimia, al tener dificultades para identificar y expresar sus emociones, pueden somatizar las no reconocidas, interpretándolas como síntomas físicos. Esta somatización puede alimentar la hipocondriasis, ya que los individuos podrían buscar explicaciones médicas para lo que en realidad son manifestaciones físicas de estrés emocional o ansiedad no gestionada.
Figuradamente se puede decir que el cuerpo «habla» sin palabras, expresando a través de síntomas físicos lo que la mente no puede articular. En este sentido, las afecciones como la alextimia y la hipocondriasis ponen de relieve la profunda conexión entre mente y cuerpo, y cómo el sufrimiento emocional puede manifestarse físicamente. El cuerpo se convierte en una especie de »voz» o un canal de comunicación, expresando angustias y ansiedades que no encuentran salida en el lenguaje verbal.
RASGOS DE PERSONALIDAD ESTRESANTES
Los rasgos de personalidad pueden influir notablemente en cómo una persona maneja el estrés. Por ejemplo, aquellos que tienden a desconfiar de los demás pueden estar en un estado de constante alerta, lo que incrementa su nivel de estrés. Las personas con altos estándares personales, siempre buscando la perfección, pueden sentir una presión continua que afecte a su bienestar emocional.
Algunos prefieren evitar situaciones que les generan ansiedad, lo que puede parecer útil en el corto plazo, pero a la larga aumenta el estrés al posponer problemas inevitables. Aquellos que dependen excesivamente del apoyo y la aprobación de los demás pueden vivir con el temor constante al rechazo, generando así una fuente constante de estrés.
Otros rasgos, como la necesidad de mantener todo bajo control o la dificultad para expresar necesidades y deseos de manera clara, también pueden contribuir a un aumento del estrés. En resumen, diferentes características de personalidad pueden desempeñar un papel crucial en la manera en que se experimenta y maneja el estrés en la vida cotidiana.
ÁNIMO, DESÁNIMO Y DEPRESIÓN
La depresión se manifiesta con varios síntomas que dificultan la vida diaria. Las personas que la padecen pueden sentirse constantemente tristes y perder interés en actividades que antes disfrutaban. También es común que experimenten cambios en el apetito o patrones de sueño, ya sea por defecto o por exceso.
La falta de energía y la fatiga son síntomas frecuentes, haciendo que incluso las tareas más simples parezcan imposibles. Además, pueden aparecer problemas de concentración y toma de decisiones, así como sentimientos de inutilidad o culpa. El malestar experimentado puede conducir a pensamientos de desesperanza.
Estos síntomas interfieren en el trabajo, el rendimiento intelectual y las relaciones personales, haciendo más difícil la vida diaria. La depresión crea un ciclo de anhedonia y falta de motivación, lo que complica la búsqueda de soluciones.
SUFRIR POR AMOR
El sufrimiento por amor es una experiencia humana universal que se manifiesta en diversas etapas y formas. En la búsqueda de pareja, muchos enfrentan la ansiedad y la frustración de no encontrar a alguien compatible, lo que les puede llevar a la soledad y la desesperanza. En la relación establecida, son comunes los conflictos de convivencia, ya que las diferencias de hábitos y valores pueden generar tensiones constantes.
La llegada de los hijos, aunque llena de alegría, también trae consigo estrés y agotamiento, lo que a menudo agrava los problemas preexistentes en la pareja. Las infidelidades representan una de las traiciones más dolorosas, dejando cicatrices profundas en la confianza y la autoestima del afectado. El desamor, cuando uno de los dos deja de sentir lo mismo, puede ser devastador. El afectado queda con una sensación de pérdida y vacío, como si una parte de sí mismo se desvaneciera.
Finalmente, el divorcio, aunque a veces necesario, es un proceso traumático que implica un duelo emocional por la ruptura de sueños y proyectos compartidos y puede tener efectos duraderos en los hijos y en la dinámica familiar.
En última instancia, el amor y el sufrimiento son dos caras de la misma moneda y ambos nos enseñan valiosas lecciones sobre nuestra humanidad y capacidad de renovación.
HIPERSENSIBILIDAD
La hipersensibilidad se refiere a una reacción exagerada ante estímulos que generalmente no provocarían una respuesta tan intensa. Las personas con esta característica pueden sentirse profundamente afectadas por críticas o comentarios que otros considerarían insignificantes. Por ejemplo, alguien se puede mostrar extremadamente herido por una observación casual o experimentar una reacción física intensa a un contacto leve.
Estas personas aparentemente exquisitas pueden aparecer ofendidas por malas palabras, gestos groseros o comportamientos que no consideran suficientemente cuidadosos o respetuosos. La presencia de un lenguaje soez o un gesto desconsiderado puede ser profundamente perturbadora para ellas, afectando a su bienestar emocional.
En general, estas formas de sensibilidad pueden complicar las relaciones interpersonales, ya que quienes las experimentan pueden parecer difíciles de complacer o fácilmente ofendibles.
LIBROS Y MANUALES
GUÍA PARA ANGUSTIADOS
El libro trata en primer lugar del modo de reducir un nivel excesivo de estrés disfuncional, analizando las causas, que son como los afluentes que hacen que el rio principal se desborde.
Dichas causas son características psicológicas de cada persona, como la forma de tomarse las cosas, las exigencias, limitaciones y déficits de personalidad. Otros estresantes provienen de la vida laboral, malos hábitos, dificultades en el amor, la pareja o la familia.
Se desarrollan distintas estrategias para bajar el nivel de ansiedad -capacidades de planificación, salidas a la frustración, técnicas de desaceleración, focalización, etc.-.
A continuación se aborda la ansiedad que surge de la programación de la jornada con sus momentos de agobio y necesidad de resolución ágil, la organización de los proyectos en el tiempo, la memoria y la decisión, la evaluación y la retro-alimentación.
El libro se adentra en los distintos aspectos en que la ansiedad se enquista en forma de trastorno, dando solución a dificultades importantes como la obsesión en sus camaleónicos avatares, las conductas de fuga -comer, trabajar en exceso, comprar compulsivamente, la cleptomanía, las autolesiones, la búsqueda de emociones fuertes, la hipersensibilidad -facilidad para sentirse heridos y agraviados-, la mentira compulsiva, la inseguridad, la timidez y la vergüenza, los problemas con el rubor y el temblor, los miedos irracionales, la fobia social, los ataques de pánico y agorafobia, la susceptibilidad a la mirada ajena, la ruptura de hábitos, la soledad, los problemas familiares, la irritabilidad, la hipocondriasis y la desesperación.
Cada uno de estos temas tiene un capítulo propio dedicado a su descripción, tal y como lo viven las personas que lo padecen, un análisis riguroso del problema real y la ayuda terapéutica más eficaz aportada desde la psicología clínica.
El libro es abarcador de forma que, aunque el lector tuviera algún problema preponderante, pueda adquirir una comprensión profunda de las diferentes formas en que se manifiesta la ansiedad y aprenda a conocer a su «enemigo» y dar soluciones inteligentes.
CUENTOS TERAPÉUTICOS
Reunión de cuentos terapéuticos utilizados en un taller de narratoterapia para personas con trastorno mental, con la finalidad de tomar conciencia de los síntomas que padecen y diferentes perspectivas para abordarlos a las que están acostumbrados espontáneamente. Se tocan también temas de crecimiento personal. Aunque pensados para ser representados y que los oyentes participen activamente, también tienen interés en usos pedagógicos o de reflexión personal.
NARRATOTERAPIA
Un libro que reflexiona sobre las carácteristicas de la narratoterapia, especialmente aplicada a enfermos mentales graves y llevada a cabo como actividad grupal participativa. Mediante la representación de situaciones similares a las que viven los sujetos, pero con la distancia de una historia ajena que versa sobre los diversos síntomas y problemas que «»padecen, les permiten tomar conciencia de ello y enfocar su actuación. Resultan a la vez catárticos y didácticos por lo genereral sin necesidad de discursos parternalistas y bienintencionados, sino más bien a modo de broma, esperpento e incluso absurdo que ilumina el problema desde un lado cómplice.
PRINCIPIOS DE PSICOTERAPIA COGNITIVA
Libro que aborda la psicoterapia cognitiva comparada con la visión psicoanalítica por un lado, y la conductual por otro, como polos opuestos de ataques a la conciencia del sujeto que padece una problemática, en un caso por considerar que su origen es inconsciente y el el otro irrelevante, porque sólo le interesa labrar un cambio de la conducta observable. La visión cognitiva tiene en cuenta los pensamientos, reflexiones, ideología y la influencia social, respetando el uso del lenguaje como vehículo de la comunicación interna y externa, haciendo incapié en la organización de la vida diaria por medio de proyectos que se pueden fragmentar y soportar alianzas de otras personas que cumplen funciones de apoyo u oposición.