Silvia Berdullas: ¿Cómo repercute el divorcio de
los padres en la adaptación de los hijos?
Francisca Fariña: Los hijos nunca se encuentran
psicológicamente preparados para afrontar la separación de sus
padres, aunque hayan presenciado situaciones que pudieran vislumbrarla. Por
ello, siempre les provoca una aguda sensación de shock y miedo intenso
envuelto, todo ello, en un sentimiento de gran confusión, contingencia
que reclama gran atención y ayuda. Sin embargo, los padres no se hallan
en el momento más idóneo para satisfacer sus necesidades emocionales
y psicológicas, e incluso a veces físicas, al encontrarse también
ellos en una situación de crisis, sobrecargados en resolver sus propios
problemas personales, tanto de tipo psicológico-emocional como social
y económico. Así, con bastante frecuencia, la separación
conyugal deja a los menores en una situación de desprotección
que puede llegar incluso a alcanzar la consideración de "maltrato
infantil". Cuando esto ocurre, las consecuencias en los hijos son nefastas,
repercutiendo fuertemente en el equilibrio psicoemocional del menor, y subsecuentemente
en su desarrollo.
S.B.: ¿Qué tipo de consecuencias tiene el divorcio
para estos niños a nivel psicológico?
F.F.: Existe un importante cuerpo de investigaciones
sobre los efectos de la separación y divorcio en los niños, el
análisis de éste permite señalar que el divorcio duplica
la proporción de problemas de ajuste emocional y conductual en los hijos.
En los niños, los efectos aparecen de forma más inmediata y dramática,
traduciéndose mayoritariamente en conductas agresivas y disruptivas.
Por su parte las niñas, en general, tienen un mejor ajuste pero, una
vez que alcanzan la adolescencia, afloran los problemas, de lo que se desprende
que en ellas el conflicto emocional se encuentra latente y no se muestra hasta
pasar unos años, como si tuviese lugar una hibernación del problema,
denominándose a este proceso efecto dormido.
De forma genérica, entre las consecuencias de carácter psicoemocional más comunes se encuentran los sentimientos de culpa, de abandono, de rechazo, de impotencia e indefensión, miedo no resuelto, inseguridad, ansiedad y depresión; y entre las de tipo comportamental podemos destacar las conductas regresivas, repetitivas, antisociales y problemas escolares.
S.B.: ¿Desde dónde se debe intervenir cuando se produce
el divorcio para minimizar y/o prevenir consecuencias para los hijos?
F.F.: El desequilibrio psicoemocional que suelen padecer
los progenitores cuando se encuentran inmersos en el proceso de separación
limita sus capacidades para apoyar a los hijos, justamente cuando éstos
más lo precisan, así como para tomar decisiones sobre su futuro,
centradas en las necesidades de los hijos. Esta realidad facilita, entre otras
cosas, problemas de sobrecarga/opresión, alienación parental o
ilusión de reconciliación, provocando maltrato en los hijos,
como ya hemos señalado. Desde nuestra experiencia, podemos afirmar que
los padres no buscan conscientemente herir a sus hijos ni maltratarlos. En la
mayoría de las ocasiones, el maltrato es resultado indirecto de actuaciones
fruto de la falta de conocimiento y habilidades para proceder de forma correcta.
La experiencia que se lleva en Galicia desde hace unos años con el programa
"Ruptura de pareja, no de familia" nos permite sostener que
es recomendable la ayuda psicológica al inicio de la crisis de pareja,
e imprescindible programas de intervención para familias separadas, en
los que se ayude a superar la separación de forma positiva a todos los
miembros de la familia.
S.B.: ¿Qué papel está jugando actualmente
el psicólogo para facilitar la adaptación de estos menores?
F.F.: El papel del psicólogo en estos procesos es fundamental, especialmente el del psicólogo jurídico, tanto cuando interviene como perito psicólogo, como mediador familiar o como técnico en un programa de intervención con estas familias. Me gustaría destacar la importancia del perito psicólogo, debido a que siempre actúa en procesos contenciosos, los cuales incrementan el desequilibrio emocional de toda la familia, minimizando su capacidad para desarrollar estrategias cognitivo-conductuales que les permita superar la situación, e instaurando en ella un funcionamiento patológico que impide resolver el conflicto de forma satisfactoria. Por todo ello, la intervención psicológica en este contexto, siguiendo los principios de la Justicia Terapéutica, debe incidir en la recuperación del bienestar psicoemocional y en la reorganización de la familia. Así, cuando sea factible el proceso contencioso se ha de reconducir a una mediación familiar.
S.B.: ¿Cómo se puede contribuir desde la Psicología
a facilitar la adaptación de los menores que se encuentran en esta situación?
F.F.: Ya hemos señalado la relevancia de los programas de intervención, tanto los de carácter individual como grupal. En los cuales, de forma general, se enseña a los padres a llevar a cabo una labor coparental responsable, plenamente desjudicializada, y a los menores se les ayuda a expresar las dudas y sentimientos que presentan sobre la separación y a afrontar los problemas relacionados con ella.
|