CLAVES DE COMUNICACIÓN EN LAS CRISIS DE PAREJA

Nota: Este artículo es un extracto de la Conferencia pronunciada por Carles Panadès en Febrero 07 en el marco de las "III Jornadas Científicas: la salud Mental i la dona", en Palma de Mallorca.

INDICE
1. Introducción
2. ¿Pareja? ¿Qué es eso?
3. ¿Crisis? ¿Qué crisis?
4. El Ciclo Vital de la pareja: “las crisis de transición
5. La crisis y la pareja en terapia: ¿es normal lo qué nos pasa?
6. ¿De quién es la culpa? la Paciencia en la pareja
7. De las dos medias naranjas a la dos naranjas completas
8. El problema o “mas de lo mismo una y otra vez
9. Epílogo
10. Bibliografía
11. Revistas recomendadas
12. Peliculas recomendadas
13. Webs y E-mails

1. INTRODUCCIÓN

Algunos matrimonios acaban bien, otros duran toda la vida” (Woody Allen)

Hay dos tragedias en la vida: una es perder el objeto de tu amor; la otra es conseguirlo (Geroges Bernard Shaw)

Que nadie se engañe, a pesar de que desde que el mundo es mundo la relación de pareja macho-hembra parece ser la forma básica y natural de organización de la relacion entre seres vivos, cuando los humanos afrontamos la constitución de una “pareja estable” estamos ante uno de los retos más complejos desde la perspectiva relacional. A lo largo de esta conferencia, les hablaré de esa complejidad y compartiré algunas de las ideas que he ido construyendo y algunas de las que he ido desmontando tras más de 25 años de experiencia de convivencia en pareja y tras más de 20 años de oficio como terapeuta de individuos humanos, sus parejas y sus familias.
No pretendo, en ningún momento, situarme desde la posición del experto en posesión de la verdad que les transmite recetas infalibles. No se fien demasiado de quien les venda algo parecido. Mis opiniones, junto con las de algunos de los autores que más me han aportado, son simplemente una invitación a la reflexión y al debate posterior si ustedes lo consideran oportuno.
En el título de la conferencia que me sugirió el Dr. Lázaro, cuando amablemente me invitó a participar en estas jorndas, hay tres palabras clave: Pareja, Crisis y Comunicación. Las tres van inexorablemente unidas. Empecemos por definir qué entendemos por pareja.

2. ¿PAREJA? ¿QUÉ ES ESO?
La pareja es, desde el punto de vista etológico, la unidad relacional básica para la supervivencia genética de la especie. Pero desde el punto de vista psicológico puede ir más allà de ese fin. De cada vez son más frecuentes las parejas del mismo sexo; sin embargo, parece que a pesar de ello algo hay en la pareja que la impulsa a facilitar el desarrollo de las crias y es muy frecuente el deseo de parejas homosexuales que adoptan niños para acompañarles en el proceso de convertirse en seres humanos adultos.
La relación de pareja obedece a varias necesidades básicas y primarias: en primer lugar, al impulso o la necesidad de “apego” o de “vínculo” afectivo/amoroso (la necesidad de dar y recibir amor, ternura, proximidad, calor, apoyo). La pareja constituye, aunque de forma no consciente, una vuelta al pasado amoroso, a aquella relación o vínculo de dependencia y seguridad que tuvimos primero con nuestra madre y luego con nuestro padre. O tal vez, en ocasiones, refleje la búsqueda de la relación que no tuvimos. En este sentido son muy interesantes los estudios sobre el “Apego”, que comparan el tipo de vínculo que se tuvo en la infancia con las figuras de referencia afectiva con el tipo de apego en base al que se produce la elección de pareja.
La pareja constituye, también, el marco relacional privilegiado para crecer como persona individual. Aprendo con el otro, maduro con él. Dicen que los miembros de una pareja, al final, acabamos pareciéndonos. Con la pareja se va estableciendo un progresivo juego de proyecciones mutuas. Le alabo lo que me gusta en mi, le proyecto mi sombra, aquello que no me gusta de mi. Idealizo en él aquello que anhelo o necesito. Me cargo de lo que el otro ve de positivo en mi, aunque luego me de cuenta que es suyo. La novela “Amarse con los ojos abiertos”, de Julia Salinas y Jorge Bucay ejemplifica muy bien esta situación. La relación de pareja, desde el “nosotros”, va permitiendo ese juego constante de proyecciones entre las individualidades, entre lo que es tuyo y lo que es mío, entre tu y yo, entre el no-yo y no-tú. Con los hijos va a suceder algo parecido: son ellos los que te enseñan, empujándote a crecer para que ellos puedan crecer.
Pero la idea que tenemos cada uno de nosotros acerca de lo qué es una pareja, no puede ser ajena a nuestro contacto y experiencia con parejas, propias y ajenas. En mis casi 50 años he conocido ya muchas parejas, a diferentes niveles. Las más cercanas y que probablemente han influido más en mi visión de la pareja y en mi forma de “estar en pareja” son principalmente dos: la de mis padres, gracias a la cual estoy yo aquí; y la que construí con mi mujer y madre de mis hijos, que me permitió, aparte de dar continuidad a mis genes, crecer como persona y como padre.
Pero he conocido muchas otras parejas que hasta cierto punto me han ayudado a conformar una idea de lo que es una pareja y cómo funciona. Las de mis familiares: tios, primos, hermanosLas de mis amigos y amigaslas que he podido conocer por motivos profesionales (mis parejas clientes), con diferentes perfiles socioeconómicos y culturales en función del lugar desde el que las recibí; no ves el mismo tipo de parejas en Servicios Sociales y en Protección de Menores que en una consulta privada de clase media alta.Las parejas que he podido conocer através de la literatura, el cine o la TV: desde las parejas de los bíblicos Adán y Eva, a los mismos y simbióticos Romeo y Julieta Shakesperianos, pasando por las parejas del cine como Kathleen Turner y Michael Douglas, enfrentados a muerte en “La Guerra de los Rose”; o Federico Luppi y la tierna y comprensiva Mercedes Samprieto en “Lugares Comunes”, o el mismo Luppi y Cecilia Roth, atormentados por el desencuentro en “Martín Hache”, ambas películas de Adolfo Aristarain, uno de mis directores favoritos. Pero también recordamos a los clásicos Bogart e Ingrid Bergman en “Casablanca”; o Katharine Hepburn y Henry Fonda, una maravillosa pareja de ancianos, en “El Estanque dorado”; o un Jack Nicholson y una Diane Keaton maduros y “de vuelta de todo” en “Cuando menos te lo esperas”; o a Antonio Banderas, cuidando amorosamente a su pareja Tom Hanks, en “Filadelfia”. Y ¿cómo no? Homer y Marge, los famosos Simpsons. De alguna forma, algo de todos ellos hay en el puzle que conforma nuestra idea de pareja.

Por otro lado, hoy en dia se hace bastante más complejo hablar o definir “la pareja” como un concepto que hace referencia a una idea concreta, porque hay diferentes tipos de organización relacional o familiar en las que cabe la “relación de pareja”. Parejas de un hombre y una mujer, parejas de dos hombres, parejas de dos mujeres; parejas de una mujer y dos hombres; parejas de un hombre y dos o más mujeres; parejas de la misma edad; parejas con mucha diferencia de edad; parejas emigrantes de diferentes culturas a la nuestra; parejas interraciales; parejas casadas, parejas que viven juntos sin vínculo legal, parejas estables sin convivencia habitual; primeras parejas, segundas parejas, terceras parejas, cuartas parejas … parejas sin hijos, parejas con hijos de diferentes edades; parejas reconstituidas, uno de cuyos miembros (o ambos) aportan hijos de anteriores relaciones; parejas reconstituidas sin o con hijos propios; parejas adolescentes, jóvenes, adultas, mayores; parejas que viven con familiares (padres, hermanos, tios, etc.); parejas en paro, parejas en las que sólo trabaja uno, parejas en la que trabajan los dos... Como vemos, la variabilidad de aquello que se engloba dentro del concepto de pareja puede ser enorme, aunque en mis palabras me referiré básicamente de la pareja heterosexual tipo, constituida por un hombre y una mujer unidos por un vínculo afectivo estable que conlleva una convivencia de cierta duración.

3. ¿CRISIS? ¿QUÉ CRISIS?
“La crisis es un estado de cosas en que es inminente un cambio, en un sentido o en otro” (Webster)

“No es posible lograr ningún cambio sin crisis pero es posible sufrir una crisis que no de cómo resultado un cambio. Hay crisis cuando una tensión afecta a un sistema y requiere un cambio que se aparta del repertorio habitual del sistema” (Pittman)

La palabra crisis, según un proverbio chino y como ya habràn oido muchas veces, conlleva un doble significado: por una parte “peligro” y por otra “oportunidad”. Lo peligroso y lo duro de una crisis es que los recursos, las defensas, las estrategias, las capacidades, las conductas, las visiones puestas en juego hasta el momento y que resultaban útiles ya no sierven como antes … las seguridades se hacen añicos y durante un período de tiempo aumenta la ansiedad, el miedo, la tristeza, la agresividad, la confusión, el aislamiento. Pero como decía un doctor, amigo mío, “la necesidad crea el órgano”. Y precisamente la contrapartida de la crisis es la “oportunidad” de crear, porque, a partir de allí y como mecanismo de supervivencia, podemos poner en marcha nuevas capacidades, nuevas visiones, nuevas estrategias, nuevas reacciones, nuevos vínculos ... este proceso de defensa ante la crisis, que una de mis clientas llamaba “pura vida”, a la larga y en la mayoría de los casos, conlleva un proceso de crecimiento, de maduración personal. Es desde esta perspectiva constructiva que siempre les digo a mis clientes que “a las crisis, con el tiempo, hay que darles comisión o invitarlas a cenar”. La crisis es inmanente al ser humano y a su núcleo básico de pertenencia, la familia.

4. EL CICLO VITAL DE LA PAREJA: “LAS CRISIS DE TRANSICIÓN”
Crisis hay de muchos tipos y se presentan de forma diferente en diferentes momentos de transición del ciclo vital de la pareja y la familia. La complejidad funcional y evolutiva que debe afrontar la pareja, la familia como conjunto y cada uno de sus miembros en particular, genera a lo largo del ciclo vital sucesivas etapas críticas. Desde el Modelo Sistémico de Terapia Familiar en general se habla de 6 etapas:
1) Constitución de la pareja y Noviazgo hasta el primer hijo
2) Del nacimiento del primer hijo hasta la llegada del último a la escuela
3) De la escolarización a la adolescencia
4) La adolescencia de los hijos hasta su salida del hogar familiar
5) Primera fase post-parental: “
nido vacío” o “destete de los padres"
6) El retiro de la vida activa y la vejez

En cada nueva fase que debe afrontar la pareja y/o la familia, se produce un aumento de la complejidad a diferentes niveles que supone unos nuevos objetivos, unas nuevas tareas, unos nuevos riesgos. Cuando se produce una crisis de transición de una fase a la siguiente, es necesario que se flexibilice la estructura y la organización de la pareja y de la familia. De hecho, en terapia familiar, entendemos muchos de los problemas o patologías que aparecen en diferentes miembros de la familia, como un síntoma de rigidez del sistema, que se resiste al cambio necesario. Sin embargo las “crisis de transición” se consideran unos momentos privilegiados de cambio porque:
* los límites se suavizan las reglas y los roles se confunden,
* las expectativas y las prohibiciones se relajan,
* las metas y valores se relativizan,
* se reviven los conflictos irresueltos


5. LA CRISIS Y LA PAREJA EN TERAPIA: ¿es normal lo qué nos pasa?
La transición entre fases constituye un momento ideal para la intervención terapéutica. Se suele decir que “la experiencia es un grado” y en el trabajo con parejas y familias he podido comprobar que resulta especialmente cierto. Desde la ventaja que me otorga la experiencia vivida (tanto en la labor terapéutica con parejas y familias como en del desempeño del propio rol de pareja y padre), actualmente resulta para mi un privilegio y un placer acompañar a las personas, a las parejas y a las familias que estas forman, en su proceso de crecimiento y evolución.
Muchísimas veces las parejas tienden a patologizar un conflicto, una tensión que, como decía antes, simplemente es “pura vida”. La mayoría de veces, la labor de un buen terapeuta de pareja no está en “intervenir para cambiar” (dando recetas artificiales que a la postre no sirven para nada), sino simplemente escuchar respetuosa y amorosamente, en acompañar, tranquilizar, redimensionar ... en definitiva, dar la oportunidad a la pareja de recuperar la fé en si mismos, entender el valor constructivo y de aprendizaje que supone la crisis que están viviendo, verse a si mismos en un “proceso” de crecimiento, visualizar su momento de malestar desde la perspectiva de un zoom que amplia sus posibilidades y sus expectativas, tanto a nivel individual como de pareja-familia. Hay dos historias que utilizo en las terapias para facilitar a individuos y parejas una visión más en perspectiva.
La primera me llegó por internet y desconozco su autor. Se titula “La lección de la mariposa”.

“Un día, un hombre sentado al borde del camino bajo un árbol, observó cómo la oruga de una crisálida de mariposa intentaba abrirse paso a través de una pequeña abertura aparecida en el capullo. Estuvo largo rato contemplando cómo la mariposa iba esforzándose hasta que, de repente, pareció detenerse. Tal vez la mariposa había llegado al límite de sus fuerzas y no conseguiría ir más lejos, pensó el hombre.
Entonces, decidió ayudar a la mariposa: cogió unas tijeras y ensanchó el orificio del capullo. La mariposa, de esta forma, salió fácilmente. Su cuerpo estaba blanquecino, era pequeño y tenía las alas aplastadas. El hombre, preocupado, continuó observándola esperando que, en cualquier momento, la mariposa abriera sus alas, las estirara y echara a volar. Pero pasó el tiempo y nada de eso ocurrió. La mariposa nunca voló, y las pocas horas que sobrevivió las pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo débil y sus alas encogidas, hasta que, finalmente murió.
Aquel caminante, cargado de buenas intenciones y voluntad de ayudar, no comprendió que el esfuerzo de la mariposa para abrirse camino a través del capullo era absolutamente vital y necesario, pues esa era la manera que la naturaleza había dispuesto para que la circulación de su cuerpo llegara a las alas, y estuviera lista para volar una vez hubiera salido al exterior”.

Algunas veces, es justamente el esfuerzo lo que necesitamos en nuestra vida. Y en la vida de pareja, si deseamos que dure, tendremos que aprender a aceptar momentos de sufrimiento y de esfuerzo. Como solía decir sabiamente mi padre, un veterano médico de cabecera de los de aquel tiempo, en la vida de matrimonio o pareja “si topes bé en pegues una panxada” (“En la vida de pareja, con mucha suerte, tienes un empacho”). En realidad, si la naturaleza nos permitiese vivir sin obstáculos, se reduciría en gran medida la capacidad de desarrollar nuestro potencial. Sin obstáculos, sin la “dosis necesaria de sufrimiento”, sin la “panxada” (o empacho), nunca llegaríamos a desarrollar nuestra verdadera plenitud, nunca alimentariamos los vasos sanguíneos que van a permitirnos desplegar nuestras auténticas alas de ser humano adulto y maduro.

Las parejas que duran, pasan necesariamente por crisis, las afrontan y aprenden de ellas. Cuando una pareja decide huir de la crisis rompiendo la relación, tarde o temprano –probablemente en la siguiente relación de pareja- van a tener que afrontar el mismo reto y se encontrarán en el mismo punto en el que se emprendió la huida. La separación, hoy en día, se ha convertido en algo incluso excesivamente banal. Leí hace poco que se están separando ya el 43% de las primeras parejas y el 63% de las segundas.
La pareja actual debe vivir en este estado de cosas sin el marco exterior que, hasta hace pocas décadas, la sostenía, la mantenía, la aseguraba. Los valores “contenedores”, los límites o condicionantes ideológicos, religioso-espirituales, culturales, jurídicos y hasta económicos que antes institucionalizaban la pareja en un matrimonio para toda la vida, han ido perdiendo vigencia y peso y/o se han ido diluyendo. Las facilidades que otorga la sociedad actual para deshacer una pareja, junto a un sentido cada vez más hedonista e individualista de la vida, hace que se rompan muchas relaciones ante frustraciones y conflictos mínimos y hasta necesarios para la evolución y el crecimiento madurativo, tanto de la pareja-familia como de los individuos que la componen. Evidentemente no niego que en muchos aspectos esta evolución social, ha supuesto un gran avance y que en ciertas circunstancias resulta muy positivo y necesario. Pero es frecuente que personas que han pasado por dos o tres matrimonios, al tener que enfrentar con la última pareja los mismos problemas o conflictos de los que huyeron al optar por separarse, se pregunten: “¿porqué no lo afronté con mi primera pareja?”. Este es uno de los motivos por los que, en general, no soy partidario de pasar de una pareja a otra sin un proceso previo de duelo, de elaboración de conclusiones, de recuperación de aspectos (comportamientos, rasgos de carácter, ideas, etc.) que eran proyectados como una sombra en la pareja y que, tras la separación, aparecen como propios. Estoy de acuerdo con Eckhart Tolle cuando dice:

Las relaciones mismas no son la causa del dolor y de la infelicidad, sino que sacan a la superficie el dolor y la infelicidad que ya están en ti. Todas las adicciones lo hacen. Llega un momento en que la adicción deja de funcionar y sientes el dolor con más intensidad que nunca.
Ésta es la razón por la que la mayoría de la gente siempre está intentando escapar del momento presente y buscar la salvación en el futuro. Si concentrasen su atención en el ahora, lo primero que encontrarían sería su propio dolor, y eso es lo que más temen… Eludir las relaciones en un intento de evitar el dolor tampoco soluciona nada. El dolor sigue allí de todos modos… tanto si vives solo como si vives en pareja, la clave es estar presente e intensificar progresivamente tu conciencia y tu presencia mediante la atención al ahora … lo que es, es … primero dejas de juzgarte a ti mismo; después dejas de juzgar a tu pareja... El mayor catalizador del cambio en las relaciones es la aceptación total de tu pareja tal como es, dejando completamente de juzgarla y de intentar cambiarla
”.

Más adelante retomaré la importancia y el valor que, a mi juicio, tiene entrenar nuestro “Observador”, alimentar la capacidad de tener conciencia de uno mismo y desde el “aquí y ahora”, desde el presente. Siempre que no haya una situación clara de desencuentro afectivo y/o una dinámica relacional basada en la manipulación o el maltrato, aconsejo prudencia a las parejas a la hora de tomar una decisión de separación. De hecho, en la primera sesión expongo a las parejas que mi objetivo no va a ser ayudarles a reconciliarse o a separarse, sino ofrecerles un espacio y un tiempo periódico de apoyo (las sesiones terpéuticas) para que, “dándose cuenta” y aumentando la auto-conciencia, se sientan mejor con ellos mismos y, de esta forma, puedan tener una perspectiva más amplia y sólida para tomar la decisión que estimen más oportuna. Eso sí: su propia decisión. Para eso, deben entender que se requiere un tiempo y un proceso. Aquí echo mano de la segunda historia. Es de Alex Rovira y se titula “El Bambú Japonés” :

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: ''¡Crece, maldita seas!''.
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes. Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas estériles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas, la planta de bambú crece... ¡más de 30 metros! … ¿Tarda sólo seis semanas en crecer? ¡No! La verdad es que se toma siete años para crecer y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú genera un complejo sistema de raíces que le permiten sostener el crecimiento que vendrá después.

En la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
Quizá por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente de que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos, incluyendo las parejas, tenemos), recordemos el ciclo de maduración del bambú japonés. Y no bajemos los brazos ni abandonemos por no ver el resultado esperado, ya que sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.

No nos demos por vencidos, vayamos gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que nos permitirán sostener el éxito cuando éste, al fin, se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.


6.
¿DE QUIÉN ES LA CULPA? LA PACIENCIA EN LA PAREJA
La paciencia, tan necesaria en las relaciones humanas y, como no, en la relación de pareja, requiere una cierta conciencia de como me siento, requiere no dejarme llevar por el impulso, requiere pensármelo, como mínimo, dos veces antes de “entrar al trapo”. A mi me gusta ver la terapia como como el arte de ayudar a la gente a cambiar “reacciones” por “respuestas”. La “reacción” es defensiva, compulsiva, impulsiva, inmediata y pone la responsabilidad fuera de uno mismo, en el otro; la “respuesta”, en cambio, es más serena, más autorreflexiva, autorresponsable, más “diferida” en el tiempo (supone varias respiraciones completas de por medio y una toma de conciencia de cómo me siento, qué me ocurre, dónde me duele, porqué). Detrás de la reactividad impulsiva, se esconde casi siempre la identificación con un pensamiento, con un sentimiento, con un estado de ánimo, muchas veces inconsciente y relacionado con el pasado. Y está claro que nosotros no somos, o al menos no sólo somos “lo que pensamos”, no sólo somos “lo que sentimos”, no sólo somos “lo que hacemos”; ni siquiera sólo somos “lo que nos está ocurriendo aquí y ahora en nuestra relación de pareja”.
Una de las cuatro nobles verdades del budismo es la “impermanencia”. El cambio es inevitable, permanente y cíclico. Sirve de poco rebelarse ante ello, aferrarse, apegarse ... la pura y dura realidad es que todo es efímero; hasta la vida misma. Lo que es, es ... pero si simplemente me calmo y espero lo suficiente, seguramente pasará, dejará de ser y se transformara en algo diferente. Oí decir una vez a un político una frase que me quedó grabada: “el cementerio está lleno de imprescindibles”. La conciencia “aquí y ahora” de la impermanencia, la aceptación del cambio como formando parte de la propia naturaleza, es útil y abre posibilidades tanto a la salud mental individual como a la salud relacional de la pareja. Y no es necesario culpar a nuestra pareja de los cambios (“antes decias, antes hacías, antes ...”), es suficiente un ejercicio de “darse cuenta” para ver como uno mismo va cambiando. La psiquiatría y la psicología occidental se ha empeñado en transmitirnos que el estado “normal” de la persona es “el equilibrio”, el “bienestar” y todo lo que sale de ahí es patológico, tiene un nombre (un diagnóstico) y hay que tratarlo con fármacos o con terapias. Pero yo, discrepo en gran parte y estoy mucho más de acuerdo con Osho cuando dice:

“Siempre hay valles junto a las cumbres, no puedes estar para siempre en la cumbreSiempre sucede así; es natural, no es un círculo vicioso … ... Siempre que estés contento, muy feliz, estarás en una cima; de repente, aparecerá el valle, la tristeza.
Lo opuesto siempre está a la vuelta de la esquina porque lo opuesto no es lo opuesto, es lo complementario.
De modo que qué hacer? no perturbes el círculo. Lo único que tienes que hacer es no identificarte con esa sensación cuando te sientas en lo alto, o en lo bajo ... Recuerda siempre que sólo es un estado de ánimo, no tú, una atmósfra que te rodea, pero no tú. Cuando está lloviendo, no crees ser la lluvia. Cuando la lluvia se detiene y sale el sol calentándolo todo, no crees ser el sol ni su calidez … es algo que sucede a tu alrededor. En tu interior es lo mismo, recuérdalo! La felicidad o la tristeza simplemente es como la lluvia o el sol; es un clima, un estado de ánimo que te envuelve, un ambiente ... pero no eres tú. Tú eres el observador, eres el testigo y si eres el observador siempre recordarás -antes o después- que lo opuesto aparecerá. Lo estarás esperando”.

Debemos aprender a situarnos desde nuestro “observador” consciente. Ese observador que es capaz de vernos a nosotros mismos y a nuestra pareja, sin identificarnos totalmente ni con nuestra reacción ni con la de nuestra pareja, evitando reaccionar a la primera de cambio. Si queremos romper el círculo vicioso del conflicto, deberemos situarnos por encima de él, para poder observarlo asumiendo la responsabilidad de formar parte de él. Deberemos aprender a conocernos y aceptarnos (“lo que es, es”), deberemos aprender a quitarnos importancia, a “soltar”, a “dejar ir”, aprender a “dar y a darnos tiempo”, aprender a “permitir y a permitirnos” ... Uno no puede tomarse tan en serio, sentirse el “centro del universo”: Yo, yo, yo, yo ... Según exponen los científicos en la muy interesante película “¿Y tu qué sabes?”, nuestro cerebro procesa 400.000 millones de bits de información cada segundo y nosotros sólo somos conscientes de 2.000 bits!!!. En la misma película, que trata sobre la física cuántica, se dice que cada uno de nosotros “somos simplemente una posiblidad, partículas cuánticas en movimiento por el universo infinito”. Debiéramos mirar más frecuentemente la inmensidad del universo en noches estrelladas, deberíamos tomar conciencia del espacio y el tiempo infinito para alimentar nuestra humildad, nuestra capacidad de no aferrarnos o apegarnos a todo: ideas, sentimientos, posesiones, imagen física, posición social, prestigio, afectos, personas, etc..
Pero cuando vivimos en pareja y especialmente en los momentos de conflicto y confrontación, no hay “observador” o “consciencia” que valga y nos sentimos invadidos por esos sentimientos, esos pensamientos y tenemos tendencia a “culpar” al otro de lo que nos ocurre.
En mi trabajo terapéutico con parejas he pasado por sucesivas etapas. La experiencia me ha hecho ir “desaprendiendo” algunos conceptos, ideas y visiones que se daban por hechos. Una de estas ideas es la de que la pareja es un sistema que evoluciona siempre en conjunto. Sin embargo, con el tiempo he ido observando que muchas veces las parejas evolucionamos por “tirones” individuales de crecimiento. Periódicamente, uno de los dos miembros pega un tirón al que el otro tendrà que adaptarse o perderá del tren de la relación. Tal vez porque es infeliz y sufre, tal vez porque su trayectoria personal le ha abierto a nuevas visiones o a nuevos horizontes, tal vez porque ha conocido nuevas personas, tal vez porque los años no perdonan y se encuentra en una de las etapas de transición del ciclo vital ... él o ella tiene la necesidad de cambiar el estatus relacional. La crisis está servida.

No podemos, como observamos con demasiada frecuencia, atribuir la responsabilidad de nuestro estado de ánimo a nuestra pareja. Ella/El no es ni nuestro psicólogo/tranxilium, ni nuestro demonio/perseguidor. En calidad de individuos “normales”, nos movemos entre valles y cumbres, entre calmas y borrascas y sin que ello represente que somos unos maníaco-depresivos o tengamos un transtorno bipolar (tan de moda actualmente).
Nuestros estados de ánimo, en general y sin patología de por medio, son cambiantes y se mueven entre polaridades. Dice Osho que “el equilibrio no es un lugar al que se llegue para quedarse, sino más bien una estación de paso entre polaridades”. Y estos cambios se producen normalmente, forman parte de la vida cotidiana y, tanto a nivel individual como de pareja, debemos aprender a aceptarlos, conocerlos y manejarlos, sin atribuir la culpa a nuestra pareja, a nuestros padres, o a quien sea.
Aunque no tengo ningún dato científico que lo avale, ni he tenido paciencia, a pesar de habérmelo planteado varias veces, para anotarlo diariamente, mi impresión es que a lo largo del més probablemente todas las personas tengamos unos cinco o seis dias de “bajón”, con menos energía, más tristeza, más ansiedad. No sólo me ocurre a mí; a mi pareja le pasa lo mismo. Si los dos coincidimos en un buen momento, es posible que afrontemos las situaciones de dificultad con muchas opciones de que se solucionen satisfactoriamente. Si uno de los dos está de “bajón” y el otro está en un buen momento, tal vez el que está bien tenga capacidad de “contener” (tener paciencia, tolerar, apoyar, escuchar, animar, etc.) a su compañero/a. Pero cuando los dos coincidimos en un “bajón”, existen muchas probabilidades de que una dificultad cotidiana (cualquier tontería convivencial, un pequeño bache) se convierta en un conflicto de grandes proporciones (una vulgar “Guerra de los Rose”, una profunda “sima”). Esos “bajones” que, en términos más técnicos solemos identificar con “estados regresivos”, suelen ser viejos conocidos y, si hacemos memoria, muy probablemente podremos encontrarlos en nuestra juventud, en nuestra adolescencia y en nuestra infancia. La pelea, o la guerra de turno, en aquel entonces la teníamos seguramente con uno de nuestros padres, o tal vez con uno de nuestros hermanos ... pero, en cierto modo, era lo mismo. Ellos eran los culpables absolutos de nuestra desdicha, nuestra desazón y nuestra rabia. Ahora, años después, es nuestra pareja la culpable de todo.
En estos episodios de confrontación de “bajones”, los dos miembros de la pareja reaccionamos defendiéndonos y atacando y suelen salir a relucir afrentas y asuntos pendientes del pasado más remoto de la relación (a su vez conectados con otros “fantasmas” del pasado “traumático” de la infancia de cada uno). La cuestión es que tras la agresión mutua, viene el dolor por las heridas causadas y recibidas, la resaca del resentimiento y la dura vivencia de la “soledad acompañada”, ese silencio “ruidoso” y distante que evita la mirada y el contacto con el otro.
A veces, cuando la pareja todavía goza de una relación sexual fluida y satisfactoria, puede surgir un encuentro que permita romper barreras y recuperar la intimidad. Si la pareja cuida sus espacios propios, tal vez sea una salida al cine, o un paseo lo que permita romper el silencio distante. Otras veces, serán precisamente esos conflictos y disputas estériles los que alejen la posiblildad de un acercamiento sexual (más a menudo en el caso de la mujer, cuya sexualidad va más ligada al afecto) o los que hagan que, poco a poco, la pareja vaya sustituyendo las válvulas de escape conjuntas (cine, paseos, cenas, viajes, etc.) por las huidas solitarias (internet, trabajo, bebida, amigos, hijos, televisión ...). Si se instala la pauta conflictiva y el desencuentro, la sexualidad pasará a formar parte del arsenal de “armas” que la pareja utiliza para dirimir el juego de la “batalla por el poder”. Al igual que otras armas habituales como la enfermedad, o las adicciones, o las escapadas nocturnas, o las familias de origen, o la economía, o la huelga de brazos caidos en casa, o el refugio en el trabajo, o los hijos, o los “terceros en discordia” ...
Cuando la brecha comunicacional, la distancia, el silencio, la frustración, el resentimiento, el “más de lo mismo” y el desamor han ganado tanto espacio y tiempo a la pareja, tal vez ya no quedan energías ni ilusión para intentar un nuevo acercamiento, una nueva reconciliación. En estas circunstancias, “menos de lo mismo” o “algo diferente”, tal vez sea empezar a plantearse muy seriamente una separación (temporal o definitiva). En ese caso, el reto de la pareja va a ser conseguir transitar el duelo de la separación sin caer (o continuar) en una inútil escalada de conflictos y descalificaciones. En cualquier caso, me gustaría transmitirles el mensaje claro de que una separación no necesariamente debe considerarse un fracaso. Es más, cuando se transita en condiciones, la separación supone un aprendizaje y una oportunidad para el desarrollo y el crecimiento, tanto de la pareja como de los hijos.
Rara vez la decisión de la separación es de ambos cónyuges al unísono. En general, uno de los dos toma la decisión y el otro siente y sufre más profundamente, al menos en las fases iniciales, la sensación de abandono y el dolor por la pérdida. No es infrecuente que, a lo largo del proceso de duelo, esos papeles se intercambien. Se necesitará tiempo para adaptarse a la nueva situación, para curar las heridas, para aprender a valorar el enorme valor de la soledad y el silencio, para recuperar la confianza y, en definitiva, para estar con la disposición y el ánimo necesario para recomenzar un nuevo “camino del encuentro”. “La isla de los sentimientos”, una preciosa historia de Jorge Bucay, ilustra este tránsito doloroso hacia una nueva oportunidad.

Erase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el Amor. Todos los sentimientos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila, hasta previsible. A veces, la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo; otras veces, la Constancia y la Convivencia lograban aquietar al Descontento.
Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando por fin la Distracción se dió por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces, el Conocimiento dijo:
- “Tengo una mala noticia para darles... la isla se hunde..."
Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:
- “¡No! ... ¿como puede ser? …¡Si nosotros vivimos aqui desde siempre!!!!”
Pero el Conocimiento repitió:
- “La isla se hunde”
- ¡Pero no puede ser!!! Quizás estás equivocado!!!”
- “El Conocimiento nunca se equivoca -
dijo la Conciencia, dandose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser por que se hunde”.
- “Pero... ¿Qué vamos a hacer ahora????”
-preguntaron los demás.
Entonces el Conocimiento contestó:
- “Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sujiero que busquen la manera de abandonar la isla.... Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla, desaparecerá con ella”.
-“¿No podrías ayudarnos?”,
preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad.
- “¡No ! -
dijo el Conocimiento-, la Previsión y yo hemos construído un avión y en cuanto termine de decirles esto, volaremos hacia la isla más cercana...”
Las emociones dijeron:
- “¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros???”
Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y, llevando de polizón al Miedo, que no es zonzo y ya se había escondido en el motor, dejaron la isla.
Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero...Todas... Salvo el Amor.
Porque el amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:
- “Dejar esta isla... después de todo lo que viví aquí... ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahhh.... Compartimos tantas cosas...”
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio de irse, el Amor se subía a cada árbol, olió cada rosa, se fué hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacer en otros tiempos. Tocó cada piedra...y acarició cada rama...
Al llegar a la playa, excatamente al lugar desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor:
-"Quizás la isla se hunda por un ratito... y después resurja.... porqué no???"
Y se quedó días y días midiendo la altura de la marca, para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible... Pero la isla se hundía cada vez más...
Sin embargo, el Amor no podia pensar en construir nada, porque estaba tan dolorido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería. Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y que, aún cuando se hundiera un poco, él siempre podría refugiarse en la zona más alta.... Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él...
Así que una vez mas, tocó las piedrecitas de la orilla ... y se arrastró por la arena... y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa... que otrora fuera enorme...
Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le agradaba, era la más elevada...
Y la isla se hundía cada día un poco más.... Y el Amor se refugiaba cada día en un lugar más pequeño...
- “Después de tantas cosas que pasamos juntos!!!!- le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente, solo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.
Recién en ese momento, el amor se dió cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la tierra...
Entonces, caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el amor se dirigió a la bahía.
Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos...
Desde allí podría ver pasar a sus compañeras en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguna de ellas lo comprendiera y lo llevara.
Buscando con los ojos en el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. Se acercó la Riqueza que pasaba en un lujoso yate y el Amor dijo:
- "Riqueza llévame contigo! … Yo sufrí tanto la desaparición de la isla que no tuve tiempo de armarme un barco"
La Riqueza contestó:
- "No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti, lo siento" y siguió camino, sin mirar atrás...
Le pidió ayuda a la Vanidad, a la que vió venir en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores, que también venia pasando:
- "Vanidad" por favor ayúdame".
y la Vanidad le respondió:
- "Imposible Amor, es que tienes un aspecto!!!!...¡ Estás tan desagradable!!! tan sucio, y tan desaliñado!!!!... perdón pero afearías mi barco…”-
y se fue.
Pasó la Soberbia, que al pedido de ayuda contestó:
- "Quítate de mi camino o te paso por encima!".
Como pudo, el Amor se acerco al yate del Orgullo y, una vez mas, solicito ayuda.
La respuesta fue una mirada despectiva y una ola casi lo asfixia.
Entonces, el Amor pidió ayuda a la Tristeza:
- "¿Me dejas ir contigo?".
La Tristeza le dijo:
- "Ay Amor, tu sabes que estoy taaaan triste que cuando estoy así prefiero estar sola"
Pasó la Alegría y estaba tan contenta que ni siquiera oyó al Amor llamarla.
Desesperado, el Amor comenzó a suspirar, con lágrimas en sus ojos. Se sentó en el pedacito de isla que quedaba, a esperar el final... De pronto, el Amor sintío que alguien chistaba:
- " Chst- Chst- Chst..."
Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote a remos. El Amor se sorprendió:
- "¿Es a mi?"- preguntó, llevándose una mano al pecho.
- “Sí, sí -dijo el viejito-, es a tí. Ven, sube a mi bote, rema conmigo que yo te salvo”.
El Amor lo miró y le quiso explicar...
-"lo que pasó, es que yo me quedé...
- "Ya entiendo" -
dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase- “Sube!”.
El amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de poder ver como el último centímetro de la isla se hundía y desaparecía para siempre...
- “Nunca volverá a existir una isla como esta! - murmuró el amor, quizás esperando que el viejito lo contradijera y le dira alguna esperanza.
- “No -dijo el viejo- como ésta, nunca; en todo caso, diferentes …!
Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor se sentía tan aliviado que olvidó preguntarle su nombre. Cuando se dio cuenta y quiso agradecerle, el viejito había desaparecido. Entonces el Amor, muy intrigado, fué en busca de la Sabiduría para preguntarle:
- “¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó... Todos los demás no comprendían que hubiera quedado sin embarcación, pero él me salvó, me ayudó y yo ahora, no sé ni siquiera quién es...”
Entonces la Sabiduría lo miró largamente a los ojos, y le dijo:
-"Es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. Es el único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es El Tiempo....”


7. DE LAS DOS MEDIAS NARANJAS A LAS DOS NARANJAS COMPLETAS
Y se preguntarán ¿cuál es la solución?, ¿cuales son, como decía el título de la conferencia, esas “claves” de comunicación para una pareja que está en crisis? Y mi respuesta es que, paradójicamente, una de las claves de solución de la pareja pasa en gran parte por el respeto a la individualidad y a uno mismo. La relación de pareja debe ser un complemento a la propia persona. Uno no puede negarse a si mismo y diluirse en el otro. Si voy negando un dia sí y otro también una parte de mi mismo (una necesidad, un deseo, un anhelo, un dolor), si sucesivamente te voy dando más de lo que puedo (“para que no te enfades”, “por los niños”, “porque espero que tú te des cuenta”, etc.), tarde o temprano te pasaré factura.
La solución no es pedirle al otro que sea aquella “media naranja” que fue, o convertirse uno en la “media naranja” que necesita mi pareja, sino en seguir madurando responsablemente, cada uno a su ritmo, hacia la “naranja completa”. Mi propuesta a las parejas es que, en una escala de bienestar de 0 a 10, en general, uno tiene que autorresponsablizarse de llegar al 6 por sus propios medios, aprendiendo a auto-cuidarse y a equilibrarse (trabajo, deporte, ocio, descanso, hobbys, intereses culturales, amistad, terapia, yoga, hijos, familia ...). Un bonito cuento de Jorge Bucay titulado “El hachero esforzado” ejemplifica lo que les estoy diciendo.

“Había una vez un hachero que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que el hachero se decidió a hacer buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona.
El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.
—Te felicito –dijo el capataz— sigue así.
Animado por las palabras del capataz, el hachero se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente; así que esa noche se acostó bien temprano.
A la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque.
A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
Me debo haber cansado –pensó y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de voltear su segundo árbol.
Inquieto por lo que fuera a pensar el capataz, el hachero se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer.
El capataz le preguntó:
—¿
Cuándo afilaste tu hacha la última vez?
—¿
Afilar? No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles”.

Uno no puede pretender que sea su pareja quien le afile permanentemente el hacha y mucho menos que corte los árboles por él. Eso sólo ocurre en las fases de enamoramiento, pero no en la vida real. Si, asumiendo el 100% de nuestra naranja, nos autocuidamos y nos autoresponsabilizamos de llegar hasta el 6, cuando coincidamos de “buen rollo” con nuestra pareja podremos aspirar a llegar al 9 y hasta a “revivir” la sensación de bienestar y plenitud que sentíamos cuando estábamos enamorados.

¿Y el enamoramiento, entonces? El enamoramiento se produce a partir de las medias naranjas. Me sorprende cuando alguno de los miembros de una pareja que lleva diez o quince años de convivencia me comenta que: “es que me he dado cuenta de que ya no estoy enamorada de él”. En mi opinión, el enamoramiento es en gran parte un mecanismo bioquímico temporal que potencia el acoplamiento de la pareja e impulsa la continuidad de la especie. Es muy útil para una relación esporádica, pasional, sexual, pero tiene muy poco que ver con la construcción de una pareja en convivencia estable. Desde el punto de vista psicológico constituye una huida de la realidad, una proyección masiva e idealizada en la figura del otro. Y como dice el escritor Fernando Pessoa:

Nunca amamos a nadie: amamos, sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir a nosotros mismos

Pasarán tres dias, tres semanas, tres meses, o tres años pero con el tiempo ese efecto adictivo se diluirá y el otro aparecerá indefectiblemente como lo que es: una persona normal, con sus limitaciones y su humanidad imperfecta. Como dice Jorge Bucay, “amar no es estar enamorado; el amor es un sentimiento, el enamoramiento una pasión”. El mismo autor cita un texto de Juan Carlos Benítez, un escritor costarricense, en el que describe la felicidad “loca” de estar enamorado:

Cuando estaba enamorado, había mariposas por todas partes, la voluptuosidad de la pasión me carcomía la cabeza. Durante todo ese tiempo no escribí, no trabajé, no me encontré con los amigos. Vivía pendiente de los movimientos o de la quietud de mi amada; consumía montañas de cigarrillos y toneladas de vitaminas, me afeitaba dos y hasta tres veces por día; hacía dietas, caminatas. Me perseguía hasta la certeza la paranoia del engaño, pensaba todo el tiempo en besarla, en mirarla, en acariciarla. Durante semanas gasté demasiado dinero, demasiada esperanza, demasiada crema para el sol, demasiado esperma, demasiado perfume. Escuchaba demasiada música clásica, utílizaba demasiado tiempo, consumí toda mi tolerancia y agoté hasta la última de mis lágrimas. Por eso siempre digo recordando esos momentos: nunca he sufrido tanto como cuando era feliz”.

No estoy haciendo un alegato contra el amor y los enamoramientos. Forman parte de la vida misma y ayudan a darle sentido en muchas ocasiones. Simplemente trato de desacralizarlo como uno de los pilares de las relaciones de pareja estables, sanas y maduras. El enamoramiento mal entendido, las relaciones de dependencia y posesión patológica están en la base de muchas de las situaciones que acaban desgraciadamente en las páginas de sucesos. Sin embargo, estamos rodeados de mensajes que ignoran esa realidad y que generan “modelos” de referencia relacional basados en vivencias del tipo: “
sin ti no soy nada, mi vida no tiene sentido, me muero por tu amor, tómame, soy toda tuya”, etc., etc..
Les recomiendo “¿Amar o depender?”, un interesante libro de Walter Riso en el que se analizan las claves de la relación de dependencia y cómo superarlas. Dice Riso:

“El deseo no es apego. Querer algo con todas las fuerzas no es malo, convertirlo en imprescindible, sí ... El placer o la suerte de amar y ser amado es para disfrutarlo, sentirlo y saborearlo. Si tu pareja está disponible, aprovéchala hasta el cansancio; eso no es apego sino intercambio. Pero si el bienestar recibido se vuelve indispensable, la urgencia por verla no te deja en paz y tu mente se desgasta pensando en ella: bienvenido al mundo de los adictos afectivos ... El deseo mueve al mundo y la dependencia lo frena ... La idea no es reprimir las ganas naturales que surgen del amor, sino fortalecer la capacidad de soltarse cuando haya que hacerlo”.

A las parejas que se encuentran atascadas en una relación de dependencia les cuento una bonita historia que me llegó por internet y cuyo autor desconozco. Se titula “El Aguila y el Halcón”.

Cuenta una leyenda de los indios sioux que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo, tomados de la mano, Toro Bravo, el guerrero y Nube Alta, la hija del cacique.
- Nos amamos -
empezó el joven.
- Y nos vamos a casar -dijo ella.
- Queremos un hechizo, un conjuro, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos -dijeron los jóvenes al unísono.
- Hay algo que puedo hacer por vosotros, pero es una tarea muy difícil y sacrificada -dijo el brujo tras una larga pausa.
- No importa -dijeron los dos.
- Entonces -
dijo el brujo- Nube Alta, sin más armas que una red y tus manos, subirás al monte y cazarás al halcón más vigoroso. Tráemelo vivo el tercer día de luna llena … Y tú, Toro Bravo -prosiguió el anciano- tú debes traer de la montaña más alta a la más valiente de las águilas, y traerla viva sin ninguna herida.
Los jóvenes asintieron en silencio y, después de mirarse con ternura, partieron. El día establecido por el brujo, los jóvenes llegaron a su tienda con dos grandes bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que, con mucho cuidado, las sacaran de las bolsas. Eran sin duda las aves más hermosas de su estirpe.
- Ahora -
dijo el brujo- atad entre sí a las aves por las patas con estas tiras de cuero. Después soltadlas y dejad que intenten volar. El águila y el halcón intentaron levantar el vuelo, pero sólo consiguieron revolcarse en el suelo. Irritadas por su incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí.
- Éste es el conjuro. Jamás olvidéis lo que habéis visto hoy. Vosotros sois como el águila y el halcón... si os atáis el uno al otro, aunque sea por amor, viviréis arrastrándoos y, tarde o temprano, os haréis daño el uno al otro. Si queréis que vuestro amor perdure volad juntos pero jamás atados”.

8. EL PROBLEMA o “MAS DE LO MISMO UNA Y OTRA VEZ
Retomando la pareja en crisis, cuando exponen “el problema” o “la queja”, raramente expresan que “
tenemos un problema” sino que suelen contar que “él (o ella) es el problema”. Y desde mi experiencia, tanto personal como terapéutica, cada vez estoy más convencido que los problemas (y las soluciones también) están mucho mas dentro de uno que en el exterior. Ante los problemas, les recomiendo la actitud que se encuentra en el trasfondo de esta útil y bonita oración que utilizan en Alcohólicos Anónimos:

"Dios mío, concédeme Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar ... Valor para cambiar aquellas que puedo ... y Sabiduría para reconocer la diferencia".

Pero cada miembro de la pareja, antes de serenarse y aceptar, antes de armarse de valor para asumir y exorcisar sus propios fantasmas, antes de cambiar lo que depende de él o de ella (es decir, su relación consigo mismo y su propio dolor) se empeñan en cambiar a su partenaire, en atribuir el problema a la conducta del otro y, especialmente, a características inmutables de su personalidad:
“es un egoista”, “es celosa”; “es irresponsable”; “me agobia”; “es un controlador”; “está mas interesada en sus amigas o en su madre que en mi”; “es agresivo”; “es un alcohólico”; “pasa de los niños”; “se pasa la noche en internet”...
Raramente se plantea la consulta diciendo que “tenemos un problema” en lugar de “somos un problema”. Siempre les digo a las parejas, que cuando llegan a la consulta están saturados por el conflicto y cansados e impotentes ante el círculo cicioso en el que se encuentran, que “ellos no son un problema” sino que “tienen un problema”. Ellos, en general, son “buena gente” y, como dice mi amigo y admirado psiquiatra el doctor Jorge Barudy, seguro que “cada uno hace lo que puede con lo que tiene”.
El problema es el problema, y no ellos”. Nuestro enemigo común es el problema, no nosotros ni nuestras personalidades. Y para cambiar el problema tendremos que hacer algo diferente. Como señala muy bien O’Hanlon, uno de mis autores favoritos, “la única locura que existe en este mundo es hacer más de lo mismo y pensar que los resultados pueden ser diferentes”. Si queremos cambiar una situación de conflicto, deberemos: a) “hacer menos de lo mismo” y b) “hacer algo diferente”.
En su libro “Amor es amar cada día”, Bill O’Hanlon, con quien comparto plenamente su modelo de “terapia centrada en soluciones y en posibilidades” expone de forma clara y divertida algunas de las ideas clave que pueden ayudar a las parejas a liberarse del yugo y la pauta o circulo vicioso del “más de lo mismo”. A él les remito.

9. EPÍLOGO
Quisiera terminar la conferencia con un poema de Jorge Bucay. Su libro “Cuentos para pensar” viene acompañado de un CD con algunos cuentos y poemas. Este es uno de ellos. Les deseo que puedan decírselo a su pareja y que su pareja, a su vez, pueda expresárselo a ustedes.
El poema se titula QUIERO:

Quiero que me oigas sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías.
....las que más te disgusten.
Que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas....
Que hoy puedes contar conmigo.....
Sin condiciones.................................

Muchas gracias por su presencia y por su paciencia. Les deseo que, solas o acompañadas, sigan aprendiendo y creciendo en sus crisis de pareja.

10. BIBLIOGRAFÍA
Jorge Bucay: “El camino del encuentro”. Ed. Grijalbo 2003
Jorge Bucay: “Déjame que te cuente”. Ed Integral 2002
Jorge Bucay: “Cuentos para pensar”. Ed Integral 2003
Jorge Bucay: “El camino de la lágrimas”. Ed. Grijalbo 2004
Silvia Salinas y Jorge Bucay: “Amarse con los ojos abiertos” 2002
Silvia Salinas: “Todo (no) terminó”. Ed Integral 2003
Bill O’Hanlon y Pat Hudson: “Amor es amar cada día”. Ed. Paidos 1996
Bill O’Hanlon: “Pequeños grandes cambios”. Ed. Paidos 2003
Bill O’Hanlon: “Crecer a partir de las crisis”. Ed. Paidos 2005
Walter Risso: “¿Amar o depender?”. Ed. Granica 2004
Walter Risso: “Cuestión de dignidad”. Ed. Granica 2004
Eckhart Tolle: “Practicando el Poder del Ahora”. Ed. Grijalbo 2001
Eckhart Tolle: “Un nuevo mundo Ahora”. Ed. Grijalbo 2006
Osho: “Tantra: la saviesa suprema”. Ed. Pages
Àlex Rovira y Fdo. Trias de Bes: “La buena suerte” . Ed. Urano 2005

11. REVISTAS de divulgación RECOMENDADAS
Psychologies
Mente Sana

12. PELICULAS RECOMENDADAS
“¿¡Y tú qué sabes!?” (2004), dirigida por W. Arntz, B. Chasse y M. Vicente
“Samsara”, (2001) dirigida por Pan Nalin

13. WEBS y E-mails
Carles Panadès: noos@correo.cop.es (Centre NooS de Teràpia Familiar)
Jorge Bucay: www.bucay.com
Walter Risso: www.walter-riso.com
Eckhart Tolle: www.eckharttolle.com
Alex Rovira: www.alexrovira.com
Osho: www.osho.com







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