Si la presión
la ejercemos en la dirección de intentar que
deje de beber estaremos creándole una mayor
angustia, ya que precisamente el problema
de una persona dependiente del alcohol es
que no es capaz de controlarse bebiendo, y
por lo tanto, le estamos pidiendo algo que
está fuera de su alcance, y le estamos induciendo,
sin quererlo, al fracaso, a la ocultación
de su conducta, a la mentira, a la agresividad
etc, etc.
Si le presionamos
para que se ponga en tratamiento le estamos
pidiendo algo para lo que si está capacitado.
Nada le impide acudir a una consulta con un
terapeuta especializado en la materia que
le ayude a iniciar el proceso de recuperación.
Por eso la presión
siempre debe dirigirse a que se ponga en tratamiento.
Y ofrecerle una o varias alternativas terapéuticas
para que elija la que le resulte más adecuada
a sus características personales.