La dependencia
del alcohol es, desde luego, un problema serio
que afecta a la salud de la persona que la
padece en el sentido más amplio de la palabra.
Más aún, es un
problema que afecta a uno de los elementos
esenciales del ser humano: la libertad.
La persona que
desarrolla la dependencia del alcohol va perdiendo
su capacidad de decidir si bebe o no bebe
en determinadas situaciones , va perdiendo
poco a poco el autocontrol de su propia conducta,
en definitiva: va perdiendo su libertad.
Podemos por tanto
considerarlo una enfermedad, porque afecta
al equilibrio personal de quién la padece
y de los que le rodean, y porque es necesario
un tratamiento adecuado para
recuperarse de la misma.
En cambio no
es una enfermedad corriente que se pueda "curar"
tomando ciertos medicamentos, mediante una
operación quirúrgica o mediante algún otro
procedimiento médico habitual.