Aqui puede leer el comienzo de Objetivo: Libertad


Prefacio

Testimonio: El último vagón

Te envidio, afortunado lector de este libro. Si yo hubiera alcanzado la fortuna de haberlo tenido en mis manos hace años, en las páginas de mi vida habría habido menos dolor.

Te supongo afectado por la misma enfermedad que yo -la adicción-y no sólo una persona curiosa que quiere saber por dónde anda la investigación en el campo de la drogodependencia. Si es así, este texto puede ser la llave que cambie tu existencia y que como a mi, te salve.

Las enfermedades no reparan en el currículo de quienes las padecen, de modo que la máxima autoridad en cardiología puede morir de un infarto. Yo mismo he tenido que estudiar muchas horas la psicología del comportamiento humano y las técnicas de modificación de la conducta, y para nada me han servido a la hora de hacer frente a mi propio alcoholismo.

Pero tal vez esos saberes fríos, junto a la experiencia de haber estado varias veces en clínicas supuestamente especializadas en la atención a los pacientes que sufren esta enfermedad, me permiten valorar en su justa medida el trascendental avance que supone la obra de Bernardo Ruiz y su equipo: el Programa Victoria.

Por primera vez, gracias a él, he visto la luz en un túnel de tinieblas que supuse que no tenía salida.

Es muy poco lo que se sabe en el ámbito del cerebro humano, ese gran desconocido. Apenas un diez por ciento. Y sin duda esa falta de soporte científico es una de las razones por las que fracasan las terapias que se aplican para superar esa extraña enfermedad.

Pero estoy en condiciones de afirmarte, lector amigo, que si has intentado curarte una y otra vez sin éxito, ahora tienes la gran oportunidad de salir del laberinto.

Mi experiencia personal al haber logrado maniatar la adicción, maniatar, no matar, ya que te acompañará hasta el último día de tu vida, no es ni única ni excepcional entre quienes hemos seguido su terapia.

El enfoque que el profesor Ruiz hace de la adicción es absolutamente original e innovador. Y en un alto porcentaje, sus soluciones pragmáticas han servido para romper las cadenas que oprimen nuestra libertad.

Te aconsejo con todo el calor de que soy capaz que no te limites a la lectura de las páginas de este libro. Que si quieres volver a ser dueño de tu destino, asistas a uno de sus cursos. Así podrás comprobar que puedes poner, como yo y como tantos otros, fin a tu condena.

Te escribo estas líneas como el hombre que lanza un aro salvavidas a quien ve que se está ahogando. Aprovecha esta ocasión. Tal vez sea el último vagón de un tren que se escapa sin retorno. No lo dudes, súbete a él con fe y piensa que si otros lo hemos logrado gracias a las teorías y técnicas del Programa Victoria, tu también puedes lograrlo.

Sin duda todavía te quedan años de vida. De ti depende que los vivas plena y libremente.

Yo también he estado en muchas ocasiones a punto de tirar la toalla, desesperado, hasta que la suerte, o la Providencia, me llevó a conocer al autor de esta obra, hito en la investigación más rigurosa avalada por el éxito.

No te cuento “mi caso”. Por desafortunadas que hayan sido tus experiencias no creo que superen a las mías. Se que no estoy curado. El alcoholismo no desaparece jamás, pero sí que es posible eliminar todos sus síntomas, que es lo que en definitiva importa.

Sumérgete en el agua clara de la lectura de “Objetivo: Libertad” y participa en alguno de sus seminarios. Un sol nuevo, radiante, alumbrará desde entonces tu camino. ¡Suerte, amigo!

Y gracias, Bernardo, y no olvido a tu constante apoyo, María Eugenia, por haberme liberado.

IOX

Paciente del Programa Victoria en 2002


Introducción

Me llamo Bernardo Ruiz, me licencié en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid en 1979, y obtuve el título oficial de Especialista en Psicología Clínica en 2007. A finales de 1983 empecé a interesarme por los temas relacionados con el abuso y la dependencia del alcohol, así como las conductas adictivas en general, y desde entonces no he parado de buscar respuestas y soluciones para estos problemas, que afectan a un enorme número de personas, y por extensión a sus familias y a toda la sociedad.

En 1984 comencé a desarrollar lo que más tarde bautizaríamos como “Programa Victoria”, un método terapéutico centrado en el objetivo de superar las conductas adictivas, sobre todo la de beber alcohol, y ayudar así a eliminar todos los problemas que ocasiona su consumo patológico a las personas que lo padecen y a su entorno.

En el curso de estos años he aprendido mucho, de la lectura de libros, manuales y revistas, de la asistencia a Congresos y Cursos, de visitar centros de tratamiento en diferentes países, pero sobre todo he aprendido muchísimo de mis pacientes, del contacto con ellos y de la interacción terapéutica. Y me he dado cuenta de que aún me queda mucho por aprender. Como dice el tango “veinte años no es nada” y todavía me falta mucho para poder llegar a encontrar las claves que permitan enseñar a dejar atrás su adicción a todas las personas que lo necesitan; sin traumas, sin dificultades, y con alegría.

Ese ha sido siempre mi objetivo. Dejar atrás el dramatismo y la sordidez que acompañan desde tiempo inmemorial, por desgracia, al problema de la adicción al alcohol.

El tema del alcohol, y de las adicciones en general, suele aparecer cargado de negatividad por todas partes. No tenemos más que seguir los medios de comunicación, ver las películas o series de televisión que tratan el tema, escuchar los comentarios de la gente de la calle, y lo que es peor muchas veces, percibir las actitudes de muchos profesionales de la salud.

Se transmiten con demasiada frecuencia ideas absolutamente falsas, cargadas de prejuicios y contraproducentes, como las siguientes:

    ★ El “alcohólico” es un vicioso

    ★ El “alcoholismo” no tiene cura, son “enfermos” difíciles de tratar, y siempre están recayendo

    ★ El “alcoholismo” sólo se cura con “fuerza de voluntad” y cuesta un gran esfuerzo y una lucha constante.

    ★ Es muy difícil dejar el alcohol

    ★ …

    Y otras inexactas afirmaciones, siempre hostiles.

Yo no comparto, ni he querido compartir nunca, esa visión tan negativa del problema.

Pienso, en cambio, que la adicción al alcohol es un problema complejo que se va desarrollando de forma gradual, sin que el propio sujeto sea consciente del progreso de la enfermedad. Es un proceso en el que la persona que lo sufre es la primera víctima, y por lo tanto nunca debe ser considerado como “culpable”. También creo que salir de ello es mucho más fácil de lo que en general se piensa … si se sabe cómo, claro está.

En las primeras consultas suelo poner como ejemplo a mis pacientes algo que ilustra muy bien esta situación.

En la mesa de mi despacho tengo un juego de dos clavos retorcidos y engarzados entre si, de forma que parece imposible que puedan separarse.

Cuando quiero explicarles por qué digo que es fácil salir del alcohol suelo entregarles el juego de clavos a mis pacientes y preguntar ¿crees que podrás separarlos?

Casi siempre la persona se queda muy sorprendida, e intenta separar los clavos, la mayor parte de las veces sin éxito. Tras unos minutos de intentos fallidos, los tomo yo en mis manos y les muestro cómo se separan en un instante. Y en ese momento pregunto ¿es fácil o es difícil separar los clavos?

La respuesta correcta no es ni si ni no. Separar los clavos, sin conocer el modo correcto de hacerlo, es muy difícil. Pueden hacer falta varias horas y muchos intentos para descubrir uno mismo el secreto. Visto así, parece una tarea muy complicada.

En cambio, sabiendo cómo se hace, es de lo más fácil. Hasta con los ojos cerrados se puede hacer sin ningún problema. Una vez que se sabe el “truco”, es muy fácil resolver el caso.

Lo mismo sucede con la conducta adictiva. De entrada parece algo muy difícil de superar. Parece imposible de entender. Parece que nunca vamos a ser capaces de dejarla atrás. Y sin embargo, es un problema muy sencillo de solventar … cuando se entienden las claves que influyen en ella.

Al igual que con el juego de los clavos entrelazados, una vez que el paciente entiende los mecanismos psicológicos que le han llevado a desarrollar la conducta adictiva, resulta sencillo dejar atrás el alcohol y hacerlo a la vez sin sufrimiento, sin recaídas y con una enorme dosis de alegría y satisfacción personal.

Este es el objetivo del Programa Victoria, el método terapéutico a cuya descripción y análisis está dedicado este libro. Pretendo con ello ayudar a tantas personas que sufren a causa de su dependencia a resolver su propio rompecabezas mental y liberarse de la adicción, para que puedan de nuevo vivir sin alcohol y convertirse en personas libres, aunque sigan teniendo los mismos problemas, eso si, que cualquier otro ser humano.

Dejar el alcohol no garantiza la felicidad. Pero seguir bebiendo, cuando uno ya ha traspasado la frontera del hábito y ha entrado en el territorio de la adicción, es una fuente segura de infelicidad, de sufrimiento y de deterioro personal, familiar y social a todos los niveles.

El engañoso laberinto de la adicción

Para que una persona comience de una manera eficaz el camino a la libertad que le permitirá salir del laberinto de la adicción es necesario que de unos pasos que casi siempre resultan harto difíciles de asumir. Se trata de lo siguiente:

    ★ Aceptar que tiene problemas con el alcohol (y/o con otras drogas)

    ★ Aceptar que necesita ayuda terapéutica profesional para superarlos.

Y no resulta nada fácil aceptar estos hechos porque si algo caracteriza a la conducta adictiva es precisamente la mentira, el engaño, y el autoengaño.

Mentiras y engaños que comienzan con los propios efectos del alcohol, los cuales resultan engañosos para la persona que los experimenta.

Siendo el alcohol una sustancia que deprime el sistema nervioso, en cambio, es percibida casi siempre por la persona que bebe como algo “estimulante” y que “anima” su estado de ánimo. Falso.

El alcohol adormece el cerebro y hace que poco a poco dejen de funcionar de un modo correcto diferentes áreas y estructuras cerebrales. Si el consumo es lo bastante grande, acaba produciéndose un estado de somnolencia que, llevado al extremo, puede llegar al “coma etílico”, que implica una completa pérdida de conciencia del sujeto.

En cambio, el alcohol hace creer a quien lo toma que tiene un efecto contrario: que es estimulante y positivo. Incluso hay quién llega a creer que aumenta su creatividad o su capacidad de trabajo físico o intelectual. Falso.

Se habla con frecuencia de que algunos artistas, escritores o intelectuales han hecho apología de su consumo de alcohol, como si beber hubiera sido un elemento positivo capaz de mejorar su producción artística. Y tales comentarios, que muchas veces no son sino rumores infundados, son tomados como pretexto o justificación del consumo de alcohol por otras personas que pretenden emular los logros artísticos o intelectuales de aquéllos.

Pero lo cierto es que si un autor es capaz de escribir una gran obra literaria entre los efluvios del alcohol, o si un pintor puede realizar un gran cuadro del mismo modo, no será gracias a la ayuda que el alcohol le presta, sino más bien al contrario. Será a pesar de la merma de facultades que el alcohol le produce como ha sido capaz de realizar su obra, y más bien gracias al talento natural que ya tenía esa persona, y que el alcohol no ha sido capaz de destruir por completo.

En mis años de experiencia como terapeuta de personas con problemas con el alcohol he podido comprobar en muchísimas ocasiones que el rendimiento intelectual y laboral no hace sino mejorar cuando el alcohol desaparece de la vida de la persona que abusaba de él.

Y aunque en algún caso pudiera haber un transitorio efecto de apariencia positiva en el consumo moderado de alcohol, para cierto tipo de rendimiento intelectual o artístico, éste sólo sería debido a la desinhibición que siente la persona que bebe cuando el alcohol empieza a afectar al funcionamiento de los lóbulos frontales de su corteza cerebral.

Es decir, la ligera euforia inicial que muchas personas sienten al beber alcohol, o efectos tales como la pérdida de inhibiciones,timidez, o vergüenza, no son en ningún caso efectos beneficiosos, sino muestras evidentes del daño tóxico que el alcohol produce en el cerebro humano, alterando su comportamiento normal. Aquí estamos ante otro de los efectos engañosos del alcohol. Otra mentira más.

Lo ideal es aprender a superar las inhibiciones, la timidez y la vergüenza de forma natural, a través del desarrollo de nuestras propias habilidades sociales, aumentando la autoestima y la asertividad, y no recurriendo al alcohol, o a otras sustancias que actúan como falsas ayudas químicas y pueden acabar convirtiéndose en un grave problema de adicción.

El alcohol también produce con mucha frecuencia otro tipo de engaño. La mentira dirigida a ocultar los auténticos efectos de la bebida ante otras personas.

La persona que abusa del alcohol tiende a ocultar su consumo o bien a negarlo del todo. Y también a ignorar sus consecuencias, atribuyéndolas a causas ajenas a la real, que no es otra que el efecto negativo que el alcohol está ocasionando en su vida.

Es frecuente escuchar de nuestros pacientes historias de engaños y mentiras. La más habitual es la que se produce cuando un familiar pregunta -¿has estado bebiendo? -Y la respuesta dada es -“¿Yo? ¿bebiendo yo? ¿cómo puedes pensar eso?” – por ejemplo. O bien dar una respuesta del tipo -“si, pero sólo una cerveza” -cuando en realidad han sido muchas más.

Estos engaños llegan a veces a provocar situaciones grotescas. A veces me encuentro en la consulta con un paciente que niega haber bebido, o que dice que no ha tomado más que una cerveza, y cuando le someto a una prueba de alcoholemia los resultados indican que su consumo ha sido mucho mayor. Aún así, siguen negando haber bebido, a pesar de la evidencia.

También es frecuente la ocultación del consumo mediante distintas estrategias, todas ellas condenadas al fracaso a la larga, eso si.

Hay quién mantiene un consumo de alcohol en público más o menos moderado, o al menos lo intenta con todas sus fuerzas, y después de dejar a sus amistades continúa bebiendo en solitario acudiendo a lugares muy diferentes y alejados de su entorno geográfico y social habitual.

Este es el caso, por ejemplo, de aquellos que tienen un trabajo que implica una intensa vida social, gente con profesiones comerciales, etc. Muchas veces la mentira consiste en aparentar una moderación en público, frente a los clientes o amigos habituales, y más tarde irse solo a la otra punta de la ciudad, o al pueblo vecino, a seguir bebiendo en bares a los que nunca entraría en su vida habitual y “presentable”.

Algo similar sucede en el caso de las personas, con más frecuencia mujeres, que no beben alcohol en público, o que toman muy poco, y que después lo hacen a escondidas en su propia casa, tratando de ocultar por completo su consumo, sobre todo a la propia familia. Mentiras y más mentiras. Botellas escondidas, que a veces uno no recuerda siquiera donde ha dejado, excusas cada vez más increíbles para justificar ausencias o retrasos, etc.

Hay personas que esconden las botellas entre la ropa de los armarios y después no recuerdan donde las habían metido, o que cambian el contenido de una caja de zumo por vino u otra bebida alcohólica. En una ocasión tuve como paciente a una mujer que escondía sus botellas de vino enterrándolas entre las lechugas de su huerta, y sus familiares se volvían locos buscándolas sin poder dar con ellas.

Otras veces se encuentran excusas de todo tipo para salir de casa y poder beber. Bajar la basura, ir a comprar tabaco, pan o cualquier otra cosa, recoger algo que se ha olvidado en el coche, etc. La lista es interminable.

Otra faceta del engaño que produce el alcohol es la que hace creer al sujeto que las consecuencias negativas que el alcohol va produciendo en su vida son debidas a cualquier otra causa.

Por ejemplo, muchas personas padecen náuseas matutinas, acompañadas con frecuencia de tos, arcadas y hasta vómitos, cuando han estado abusando del alcohol el día anterior, pero tienden a atribuirlas al tabaco, y no a la bebida, que es su verdadera causa.

Esto lo hemos observado innumerables veces con pacientes que, estando ya en pleno proceso terapéutico, han tenido que llegar a experimentar en carne propia cómo tales síntomas desaparecían por completo al pasar unos días sin beber, aunque hayan seguido fumando lo mismo que antes, para convencerse de que eran en realidad una consecuencia del abuso del alcohol.

Otra muestra de los mismo es el estado de ansiedad, intranquilidad y desasosiego interior que suele acompañar a las personas que abusan del alcohol. El sujeto tiende a atribuirlo a su propia naturaleza -“soy nervioso desde siempre” -y no a las alteraciones que la bebida está ocasionando en su cerebro. De nuevo es necesario vivir la experiencia propia de la abstinencia de alcohol, y encontrarse mejor, para comprender que ese “nerviosismo desde siempre” desaparece de forma radical cuando ya no hay alcohol alterando el sistema nervioso.

Cuando alguien se levanta con síntomas de ansiedad y descubre que bebiendo alcohol, tal vez una cerveza, o una pequeña cantidad de vino o licor, su intranquilidad se alivia o desaparece, tiende a creer que el alcohol le está produciendo un efecto “beneficioso”, que le sienta bien y que le permite afrontar el día en mejores condiciones. En lugar de comprender la relación patológica existente entre tales síntomas y el propio abuso de alcohol. , engaño, en este caso autoengaño, en el que el propio sujeto cae y del que puede ser víctima durante mucho tiempo.

¿Qué es el Síndrome de Abstinencia?

Cuando una persona que ha acostumbrado a su cuerpo a soportar una cierta cantidad de alcohol deja de beber de forma radical, se produce lo que se denomina “Síndrome de Abstinencia” que es un conjunto de síntomas tales como:

  • Dolor de cabeza

  • Boca seca

  • Sensación de Ansiedad, Nerviosismo, etc.

  • Temblor en las manos

En casos graves, pueden aparecer convulsiones, pérdidas de conocimiento, alucinaciones y el conocido como “Delirium Tremens” que es el grado máximo de síndrome de abstinencia que puede padecer una persona. Lo que indican estos síntomas es que el cuerpo se está readaptando, porque se ha malacostumbrado a trabajar con una cantidad excesiva de alcohol circulando por la sangre, afectando al normal funcionamiento de cerebro y del sistema nervioso, y por lo tanto nos dicen que el organismo está luchando para recuperar la salud y el equilibrio.

Lo malo es que estos síntomas suelen ser tan desagradables que el sujeto en cuestión vuelve a beber con la intención de aliviarlos. Y, en efecto, parece que se reducen bebiendo. Lo que sucede es que mejoran los de hoy y se empiezan a preparar los de mañana, y así volvemos a empezar.

En cada caso el síndrome de abstinencia puede ser de mayor o menor intensidad. Por eso, antes de poner en práctica la decisión de dejar el alcohol hay que evaluar el riesgo de padecerlos, para plantearse las cosas de una manera o de otra.

Lo mejor siempre, sin duda, es ponerse en manos de un especialista y seguir sus consejos. Nada hay mejor que una atención personalizada y un trato individual.

Y no olvidemos que dejar de beber sólo es el primer paso.

Es frecuente observar otro efecto engañoso: el aumento de la Tolerancia, que hace posible que una persona beba alcohol en cantidades crecientes sin llegar a emborracharse.

Cuando se produce este fenómeno el sujeto tiende a creer que de alguna forma su cuerpo está “protegido” frente a los efectos negativos del alcohol que todo el mundo conoce, y que al no embriagarse está también libre de los demás efectos perniciosos. Mentira.

Cuando una persona es capaz de beber mucho sin embriagarse, y sobre todo, si esa cantidad ha ido aumentando a lo largo de los años, significa que ha provocado una alteración en la respuesta natural de su organismo, el cual ha desarrollado un “mecanismo de defensa” consistente en acelerar el funcionamiento del sistema nervioso para compensar, al menos en parte, el efecto depresor del alcohol.

Pero el hecho de no embriagarse no evita que la toxicidad del alcohol siga afectando al resto del organismo. Más bien al contrario. Cuanto más alcohol bebe una persona, más cantidad de tóxico circula por su sangre, llegando a todos los rincones de su cuerpo y afectando a la salud y al buen funcionamiento de aquellos órganos que puedan ser más sensibles, en cada caso particular, a los efectos negativos del alcohol.

Y si la persona sigue pensando -“yo aguanto mucho” -y por eso se cree libre de las consecuencias nocivas del alcohol en su salud, seguirá bebiendo de forma abusiva durante mucho tiempo, hasta que los daños producidos sean tan evidentes que no se puedan negar de ninguna forma. Se puede llegar a causar lesiones irreversibles en órganos como el hígado o el páncreas, y a provocar consecuencias graves tales como daños en el corazón o un creciente deterioro cerebral.

“Aguantar mucho” bebiendo, sin embriagarse, no es señal de salud, ni de fortaleza, ni de protección frente a los efectos del alcohol. Todo lo contrario, es una indicación clara de que se ha producido un aumento de la Tolerancia, y por lo tanto, de estar adentrándose en el peligroso terreno de la adicción.

Otras veces es la vida social la que se ve alterada por el abuso del alcohol, y también entonces el deterioro tiende a atribuirse a otras causas.

La persona que abusa del alcohol puede convertirse poco a poco en una compañía menos deseable para sus amistades, o tener una conducta ante ellas que resulte molesta y desagradable. Cuando esto sucede, el sujeto tiende a pensar que son los demás, amistades, compañeros de trabajo, o incluso miembros de su familia, los que están cambiando de actitud, creyendo, por supuesto, que tales cambios suceden “sin ningún motivo”.

Uno no se quiere dar cuenta de que sus conversaciones se vuelven repetitivas, que habla una y otra vez de las mismas cosas, que sus modales cambian y se vuelve irritable, pudiendo incluso llegar a manifestar agresividad, al principio verbal, y después física en algunos casos.

Uno no se quiere dar cuenta de que todo esto le va alejando de las personas “positivas”, las que le quieren y se preocupan por su bienestar, y le va acercando cada vez más a quienes fomentan su consumo de bebidas, y que muchas veces también abusan del alcohol, o bien le va llevando a encerrarse más y más en su interior y al aislamiento social.

Y si se da cuenta de alguno de esos efectos, uno tiende a pensar que son los demás los que han cambiado. Que sus amigos ya no son como antes, y que por eso ya no es tan agradable estar con ellos. Mentira.

El alcohol es el causante de todo esto, aunque uno no lo quiera ver, o mejor dicho, aunque uno no sea capaz de verlo con claridad debido al propio efecto engañoso del alcohol.

Por eso podríamos decir que la adicción es la “enfermedad de la mentira” y que para superarla es necesario e imprescindible recurrir a la verdad.

Hay que empezar por reconocer la auténtica situación en la que uno se encuentra, y poner los medios para aprender a vivir sin adicción rompiendo el círculo vicioso del consumo, la culpa, la mentira y todo lo demás.

No es fácil aceptarlo, pero es la única manera de superar el problema.

“La verdad os hará libres”, dice el Evangelio, y es una frase cien por cien aplicable al proceso terapéutico necesario para superar la adicción.

Darse cuenta de estas mentiras, intuir al menos que algo no va bien y que es necesario cambiar, es lo que al final conduce a nuestros pacientes a interesarse por el Programa Victoria.

Primeros pasos

El primer contacto del paciente con el equipo terapéutico se tiene siempre por teléfono.

Lo más habitual es que un familiar, un amigo, un compañero de trabajo o alguna otra persona del entorno del paciente, haga la primera demanda de información vía telefónica, o por medio del correo electrónico. La primera intervención terapéutica consiste en unas orientaciones prácticas sobre cómo motivar al paciente y cómo animarle a realizar por si mismo la primera llamada telefónica de contacto personal.

La orientación que recibe la familia va en la línea de transmitir al paciente confianza y esperanza hacia su propia recuperación, y a no seguir incidiendo sobre los aspectos negativos de su conducta problemática con el alcohol.

Escuchamos a los familiares o allegados que llaman, les damos información sobre la terapia, les ayudamos a dar los pasos necesarios para que el paciente venza las resistencias y se avenga a iniciar su recuperación y esperamos que se decida a tomar la decisión de iniciar su tratamiento.

La orientación que damos a los familiares se basa en los criterios que se explican en el siguiente cuadro:

¿Tienes un familiar con problemas de Alcohol?

Desde la familia se puede ejercer una muy importante presión positiva para que la persona afectada se decida a ponerse en tratamiento y superar su problema. De hecho, la familia suele ser quién mejor puede ayudar a esto.

Pero la presión familiar debe hacerse de acuerdo con ciertos criterios para ser eficaz:

1. Hay que hablar de "Solución", no de "Problema"

No hay que insistir más en lo mal que está la persona be
bedora. Da por hecho que ya lo sabe, aunque nunca lo haya reconocido a las claras o siempre tienda a justificar o minimizar el caso. Lo sabe ... porque es quien primero lo sufre.

Por eso lo importante es hablarle de solución. Proponerle ayuda. Hablarle de los beneficios que todos van a obtener cuando el problema se haya superado.

2. Presionar para que se ponga en tratamiento, no para que deje de beber.

Si la presión la ejercemos en la dirección de intentar que deje de beber estaremos creándole una mayor angustia, ya que la esencia del problema de una persona dependiente del alcohol es que no es capaz de controlarse bebiendo, y por lo tanto, le estamos pidiendo algo que está fuera de su alcance, y le estamos induciendo, sin querer, al fracaso, a la ocultación de su conducta, a la mentira, a la agresividad etc.

Si le presionamos para que se ponga en tratamiento le estamos pidiendo algo para lo que si está capacitado. Nada le impide acudir a una consulta con un terapeuta especializado en la materia que le ayude a iniciar el proceso de recuperación.

Por eso la presión siempre debe dirigirse a que se ponga en tratamiento. Y ofrecerle una o varias alternativas terapéuticas para que elija la que le resulte más adecuada a sus características personales.

3. Ser firme en la presión. Es fácil que en medio una discusión la pareja plantee que no está dispuesta a seguir así, que si no deja de beber se van a separar, etc. Y que luego, al cabo de un tiempo se ablande, una vez pasado el enfado, y de por buenas las intenciones de cambio del familiar bebedor.

Esto no sirve de ayuda.

La presión debe dirigirse siempre hacia que se ponga en tratamiento, y además, hay que ser firme y cumplir cualquier "amenaza" que se haya formulado.

En resumen, el mensaje es el siguiente: “Si te pones en tratamiento aquí me tienes y podrás contar con todo mi apoyo para salir adelante. Si no lo haces yo no quiero seguir así y nuestra relación se va a terminar”.

Una vez conseguido el contacto directo con la persona afectada, el primer objetivo es mantener una conversación que sirva para romper el hielo, disipar miedos, aclarar conceptos, establecer una relación terapéutica de confianza y aumentar la motivación hacia el tratamiento.

Tras esto realizamos una evaluación más formal del caso, ya en la consulta, cara a cara, y a partir de entonces mantenemos un contacto permanente, por vía telefónica y a través de sesiones individuales o familiares, hasta llegar a la fecha de incorporación en la Fase de Tratamiento del Programa.

Este periodo inicial, que llamamos Fase de Acogida, sirve sobre todo para incrementar la motivación. Al mismo tiempo hacemos una evaluación médica y psicológica del caso con el fin de llegar a la Fase de Tratamiento en las mejores condiciones posibles, tanto de salud como de ánimo.

También es importante aprovechar el periodo de Acogida para reducir al mínimo el consumo de alcohol e intentar eliminarlo por completo, al menos durante los últimos días anteriores al ingreso en la fase intensiva de terapia, con el fin de evitar síntomas de abstinencia, para lo cual orientamos al paciente, según su perfil de consumo a una de las siguientes alternativas:

    ★ Si se trata de una persona que consume de forma regular y diaria le animamos a reducir poco a poco su ingesta de alcohol para evitar el síndrome de abstinencia. Se puede utilizar un autorregistro de consumo, y mantener un contacto terapéutico frecuente para aumentar la motivación.

    ★ En el caso de que sea un consumidor intermitente, trataremos de que se mantenga sin beber, utilizando la proximidad de la fecha de su ingreso en el Programa como elemento de motivación suplementaria, para prolongar su periodo de abstinencia hasta ese momento.

En nuestra experiencia, sólo en muy pocas ocasiones se hahecho necesaria la administración de fármacos, o una desintoxicación hospitalaria previa.

En todo caso, hay que hacer un seguimiento individualizado de cada paciente para asegurar el mejor resultado posible en esta primera fase.

El Entorno Terapéutico

El entorno en el que se enmarca el tratamiento es de vital importancia para conseguir el resultado terapéutico que buscamos. Por eso el Programa se realiza siempre en un Hotel confortable, alejado del entorno urbano, enfocado hacia la salud y el bienestar, con una clientela variada y en un lugar agradable en lo referente a clima y paisaje.

Esto ofrece una serie de ventajas terapéuticas de enorme importancia, entre las que podemos destacar las siguientes:

    ★ El Programa se desarrolla como si fuera un “curso”, es decir, hay una fecha concreta de comienzo, una duración predeterminada, unos contenidos estructurados y unos compañeros que lo comienzan y lo terminan juntos, evolucionando en paralelo. Esto permite abreviar el proceso terapéutico en su conjunto, al avanzar todos los pacientes al mismo ritmo y no tener personas que entran y salen del programa una vez comenzado.

    ★ El grupo de pacientes es reducido. Un máximo de ocho personas cada vez, lo cual facilita que los lazos personales entre los miembros del grupo se establezcan muy rápido ysean muy fuertes. También permite una atención personalizada por parte del Equipo Terapéutico.

    ★ Se trata de un centro abierto, donde no hay restricciones a la libertad de los pacientes. Esto permite que desde el primer momento la persona empiece a asumir la responsabilidad de su propia recuperación. Es un mensaje tácito y sutil, pero al mismo tiempo claro y eficaz.

    ★ No estamos en un hospital psiquiátrico, ni en una comunidad terapéutica ni en una “clínica de desintoxicación de alcohólicos”, sino en un lugar cálido y confortable, al que acuden diferentes tipos de personas por diversos motivos, y donde los pacientes pueden mantener su anonimato y la discreción en cuanto al objeto real de su estancia. Al tratarse de un Hotel abierto al público en general, nadie sabrá que un paciente está tratando sus problemas de adicción, a menos que sea el propio paciente quien lo revele.

    ★ En el Hotel hay un bar y un restaurante donde se sirven bebidas alcohólicas. Como es natural, los pacientes no beben alcohol, pero esta circunstancia resulta muy positiva en el proceso terapéutico, ya que desde el primer día empiezan a practicar en un entorno “real” conductas alternativas al consumo de alcohol. Y lo hacen con la naturalidad de la vida cotidiana, sin vivirlo como una prueba a superar o como un ejercicio terapéutico. Esto facilita la generalización de la nueva conducta al contexto de su vida habitual.

    ★ Cada paciente tiene su habitación individual y su espacio de privacidad. Les animamos a mantener contacto telefónico con la familia y con otras personas que puedan ejercer una influencia positiva en el proceso terapéutico. No se permiten visitas, salvo excepciones, porque romperían la concentración necesaria.

    ★ El equipo terapéutico está formado por un psicólogo especialista en psicología clínica, un médico y una terapeuta.

Para comprender mejor cómo transcurre el proceso de la terapia vamos a seguir la evolución de un grupo real de personas que completaron el Programa Victoria entre el 22 de mayo y el 1 de junio de 2006.

“Objetivo: Libertad” es la crónica de esos diez intensos días de tratamiento, basada en las notas escritas en directo en el transcurso del Programa así como en el contenido de las sesiones terapéuticas y en los materiales de trabajo que reciben los pacientes. Es una muestra representativa de nuestro método terapéutico, porque aunque cada grupo y cada edición del Programa tiene sus propias características, la esencia es siempre la misma.

Conoceremos a cinco personas reales, corrientes y a la vez únicas, padres y madres de familia, trabajadores, empresarios y profesionales, residentes en diferentes ciudades de España y con distintos niveles culturales y económicos, pero todos ellos compartían dos cosas en común. Un consumo de alcohol en grado de adicción que les ha deteriorado la vida de forma significativa y un deseo sincero de dejarlo atrás para siempre.

A continuación encontrarás su historia.



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