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La locura: mito o enfermedad social (4)

 

 

LOCURA Y ESTADOS DE CONCIENCIA

Cuando mínimamente intuimos que la pérdida de control, que el impulso a cuestionar lo establecido, lo cotidiano, lo seguro aparece es cuando entra el pavor. Es cuando se introduce en nosotros lo que llamamos el miedo a la locura. En todos y cada uno de nosotros existe el miedo a entrar en el plano en el que no sirven los referentes cotidianos, en el que ya no sirve el espacio -tiempo habitual .

Este miedo a la locura lo podemos identificar como miedo a perder el control, miedo al abandono, y no es ni más ni menos que el miedo a cruzar la frontera entre el plano de lo existencial-palpable, creado y creído, y entrar en el plano de lo esencial. Toda aquélla persona que ha entrado en un estado de conciencia alterada a través de psicotrópicos, de la ingesta de diferentes sustancias, de la meditación o través de una propia psicosis, sabe perfectamente lo que todo esto significa.

La persona que tiene dinámicas psicóticas, es la persona que no se adapta, el inadaptado que no tiene la posibilidad de llevar una dinámica cotidiana, una rutina. Sin embargo, sí dispone de la capacidad de entrar en contacto con aquello que es más del orden de lo esencial, de contactar con nuestra dinámicas existenciales específicas como animal humano, con lo vinculado a la trascendencia, a la capacidad de amar y a la capacidad de sentirnos en contacto con lo absoluto o lo que está mas allá de nuestra piel; y esa persona entra en ese plano cuando se abandona a la locura y pierde el miedo a dejar los referentes cotidianos, cuando deja de asustarse por el empezar a no acordarse de qué cargo ocupa en la universidad, cómo se llama su mujer o cuántos hijos tiene. De repente, eso pasa a ser algo nimio, lo importante pasa a ser sencillamente la sensación de corriente, de fluido, la sensación de existir.

W. Reich escribe: "Es como si las percepciones estuviesen ubicadas a cierta distancia, fuera de la superficie epidérmica del organismo. Esta perturbación interior es la separación entre la autopercepción y el proceso biofísico objetivo que debe ser percibido. En el organismo sano, ambas cosas se unen en una sola experiencia. En el individuo neurótico acorazado, las sensaciones biofísicas de los órganos no se desarrollan de manera alguna; las corrientes plasmáticas están muy disminuidas y en consecuencia por debajo del umbral de la autopercepción ("insensibilidad"). En el esquizofrénico, en cambio, las corrientes plasmáticas siguen siendo intensas y no están obstruidas, pero la percepción subjetiva de esas corrientes está obstaculizada y escindida; la función de percepción no está reprimida, mas tampoco unida a la corriente. (Así como un niño desarrolla con facilidad una contracción en la garganta cuando siente el impulso de ahogar a la madre o al padre, en la misma forma el asesino esquizoide degüella a alguna persona cuando su propia sensación de ahogo se hace insoportable)".

La diferencia básica estará en que mientras en una crisis psicótica, no hay control, no hay ritmo, sino que se vive el infierno, el caos y la sensación de ser arrastrado, en una situación existencial y energética equilibrada podemos aproximarnos a estas experiencias desde el corazón, pero con nuestro ritmo, sintiéndonos sujetos y dueños de nuestras sensaciones, identificando nuestro yo con ese estrado de conciencia, con la capacidad de estar en el plano de lo concreto y al mismo tiempo sentir el plano de lo absoluto, de lo "eterno". Pero para ello, curiosamente tenemos que oír, que escuchar, que sentir al "loco", es decir a aquél que se mueve en ese plano, que siente la realidad sólo de esa manera. Y ha habido, desde esta perspectiva, locos quemados, locos ignorados en hospicios y locos santificados.

Y es por ello que el profesional de la salud debe comprehender el discurso del "loco", y para ello ha debido oír antes el suyo. Esta es la única forma de poder abordar adecuadamente esas situaciones, y evitar que se reproduzcan esas situaciones típicas en donde aquellas personas que entran en crisis involuntarias, automáticamente entran en conflicto con lo que hay fuera, y de ese conflicto surge la idea de "estoy loco", "a mi me están pasando cosas que no le pasan a los demás"... La familia reprocha ese comportamiento ("Nos matas a disgustos; en lugar de ocuparte de tu trabajo te dedicas a hablar con Dios"). Esta persona va al psiquiatra el cual le diagnostica una esquizofrenia y le receta una gran cantidad de pastillas, él se lo cree y lo acepta porque se lo ha dicho el "gran dios", el cual además añade que no se preocupe, que no se va a curar, pero que con la medicación estará tranquilo. Y a la familia se le dice que mantenga la calma , que su hijo no seguirá trabajando pero que tampoco matará a nadie. Y así se suceden las historias. Historias que voy a relatar para que se entienda más la hipótesis que planteo en esta parte de conferencia y es que si el sufrimiento no se sabe abordar adecuadamente por parte del profesional por miedo a conectar con su propio infierno o por ignorancia, la persona se puede quedar anclada a un lado de la frontera, en la locura.

Los profesionales no sabemos realmente lo que le está pasando a esa persona y estamos muy atemorizados de que a nosotros nos pase, por lo tanto no nos interesa demasiado oírlo. Quien haya estado en un psiquiátrico sabe que hay una gran necesidad de escucha; quienes allí trabajan no pueden soportar el estar manteniendo una relación con las personas que están en el centro y que se supone que llevan discursos esquizofrénicos. Esto no puede llevarse a cabo pues peligra la propia cordura de los trabajadores del centro.

Así entre las historias que voy a contar está la de una niña de 8 años que, de repente un buen día su cabeza empieza a oír a alguien que le dice cosas (y que no son ni su padre ni su madre); al principio mira a su alrededor para constatar si hay alguien, pero no hay nadie. La voz aparece también de noche, fundamentalmente cuando está sola. Llega un momento en el que comienza a asustarse pues las voces le impiden escuchar lo que le dicen sus padres. Un día decide contar lo que le pasa, y cuando llega esa ocasión fruto de un proceso que lleva su tiempo, sus padres no la toman en serio, le restan importancia ("duermes mal" "estas floja"). La llevan al médico y este confirma la explicación de los padres y recurre a una analítica general. El tiempo sigue pasando y la niña continua oyendo las voces y comienza a vivir el exterior como pesado e inquisitivo, se siente observada, vive contra-natura algo que en principio le ha salido de dentro, se siente "rara"; entonces aparece el miedo que la hace callarse y retraerse. Los padres se dan cuenta de que su hija no habla y duerme mal. Deciden llevarla al psiquiatra buscando una solución pues su hija tiene comportamientos muy extraños. El psiquiatra les dice que la niña no se va a curar tiene esquizofrenia; le receta una gran cantidad de medicación y ante la pregunta de los padres de la posibilidad de llevarla al psicólogo para una psicoterapia, el psiquiatra les dice que puede irle bien para que la niña acepte su problemática y aprenda a vivir con ella. Esta conversación se lleva a cabo con la presencia de la niña, la cual no se sentido nada bien ante aquel hombre. No quiere volver al psiquiatra. La niña únicamente recibe el tratamiento farmacológico administrado por el psiquiatra y esas pastillas van mermando progresivamente sus respuestas cognitiva. Cuando esta niña llega al psicoterapeuta, el cual la escucha, le dice que no tenga miedo y empieza a compartir con ella la situación. Y los padres dudan ante la afirmación del terapeuta de que el problema de su hija se pueda remediar y acabar con esa situación de sufrimiento...

 

 

 

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